Este jueves me acerqué al club para entrenar un poco en el boulder y de camino me pasé por casa de Abel y bajamos los dos juntos, andando. En mitad del bullicio de la ciudad no pude evitar pensar que hacía justo una semana estaba pisando la cima del Peñón de Ifach. ¿Cómo había podido pasar tan rápido el tiempo? ¿Dónde estaban todas las emociones acumuladas durante la escalada? Sólo son ya recuerdos que se van poco a poco desvaneciendo. La rutina termina con ellos. Por eso hago fotos y por eso escribo este blog: para intentar evitarlo, aunque es inútil. Y lo sé.
Tras algo más de una semana de pereza en la que me ha resultado imposible teclear nada hoy Carlos me ha echado la bronca en Morata, así que no me queda más remedio que ponerme a ello y no dilatarlo más. El pasado jueves 29 de enero fue San Valero, el patrón de Zaragoza y muchos íbamos a poder disfrutar de un largo puente. Teníamos 4 días por delante y queríamos aprovecharlos. El plan original era ir a escalar hielo a Gavarnie (¿cuántos planes originales hemos arrinconado apenas han surgido?). Sin embargo, el pronóstico del tiempo era horrible y las recientes nevadas habían elevado el riesgo de aludes en el Pirineo al nivel 5, el más alto. Varios intercambios de llamadas y el plan pegó un giro de 180º: en vez de ir al norte, viramos al sur, a Alicante, a Calpe, al Peñón de Ifach. En vez de hielo, roca. En vez de frío, calor.
Nos levantábamos tarde, desayunábamos hasta hartarnos, salíamos con todos los trastos puestos a la calle y en poco menos de 20 minutos estábamos a pie de pared a la vista del público septuagenario reunido para vernos. ¿En qué otro sitio se puede disfrutar de algo así? Fue un puente estupendo, no echamos de menos en ningún momento las emociones del hielo.
El primer día hicimos dos cordadas: Javi, Carla y Abel querían ir a la vía Gómez Cano, pero cuando llegaron ya había dos cordadas en ella, así que tuvieron que cambiar de planes, es nuestro sino, y se fueron al Diedro UBSA, a pesar de que Abel ya la tenía hecha. Carlos no quería repetir ninguna vía, ya tenía todas las "fáciles" hechas, y tampoco meterse en una vía desequipada. Quería sentir buenas sensaciones en una vía cosida con parabolts y después de varios intercambios de opiniones con Javi y Abel, se decidió a meterme en la Costa Blanca.
En seguida descubrí por qué a tanta gente le gusta escalar en el Peñón a pesar de las gaviotas y sus cagadas, de lo resbaladizo de su roca, de los parabolts roñosos: sus vistas. Escalar mirando al mar es algo único, genial.
Las dos vías iban más o menos paralelas, así que nos estuvimos viendo todo el día, especialmente al final, porque yo ya estaba cansado y nos escaqueamos utilizando una escapada por los dos últimos largos del Diedro UBSA. Y menos mal, porque mis brazos no daban mucho más de sí. La llegada a la cima fue apoteósica: Abel se encontró un alien amarillo y yo pude, por fin, después de dos años disfrutar de las inmensas vistas de la cima. Nada más bajar nos bebimos unas cerves en un bar de guiris. Llamé a Mariví y me dio la última alegría de un día inmenso: el Athletic se había clasificado para las semifinales de la Copa!!!!!! A pesar del cansancio aún nos quedaba hacer las compras para todo el puente así que después de la ducha nos fuimos derechos al Mercadona a llenar el carro.
Esa misma tarde llegaron Rubén y su chica, Lali. Se nos unieron a la cena, pero preferían dormir en su furgona. En fin.
Al día siguiente Javi, Carlos y Abel se fueron al Ponoig y Rubén y yo al Peñón de nuevo: dos años de espera y en dos días dos escaladas en el Peñón!!! Rubén tenía muchas ganas de escalar el Diedro UBSA. Carla y Lali nos acompañaron hasta la pared y luego nos abandonaron a nuestra suerte. Íbamos en camiseta, rompiendo a sudar en las fuertes cuestas que dan acceso a las vías, bajo un tivio sol en un cielo totalmente despejado. Pero, al poco tiempo, el horizonte había desaparecido bajo una espesa capa de niebla que no paraba de acercarse y terminó por cubrirnos totalmente. El mar desapareció, y con él las maravillosas vistas del día anterior. Afortunadamente la temperatura bajó y eso nos salvó, porque llevábamos poca cantidad de agua, pero también fue la causa de mi enésimo resfriado de esta temporada, porque en una de las reuniones me quedé como un pajarito. Llegamos de casi de noche a la cima, sin tiempo para más que para calzarnos las zapatillas y bajar a toda prisa antes de que se hiciera noche cerrada porque no llevábamos frontales.
El tercer día abandoné la tapia para ir a hacer deportiva y así poder quedar con María, a la que conocimos hace años ya en el refugio de Urriello, en Picos de Europa. El día no salió el más adecuado para escalar: nublado, fresquillo y con viento. Además, nada más bajarnos del coche se puso a lloviznar y a pesar de los intentos de algunos por volver inmendiatamente al coche, nos quedamos y aún pudimos escalar un par de vías. La zona de escalada elegida fue Sella, famosa por tener sus vías más fáciles totalmente lavadas, y su fama era justa. No volveré a quejarme de lo lavadas que están las vías de Morata, prometido. Finalmente, el viento hacía bastante desgradable la estancia allí y terminamos por abandonar. Carla quería disfrutar del spa (sí, también teníamos spá en el apartamento), así que se fue con Rubén y Lali, y yo me quedé con María, David, Ángel y Virginia (una pareja de amigos suyos). Me llevaron a comer algo a Benidorm, es increíble. No es tan feo en invierno, sin tanta gente. Tomé un par de raciones en un bar de la zona de los vascos y unos gofres de chocolate como postre. Desde luego, este finde de escalada estaba siendo muy diferente. María y David me llevaron de vuelta a Caspe y unieron a la cena, al igual que Yolanda, una amiga de Abel que había venido hacía nada desde Castellón.
Como ya no nos quedaba mucho en la reserva nos fuimos a un chino que habían descubierto el día anterior Rubén y Lali. Cometimos el error de pedir 10 menús y la comida rebosaba de la mesa sin que pudiéramos acabar toda.
El domingo, mientras Abel, Yolanda, Carla y Javi se fueron al Peñón para escalar la vía Polvos Mágicos, Carlos y yo hicimos sillón ball toda la mañana mientras veíamos la final de tenis del Open Australia. Casi pasamos más tensión que escalando: ¡qué final! El grupo activo llegó a casa un poco más tarde de que Nadal levantara el trofeo de campeón. Por fin, un español ganaba en Australia. No me arrepentí de no haber ido a escalar, una final así no se vé todos los días.
El resto del finde fue ya más normal: ducha, recoger la casa y volver a toda pastilla para que Abel no llegara tarde a trabajar.
Tras algo más de una semana de pereza en la que me ha resultado imposible teclear nada hoy Carlos me ha echado la bronca en Morata, así que no me queda más remedio que ponerme a ello y no dilatarlo más. El pasado jueves 29 de enero fue San Valero, el patrón de Zaragoza y muchos íbamos a poder disfrutar de un largo puente. Teníamos 4 días por delante y queríamos aprovecharlos. El plan original era ir a escalar hielo a Gavarnie (¿cuántos planes originales hemos arrinconado apenas han surgido?). Sin embargo, el pronóstico del tiempo era horrible y las recientes nevadas habían elevado el riesgo de aludes en el Pirineo al nivel 5, el más alto. Varios intercambios de llamadas y el plan pegó un giro de 180º: en vez de ir al norte, viramos al sur, a Alicante, a Calpe, al Peñón de Ifach. En vez de hielo, roca. En vez de frío, calor.
Vistas del Peñón de Ifach en Calpe y de la maravillosa política urbanística española
(foto sacada de internet)
Abel y Carlos ya habían bajado varios inviernos a escalar en Calpe en busca de sol y buen tiempo. Se juntan unos cuantos y alquilan un apartamento. El plan iba a ser el mismo. Reservar el apartamento con tan poco tiempo de antelación resultó bastante fácil, casi todos debían estar vacíos en esta época del año. Los únicos turistas que hay ahora en Alicante son jubilados, tanto españoles como ingleses. Salimos el miércoles a la tarde, tarde, tarde. Javi nos iba recogiendo en su furgoneta y cada vez iba quedando menos espacio con tanta mochila. Abel y yo hicimos unas compras exprés en el Carrefour, para poder preparar algo de cena esa noche y de desayuno al día siguiente, mientras Javi iba a buscar a Carlos y después nos dirigimos a por la última pasajera, Carla. Ya todos juntos los 6, perdón, me olvidaba de Matilda, la perra de Javi y Carla, iniciamos, por fin, el viaje. Viajar de Zaragoza a Alicante ya no es la tortura de antaño, al menos desde hace poco más de un año, cuando inauguraron la autovía de Teruel. En poco más de 4 h, sin parar más que para mear, llegamos cerca de la una de la madrugada. Tras localizar al portero, pobre hombre, nos estuvo esperando, descargamos, cenamos y a la cama. Sí, a la cama. Nada de dormir tirados en el suelo. Esta vez íbamos, como diría Abel, a tope de gama: cama, ducha, desayunos pantagruélicos de una hora a base de pan tostado, tomate, jamón, leche o café (según gustos), zumo de limón.., vistas al Peñón...(foto sacada de internet)
Nos levantábamos tarde, desayunábamos hasta hartarnos, salíamos con todos los trastos puestos a la calle y en poco menos de 20 minutos estábamos a pie de pared a la vista del público septuagenario reunido para vernos. ¿En qué otro sitio se puede disfrutar de algo así? Fue un puente estupendo, no echamos de menos en ningún momento las emociones del hielo.
El primer día hicimos dos cordadas: Javi, Carla y Abel querían ir a la vía Gómez Cano, pero cuando llegaron ya había dos cordadas en ella, así que tuvieron que cambiar de planes, es nuestro sino, y se fueron al Diedro UBSA, a pesar de que Abel ya la tenía hecha. Carlos no quería repetir ninguna vía, ya tenía todas las "fáciles" hechas, y tampoco meterse en una vía desequipada. Quería sentir buenas sensaciones en una vía cosida con parabolts y después de varios intercambios de opiniones con Javi y Abel, se decidió a meterme en la Costa Blanca.
En seguida descubrí por qué a tanta gente le gusta escalar en el Peñón a pesar de las gaviotas y sus cagadas, de lo resbaladizo de su roca, de los parabolts roñosos: sus vistas. Escalar mirando al mar es algo único, genial.
Las dos vías iban más o menos paralelas, así que nos estuvimos viendo todo el día, especialmente al final, porque yo ya estaba cansado y nos escaqueamos utilizando una escapada por los dos últimos largos del Diedro UBSA. Y menos mal, porque mis brazos no daban mucho más de sí. La llegada a la cima fue apoteósica: Abel se encontró un alien amarillo y yo pude, por fin, después de dos años disfrutar de las inmensas vistas de la cima. Nada más bajar nos bebimos unas cerves en un bar de guiris. Llamé a Mariví y me dio la última alegría de un día inmenso: el Athletic se había clasificado para las semifinales de la Copa!!!!!! A pesar del cansancio aún nos quedaba hacer las compras para todo el puente así que después de la ducha nos fuimos derechos al Mercadona a llenar el carro.
Esa misma tarde llegaron Rubén y su chica, Lali. Se nos unieron a la cena, pero preferían dormir en su furgona. En fin.
Al día siguiente Javi, Carlos y Abel se fueron al Ponoig y Rubén y yo al Peñón de nuevo: dos años de espera y en dos días dos escaladas en el Peñón!!! Rubén tenía muchas ganas de escalar el Diedro UBSA. Carla y Lali nos acompañaron hasta la pared y luego nos abandonaron a nuestra suerte. Íbamos en camiseta, rompiendo a sudar en las fuertes cuestas que dan acceso a las vías, bajo un tivio sol en un cielo totalmente despejado. Pero, al poco tiempo, el horizonte había desaparecido bajo una espesa capa de niebla que no paraba de acercarse y terminó por cubrirnos totalmente. El mar desapareció, y con él las maravillosas vistas del día anterior. Afortunadamente la temperatura bajó y eso nos salvó, porque llevábamos poca cantidad de agua, pero también fue la causa de mi enésimo resfriado de esta temporada, porque en una de las reuniones me quedé como un pajarito. Llegamos de casi de noche a la cima, sin tiempo para más que para calzarnos las zapatillas y bajar a toda prisa antes de que se hiciera noche cerrada porque no llevábamos frontales.
El tercer día abandoné la tapia para ir a hacer deportiva y así poder quedar con María, a la que conocimos hace años ya en el refugio de Urriello, en Picos de Europa. El día no salió el más adecuado para escalar: nublado, fresquillo y con viento. Además, nada más bajarnos del coche se puso a lloviznar y a pesar de los intentos de algunos por volver inmendiatamente al coche, nos quedamos y aún pudimos escalar un par de vías. La zona de escalada elegida fue Sella, famosa por tener sus vías más fáciles totalmente lavadas, y su fama era justa. No volveré a quejarme de lo lavadas que están las vías de Morata, prometido. Finalmente, el viento hacía bastante desgradable la estancia allí y terminamos por abandonar. Carla quería disfrutar del spa (sí, también teníamos spá en el apartamento), así que se fue con Rubén y Lali, y yo me quedé con María, David, Ángel y Virginia (una pareja de amigos suyos). Me llevaron a comer algo a Benidorm, es increíble. No es tan feo en invierno, sin tanta gente. Tomé un par de raciones en un bar de la zona de los vascos y unos gofres de chocolate como postre. Desde luego, este finde de escalada estaba siendo muy diferente. María y David me llevaron de vuelta a Caspe y unieron a la cena, al igual que Yolanda, una amiga de Abel que había venido hacía nada desde Castellón.
Como ya no nos quedaba mucho en la reserva nos fuimos a un chino que habían descubierto el día anterior Rubén y Lali. Cometimos el error de pedir 10 menús y la comida rebosaba de la mesa sin que pudiéramos acabar toda.
El domingo, mientras Abel, Yolanda, Carla y Javi se fueron al Peñón para escalar la vía Polvos Mágicos, Carlos y yo hicimos sillón ball toda la mañana mientras veíamos la final de tenis del Open Australia. Casi pasamos más tensión que escalando: ¡qué final! El grupo activo llegó a casa un poco más tarde de que Nadal levantara el trofeo de campeón. Por fin, un español ganaba en Australia. No me arrepentí de no haber ido a escalar, una final así no se vé todos los días.
El resto del finde fue ya más normal: ducha, recoger la casa y volver a toda pastilla para que Abel no llegara tarde a trabajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario