jueves, 25 de febrero de 2010

Inauguración de la restauración del panel de Montañeros

Una joven promesa de la escalada aragonesa en acción
Ayer, miércoles 24 de febrero, tuvo lugar en la sede de Montañeros de Aragón una pequeña competición de escaladores/as para celebrar la inauguración de las obras (inconclusas aún, así que se sigue necesitando la colaboración de todos), que desde hace unos meses se han realizado en el tablón para adecentarlo un poco después de más de 20 años. En una primera fase se amplió la superficie escalable, se fijaron paneles en todas las paredes, se pintaron para dar un poco de colorido y también se cambiaron las viejas colchonetas. Ahora se está trabajando en los viejos lavabos que había detrás del panel: se han tirado todos los tabiques y se quiere arreglar ese espacio para disponer de un sitio cómodo donde cambiarse y descansar.
Todo el impulso de este proyecto, tanto de la remodelación del boulder como de la competición para inaugurarla, es mérito de Juan Korkuera. Allí consiguió reunir a 16 participantes en categoría absoluta y 9 en categoría infantil (una pena que no hubiera categoría de veteranos porque habría arrasado). El objetivo era realizar una larga travesía empezando justo debajo de la primera ventana y avanzando en sentido contrario a las agujas del reloj hasta terminar en el tablón de la izquierda. La única restricción era agarrar un par de presas concretas a lo largo del recorrido. Hubo gran ambiente y apenas había espacio en el tablón para alojar a tanto escalador y tanto espectador. Sólo media docena de escaladores consiguieron completar la prueba y el crono se paró definitivamente después de la actuación espectacular de David "el largo" que lo culminó en 4 zancadas suyas.
El agüelo realizo una meritoria actuación, pero mejoró mucho más en el sorteo posterior de material llevándose el premio más cotizado: un par de gatos. Hubo también un pequeño reconocimiento para las personas que han colaborado hasta ahora en las obras de restauración y después todo el mundo se lanzó a la merendola (lo de lanzarse fue casi literal, especialmente en algún sector de la mesa donde desapareció todo, papeo y bebercio, en escasos minutos).
He procurado poner una foto de cada uno de los participantes, pero desconozco el nombre de muchos de ellos. Si alguien los conoce por favor pasádmelos en un comentario y los incluiré.

La salida de la travesía
David "forestal"
Jorge

El duro tablón de la derecha
El peculiar estilo de los hermanos Galve

El techo
David "el largo"
Guillermo
Álvaro
"el agüelo"
Pablo

El tablón final de la izquierda
Alex
La secretaria Nieves también se animó, y sin gatos
Las chicasJavi Pérez y la hinchada

La entrega de premios
Unas manos inocentes para el sorteo del materialY ahora, ¿qué hago yo con esto?

La escuela de escalada de MAR, el otro grupo de tecnificación

La merendola

domingo, 21 de febrero de 2010

Intento al Chipeta Alto (2189 m)

"Fe ciega en la meteo": Vistas, por decir algo,
hacia el valle desde poco más arriba del collado entre los dos Chipetas
Dos días con condiciones totalmente distintas se han saldado con idéntico resultado: media vuelta sin llegar a cima. Hace dos semanas un día espléndido, soleado y sin viento se juntó con un bajón físico; ayer el cuerpo aguantó, pero, a pesar de esas predicciones tan optimistas tuvimos ración extra de niebla, viento y frío (vamos, que si nos lo llegan a decir antes, nos quedamos en la camita). Tanta niebla que dejamos de distinguir qué era cielo y qué era suelo, todo era del mismo tono blanco mortecino. Tanto hacia arriba, hacia la cima, como hacia abajo, de donde veníamos. Lo cual terminó por decidirnos: si seguíamos adelante llegaríamos seguro a la cima (estábamos a menos de media hora quizás), el problema iba a ser encontrar el camino de bajada en esa loma tan rechoncha y monótona en la que nos hallábamos, a caballo entre los dos Chipetas, sin ningún relieve que nos sirviera de referencia. Tanto viento que mis manos se enfriaron demasiado, a pesar de llevar guantes finos, y mi mano izquierda me estuvo doliendo buena parte de la bajada a medida que iba entrando en calor. Un dolor insoportable que casi me impedía cerrar la mano en la empuñadura del bastón. Un error mío, el calor del esfuerzo de subir me engañó. Tenía un par de guantes más gruesos en la mochila, pero no los usé. No tenía frío en las manos. Para cuando sentí el frío ya era demasiado tarde. Ese mismo viento estuvo a punto de amargarme de nuevo el estómago, pero una tacita de té caliente por gentileza de Javi calmaron los primeros síntomas.

Salida: Chipeta Alto (2189 m) desde Zuriza
Fecha: sábado 20 de febrero de 2010
Participantes: Javi e Iñaki "agüelo"
Altitud de salida: 1270 m
Altitud máxima: 1950 m
Desnivel: 720 m
Tiempo subida: 2 h 40 minutos
Tiempo bajada: 2 h
Tiempo total actividad: 4h 45 minutos
Dificultad: fácil (a pesar de que salimos desde el coche con los esquís hay que "descalzarse" un par de veces: un poco antes de llegar al collado de Tacheras y un poco después de pasarlo, al cruzar el río)

Iba a ir solo a esta salida, pero Javi me llamó el viernes. Quería escalar hielo, como todos, pero el riesgo de aludes era alto en todo el Pirineo aragonés y mejor no arriesgarse. Así que al final se avino a mi plan. Quedé con él en Puente la Reina y de ahí nos dirigimos por la pésima carretera del valle de Ansó hasta Zuriza. Dejamos el coche en el comienzo mismo de la pista que se dirige a los llanos de Tachera. El tiempo era horroroso, nada parecido a lo que nos esperábamos. Hasta se puso a nevar ligeramente. Casi nos dimos la media vuelta nada más llegar. El único aspecto positivo era que no hacía viento y ya que habíamos llegado hasta allí... nos pusimos todo el equipo y salimos hacia el Chipeta Alto.
En media hora recorrimos los 3 km de pista y apenas 40 m de desnivel y empezamos realmente a subir, sin grandes esperanzas vista la niebla que lo cubría todo. No sabíamos muy bien el camino, pero seguimos las claras huellas todo el tiempo. Nada más pasar la cabaña del collado bajamos hacia el río, lo atravesamos y empezamos a subir en diagonal hacia la izquierda hasta llegar al collado de los Chipetas. Al no tener que descalzarnos ni atravesar riachuelos o esquivar piedras ascendimos fácilmente el gran desnivel alcanzado. El viento que no había hecho acto de presencia en todo el día nos azotó sin clemencia. Los escasos minutos que tardamos en tomar la decisión de darnos la vuelta y hacernos una foto fueron suficientes para congelar mis manos, como más tarde tuve la dolorosa ocasión de comprobar.
Alcanzamos el collado casi a tientas e iniciamos la bajada por el mismo camino que de subida, sobre nieve de distinta calidad: zonas venteadas duras junto a fuertes acúmulos de nieve polvo. Cada vez que llegaba a la nieve polvo me quedaba clavado y me caía, mientras veía cómo Javi seguía esquiando sin mayores contratiempos. Frustrante. A los pocos metros de dejar atrás el collado la nieve cambió y pude disfrutar de la bajada hasta el río. Allí hicimos una pequeña parada para comer algo y calentarme con el estupendo té caliente que llevaba Javi. Para bajar del collado nos desviamos del itinerario seguido en la subida y decidimos seguir directos hasta el barranco, donde nos tocó descalzarnos y atravesar el río un par de veces hasta llegar a los llanos de Tachera de nuevo, donde nos esperaba la suave pista, tan suave que tuvimos que "remar" buena parte del recorrido.
Las cervezas de rigor y un estupendo bocadillo de longaniza, en el Mesón de la Reina, en Puente la Reina.
La salida no fue de las de guardar en el recuerdo, pero me permitió compartir actividad con Javi después de tanto tiempo y volver a este valle por primera vez en 14 años. Después de años de actividades en el Pirineo Central, en apenas un mes he visitado los 3 valles más occidentales del Pirineo aragonés, los más olvidados por mí: Lizara, Hecho y Ansó.
Subiendo por la pista, ¿a dónde se fueron los colores?
Llano de Tachera, al fondo, en la niebla, la Sierra de Alano
Examinando desde el collado de Tachera
por dónde seguir: fácil, siguiendo las huellas
Javi descalzándose para cruzar el río
Javi haciendo cetas, único punto que me dio algo de "cague" al bajar
Dos pasmados disfrutando del día
El único sol que vi en todo el día, en el puerto de Santa Bárvara

Intento al Bisaurín (2670 m)

Esta crónica acumula ya dos semanas de retraso, así que un día (o dos) más no la van a empeorar mucho más.
El sábado 6 de febrero me recogió David a las nueve de la noche y pusimos rumbo al valle de Hecho. Queríamos dormir en un antiguo refugio forestal que David conocía, pero allí nos recibieron un grupo de chavales que abarrotaban el poco espacio que había y demostraron tener muy pocas ganas de compartirlo. Como nosotros tampoco teníamos intenciones de pasar una noche de insomnio con semejante compañía no insistimos y nos fuimos en busca de parajes más tranquilos. Intentamos seguir carretera arriba, pero la nieve y el hielo la cubrían y después de un par de kilómetros desistimos y volvimos sobre nuestros pasos hasta el edificio de interpretación, cuyo pórtico de entrada nos ofreció un parapeto más que suficiente frente al fuerte viento reinante.
David preparándose la cena, yo venía cenado
Al día siguiente madrugamos lo justo, a las 7 y mientras desayunábamos y recogíamos todos los petates, David recibió la llamada de Nacho avisando de que finalmente se unía a nosotros. Anda que no tuvo mérito lo suyo: el sábado se fue al Moncayo y el domingo se levantó a las 5 para quedar con nosotros y además llegó a cima (no como otros, ainssss).


Salida: intento al Bisaurín (2670 m) desde Gabardito
Hora de salida: 8:30
Participantes: David, Nacho y el agüelo
Altitud salida: 1360 m
Altitud máxima: 2320 m (*2670 para los que llegaron a cima)
Desnivel total: 960 m (*1310 m)
Tiempo de subida: 4h (Nacho tardó 5h a cima)
Tiempo de bajada:2h
Tiempo total actividad:8h (estuve 2h parado intentando recuperarme)
Dificultad: media (hay que salvar un gran desnivel, la distancia a recorrer es también grande, la pala final desde el collado de Foratón tiene una fuerte pendiente y la bajada por el Salto de la Vieja es expuesta y técnica)

La carretera hasta el refugio privado de Gabardito estaba muy bien, y sólo tuvimos algún problemilla en los últimos 100 m, pero que ni siquiera nos obligó a poner cadenas. Iniciamos la salida apenas amaneció por la pista de esquí de fondo en dirección este. Pronto tuvimos que dejarla (porque giraba para volver al refugio) y cogimos un camino a mano derecha. El camino sigue a través de un bosque y luego sube por un par de zetas hasta convertirse en un estrecho sendero colgado que bordea unas vertiginosas paredes verticales, es el llamado Salto de la Vieja. En la última curva me resbalé sobre una capa de hielo y dejé parte de mis focas sobre las rocas. Llegamos al desvío hacia el Pico Agüerri y cogemos el camino de la derecha, que llanea hasta unas fuertes rampas nevadas donde alcanzamos a un grupo de raquetistas y donde nos dio alcance un pareja de vascos con los que compartimos el resto de la subida hasta el collado de Foratón. Este fuerte repecho nos obligó a descalzarnos a todos menos a David y nos dejó en el comienzo de los llanos de Diostesalve pasadas las 9:20. Este es un precioso valle blanco, inmenso, vacío... Foquearlo nos llevó un buen rato, pero nos permitió sentir la soledad y la grandeza de la montaña de la que hablan tantos libros. Una tras otra fuimos dejando atrás las 3 cabañas de los llanos y empezamos a subir en busca del collado de Foratón al que parecía que nunca íbamos a llegar, porque después de superar un repecho nos esperaba otro, y luego otro... A las 11:20 llegamos Nacho y yo al collado (hacía tiempo que David, viendo que los dos yayos nos hacíamos mutua compañía, había metido la 5ª y nos había abandonado). Descansamos un poco los dos y comimos algo. Yo me puse en camino enseguida para no quedarme frío y para no perder mucho el ritmo. Zeta a zeta fui ganando altura y dejé atrás a la pareja de vascos que estaba tomando al sol después de decidir que para ellos se había terminado la subida. Pronto me arrepentí de no haberles acompañado. Empecé a sentirme mal. Cada vez tenía que descansar más y más a menudo. Empecé a echar cálculos y comprendí que a ese ritmo no iba a conseguir llegar a la cima, así que me paré definitivamente después de 4h y casi 1000 m de desnivel. Estaba mal y no sabía por qué. Los últimos metros seguí sólo por la tontería de llegar a hacer 1000 m, pero pronto ni siquiera esa estúpida motivación me ayudó. Nacho también estaba cansado, pero seguía subiendo. Se había quitado los esquís y subía con ellos a la chepa. Decía que iba así un poco más cómodo. Yo no entendía por qué. Pero David me dijo mientras bajábamos que él fue el único que subió a la cima con esquís sin llevar cuchillas. La nieve estaba bastante dura y había que hacer mucho esfuerzo en cada paso para no resbalarse. Por eso la gente subía con las cuchillas o a pie. Por eso me había cansado tanto. Aún con todo no creo que el mal cuerpo que tenía me hubiera permitido llegar a cima. Enseguida me rebasó Nacho y se convirtió en una más de las manchitas negras que jalonaban la empinada pala final del Bisaurín. Yo intentaba comer y beber algo, aunque lo hacía a la fuerza, no tenía apetito. Me temía lo peor: una pájara como la que me dio hace un par veranos en el Dent d'Orlu. No paraba de mirar el camino que habíamos hecho hasta llegar ahí y sólo de pensar en la vuelta me cansaba. A los 20 minutos de estar parado se hizo evidente la verdadera causa de mis dolencias: vomité sobre la impoluta nieve todo el desayuno y las barritas del almuerzo. Mi estómago se tranquilizó y me recuperé ligeramente, pero seguía sintiendo un inmenso cansancio, incluso sentado. No encontraba una postura cómoda. Los minutos pasaban eternamente lentos. Intentaba disfrutar del precioso día soleado, pero no podía. El cansancio y la envidia me tenían atrapado sin remedio. Al cabo de una hora empecé a ver gente ya de bajada: esquiadores, uno con tabla, a pie... Supongo que debía de dar una imagen curiosa: un pasmarote petrificado sin hacer nada en mitad de una brillante pendiente blanca. Cuando mi espera se acercó a las 2h decidí empezar a bajar para ir ganando tiempo. Mi cuerpo se negaba a realizar ningún esfuerzo, sólo quería estar ya mismo tumbado en mi sofá. Pero todavía me quedaba una larga bajada y no podía permanecer ahí eternamente. La duda sobre el camino a seguir fue la causa de que no me decidiera antes a bajar. Sabía que David quería desviarse hacia la derecha del collado para alargar más la esquiada, pero luego habría que foquear y ni siquiera podía pensar en eso, así que me encaminé hacia el collado.
Esperé a que no me viera nadie y... primer giro. Sorpresa, estaba en pie. La nieve era estupenda y me arriesgué dar varios giros sin parar. Aún en pie. Je je. Casi me olvidé de mi cansancio generalizado. Me paraba sólo para mirar una y otra vez hacia arriba en busca de Nacho y David. Sólo faltaba que me despistara de ellos!!!! Enseguida les vi aparecer y pude seguir disfrutando de la esquiada hasta el collado donde me paré a esperarles. Mi ánimo seguía aún muy bajo y no confiaba en que pudiera llegar de una pieza hasta el coche, así que les comenté la posibilidad de que yo siguiera hacia el refugio de Lizara (una ruta más corta entera de bajada sin ninguna zona llana donde hubiera que remar y por lo tanto más descansada) y me recogieran allí con el coche. Pero era obligarles a dar una gran vuelta y además habían oído a muchos de los que habían subido por ahí que la carretera hasta Lizara tenía bastante hielo. Así que hice de tripas corazón y nos encaminamos todos hacia los llanos de Diostesalve que me habían parecido tan hermososos a la subida y que ahora se me hacían tan altos y pendientes y cansados como una montaña. Sorprendentemente poco a poco me fui recuperando y sientiendo mejor y con más fuerza: sufría, por supuesto, en las cortas subidas, pero me olvidaba de mis dolencias en las suaves bajadas. Casi sin darme cuenta estábamos de vuelta en el Salto de la vieja, descalzándonos para bajarlo menos David. Realizamos el resto del camino hasta el coche a patita siguiendo la cómoda huella trazada por decenas de raquetistas y peatones, infantería todos. Y en media hora más alcancé lo que había deseado tanto sentado en la inmensidad de la nieve, hace tan solo un par de horas: descansar definitivamente.
Paramos en Siresa a reponer fuerzas y llenar los estómagos vacíos, especialmente el mío. Una doble ración de papas bravas exageradamente grande y una ronda de coca-colas sirvió para este fin y para terminar bien una desafortunada, para mí, jornada de monte.
El Bisaurín es una cuenta que me queda pendiente. Un monte tan hermoso no me va a dejar este mal sabor de boca.
Primeras luces del día en el párkin del refugio de Gabardito, al fondo el Argüelles
Abandonando la pista de esquí de fondo
Dejando atrás el desvío hacia el pico Argüelles
Sorteando escarpadas paredes
El grupo de raquetistas superando las pendientes escarpadas
de acceso a los llanos de Diostesalve

Llanos de Diostesalve: diferencia entre el esfuerzo de la infantería (huella de
la izquierda) y de la caballería (huella de la derecha)

David foqueando delante de la imponente mole del Agüerri
El Bisaurín y el inalcanzable collado de Foratón
El agüelo empezando a subir por la larga y empinada pala sur del Bisaurín,
el círculo rojo indica aproximadamente la altura máxima que alcancé

Mi lugar de descanso durante 2 interminables horas
Vistas del camino recorrido desde mi lugar de descanso: hacia la derecha
el refugio de Gabardito, tan lejos; hacia la izquierda el collado de Foratón

David disfrutando como un enano de la estupenda nieve
El agüelo derrengado en el collado de Foratón
David y Nacho en el bar Pirineos de Siresa