De nuevo en Riglos. Aquí fue donde me inicié en la escalada de varios largos, donde empecé a superar mi miedo a las alturas, donde descubrí el placer de llegar a la cima (o al final de la vía: muchas vías estupendas no llegan a ninguna cima y otras muchas no se acaban hasta que no se pone el pie en el suelo, como por ejemplo las del Midí d'Oseau), cuando una vez terminadas las tensiones y los miedos disfrutas de la satisfacción de haberlos podido superar una vez más.
El objetivo era esta vez una vía que ya tenía hecha: la chimenea que se eleva como una gran cicatriz a la derecha del Mallón Pisón y que te deja en el collado que lleva a su cumbre: la Pany-Haus. La hice por primera vez en septiembre de 2005 con Abel. Es una vía de la que guardo buenos recuerdos y que tenía ganas de volver a escalar. A pesar de que en mi cuadrilla me llaman el "agüelo" no llevo muchos años escalando, empecé en 2005. En marzo de ese año bajé por primera vez al boulder de mi club, conocí gente y salimos un par de veces a Morata y ¡¡en mayo!!! organizamos la primera salida a Riglos. Fue una salida que rozó el fracaso absoluto (casi no encontramos la vía, tanto nos impresionaron sus paredes y su escasez de seguros que apunto estuvimos de darnos la media vuelta apenas sin tocarlas), pero que me llenó de satisfacciones. Satisfacciones que no dejo ya de buscar desde entonces en cada nueva escalada.
Ese año 2005 volví a Riglos en 8 ocasiones, siempre de segundo, reptando más que subiendo porque mi capacidad para escalar en aquel entonces no me permitía más. Llevo un tiempo dando vueltas a la idea de repetir todas esas ascensiones de mi primer año para disfrutarlas de otra manera. Para buscar no solo la satisfación de terminarlas, sino para escalarlas de verdad. El proyecto se ha ido retrasando porque no encontraba a nadie a quien embarcar en estas historias (a mi cuadrilla no hay forma de meterles en vías "tan fáciles"). Sin embargo, esta semana se ha presentado la ocasión. El riesgo de aludes en Pirineos era altísimo después de las fuertes nevadas de mitad de semana y por el contrario el tiempo iba a ser estupendo para el finde. Así que las cascadas de hielo se aparcaron una vez más y enseguida surgió la idea de ir a Riglos. Las numerosas opciones que surgieron el jueves entre cerveza y cerveza en el bar del club, se concretaron el viernes por la tarde. Iría con Chema a escalar la Pany-Haus. Chema no la tenía hecha y le apetecía mucho y yo quería repetirla y ver si era capaz de escalarla. Al ir con Chema el juego era totalmente distinto: ambos escalamos un grado parecido en tapia y no iba a poder contar con que él me sacara de los apuros igual que cuando voy con Abel o con Carlos.
Hoy ha salido un día estupendo, soleado y fresquito. La única duda que teníamos cuando llegamos al párking del pueblo era saber si íbamos a pasar demasiado frío en esta vía, ya que discurre por una profunda fisura que te oculta del sol casi todo el tiempo. Como vía alternativa teníamos el Espolón del Adamelo, muy cercana a la nuestra, más asequible y totalmente soleada. Sin embargo, nuestros miedos desaparecieron nada más empezar a escalar: no sólo no pasamos frío, sino que la sombra nos protegió del fuerte calor que hacía al sol. De hecho yo no he llegado a usar el forro polar que subí atado a mi cintura y Chema ha sudado bastante tiempo bajo el suyo que llevaba puesto.
Había bastantes cordadas hoy en Riglos, pero afortunadamente ninguna en nuestra vía. Carlos y su amigo Jorge decidieron que no estaban para grandes proezas y se decantaron por el Espolón.
La Pany-Haus es una vía entretenida. Además de los bolos y las panzas, presenta numerosos estrechamientos que te obligan a salir de las profundidades de la fisura y exponerte al vertiginoso patio y agujeros por los que parece imposible que se pueda pasar. Las sensaciones durante la escalada han sido estupendas. El hecho de conocer la vía, de saber que ya había subido por ella, ha disipado los pequeños momentos de dudas en los pasos más espuestos, más verticales, más alejados de los seguros, y me ha permitido escalar con confianza y seguridad (aunque es posible que no consiga eliminar del todo el mieditis hasta que no la repita 70 veces; aunque quizá entonces, la escalada ya no resulte tan interesante).
Hemos alternado de primero sin problemas en los 6 largos que hemos tirado hasta la vira que conduce a los rápeles. No hemos seguido hasta la cima del Pisón, a pesar de las ganas que teníamos los dos, porque eran ya las 4 y media de la tarde y aún nos quedaban un par de horas hasta la cima, más otras tantas para rapelar; total, que había bastante posibilidades de que se nos hiciera de noche. A pesar de que ambos llevábamos frontales, decidimos no correr riesgos adicionales e iniciamos el descenso. Uno de los mejores que se pueden realizar: una serie de rápeles, que terminan en un rápel de 60 m, de los que 40 aproximadamente son volados (es decir, no tocas la pared, bajas colgado de la cuerda como una arañita). Además como las cuerdas suelen rizarse, tiendes a girar como una peonza al bajar mientras las cuerdas se desrizan solas. Una sensación única.
Aún con el sol en la cara hemos llegado al bar "El Puro" para hidratarnos y alimentarnos. Antes tuvimos una última sorpresa: nos encontramos con Dani y un amigo suyo, Luis. Últimamente no paro de encontrarme con gente en Riglos, es como el Salou de la escalada.
Ese año 2005 volví a Riglos en 8 ocasiones, siempre de segundo, reptando más que subiendo porque mi capacidad para escalar en aquel entonces no me permitía más. Llevo un tiempo dando vueltas a la idea de repetir todas esas ascensiones de mi primer año para disfrutarlas de otra manera. Para buscar no solo la satisfación de terminarlas, sino para escalarlas de verdad. El proyecto se ha ido retrasando porque no encontraba a nadie a quien embarcar en estas historias (a mi cuadrilla no hay forma de meterles en vías "tan fáciles"). Sin embargo, esta semana se ha presentado la ocasión. El riesgo de aludes en Pirineos era altísimo después de las fuertes nevadas de mitad de semana y por el contrario el tiempo iba a ser estupendo para el finde. Así que las cascadas de hielo se aparcaron una vez más y enseguida surgió la idea de ir a Riglos. Las numerosas opciones que surgieron el jueves entre cerveza y cerveza en el bar del club, se concretaron el viernes por la tarde. Iría con Chema a escalar la Pany-Haus. Chema no la tenía hecha y le apetecía mucho y yo quería repetirla y ver si era capaz de escalarla. Al ir con Chema el juego era totalmente distinto: ambos escalamos un grado parecido en tapia y no iba a poder contar con que él me sacara de los apuros igual que cuando voy con Abel o con Carlos.
Hoy ha salido un día estupendo, soleado y fresquito. La única duda que teníamos cuando llegamos al párking del pueblo era saber si íbamos a pasar demasiado frío en esta vía, ya que discurre por una profunda fisura que te oculta del sol casi todo el tiempo. Como vía alternativa teníamos el Espolón del Adamelo, muy cercana a la nuestra, más asequible y totalmente soleada. Sin embargo, nuestros miedos desaparecieron nada más empezar a escalar: no sólo no pasamos frío, sino que la sombra nos protegió del fuerte calor que hacía al sol. De hecho yo no he llegado a usar el forro polar que subí atado a mi cintura y Chema ha sudado bastante tiempo bajo el suyo que llevaba puesto.
Había bastantes cordadas hoy en Riglos, pero afortunadamente ninguna en nuestra vía. Carlos y su amigo Jorge decidieron que no estaban para grandes proezas y se decantaron por el Espolón.
La Pany-Haus es una vía entretenida. Además de los bolos y las panzas, presenta numerosos estrechamientos que te obligan a salir de las profundidades de la fisura y exponerte al vertiginoso patio y agujeros por los que parece imposible que se pueda pasar. Las sensaciones durante la escalada han sido estupendas. El hecho de conocer la vía, de saber que ya había subido por ella, ha disipado los pequeños momentos de dudas en los pasos más espuestos, más verticales, más alejados de los seguros, y me ha permitido escalar con confianza y seguridad (aunque es posible que no consiga eliminar del todo el mieditis hasta que no la repita 70 veces; aunque quizá entonces, la escalada ya no resulte tan interesante).
Hemos alternado de primero sin problemas en los 6 largos que hemos tirado hasta la vira que conduce a los rápeles. No hemos seguido hasta la cima del Pisón, a pesar de las ganas que teníamos los dos, porque eran ya las 4 y media de la tarde y aún nos quedaban un par de horas hasta la cima, más otras tantas para rapelar; total, que había bastante posibilidades de que se nos hiciera de noche. A pesar de que ambos llevábamos frontales, decidimos no correr riesgos adicionales e iniciamos el descenso. Uno de los mejores que se pueden realizar: una serie de rápeles, que terminan en un rápel de 60 m, de los que 40 aproximadamente son volados (es decir, no tocas la pared, bajas colgado de la cuerda como una arañita). Además como las cuerdas suelen rizarse, tiendes a girar como una peonza al bajar mientras las cuerdas se desrizan solas. Una sensación única.
Aún con el sol en la cara hemos llegado al bar "El Puro" para hidratarnos y alimentarnos. Antes tuvimos una última sorpresa: nos encontramos con Dani y un amigo suyo, Luis. Últimamente no paro de encontrarme con gente en Riglos, es como el Salou de la escalada.
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