Anoche, después de ver cómo España goleaba a Rusia en las semifinales de la Eurocopa decidimos exprimir una vez más el pase de temporada de la expo y escuchar a una cantautora estadounidense de voz preciosa. Unas veces delicada, otras arrebatadora. El concierto era las 00.30, de nuevo en el Balcón de la música, así que no podíamos perder el tiempo. Tras el pitido final a correr para hacer los bocadillos para la cena, ducharse y salir a coger el autobús. Con lo que no contábamos era con las celebraciones por la victoria: la avenida Independencia estaba cerrada y los recorridos de los autobuses cambiados. Debido a esto perdimos una vez el transbordo, pero enseguida vino el siguiente y llegamos sin problemas a la puerta del Ebro.
Esta vez habían puesto sillas delante del escenario, pero como en la vez anterior, había muy poca gente, por lo que pudimos sentarnos en primera fila y hacer unas fotos decentes. Aún tuvimos tiempo de comernos los bocadillos mientras Dayna Kurtz y su pianista afinaban y hacían pruebas de sonido. El concierto se suponía que iba a durar sólo 45 minutos, pero se alargó hasta la hora y cuarto: todo un regalo, porque la voz de esta cantante es cautivadora y muy personal. Tocó temas suyos y versiones de canciones americanas, mezcla de country y blues. Ni siquiera el fuerte viento, ni los fuegos artificiales que sonaban por doquier pero que no se veían por ningún lado, ni unos maleducados que no paraban de hablar y reír en mitad de las interpretaciones, (no entiendo a esta gente: ¿para qué se van a un concierto si no van a escuchar más que sus propias risas?), consiguieron eliminar la magia de su música. La pena, como siempre, es que la mayoría del escaso público no entendía inglés, así que la comunicación con ella no fue muy fluida, a pesar de que lo intentó varias veces.
Las fotos están un poco movidas, en parte porque no llevaba trípode y tuve que apoyarme donde pude, y en parte porque Dayna obviamente no era una estatua.
Para darle aún más ambiente a la noche, cayó una pequeña tormenta que nos remojó de camino de vuelta al autobús.
Y mañana Alanis Morrisette (lo siento Carlos, no puedo acompañaros al Balaitus).
Las fotos están un poco movidas, en parte porque no llevaba trípode y tuve que apoyarme donde pude, y en parte porque Dayna obviamente no era una estatua.
Para darle aún más ambiente a la noche, cayó una pequeña tormenta que nos remojó de camino de vuelta al autobús.
Y mañana Alanis Morrisette (lo siento Carlos, no puedo acompañaros al Balaitus).
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