martes, 17 de noviembre de 2009

Espelunciecha

El agüelo en pose esquiadora con el Anayet atrás
Después de casi dos semanas de parón forzoso debido a dos lesiones musculares consecutivas, estoy hecho un agüelo, el domingo pasado (15 noviembre) quería salir sí o sí a probar las primeras nieves de la temporada. La meteo era nefasta así que sólo se apuntó David. Cuando ya habíamos conseguido quitarnos las legañas del madrugón, se puso a llover de forma persistente a la altura de Biescas, parecía que a la 3ª salida con mala meteo iba a ser la vencida y que finalmente íbamos a pringar. Mirándonos el uno al otro sin decirnos nada seguimos hacia arriba más por inercia que por otra cosa.
David y su bólido rojo en Portalet
En el Portalet el panorama no era mucho mejor: leve llovizna y un fuerte viento. Agarrándonos a la última opción que nos quedaba para salvar esa mañana de domingo y no volver con cara de idiotas a Zaragoza bajamos hasta el párkin de Espelunciecha. Mal de muchos consuelo de tontos: la vista de varios coches más nos animó. ¡Si hasta iba llegando cada vez más y más animados! La gente poco a poco salía de sus refugios sobre 4 ruedas y comenzaba a subir con desgana y nosotros hicimos lo mismo en cuanto cayó la última gota de lluvia. Formigal había pisado la nieve en sus pistas y éstas era lo único transitable que vimos en todo el día así que todos los locos por el esquí estábamos allí concentrados.
El pobre aspecto que presentaba Formigal
En algún momento hasta llegó a salir el sol y sólo nos arrepentimos de haber madrugado tanto. La subida fue como siempre: yo no acaba de coger el ritmo mientras foqueaba y a David le bastaba un par de zancadas en cada parada para sacarme varios metros, así que llegó mucho antes que yo al collado, bajó media pista y volvió a subir. Yo tardé un poco más de una hora y mientras esperaba a que David volviera fui hacia la izquierda en busca de una cafetería de Formigal que David aseguraba estaba por ahí. Llegamos a un collado y al no ver nada prefería dar por terminada la salida y darnos la media vuelta. La bajada supuso mis primeros metros fuera de pista (dos giros y caída), la incómoda frustración por mi torpeza en cada intento de giro y el duro recuerdo del dolor de piernas.
Yo casi no sudé y David ni se llegó a despeinar, pero volví contento del entrenamiento a pesar de que no conseguí solucionar el problema de la rozadura perenne en la espinilla y que el dolor del hombro izquierdo renació sin ningún aviso.
El Midí, precioso
P.D.: Este invierno vamos a tener diversión en el puerto de Monrepós: sólo un carril habilitado en cada sentido y una limitación de 40 km/h en el túnel.