El sábado 6 de febrero me recogió David a las nueve de la noche y pusimos rumbo al valle de Hecho. Queríamos dormir en un antiguo refugio forestal que David conocía, pero allí nos recibieron un grupo de chavales que abarrotaban el poco espacio que había y demostraron tener muy pocas ganas de compartirlo. Como nosotros tampoco teníamos intenciones de pasar una noche de insomnio con semejante compañía no insistimos y nos fuimos en busca de parajes más tranquilos. Intentamos seguir carretera arriba, pero la nieve y el hielo la cubrían y después de un par de kilómetros desistimos y volvimos sobre nuestros pasos hasta el edificio de interpretación, cuyo pórtico de entrada nos ofreció un parapeto más que suficiente frente al fuerte viento reinante.
Al día siguiente madrugamos lo justo, a las 7 y mientras desayunábamos y recogíamos todos los petates, David recibió la llamada de Nacho avisando de que finalmente se unía a nosotros. Anda que no tuvo mérito lo suyo: el sábado se fue al Moncayo y el domingo se levantó a las 5 para quedar con nosotros y además llegó a cima (no como otros, ainssss).
Salida: intento al Bisaurín (2670 m) desde Gabardito
Hora de salida: 8:30
Participantes: David, Nacho y el agüelo
Altitud salida: 1360 m
Altitud máxima: 2320 m (*2670 para los que llegaron a cima)
Desnivel total: 960 m (*1310 m)
Tiempo de subida: 4h (Nacho tardó 5h a cima)
Tiempo de bajada:2h
Tiempo total actividad:8h (estuve 2h parado intentando recuperarme)
Dificultad: media (hay que salvar un gran desnivel, la distancia a recorrer es también grande, la pala final desde el collado de Foratón tiene una fuerte pendiente y la bajada por el Salto de la Vieja es expuesta y técnica)
La carretera hasta el refugio privado de Gabardito estaba muy bien, y sólo tuvimos algún problemilla en los últimos 100 m, pero que ni siquiera nos obligó a poner cadenas. Iniciamos la salida apenas amaneció por la pista de esquí de fondo en dirección este. Pronto tuvimos que dejarla (porque giraba para volver al refugio) y cogimos un camino a mano derecha. El camino sigue a través de un bosque y luego sube por un par de zetas hasta convertirse en un estrecho sendero colgado que bordea unas vertiginosas paredes verticales, es el llamado Salto de la Vieja. En la última curva me resbalé sobre una capa de hielo y dejé parte de mis focas sobre las rocas. Llegamos al desvío hacia el Pico Agüerri y cogemos el camino de la derecha, que llanea hasta unas fuertes rampas nevadas donde alcanzamos a un grupo de raquetistas y donde nos dio alcance un pareja de vascos con los que compartimos el resto de la subida hasta el collado de Foratón. Este fuerte repecho nos obligó a descalzarnos a todos menos a David y nos dejó en el comienzo de los llanos de Diostesalve pasadas las 9:20. Este es un precioso valle blanco, inmenso, vacío... Foquearlo nos llevó un buen rato, pero nos permitió sentir la soledad y la grandeza de la montaña de la que hablan tantos libros. Una tras otra fuimos dejando atrás las 3 cabañas de los llanos y empezamos a subir en busca del collado de Foratón al que parecía que nunca íbamos a llegar, porque después de superar un repecho nos esperaba otro, y luego otro... A las 11:20 llegamos Nacho y yo al collado (hacía tiempo que David, viendo que los dos yayos nos hacíamos mutua compañía, había metido la 5ª y nos había abandonado). Descansamos un poco los dos y comimos algo. Yo me puse en camino enseguida para no quedarme frío y para no perder mucho el ritmo. Zeta a zeta fui ganando altura y dejé atrás a la pareja de vascos que estaba tomando al sol después de decidir que para ellos se había terminado la subida. Pronto me arrepentí de no haberles acompañado. Empecé a sentirme mal. Cada vez tenía que descansar más y más a menudo. Empecé a echar cálculos y comprendí que a ese ritmo no iba a conseguir llegar a la cima, así que me paré definitivamente después de 4h y casi 1000 m de desnivel. Estaba mal y no sabía por qué. Los últimos metros seguí sólo por la tontería de llegar a hacer 1000 m, pero pronto ni siquiera esa estúpida motivación me ayudó. Nacho también estaba cansado, pero seguía subiendo. Se había quitado los esquís y subía con ellos a la chepa. Decía que iba así un poco más cómodo. Yo no entendía por qué. Pero David me dijo mientras bajábamos que él fue el único que subió a la cima con esquís sin llevar cuchillas. La nieve estaba bastante dura y había que hacer mucho esfuerzo en cada paso para no resbalarse. Por eso la gente subía con las cuchillas o a pie. Por eso me había cansado tanto. Aún con todo no creo que el mal cuerpo que tenía me hubiera permitido llegar a cima. Enseguida me rebasó Nacho y se convirtió en una más de las manchitas negras que jalonaban la empinada pala final del Bisaurín. Yo intentaba comer y beber algo, aunque lo hacía a la fuerza, no tenía apetito. Me temía lo peor: una pájara como la que me dio hace un par veranos en el Dent d'Orlu. No paraba de mirar el camino que habíamos hecho hasta llegar ahí y sólo de pensar en la vuelta me cansaba. A los 20 minutos de estar parado se hizo evidente la verdadera causa de mis dolencias: vomité sobre la impoluta nieve todo el desayuno y las barritas del almuerzo. Mi estómago se tranquilizó y me recuperé ligeramente, pero seguía sintiendo un inmenso cansancio, incluso sentado. No encontraba una postura cómoda. Los minutos pasaban eternamente lentos. Intentaba disfrutar del precioso día soleado, pero no podía. El cansancio y la envidia me tenían atrapado sin remedio. Al cabo de una hora empecé a ver gente ya de bajada: esquiadores, uno con tabla, a pie... Supongo que debía de dar una imagen curiosa: un pasmarote petrificado sin hacer nada en mitad de una brillante pendiente blanca. Cuando mi espera se acercó a las 2h decidí empezar a bajar para ir ganando tiempo. Mi cuerpo se negaba a realizar ningún esfuerzo, sólo quería estar ya mismo tumbado en mi sofá. Pero todavía me quedaba una larga bajada y no podía permanecer ahí eternamente. La duda sobre el camino a seguir fue la causa de que no me decidiera antes a bajar. Sabía que David quería desviarse hacia la derecha del collado para alargar más la esquiada, pero luego habría que foquear y ni siquiera podía pensar en eso, así que me encaminé hacia el collado.
Esperé a que no me viera nadie y... primer giro. Sorpresa, estaba en pie. La nieve era estupenda y me arriesgué dar varios giros sin parar. Aún en pie. Je je. Casi me olvidé de mi cansancio generalizado. Me paraba sólo para mirar una y otra vez hacia arriba en busca de Nacho y David. Sólo faltaba que me despistara de ellos!!!! Enseguida les vi aparecer y pude seguir disfrutando de la esquiada hasta el collado donde me paré a esperarles. Mi ánimo seguía aún muy bajo y no confiaba en que pudiera llegar de una pieza hasta el coche, así que les comenté la posibilidad de que yo siguiera hacia el refugio de Lizara (una ruta más corta entera de bajada sin ninguna zona llana donde hubiera que remar y por lo tanto más descansada) y me recogieran allí con el coche. Pero era obligarles a dar una gran vuelta y además habían oído a muchos de los que habían subido por ahí que la carretera hasta Lizara tenía bastante hielo. Así que hice de tripas corazón y nos encaminamos todos hacia los llanos de Diostesalve que me habían parecido tan hermososos a la subida y que ahora se me hacían tan altos y pendientes y cansados como una montaña. Sorprendentemente poco a poco me fui recuperando y sientiendo mejor y con más fuerza: sufría, por supuesto, en las cortas subidas, pero me olvidaba de mis dolencias en las suaves bajadas. Casi sin darme cuenta estábamos de vuelta en el Salto de la vieja, descalzándonos para bajarlo menos David. Realizamos el resto del camino hasta el coche a patita siguiendo la cómoda huella trazada por decenas de raquetistas y peatones, infantería todos. Y en media hora más alcancé lo que había deseado tanto sentado en la inmensidad de la nieve, hace tan solo un par de horas: descansar definitivamente.
Paramos en Siresa a reponer fuerzas y llenar los estómagos vacíos, especialmente el mío. Una doble ración de papas bravas exageradamente grande y una ronda de coca-colas sirvió para este fin y para terminar bien una desafortunada, para mí, jornada de monte.
El Bisaurín es una cuenta que me queda pendiente. Un monte tan hermoso no me va a dejar este mal sabor de boca.
Al día siguiente madrugamos lo justo, a las 7 y mientras desayunábamos y recogíamos todos los petates, David recibió la llamada de Nacho avisando de que finalmente se unía a nosotros. Anda que no tuvo mérito lo suyo: el sábado se fue al Moncayo y el domingo se levantó a las 5 para quedar con nosotros y además llegó a cima (no como otros, ainssss).
Salida: intento al Bisaurín (2670 m) desde Gabardito
Hora de salida: 8:30
Participantes: David, Nacho y el agüelo
Altitud salida: 1360 m
Altitud máxima: 2320 m (*2670 para los que llegaron a cima)
Desnivel total: 960 m (*1310 m)
Tiempo de subida: 4h (Nacho tardó 5h a cima)
Tiempo de bajada:2h
Tiempo total actividad:8h (estuve 2h parado intentando recuperarme)
Dificultad: media (hay que salvar un gran desnivel, la distancia a recorrer es también grande, la pala final desde el collado de Foratón tiene una fuerte pendiente y la bajada por el Salto de la Vieja es expuesta y técnica)
La carretera hasta el refugio privado de Gabardito estaba muy bien, y sólo tuvimos algún problemilla en los últimos 100 m, pero que ni siquiera nos obligó a poner cadenas. Iniciamos la salida apenas amaneció por la pista de esquí de fondo en dirección este. Pronto tuvimos que dejarla (porque giraba para volver al refugio) y cogimos un camino a mano derecha. El camino sigue a través de un bosque y luego sube por un par de zetas hasta convertirse en un estrecho sendero colgado que bordea unas vertiginosas paredes verticales, es el llamado Salto de la Vieja. En la última curva me resbalé sobre una capa de hielo y dejé parte de mis focas sobre las rocas. Llegamos al desvío hacia el Pico Agüerri y cogemos el camino de la derecha, que llanea hasta unas fuertes rampas nevadas donde alcanzamos a un grupo de raquetistas y donde nos dio alcance un pareja de vascos con los que compartimos el resto de la subida hasta el collado de Foratón. Este fuerte repecho nos obligó a descalzarnos a todos menos a David y nos dejó en el comienzo de los llanos de Diostesalve pasadas las 9:20. Este es un precioso valle blanco, inmenso, vacío... Foquearlo nos llevó un buen rato, pero nos permitió sentir la soledad y la grandeza de la montaña de la que hablan tantos libros. Una tras otra fuimos dejando atrás las 3 cabañas de los llanos y empezamos a subir en busca del collado de Foratón al que parecía que nunca íbamos a llegar, porque después de superar un repecho nos esperaba otro, y luego otro... A las 11:20 llegamos Nacho y yo al collado (hacía tiempo que David, viendo que los dos yayos nos hacíamos mutua compañía, había metido la 5ª y nos había abandonado). Descansamos un poco los dos y comimos algo. Yo me puse en camino enseguida para no quedarme frío y para no perder mucho el ritmo. Zeta a zeta fui ganando altura y dejé atrás a la pareja de vascos que estaba tomando al sol después de decidir que para ellos se había terminado la subida. Pronto me arrepentí de no haberles acompañado. Empecé a sentirme mal. Cada vez tenía que descansar más y más a menudo. Empecé a echar cálculos y comprendí que a ese ritmo no iba a conseguir llegar a la cima, así que me paré definitivamente después de 4h y casi 1000 m de desnivel. Estaba mal y no sabía por qué. Los últimos metros seguí sólo por la tontería de llegar a hacer 1000 m, pero pronto ni siquiera esa estúpida motivación me ayudó. Nacho también estaba cansado, pero seguía subiendo. Se había quitado los esquís y subía con ellos a la chepa. Decía que iba así un poco más cómodo. Yo no entendía por qué. Pero David me dijo mientras bajábamos que él fue el único que subió a la cima con esquís sin llevar cuchillas. La nieve estaba bastante dura y había que hacer mucho esfuerzo en cada paso para no resbalarse. Por eso la gente subía con las cuchillas o a pie. Por eso me había cansado tanto. Aún con todo no creo que el mal cuerpo que tenía me hubiera permitido llegar a cima. Enseguida me rebasó Nacho y se convirtió en una más de las manchitas negras que jalonaban la empinada pala final del Bisaurín. Yo intentaba comer y beber algo, aunque lo hacía a la fuerza, no tenía apetito. Me temía lo peor: una pájara como la que me dio hace un par veranos en el Dent d'Orlu. No paraba de mirar el camino que habíamos hecho hasta llegar ahí y sólo de pensar en la vuelta me cansaba. A los 20 minutos de estar parado se hizo evidente la verdadera causa de mis dolencias: vomité sobre la impoluta nieve todo el desayuno y las barritas del almuerzo. Mi estómago se tranquilizó y me recuperé ligeramente, pero seguía sintiendo un inmenso cansancio, incluso sentado. No encontraba una postura cómoda. Los minutos pasaban eternamente lentos. Intentaba disfrutar del precioso día soleado, pero no podía. El cansancio y la envidia me tenían atrapado sin remedio. Al cabo de una hora empecé a ver gente ya de bajada: esquiadores, uno con tabla, a pie... Supongo que debía de dar una imagen curiosa: un pasmarote petrificado sin hacer nada en mitad de una brillante pendiente blanca. Cuando mi espera se acercó a las 2h decidí empezar a bajar para ir ganando tiempo. Mi cuerpo se negaba a realizar ningún esfuerzo, sólo quería estar ya mismo tumbado en mi sofá. Pero todavía me quedaba una larga bajada y no podía permanecer ahí eternamente. La duda sobre el camino a seguir fue la causa de que no me decidiera antes a bajar. Sabía que David quería desviarse hacia la derecha del collado para alargar más la esquiada, pero luego habría que foquear y ni siquiera podía pensar en eso, así que me encaminé hacia el collado.
Esperé a que no me viera nadie y... primer giro. Sorpresa, estaba en pie. La nieve era estupenda y me arriesgué dar varios giros sin parar. Aún en pie. Je je. Casi me olvidé de mi cansancio generalizado. Me paraba sólo para mirar una y otra vez hacia arriba en busca de Nacho y David. Sólo faltaba que me despistara de ellos!!!! Enseguida les vi aparecer y pude seguir disfrutando de la esquiada hasta el collado donde me paré a esperarles. Mi ánimo seguía aún muy bajo y no confiaba en que pudiera llegar de una pieza hasta el coche, así que les comenté la posibilidad de que yo siguiera hacia el refugio de Lizara (una ruta más corta entera de bajada sin ninguna zona llana donde hubiera que remar y por lo tanto más descansada) y me recogieran allí con el coche. Pero era obligarles a dar una gran vuelta y además habían oído a muchos de los que habían subido por ahí que la carretera hasta Lizara tenía bastante hielo. Así que hice de tripas corazón y nos encaminamos todos hacia los llanos de Diostesalve que me habían parecido tan hermososos a la subida y que ahora se me hacían tan altos y pendientes y cansados como una montaña. Sorprendentemente poco a poco me fui recuperando y sientiendo mejor y con más fuerza: sufría, por supuesto, en las cortas subidas, pero me olvidaba de mis dolencias en las suaves bajadas. Casi sin darme cuenta estábamos de vuelta en el Salto de la vieja, descalzándonos para bajarlo menos David. Realizamos el resto del camino hasta el coche a patita siguiendo la cómoda huella trazada por decenas de raquetistas y peatones, infantería todos. Y en media hora más alcancé lo que había deseado tanto sentado en la inmensidad de la nieve, hace tan solo un par de horas: descansar definitivamente.
Paramos en Siresa a reponer fuerzas y llenar los estómagos vacíos, especialmente el mío. Una doble ración de papas bravas exageradamente grande y una ronda de coca-colas sirvió para este fin y para terminar bien una desafortunada, para mí, jornada de monte.
El Bisaurín es una cuenta que me queda pendiente. Un monte tan hermoso no me va a dejar este mal sabor de boca.
Llanos de Diostesalve: diferencia entre el esfuerzo de la infantería (huella de
la izquierda) y de la caballería (huella de la derecha)
la izquierda) y de la caballería (huella de la derecha)
El agüelo empezando a subir por la larga y empinada pala sur del Bisaurín,
el círculo rojo indica aproximadamente la altura máxima que alcancé
el círculo rojo indica aproximadamente la altura máxima que alcancé
Vistas del camino recorrido desde mi lugar de descanso: hacia la derecha
el refugio de Gabardito, tan lejos; hacia la izquierda el collado de Foratón
el refugio de Gabardito, tan lejos; hacia la izquierda el collado de Foratón
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