domingo, 31 de enero de 2010

Pelopín, 2007 m

David y Alberto en el collado, detrás se supone que debía estar
la Sierra de Tendeñera, el Pico Otal, la Brecha de Rolando...
Aún duraba el solecillo

Nuevo finde de mal tiempo generalizado con una pequeña ventana de relativo buen tiempo para el sábado. Así que me desmarco de todos los planes y decido dar descanso a mis habituales "cuidadores" e ir yo solito en el día a hacer el Pico Pelopín. Pero no hay nada que hacer, David me comunica el viernes a la noche que todo el mundo se ha rajado para cualquier salida que implique dormir fuera del calor del dulce hogar y que se me unen Beto, Nacho (un amiguete de ellos que al final no viene) y él mismo.

Mapa con la ruta marcada, obtenido de la web de pirineos3000
Salida: Pico Pelopín
Fecha: sábado 30 de enero de 2010
Participantes: David "Malabarista", "Beto" y el "agüelo"
Altitud salida: 1423 m (puerto de Cotefablo)
Altitud máxima: 2007 m
Desnivel: 584 m
Tiempo subida: 1h 55'
Tiempo bajada: 1h 10'
Tiempo total actividad: 3h 05'
Dificultad: fácil (sólo hay que tener cuidado en la bajada desde el collado que se realiza bien por un barranco con fuerte pendiente, bien por el bosque por un camino estrecho y donde es mejor poner pie en tierra si no se tiene suficiente técnica, como fue mi caso)
Las dos opciones de bajada vistas desde el párkin: en rojo
el barranco y en amarillo el camino del bosque
(la misma ruta que de subida)

La elección se demostró al final acertada: el ser una actividad tan corta nos evitó madrugones intempestivos y además nos permitió disfrutar del escaso tiempo de tregua meteorológica vaticinada. Si a eso le añadimos que no rompí ningún bastón el éxito habría sido total si la nieve hubiera tenido la calidad, polvo, que esperábamos después de las nevadas de la tarde-noche anterior. Pero qué va, está claro que en lo referente a la nieve el esquí de travesía depara más decepciones que alegrías. Encontramos de todo: nieve dura (especialmente en el bosque, el collado y en las inmediaciones del Pelopín), costra (en la subida a Peña Ronata) y escasas acumulaciones de nieve polvo (el viento se había llevado el resto).
El itinerario no tiene pérdida: se inicia en el párkin situado a la derecha de la carretera nada más pasar el túnel de Cotefablo, en el mismo puerto, nos encaminamos hacia el bosque pasando al lado de la cabaña y seguimos las vueltas y revueltas que hace el camino hasta llegar a una larga diagonal que nos sitúa en el collado; seguimos por la loma de este cordal en dirección sur, al principio llaneando y luego subiendo las fuertes pendientes de Peña Ronata; el camino habitual esquiva su cima por la izquierda, pero para evitar el más mínimo riesgo de aludes nosotros ascendimos prácticamente hasta su cumbre. Desde ahí sólo queda una leve bajada y una corta subida por pendientes moderadas hasta el Pico Pelopín.
Allí, en las inmediaciones de la cumbre de Peña Ronata, pudimos descansar (yo al menos, los otros dos no lo necesitaban) y discutir las opciones: el "marrón" se nos echaba encima, no había nieve ni tiempo suficiente para bajar hasta el pueblo abandonado de Otal, David y Beto ya habían subido varias veces al Pelopín y no les motivaba lo más mínimo sufrir el fuerte viento y la helada nieve de su subida. Sin embargo, yo pensé que no se perdía nada por alargar 15 minutos más la salida y acabarla en cima y me dirigí a ella con la compañía final de Beto mientras David realizaba una corta bajada en dirección al pueblo de Otal para testar la calidad de la nieve.
Las preciosas vistas que todo el mundo comenta tuvimos que dejarlas para otra ocasión y el viento, que apenas había hecho acto de presencia en toda la subida, se hizo notar y nos obligó a reducir el tiempo de estancia en cima a los pocos minutos que me costó hacer 2 fotos y dejar solito a David recuperando el aliento ya que había venido a la carrera detrás de nosotros para intentar pillarnos. La vuelta la iniciamos de manera fantasmagórica atrapados por una densa niebla que afortunadamente nos abandonó en cuanto iniciamos el descenso de Peña Ronata., sólo para ser sustituida por una silenciosa pero copiosa nevada que nos acompañó hasta el final de la jornada. Disfrutar de semejante estampa alivió mis penurias en la bajada y me recordó por qué merece la pena salir en invierno a la montaña en vez de quedarse en la camita.
A esta bucólica y navideña imagen sólo le faltó la soledad. Nos encontramos con gran cantidad de montañeros: raqueteros en grupo y aislados, otro esquiador solitario, un numeroso grupo de cursillistas practicando autodetención en los alrededores de la cabaña y al grupo de Julio Benedé (los de Sendero al límite), conocidos de Beto y David. Ellos habían bajado por el barranco y consiguieron animar a David para acompañarles en un nuevo descenso y disfrutar de la estupenda nieve que allí habían encontrado. Beto y yo decidimos esperarles tranquilamente en El último Bucardo en Linás de Broto, delante de una jarrita de cerveza y un buen bocadillo. Desgraciadamente el bar estaba cerrado y tuvimos que dar la media vuelta y esperarles metidos en el coche. Al menos nos entretuvieron las peripecias de los cursillistas. David ya no se animó a una tercera bajada y nos retiramos por fin a recoger nuestra merecida recompensa en el clásico de entre los clásicos: el bar Mi casa, en Sabiñánigo.
Mis dos aguerridos y sufridos acompañantes en el párkin
El agüelo en el bosque
David apunto de llegar al collado, al fondo Peña Ronata
Peña Ronata, a la izquierda asoma un piquito, el Pico Pelopín
Beto en las palas de subida a la Peña Ronata, la única nieve polvo que vimos
Beto y el agüelo dirigiéndose al Pico Pelopín
Beto y el agüelo disfrutando de la cima
El agüelo iniciando el descenso pero, ¿por dónde?
Beto y el agüelo bajando del Peña Ronata

sábado, 16 de enero de 2010

Barrosa y Bielsa: hielo y frío, mucho frío

Valle de Barrosa, se aprecia el comienzo de Océano Pacífico
Frío, mucho frío es lo que habían pronosticado para el pasado finde. Frío igual a hielo, es lo único en lo que pensábamos, así que el viernes 8 de enero salimos hacia el refugio de Pineta de prisa y corriendo. Nada más acabar de comer ya empecé a organizar como pude el material para el finde intentando no dejarme nada: esquís, saco, ropa, cuerda, tornillos, casco, piolets, crampones... En total 3 mochilas mal hechas, más la bolsa de las botas, más la bolsa de los esquís. Y Abel otro tanto y David, lo mismo. A pesar de que íbamos con mi tanque no nos sobró mucho sitio. Se hacía raro ir a un valle del Pirineo distinto del de Tena, así que presté atención en Huesca para no saltarme el desvío a Barbastro. Allí giramos hacia Aínsa y en Bielsa cogimos la carretera hacia el parador hasta un pequeño desvío a 2 km antes de llegar a él por el que pudimos bajar con el tanque sin problemas hasta la misma puerta del refugio.
Su guarda, Jaime, nos cuidó estupendamente durante todo el gélido finde. Allí coincidimos con un guía madrileño, Jonás, y dos clientes que andaban de cursillo. Apenas había nadie más, así que estuvimos bien cómodos.
En rojo la zona de las cascadas de Barrosa
y en verde las de la boca sur del tunel de Bielsa
El sábado nos levantamos muy temprano, a las 6:15; no queríamos que nadie nos pisara las cascadas. El frío nos estaba atrofiando las neuronas: ¿quién más en su sano juicio iba salir con un tiempo como éste? Llegamos aún de noche al pequeño párkin a la izquierda de la carretera que da acceso al valle de Barrosa, justo unos pocos metros antes de las pronunciadas curvas que suben al tunel de Bielsa. Estaba vacío, ¿cómo no? El termómetro del coche marcaba -8ºC y así siguió todo el día. Sólo la motivación de conocer por fin las cascadas de Barrosa consiguió que saliera del coche y empezara el ritual de preparar y ponerse el material con las manos entumecidas. Entre la torpeza de movimientos y las dudas mentales salimos tarde, pasadas las 9 (¡menudo desperdicio de madrugón!)
La aproximación resultó la más cómoda que he realizado hasta ahora: seguimos una nevada pista que nace directamente a la izquierda del párkin y que remonta en unas pocas curvas el escaso desnivel que nos separa del valle. La nieve estaba muy pisada así que en realidad no hacía falta los esquís y nos habríamos ahorrado además las numerosas piedras y ramas de la bajada (y yo me habría ahorrado el bastón que rompí en una caída tonta), pero no hubiera sido tan divertido. El viento era helador, el día no levantaba y apenas se podían vislumbrar las altas cumbres que cierran el valle (Robiñera y la Munia), esta primera visita estaba resultando un pelín desagradable. La única dificultad del camino fue ascender por el empinado cono dejado por pasadas avalanchas y plagado de helados bloques, que me obligó a dejar los esquís a medio altura y continuar a pie hasta la cascada. Tardamos 2h en vez de la hora y cuarto que marcan las guías (se nota el lastre del agüelo, je je). Como Abel y David llevaban ya un rato esperándome, habían evaluado ellos la situación y habían elegido ya la cascada que tenía mejor pinta: Espluca, III, 3+.
El círculo rojo indica el comienzo de la cascada Bachetas,
el verde Espluca y el amarillo Océano Pacífico
, la más conocida del valle
Abel inició el primer largo, un corto resalte de 15-20 m de buen hielo (75-80º) que termina en un pequeño rellano en cuya pared derecha está instalada la primera reunión, a la que le faltaba un parabolt. ¡Los primeros pioletazos de la temporada, por fin! Y de nuevo la tensión de verse colgado de las finas puntas de los crampones, de no conseguir sacar el piolet, del cansancio en los antebrazos... Menos mal que el largo no es mantenido, que presenta descansos para los pies y que la mayor dificultad son los 4 m finales.
Abel y David en el primer largo
El agüelo con su habitual delicadeza escalando

R1, el círculo verde indica el parabolt arrancado (¿por alguna piedra?)
El siguiente largo comienza en una travesía hacia la izquierda y un pequeño resalte a 60º. La reunión consistía en una cadena a la que le habían arrancado también un parabolt y colgaba un par de metros por encima de la cascada. David se vio con fuerzas y ganas y en vez de montar reunión quiso atacar el siguiente largo, pero la calidad del hielo ya no era la misma. Abel y yo le oíamos ateridos desde la R1 cómo saneaba la costra de hielo para intentar encontrar emplazamientos más fiables para los tornillos y para sí mismo. El viento soplaba sin piedad y a pesar de las chaquetas de goretex y de plumas no podíamos evitar tiritar. La precariedad del hielo y la falta de tornillos (no pensaba empalmar el siguiente largo y apenas llevaba material), aconsejaron a David bajarse de nuevo hasta la R2, que montó entera con un tornillo y sus dos piolets. El corto trayecto hasta él no consiguió que entráramos en calor. Abel intentó también el siguiente largo, sólo para confirmar que el hielo no estaba para muchas alegrías y para dejarnos una estética pose.
David acercándose a la R2, el círculo verde indica la cadena medio suelta
La súper reunión 2
No nos quitamos ni el plumas para escalar el L2
¡Toma pose!
David volvió a subir para recoger el material dejado y de la misma nos bajamos todos en un único rápel. Yo solo tenía en mente volver al calorcito del refugio.
Espluca: en rojo la R1, en verde la R2
Toda la bajada hasta el coche resultó entretenida: el helado cono de la avalancha, los numerosos arroyos, las ramas de los árboles, las piedras... Tanto entretenimiento hizo que los últimos metros los hiciera de nuevo a pata.

La tarde la gastamos en el refugio secando el material, cenando, viendo fotos y dando mil vueltas al plan del día siguiente. Pringar dos días seguidos no era un opción. Jaime nos dice que las cascadas de la boca sur están formadas y no nos lo pensamos más: la orientación sur y el frío intenso de estos días pasados nos hacen presagiar buenas condiciones.
El domingo fue un día totalmente distinto: soleado, sin apenas viento, buen hielo... ¡Así quiero escalar yo todos los días!!!
Esta vez no madrugamos tanto y para cuando cuando llegamos al párkin, situado justo en la entrada del túnel que comunica el valle con Francia, nos damos cuenta de que hay dos cordadas de franceses que se están preparando. Organizamos el material a toda pastilla, Abel sale corriendo, David le sigue al poco y yo, como siempre, salgo el último (no sin dejarme en el coche la cámara de fotos). Nos dirigimos a la cascada El Sueño del Agua, II,3+. La aproximación es todavía mejor, casi nula, apenas 5 minutos y un par de fuertes rampas (que me dejan sin respiración). La calidad del hielo era estupenda, algo húmedo pero grueso y consistente. La cascada es una sucesión de resaltes con fuerte pendiente y distinta longitud, alternados con pequeñas campas sin apenas inclinación. Todas las reuniones que hicimos estaban montadas a la derecha con cordinos en pinos. Los largos más interesantes son los dos primeros ya que presentan resaltes de hasta 80º, pero con los suficientes resaltes para que el agüelo pudiera tomar un descanso de vez en cuando (¡qué diferencia con Gavarnie!). Aún así en el único paso realmente vertical me puse una vez más nervioso y gorileé sin compasión de los piolets sin prestar la más mínima atención a los pies. David y Abel tiraron los dos primeros largos empalmando en cada uno dos resaltes y agotando casi el total de la cuerda. Yo tiré el 3er largo, el más fácil, con un único resalte de 60º en el que aún tuve que descansar y luego unas rampas en las que subimos casi caminando. En fin, así es el agüelo. El último largo lo tiró de nuevo David. El sol ya empezó a dar sobre la cascada antes de terminar el último largo y cuando estábamos rapelando buena parte de la cascada estaba derritiéndose y lanzando un impresionante manguerazo de agua. Aún así había una cordada que estaba empezando a subir. Las dos cordadas de franceses que empezaron con nosotros se portaron y lejos de intentar adelantarnos nos esperaron en todas las reuniones con infinita paciencia teniendo en cuenta la lentitud del agüelo. No suele ocurrir, así que es justo reconocerlo.
David seguía teniendo mono de esquí y consiguió convencer a Abel para acompañarle en una corta subida hacia el Puerto Viejo mientras yo me quedaba descansando al sol (lamentablemente el sol duró poco y las temperaturas cayeron de nuevo en picado). Menos mal que no tardaron mucho en bajar y pudimos recuperar energías en Escalona: una dieta equilibrada a base de cerveza y huevos fritos.
El sueño del agua, II,3+. Los círculos señalan las reuniones que montamos
David en el L1
Abel en la 2ª tirada
El agüelo subiendo por las gradas del L3
David en el último largo
Vistas desde el final de la cascada
El resultado salino de conducir invierno, había manchas de sal hasta en los cristalesDavid y Abel celebrando una estupenda jornada

martes, 5 de enero de 2010

Excursión por Lizara

El agüelo con el Bisaurín al fondo

Nueva ventana de buen tiempo, nueva salida con los esquís y nueva prueba de paciencia para David. Esta vez a la tradicional alineación se unió también Abel. Cansados de las aglomeraciones del valle de Tena, leáse Formigal, cambiamos el destino inicial del Peygeret por un plan un poco más incierto: el valle de Lizara. Ni Abel ni yo habíamos estado nunca ahí así que no pusimos ninguna pega. Para llegar hasta él desde Zaragoza cogimos la A-132 que pasa por Ayerbe y Riglos hasta Puente la Reina, luego la A-176 que recorre el valle de Hecho y por último la HU-212 que tras atravesar el pequeño pueblo de Aragüés del Puerto nos deja justo en la puerta del refugio de Lizara. Como esta carretera no es una nacional plagada de esquiadores las máquinas quitanieves brillan por su ausencia así que hay que trabajar un poco para poder llegar.
David poniendo las cadenas con la ayuda de Abel

Salida: Intento al Ruaba de Bozo
Fecha: lunes 4 de enero de 2010
Participantes: David "malabarista", Abel e Iñaki "agüelo"
Altitud salida: 1540 m (refugio de Lizara)
Altitud máxima: 2140 m
Desnivel:600 m
Tiempo subida: 2h 15 minutos
Tiempo total:4h 35 minutos
Dificultad: fácil


Hicimos todo el viaje engullidos por una espesa niebla que no nos liberó hasta llegar al refugio. Nuestro ánimo resucitó y después de descartar subir el brillante y atrayente Bisaurín con la compañía de semejante par de paquetes David se resignó y nos encaminó hacia su primer plan: llegar hasta el collado de Bozo y ver qué tal pinta tenía el camino hacia el Ruaba del Bozo. Salimos del refu hacia el este siguiendo la pista de esquí de fondo que pronto dejamos para llegar a una caseta forestal y seguir durante un tiempo el curso del río y subir después por lomas de distinta inclinación que nos dejaron, yo al menos resoplando, en poco más de 1h y 40 minutos en el collado. Seguimos hacia la izquierda, rodeando el Macizo de Bernera en dirección norte y remontando una fuerte pendiente con 3 o 4 zetas llegamos a un rellano con vistas a la Hoya de Aragües. Lo que el guía indio vio, niebla en el monte, un valle llano que no nos iba a aportar nada en la bajada y una nieve costra esperándonos a la vuelta, le hizo replantearse la excursión y decidir que hasta ahí había llegado la caravana. Media vuelta. Nada más llegar de nuevo al collado David y Abel se lanzaron hacia el valle de Aísa para disfrutar al menos de una bajada con nieve en condiciones. Yo sólo pensaba en la subida extra que se iban a hacer y me quedé vigilando el collado junto con un grupete de chicos de mi pueblo con los que compartí un agradable "hamaiketako". David aún tuvo ganas para subir al Pico O'Bozo sin gastar un solo resoplido. La bajada hasta el refugio fue, como David había previsto, laboriosa aunque conseguí no puntuar tanto.

Foqueando por la pista de esqui de fondo, detrás la Sierra de Gabás
Subiendo al collado, al fondo el monte O'Bozo
El agüelo en pleno esfuerzo
Abel en el collado del Bozo, al fondo Llena del Bozo (izda.) y Llena de la Garganta (dcha.)
Vistas desde el O'Bozo: el círculo verde indica el collado,
el rojo el punto donde dimos media vuelta

Abel consiguiendo una vez más girar sin puntuar
De la bajada no hay muchas más fotos porque tanto Abel como yo teníamos la cámara a buen recaudo de nuestras zambullidas en la nieve, pero David grabó algún que otro vídeo.
Han sido dos salidas totalmente distintas: en la primera gozamos de mucha mejor nieve y peor tiempo, pero en esta hemos descubierto un nuevo paraje que pudimos disfrutar casi en soledad y hemos ganado, o sufrido, nuestra primera experiencia con la nieve costra, las rocas y los arbustos. De todas maneras el que mejor se lo pasó fue, sin duda, Abel.
Por supuesto no nos fuimos sin dar cuenta en el refu de unas buenas cerves. En Zaragoza por primera vez en muchas salidas nos esperaba mucho peor tiempo que en el Piri.


domingo, 3 de enero de 2010

Pic d'Estrémère (Pico del Portalet), 2.165 m

Después de 2 días seguidos de esquí, hoy ha tocado día de descanso, o sea, día de lavadoras, cocina e internet. El viernes 1 de enero nos fuimos Abel, Yolanda y servidor a Formigal a estrenar el año mientras la mayoría de los mortales aún estaban descansando de las celebraciones de Noche Vieja. Como ya imaginamos no tuvimos tráfico ni a la ida ni a la vuelta y tampoco nos encontramos mucha gente en las pistas así que no tuvimos que esperar colas en ningún momento. El principal problemilla fue el tiempo: nevadas ligeras y mala visibilidad, no se puede tener todo. Lo mejor las vistas, es un decir porque ver, ver no se vía mucho, de los Pirineos por fin realmente nevados.
Pantano de Lanuza
Al día siguiente Abel y Yolanda querían volver a Formigal, David quería hacer travesía por algún sitio de Panticosa y yo me apunté a ir con él siempre que renunciara a sus exigentes, para un novato paquete como yo, planes iniciales tipo Garmo Negro, etc. Como todos íbamos al mismo valle decidimos ahorrar dinero y petróleo e ir juntos en el mismo coche, en esta ocasión en el de Abel.
A medida que nos acercábamos a Piris nos dimos cuenta que el día iba a ser mejor que el de ayer, pero que tampoco iba a ser estupendo. Aparcamos en Espelunciecha y desde allí salimos en un principio hacia el Peyreget, pero viendo el marrón que había por Francia, le convencí a David para un objetivo mucho más liviano: el Pico Estremere.
Abel y Yolanda a punto ya para iniciar otra jornada de esquí

Salida: Subida al Pico Estremere
Fecha: 2 de enero de 2010
Participantes: David "Malabarista" e Iñaki "el agüelo"
Altitud salida: 1750 m
Altitud máxima: 2160 m
Desnivel: poco más de 400 m
Horario subida: 1h y media
Desnivel acumulado: 680 m
Duración total: 5h y 15 minutos
Dificultad: fácil (al menos con las condiciones de nieve que nosotros tuvimos)

Empezamos a subir un poco antes de las 12 del mediodía, la meteo era imprecisa (cada uno de los diferentes partes que habíamos visto o leído era diferente) y no teníamos ninguna gana de madrugar para nada. El Pico Estremere o Pico de Portalet es un monte que se encuentra justo en la frontera entre Francia y España y nosotros iniciamos la subida nada más cruzar la carretera a la altura de la última rotonda antes de la frontera, siguiendo inicialmente por su vertiente sur la huella hecha por numerosos excursionistas con raquetas que se dirigían al Viejo Puerto de Portalet, hacia el este.
David se puso en cabeza desde el segundo cero, abrió huella toda la subida
Pronto la abandonamos para encaramar unas suaves pendientes hacia el norte que poco a poco se fueron empinando y nos obligaron a hacer las primeras vueltas María.
El agüelo pensando cómo se hacía eso de la vuelta María
Y ahí empezaron mis penurias: sudando, resoplando, estrujando los bastones y con los consejos de David conseguí por fin hacer la primera vuelta. En las diagonales tampoco iba mejor: a pesar de las focas los esquís se me resbalaban sin cesar y no entendía bien las explicaciones pacientes de David sobre echar el peso hacia adelante en cada paso: yo pensaba que eso era precisamente lo que ya estaba haciendo. Salimos por fin a una amplia loma de nieve venteada y continuamos por ella hasta un collado a unos 100 m de la cima donde nace la Canal del Ejecutivo.
David me preguntó si me sentía con ánimo para bajar por ahí!!!!!
Descansé un poco y enseguida nos plantamos en la cima donde apenas permanecimos el tiempo suficiente para sacar un par de fotos, quitarnos las focas, ajustarnos las botas y, en mi caso, reunir la decisión suficiente para iniciar la bajada.
El agüelo en su primera cima con esquís
En vez de seguir el lomo de la subida bajamos por la vaguada que hay a su izquierda (mirando hacia abajo), con bastante pendiente (demasiada me pareció a mí al principio) pero muy ancha. Confirmé los pronósticos de todos: que mi estilo iba a ser el de raya-punto-raya-punto o el también llamado extensión-flexión-ostión. ¿En qué consiste ese estilo? Ahí va una demostración práctica: dentro vídeo.
En vez de hacer una preciosa huella culebreante, yo hacía unas diagonales enormes, flexionaba, giraba y... torta. Cada torta es un punto y yo puntué bastante.
Vistas del Peyrelue (¿para otra salida?), justo en frente del Estremere,
y el Puerto Viejo de Portalet, el llano de abajo.

Seguimos bajando en dirección este hacia el Puerto Viejo de Portalet con poca visibilidad y aquí realicé mi única colaboración útil a la salida: hice de lazarillo durante unos pocos metros a David y a otro chico que nos acompañó en la bajada y así ellos podían ver dónde había mucha nieve blanda y dónde no. Fue también mi único momento de gloria al realizar 2-3 giros sin puntuar. Una vez en el Puerto Viejo torcimos hacia el oeste llaneando todo lo posible para no tener que ponernos las focas. Paramos unos minutos para sentarnos, beber y comer algo y seguimos sin perder mucha altura hasta encontrar nuestra huella de esta mañana y volvimos a subir. Esta vez procuré hacer mejor las cosas: las vueltas Marías seguían siendo torpes pero ya no me cansaba tanto realizándolas, y me di cuenta que si no abusaba tanto de las calzas la propia fijación me obligaba a echarme hacia adelante y ya no me resbalaba en las diagonales. Yo me quedé en el collado (vimos huellas de esquís por el corredor del Mayordomo) y David siguió hacia cima en un rapto de optimismo al vislumbrar un ratillo de buen tiempo. Ese ratillo se alargó hasta el anochecer y nos deparó los mejores momentos de la salida. Esta vez David iba a bajar por la loma donde yo estaba para unirse a mí y e ir juntos el resto de la bajada. Mientras le esperaba tuve todo el tiempo del mundo para prepararme y decidí bajar unos pocos metros por mi cuenta: me lanzo con decisión después de los últimos éxitos del final de la anterior bajada, primer giro y... punto. Me levanté enfadado conmigo mismo, me había frenado demasiado, ¿cómo podía ser tan torpe? Seguí bajando igual de pato unos pocos metros más hasta el colladito de la loma donde cambiámos de vertiente para dirigirnos al punto de partida y allí esperé a David.
David culebreando en la segunda bajada; al fondo la primera cima del Estremere
Entre la loma rocosa y la cima está la pala que bajamos la primera vez
Al cabo de unas cuantas rayas y puntos más con los muslos de las piernas ardiéndome en cada intento de giro, David se dio cuenta de la razón de mis penurias: ¡ESTABA BAJANDO CON LAS FOCAS PUESTAS!!! Novato, paquete y tonto todo en uno.
Seguí aumentando el repertorio de mis caídas hasta el final, pero ya era otra cosa.
El agüelo tras el penúltimo punto, todo rebozado en nieve pero feliz
como un niño después de haber subido y bajado un pico,
por piquillo que sea, con los esquís

De nuevo con los pies en suelo firme pude liberar mi cámara del fondo de mi mochila, donde la había retenido a salvo de la nieve, para poder grabar las mejores vistas del día
El Peyreget (a la izquierda) y el Midí d'Ossau (a la derecha)