lunes, 23 de febrero de 2009

Gavarnie. El paraíso helado

Gavarnie se encuentra en el Pirineo francés y por lo tanto no tiene playa, ni sol, ni mares de aguas cristalinas, ni caipiriñas, ni palmeras, ni falta que le hace (tampoco tiene mulatonas, pero la verdad, es que perderían mucho de riguroso gore-tex). Y sin embargo es el paraíso al que todos los locos por la escalada en hielo vienen aquí a soñar. ¿Y cómo materializan sus sueños? Hay ligeras variantes dependiendo del gusto y de las posibilidades de cada cual, pero un posible relato más o menos válido para todos podría ser el siguiente. Salen un viernes después de trabajar y tras cientos de km por las "estupendas" carreteras francesas llegan con nocturnidad al pueblo, cenan algo en el coche, duermen lo que pueden en el suelo a la intemperie a -5ºC, se levantan a las 4:30 A.M. (algunos mucho antes), cargan con una mochila de 10 kg durante 1h-1:30h, escalan durante 5-8h antes de llegar a su meta, la que sea, y poder mirar hacia el valle con satisfacción, bajan de la pared en una larga serie de rápeles, cargan de nuevo la mochila y bajan al pueblo, llegan al coche (muchos con nocturnidad de nuevo) y por fin pueden relajarse, bromear con el compañero de cordada, quitarse las botas, comer algo, echar unas cervezas (si hay tiempo) ... Algunos incluso repiten sueño al día siguiente con una rutina parecida, solo que más cansados. Y todo esto, ¿para qué?
Para ESTO:
Vista panorámica del circo de Gavarnie y sus cascadas

sábado, 14 de febrero de 2009

Vía Pany-Haus

Croquis de la vía obtenido de la web: http://www.onaclimb.com/resseesp/index.htm
Esta vía fue la primera que se abrió desde el suelo para llegar a la cima del Pisón. Lo hicieron en 1946 dos escaladores catalanes: Jordi Panyella "Pany" y Albert Casasayas “Haus”. La vía era tan difícil en su época que tuvo muy pocas repeticiones. Hoy en día con el material que se dispone es una vía clásica muy asequible. Para tener más información de sobre las primeras escaladas en Riglos podeis visitar la estupenda web Ao a vista.
La entrada de la vía no tiene pérdida: la fisura es visible desde kilómetros de distancia. Y sin embargo, me embarqué nada más empezar. El primer largo discurre por un mar de panzas haciendo una zeta, primero a la derecha y luego a la izquierda, para sortear las panzas más difíciles.
Mar de panzas del primer largo
Empecé bien, localicé un par de cordinos viejos, luego un buril roñoso y varios metros más a la derecha un parabolt. Y sin pensármelo dos veces me dirigí a por él. Unos escaldores vascos que estaban haciendo la vía "Choper" justo al lado de nosotros, me advirtieron que me estaba metiendo en otra vía la "Yuma". Me pareció que no tenían razón y seguí, superé otra panza, chapé otro parabolt y entonces me di cuenta de lo que estaban intentando decirme: a unos 10 m a mi izquierda vi la primera reunión de nuestra vía, y debajo de ella, un poco a su derecha, el parabolt que me había saltado. Estaba justo encima del buril, a escasos 50 cm y sin embargo había pasado por ahí sin verlo.
Chema llegando al punto donde embarqué; al fondo Carlos y Jorge en el Espolón
Destrepé los metros que me había equivocado y llegué sin más problemas a la R1. Dos parabolts en este largo, para ir aclimatando a la tónica general de la vía.
L2 (V) Chema inició el segundo largo. Tras una pequeña travesía a la izquierda de 2-3 m hay que superar un pequeño cuerno y meterse en la chimenea en un paso extraño, una anticipación del estilo que va a imperar en toda la vía. E primer parabolt queda un poco alto, conviene usar una cinta larga para evitar el roce de la cuerda.
Inicio del L2
Luego el largo sigue por la fisura esquivando una higuera, ahora seca en esta época, hasta una pequeña reunión montada con dos cordinos y una sirga de acero, que Chema chapó sin pararse (así que en realidad empalmó los largos 2 y 3 del croquis). A continuación viene un pequeño muro vertical sin proteger que lleva a una amplia repisa donde está montada la reunión, a la derecha, con dos enormes parabolts con argollas (como todas las reuniones de la vía). Esta reunión queda justo debajo de la siguiente dificultad de la vía, un fuerte estrechamiento. Y aquí la memoria me jugó una mala pasada. Tenía el nebuloso recuerdo de que antes de este techo había otro menor que ya me pareció complicado en la primera ascensión. Y sin embargo, había hecho todo el largo anterior sin encontrar nada que se le pareciera.
L3 (V+/6a) Tardé en decidirme a atacar este largo. No hay más que mirar hacia arriba para ver dónde está el paso difícil: un techo que se va estrechando cada vez más. Lo peor es que en un principio no conseguí ver ningún parabolt.
El famoso estrechamiento del V+
Empecé a escalar con la esperanza de que estarían ocultos tras algún bolo o alguna pequeña panza, como así fue, aunque no encontré tantos como me hubiera gustado, sólo 2: uno bastante alto y el otro en medio del estrechamiento. Hace años me quedé admirado cómo podía haber pasado por ahí Abel (que fue el que abrió este largo) y yo subí-repté como pude. Esta vez me pareció todo bastante más sencillo: no tardé en alcanzar ese primer parabolt que tan lejano me había parecido desde la reunión, un par de pasos más en oposición y chapé el 2º. En las guías pone que este paso se supera mirando hacia el patio, pero yo no estaba para esas sutilezas, no me lo pensé dos veces y aceré la cinta y salí sin más contemplaciones. Un par de metros más arriba, también a la derecha, se encuentra la siguiente reunión. Como a Chema le pareció que era un largo demasiado corto, la chapé con una cinta larga y empalmé el siguiente largo, el que en teoría era el largo más difícil técnicamente de la vía, el del 6a. Es un techo bastante extraplomado que se supera en travesía hacia la izquierda y que tiene bastantes seguros, aunque no muy fiables: una serie de cordinos que cuelgan de clavos y puentes de roca y que te permite superarlos con relativa facilidad agarrándote a ellos mientras piensas que si no se han roto hasta ahora por qué se iban a romper justo cuando tú pasas. Así que en realidad los tramos más difíciles eran el anterior de V+ y el famoso UHF mucho más arriba. Lo peor de empalmar estos dos largos es que de esta manera las fotos iban a quedar mucho más sosas porque ni Chema iba a poder hacerme fotos ni yo a él.
El paso de 6a visto desde abajo, se aprecian dos de los 3 cordinos
El extraplomo visto desde arriba
Tendría que volver a mirar las diapositivas que hicimos hace 3 años, pero me pareció que eran los mismos cordinos que ya estaban ahí entonces. Mejor no pensar en esas cosas. Tenía la sana intención de intentar liberar el paso, pero fue intentarlo y abandonar la idea todo uno. Aquí sí que pasé como la vez anterior. Pasado el extraplomo un estrechamiento de 5-6 m te deja en la siguiente reunión.
Chema nada más superar el extraplomo del 6a
L4 (V) Comienza con un pequeño ensanchamiento que hay que superar abriendo al máximo las piernas, con el consabido dolor. Está protegido con 2 seguros.
Chema abriéndose al comienzo de este largo
Chema superando esta primera dificultad
Vistas del pueblo de Riglos desde la reunión
El resto es una sucesión de panzas con más o menos cazo, pero sin presentar nunca grandes dificultades, por lo que los parabolts vuelven a escasear de nuevo (2 seguros más). Hay que estar atento para no saltarse la reunión que está bien metida en las profundidades de la fisura. Chema disfrutó de este largo.
Chema en la 4ª reunión; Abel me hizo la misma foto años atrás
y yo tenía la misma cara de satisfacción

Otra vez la memoria, este largo lo hice yo de primero hace años y supongo que la impresión del patio, el aleje de los seguros, etc. es lo que contribuyó a que me pareciera más largo de lo que realmente era, porque esta vez se me hizo corto. Tanto que se podría empalmar con el siguiente mediante un par de cintas largas para evitar como siempre el rozamiento de la cuerda.
Chema en la R4, desde la primera panza de nuestro L5
L5 (V) Un largo corto, parecido al anterior, con un solo seguro y que termina debajo de la última dificultad de la vía, el famoso UHF: un estrangulamiento apto sólo para contorsionistas. Dudaba de seguir o no, pero encima de una repisa vi una reunión y después de pensármelo un tiempo, decidí montar allí reunión (recordaba vagamente que Abel pasó de esta reunión y luego se quedó sin cuerda para llegar a unos arbustos donde montó reunión).
L6 (V) Chema atacó con dudas el comienzo del largo, el primer seguro estaba como siempre demasiado lejos. Pero en un par de pasos de oposición se plantó en él (una cinta larga aquí quizá reduciría el rozamiento también). Se cambió de posición, apoyó la espalda en la pared contraria y enseguida llegó al siguiente, que se supera reptando como se puede.

Chema superando el famoso UHF
A partir de ahí viene el tramo más feo de la vía: una escalda por terreno descompuesto y bastante vertical, cuya máxima dificultad es una pequeña panza a mitad del largo y donde se encuentra el único seguro, por lo que hay que aumentar las precauciones. Chema además se quejaba continuamente de que las cuerdas le tiraban mucho, debido al rozamiento (no quiero imaginarme lo que le tuvieron que tirar a Abel cuando empalmó este largo con el anterior). Chema consiguió dar uso a uno de los fisureros que llevábamos encima. Un seguro más que precario que sin embargo funcionó psicológicamente y le dio la sufiente seguridad para continuar. La ausencia de seguros hace además aún más difícil adivinar por dónde discurre la vía y Chema se dirigió a unos arbustos donde hizo una reunión enlazando el tronco con una cinta, sin darse cuenta que dos metros más abajo y un poco a la derecha se encontraba la última reunión del Espolón, reunión que está compartida con nuestra vía. Cuando yo estaba apunto de alcanzarle, un bolo relativamente grande donde tenía puesto mi pie izquierdo rodó pendiente abajo después de golpearme en la espinilla. Me quedé colgando no sé muy bien si de la cuerda o de mis manos y alegrándome de que no le hubiera ocurrido al que iba de primero porque el último seguro, el único de hecho de ese tramo, estaba muchos metros más abajo.
Destrepamos esos pocos metros hasta la reunión de argollas amarillas que daba comienzo al estrecho y espuesto sendero que conduce a los famosos rápeles del Pisón. Una sirga a la izquierda protege el paso más delicado y el camino continua detrás de un tupido árbol. Coincidimos con Carlos y Jorge que estaban bajando de la cima del Pisón. El primer rápel es muy corto y se puede hacer con una sola cuerda. Te deja al pie de una canal no muy empinada, pero con muchas piedras. Está protegida con una sirga primero en el lado derecho (según miramos hacia abajo) y luego otra sirga en el lado izquierdo que termina en el siguiente punto de rápel. Nosotros usamos las dos cuerdas y pude rapelar hasta ahí, pero eso no hace más que crear problemas a la hora de recoger las cuerdas.
Chema y Jorge recogiendo cuerdas al final del primer rápel
A los pies del 2º rápel, Carlos al fondo al sol
El segundo rápel es volado y te deja en una canal y se sigue rapelando por una pendiente suave que te lleva a un nuevo cortado que te deja ya en la reunión del último rápel.
Chema bajando por el segundo rápel
El famoso rápel de 40 m volados que te termina en una repisa (donde hay una reunión por si hay que trocear el rápel en caso de no tener dos cuerdas), y que sigue otros 20 m hasta el suelo.
Chema volando en el último rápel
Si se hace una ligera travesía a la izquierda desde esta última reunión se llega a otra formada por Ps expansivas, más segura en cuanto que está fuera de las caídas de piedras de los rápeles superiores y que además te permite bajar los 60 m totalmente volados hasta el suelo.
Carlos descansando tras una dura jornada en el Espolón
En total fueron 5 h de escalada (de 11:30, no madrugamos mucho, a 16:30) y 1 h larga de rápeles.

Riglos. Vía Pany-Haus

De nuevo en Riglos. Aquí fue donde me inicié en la escalada de varios largos, donde empecé a superar mi miedo a las alturas, donde descubrí el placer de llegar a la cima (o al final de la vía: muchas vías estupendas no llegan a ninguna cima y otras muchas no se acaban hasta que no se pone el pie en el suelo, como por ejemplo las del Midí d'Oseau), cuando una vez terminadas las tensiones y los miedos disfrutas de la satisfacción de haberlos podido superar una vez más.
El objetivo era esta vez una vía que ya tenía hecha: la chimenea que se eleva como una gran cicatriz a la derecha del Mallón Pisón y que te deja en el collado que lleva a su cumbre: la Pany-Haus. La hice por primera vez en septiembre de 2005 con Abel. Es una vía de la que guardo buenos recuerdos y que tenía ganas de volver a escalar. A pesar de que en mi cuadrilla me llaman el "agüelo" no llevo muchos años escalando, empecé en 2005. En marzo de ese año bajé por primera vez al boulder de mi club, conocí gente y salimos un par de veces a Morata y ¡¡en mayo!!! organizamos la primera salida a Riglos. Fue una salida que rozó el fracaso absoluto (casi no encontramos la vía, tanto nos impresionaron sus paredes y su escasez de seguros que apunto estuvimos de darnos la media vuelta apenas sin tocarlas), pero que me llenó de satisfacciones. Satisfacciones que no dejo ya de buscar desde entonces en cada nueva escalada.
Ese año 2005 volví a Riglos en 8 ocasiones, siempre de segundo, reptando más que subiendo porque mi capacidad para escalar en aquel entonces no me permitía más. Llevo un tiempo dando vueltas a la idea de repetir todas esas ascensiones de mi primer año para disfrutarlas de otra manera. Para buscar no solo la satisfación de terminarlas, sino para escalarlas de verdad. El proyecto se ha ido retrasando porque no encontraba a nadie a quien embarcar en estas historias (a mi cuadrilla no hay forma de meterles en vías "tan fáciles"). Sin embargo, esta semana se ha presentado la ocasión. El riesgo de aludes en Pirineos era altísimo después de las fuertes nevadas de mitad de semana y por el contrario el tiempo iba a ser estupendo para el finde. Así que las cascadas de hielo se aparcaron una vez más y enseguida surgió la idea de ir a Riglos. Las numerosas opciones que surgieron el jueves entre cerveza y cerveza en el bar del club, se concretaron el viernes por la tarde. Iría con Chema a escalar la Pany-Haus. Chema no la tenía hecha y le apetecía mucho y yo quería repetirla y ver si era capaz de escalarla. Al ir con Chema el juego era totalmente distinto: ambos escalamos un grado parecido en tapia y no iba a poder contar con que él me sacara de los apuros igual que cuando voy con Abel o con Carlos.
Hoy ha salido un día estupendo, soleado y fresquito. La única duda que teníamos cuando llegamos al párking del pueblo era saber si íbamos a pasar demasiado frío en esta vía, ya que discurre por una profunda fisura que te oculta del sol casi todo el tiempo. Como vía alternativa teníamos el Espolón del Adamelo, muy cercana a la nuestra, más asequible y totalmente soleada. Sin embargo, nuestros miedos desaparecieron nada más empezar a escalar: no sólo no pasamos frío, sino que la sombra nos protegió del fuerte calor que hacía al sol. De hecho yo no he llegado a usar el forro polar que subí atado a mi cintura y Chema ha sudado bastante tiempo bajo el suyo que llevaba puesto.
El Mallo Pisón y en rojo la chimenea Pany-Haus
Había bastantes cordadas hoy en Riglos, pero afortunadamente ninguna en nuestra vía. Carlos y su amigo Jorge decidieron que no estaban para grandes proezas y se decantaron por el Espolón.
Carlos y Jorge en el primer largo del Espolón del Adamelo
La Pany-Haus es una vía entretenida. Además de los bolos y las panzas, presenta numerosos estrechamientos que te obligan a salir de las profundidades de la fisura y exponerte al vertiginoso patio y agujeros por los que parece imposible que se pueda pasar. Las sensaciones durante la escalada han sido estupendas. El hecho de conocer la vía, de saber que ya había subido por ella, ha disipado los pequeños momentos de dudas en los pasos más espuestos, más verticales, más alejados de los seguros, y me ha permitido escalar con confianza y seguridad (aunque es posible que no consiga eliminar del todo el mieditis hasta que no la repita 70 veces; aunque quizá entonces, la escalada ya no resulte tan interesante).
Chema a la salida del largo de 6a
Chema reptando en el estrecho paso del UHF
Hemos alternado de primero sin problemas en los 6 largos que hemos tirado hasta la vira que conduce a los rápeles. No hemos seguido hasta la cima del Pisón, a pesar de las ganas que teníamos los dos, porque eran ya las 4 y media de la tarde y aún nos quedaban un par de horas hasta la cima, más otras tantas para rapelar; total, que había bastante posibilidades de que se nos hiciera de noche. A pesar de que ambos llevábamos frontales, decidimos no correr riesgos adicionales e iniciamos el descenso. Uno de los mejores que se pueden realizar: una serie de rápeles, que terminan en un rápel de 60 m, de los que 40 aproximadamente son volados (es decir, no tocas la pared, bajas colgado de la cuerda como una arañita). Además como las cuerdas suelen rizarse, tiendes a girar como una peonza al bajar mientras las cuerdas se desrizan solas. Una sensación única.
Chema en el rápel volado
Aún con el sol en la cara hemos llegado al bar "El Puro" para hidratarnos y alimentarnos. Antes tuvimos una última sorpresa: nos encontramos con Dani y un amigo suyo, Luis. Últimamente no paro de encontrarme con gente en Riglos, es como el Salou de la escalada.
Dani, Chema, Carlos y Luis

lunes, 9 de febrero de 2009

Morata

Los planes de este pasado finde se movían entre: a) no hacer nada, descansar, y b) como mucho subir un día a Pirineos a esquiar. Pero el tiempo no estaba para bromas y la 2ª opción, la del esquí no era muy realista. Así que ya estaba plenamente convencido a no hacer nada de nada cuando el sábado me llamó Carlos para ir a Morata. Habían venido la pareja de escaladores de Llodio que conocimos en diciembre (ver entrada Escalando en Morata: Paredes Negras) y había quedado con ellos. No me pareció mal plan y acudí el domingo por la mañana, sobre las 10. Carlos se había llevado un saco, así que esta vez había más opciones reales de poder escalar. Llegué un poco tarde, aunque no creo que les importara mucho porque el día no era el ideal: nublado, fresquito y con ligero viento (parecido al que tuvimos cuando nos fuimos a escalar a Sella el puente pasado). Elegimos la zona del Macizo de Alí porque se suponía que estaba un poco más resguardado del viento. Y en un principio así fue, de hecho hubo momentos en los que hasta salió el sol.
La jornada fue corta: Julen y Koldo querían volver prontito a casa (además el sábado habían pasado un frío de la leche escalando y yo creo que ya estaban cansados) y por otro lado el viento se acabó imponiendo y era realmente incómodo. Corta no quiere decir ligera. Hicimos pocas vías, pero ninguna bajó del 6a. De las pocas veces que no me dejaron siquiera calentar en un quintito. Tampoco escalé ninguna vía de primero. Fue un día de entrenamiento, más que de disfrute. La vía que eligió Carlos para empezar fue "Sí, cariño sí", un antiguo V+ según Carlos, hoy en día catalogado como 6a (a ver qué dice la nueva guía que según parece está al caer). Es una vía que conseguí encadenar hace unos meses gracias al empuje moral de Carlos, pero que resultó demasiado dura para calentar (a pesar de que iba de segundo). Aunque casi conseguí encadenarla de nuevo. Me equivoqué en un paso, me fui demasiado a la izquierda y luego no pude, no supe, volver. Descansé, vi el paso y enseguida lo saqué. Esta fue la única vía que intenté que estuviera más o menos en mi grado, vamos de las que tengo alguna posibilidad de encadenarla. Todas las demás estaban totalmente fuera de mi alcance. Pero no me quejo, hay que ir aprendiendo también en vías más difíciles.
Koldo en "Otan, no" y Carlos en "Sí, cariño sí"
De ahí pasamos a "Recuerdos", un 6a+ con un par de pasos muy finos donde no hay presas para las manos y para los pies apenas unos resaltillos romos, sin aristas que ayuden a sujetarse a los gatos. Demasiado para mí. Descansé en esos dos pasos y los superé como pude, medio arrastrándome, medio ayudado por Carlos que tiraba de la cuerda. Mi entrenamiento en mini-regletas continuó con "Tomy", un 6b+/6c que no hay por dónde agarrar: placa, placa. Hace unos meses también lo intenté y no conseguí pasar de la primera chapa. Esta vez, ayudado por Javi (Carla y él vinieron a medio día), y por el entrenamiento en "Recuerdos", conseguí alcanzar al menos la 3ª tras varios intentos y apunto estuve también de superar esta chapa. Todo un logro.
Julen en "Tomy", pegado como una lagartija a la pared
La última que intenté fue "Quebrantadedos" otro 6b+/6c con una entrada mucho más asequible y esta vez conseguí llegar sin ayudas hasta la mitad de la vía, donde intento tras intento me caía irremediablemente.
Carlos descansando manos en "Quebrantadedos" (y luego mis alumnos me llaman "JesuCristo")
Yo haciendo lo mismo en "Recuerdos"
Desistí y con los dedos doloridos de tanta ñapa (presa pequeña), nos fuimos todos al bar La Plaza. Allí siempre te puedes encontrar con conocidos. Esta vez con Castillo y Carlos (uno de los autores de la futura guía de Morata).
Cuando salimos estaba chispeando, así que comprobamos con alegría que habíamos rascado a este domingo todo lo que se pudo.

Via Diedro UBSA

Vía Costa Blanca

Jueves 29 de enero, San Valero.
Nos levantamos tarde, sin madrugar, ¿estábamos de vacaciones, no? Después del brutal desayuno nos dirigimos andando con todos los zarrios al pie del peñón. El desayuno lo sudamos en el empinado sendero que te lleva a las vías. Costa Blanca está por el final, así que hay que subir casi todo el sendero. Comienza a la izquierda del evidente Diedro UBSA. Mientras esta vía sube siguiendo la fisura que separa el espolón de la pared, la Costa Blanca sube por el centro del mismo. La vía está bien equipada con parabolts y se cruza con el Diedro UBSA en la travesía final de éste.
L0 (IV+) Es un largo muy cortito, 10-15 m, lo suficientemente vertical como para atarnos ya las cuerdas y chapar los dos únicos parabolts del largo.
L1 (6a+) Comienza en una placa cortada por un par de fisuras lisas y protegida por 3 parabolts casi seguidos. Es un paso fino y estraño, que lo evité acerando de chapa a chapa. La vía va hacia la izquierda, roda un contrafuerte y sigue recta hasta una repisa donde está la siguiente reunión. Es un tramo con fisuras, regletas, abundantes presas aunque no muy buenas... Lo superé en semi-libre: un acerete por aquí, un par de pasos en libre...
L2 (6b) Se sale de la reunión hacia la derecha por una repisa inclinada y se coge un diedro vertical al que no vi los cazos que me comentaba Carlos: en la fisura entraban poco más que las primeras falanges y ambas paredes eran bastante lisas, especialmente la de la izquierda. Sudé el diedro, pero conseguí superarlo sin agarrarme a las cintas. El diedro termina en una gran panza que te deja en la reunión. Aquí ni me lo pensé, aceré las 2-3 cintas hasta la reunión.

domingo, 8 de febrero de 2009

Calpe. Peñón de Ifach

Este jueves me acerqué al club para entrenar un poco en el boulder y de camino me pasé por casa de Abel y bajamos los dos juntos, andando. En mitad del bullicio de la ciudad no pude evitar pensar que hacía justo una semana estaba pisando la cima del Peñón de Ifach. ¿Cómo había podido pasar tan rápido el tiempo? ¿Dónde estaban todas las emociones acumuladas durante la escalada? Sólo son ya recuerdos que se van poco a poco desvaneciendo. La rutina termina con ellos. Por eso hago fotos y por eso escribo este blog: para intentar evitarlo, aunque es inútil. Y lo sé.
Tras algo más de una semana de pereza en la que me ha resultado imposible teclear nada hoy Carlos me ha echado la bronca en Morata, así que no me queda más remedio que ponerme a ello y no dilatarlo más. El pasado jueves 29 de enero fue San Valero, el patrón de Zaragoza y muchos íbamos a poder disfrutar de un largo puente. Teníamos 4 días por delante y queríamos aprovecharlos. El plan original era ir a escalar hielo a Gavarnie (¿cuántos planes originales hemos arrinconado apenas han surgido?). Sin embargo, el pronóstico del tiempo era horrible y las recientes nevadas habían elevado el riesgo de aludes en el Pirineo al nivel 5, el más alto. Varios intercambios de llamadas y el plan pegó un giro de 180º: en vez de ir al norte, viramos al sur, a Alicante, a Calpe, al Peñón de Ifach. En vez de hielo, roca. En vez de frío, calor.
Vistas del Peñón de Ifach en Calpe y de la maravillosa política urbanística española
(foto sacada de internet)
Abel y Carlos ya habían bajado varios inviernos a escalar en Calpe en busca de sol y buen tiempo. Se juntan unos cuantos y alquilan un apartamento. El plan iba a ser el mismo. Reservar el apartamento con tan poco tiempo de antelación resultó bastante fácil, casi todos debían estar vacíos en esta época del año. Los únicos turistas que hay ahora en Alicante son jubilados, tanto españoles como ingleses. Salimos el miércoles a la tarde, tarde, tarde. Javi nos iba recogiendo en su furgoneta y cada vez iba quedando menos espacio con tanta mochila. Abel y yo hicimos unas compras exprés en el Carrefour, para poder preparar algo de cena esa noche y de desayuno al día siguiente, mientras Javi iba a buscar a Carlos y después nos dirigimos a por la última pasajera, Carla. Ya todos juntos los 6, perdón, me olvidaba de Matilda, la perra de Javi y Carla, iniciamos, por fin, el viaje. Viajar de Zaragoza a Alicante ya no es la tortura de antaño, al menos desde hace poco más de un año, cuando inauguraron la autovía de Teruel. En poco más de 4 h, sin parar más que para mear, llegamos cerca de la una de la madrugada. Tras localizar al portero, pobre hombre, nos estuvo esperando, descargamos, cenamos y a la cama. Sí, a la cama. Nada de dormir tirados en el suelo. Esta vez íbamos, como diría Abel, a tope de gama: cama, ducha, desayunos pantagruélicos de una hora a base de pan tostado, tomate, jamón, leche o café (según gustos), zumo de limón.., vistas al Peñón...
Cara Norte del Peñón desde la terraza del apartamento
Nos levantábamos tarde, desayunábamos hasta hartarnos, salíamos con todos los trastos puestos a la calle y en poco menos de 20 minutos estábamos a pie de pared a la vista del público septuagenario reunido para vernos. ¿En qué otro sitio se puede disfrutar de algo así? Fue un puente estupendo, no echamos de menos en ningún momento las emociones del hielo.
El primer día hicimos dos cordadas: Javi, Carla y Abel querían ir a la vía Gómez Cano, pero cuando llegaron ya había dos cordadas en ella, así que tuvieron que cambiar de planes, es nuestro sino, y se fueron al Diedro UBSA, a pesar de que Abel ya la tenía hecha. Carlos no quería repetir ninguna vía, ya tenía todas las "fáciles" hechas, y tampoco meterse en una vía desequipada. Quería sentir buenas sensaciones en una vía cosida con parabolts y después de varios intercambios de opiniones con Javi y Abel, se decidió a meterme en la Costa Blanca.
En seguida descubrí por qué a tanta gente le gusta escalar en el Peñón a pesar de las gaviotas y sus cagadas, de lo resbaladizo de su roca, de los parabolts roñosos: sus vistas. Escalar mirando al mar es algo único, genial.
Cordada de escaladores siguiendo la vía Gómez Cano
Vistas del mar y de las montañas cercanas a Benidorm
Las dos vías iban más o menos paralelas, así que nos estuvimos viendo todo el día, especialmente al final, porque yo ya estaba cansado y nos escaqueamos utilizando una escapada por los dos últimos largos del Diedro UBSA. Y menos mal, porque mis brazos no daban mucho más de sí. La llegada a la cima fue apoteósica: Abel se encontró un alien amarillo y yo pude, por fin, después de dos años disfrutar de las inmensas vistas de la cima. Nada más bajar nos bebimos unas cerves en un bar de guiris. Llamé a Mariví y me dio la última alegría de un día inmenso: el Athletic se había clasificado para las semifinales de la Copa!!!!!! A pesar del cansancio aún nos quedaba hacer las compras para todo el puente así que después de la ducha nos fuimos derechos al Mercadona a llenar el carro.
Esa misma tarde llegaron Rubén y su chica, Lali. Se nos unieron a la cena, pero preferían dormir en su furgona. En fin.
Al día siguiente Javi, Carlos y Abel se fueron al Ponoig y Rubén y yo al Peñón de nuevo: dos años de espera y en dos días dos escaladas en el Peñón!!! Rubén tenía muchas ganas de escalar el Diedro UBSA. Carla y Lali nos acompañaron hasta la pared y luego nos abandonaron a nuestra suerte. Íbamos en camiseta, rompiendo a sudar en las fuertes cuestas que dan acceso a las vías, bajo un tivio sol en un cielo totalmente despejado. Pero, al poco tiempo, el horizonte había desaparecido bajo una espesa capa de niebla que no paraba de acercarse y terminó por cubrirnos totalmente. El mar desapareció, y con él las maravillosas vistas del día anterior. Afortunadamente la temperatura bajó y eso nos salvó, porque llevábamos poca cantidad de agua, pero también fue la causa de mi enésimo resfriado de esta temporada, porque en una de las reuniones me quedé como un pajarito. Llegamos de casi de noche a la cima, sin tiempo para más que para calzarnos las zapatillas y bajar a toda prisa antes de que se hiciera noche cerrada porque no llevábamos frontales.
Una cena bien merecida: Abel, Carlos, Carla, Javi, Lali y Rubén
El tercer día abandoné la tapia para ir a hacer deportiva y así poder quedar con María, a la que conocimos hace años ya en el refugio de Urriello, en Picos de Europa. El día no salió el más adecuado para escalar: nublado, fresquillo y con viento. Además, nada más bajarnos del coche se puso a lloviznar y a pesar de los intentos de algunos por volver inmendiatamente al coche, nos quedamos y aún pudimos escalar un par de vías. La zona de escalada elegida fue Sella, famosa por tener sus vías más fáciles totalmente lavadas, y su fama era justa. No volveré a quejarme de lo lavadas que están las vías de Morata, prometido. Finalmente, el viento hacía bastante desgradable la estancia allí y terminamos por abandonar. Carla quería disfrutar del spa (sí, también teníamos spá en el apartamento), así que se fue con Rubén y Lali, y yo me quedé con María, David, Ángel y Virginia (una pareja de amigos suyos). Me llevaron a comer algo a Benidorm, es increíble. No es tan feo en invierno, sin tanta gente. Tomé un par de raciones en un bar de la zona de los vascos y unos gofres de chocolate como postre. Desde luego, este finde de escalada estaba siendo muy diferente. María y David me llevaron de vuelta a Caspe y unieron a la cena, al igual que Yolanda, una amiga de Abel que había venido hacía nada desde Castellón.
De izda a dcha: Rubén, yo, Abel, Carlos y Matilda, Yolanda, Javi, David y María
Como ya no nos quedaba mucho en la reserva nos fuimos a un chino que habían descubierto el día anterior Rubén y Lali. Cometimos el error de pedir 10 menús y la comida rebosaba de la mesa sin que pudiéramos acabar toda.
El domingo, mientras Abel, Yolanda, Carla y Javi se fueron al Peñón para escalar la vía Polvos Mágicos, Carlos y yo hicimos sillón ball toda la mañana mientras veíamos la final de tenis del Open Australia. Casi pasamos más tensión que escalando: ¡qué final! El grupo activo llegó a casa un poco más tarde de que Nadal levantara el trofeo de campeón. Por fin, un español ganaba en Australia. No me arrepentí de no haber ido a escalar, una final así no se vé todos los días.
El resto del finde fue ya más normal: ducha, recoger la casa y volver a toda pastilla para que Abel no llegara tarde a trabajar.