domingo, 29 de junio de 2008

El espolón de los navarros

Esta entrada se suponía que debería llevar las etiquetas de música, expo y Alanis Morissette. Ayer era el día del gran concierto, el que estaba esperando desde que se inauguró la expo. Pero la avaricia mató al gato (¿o era la curiosidad?). Quise aprovechar el día para ir a escalar a un sitio cercano, la Peña Telera, para poder llegar a tiempo al concierto. Sin embargo, todo se me puso en contra desde el principio. Se suponía que íbamos a ir sólo Abel y yo. Cuando paso a recogerle a las 6:50 me comenta que se han unido Daniel y un amigo suyo de Jaca, José Antonio. Cuando vamos a buscar a Daniel, me entero de una última adhesión: Paola. Esto ya pintaba mal, muy mal: 2 cordadas por la misma vía, una de ellas de 3 personas... En el cámpin de Sabiñánigo recogimos al último integrante y nos dirigimos hacia Piedrafita de Jaca mientras les martirizaba con una gran recolección de grupos rock de los 70. En Piedrafita, al lado de la fuente, sale una pista que llega hasta el párking (1370 m) habilitado para el parque faunístico de Lacuniacha (un zoo al aire libre), allí una cadena cierre el paso a todos los vehículos no autorizados. La primera sorpresa fue el calor, eran las 09 de la mañana y ya estábamos sudando sin hacer nada. La primera tarea: organizar todo el material. El espolón de los navarros es una vía de escalada clásica, es decir, está en un ambiente de montaña, con una aproximación más o menos larga, y no en una escuela de escalada a pie de coche, tiene varios largos (8 en concreto) y no está totalmente equipada: los seguros no son parabolts, sino clavos, y tampoco hay muchos, en las reuniones y alguno que otro desperdigado por la vía para orientar a los escaladores (en este caso los pasos más difíciles estaban bien protegidos). Lo cual significa que tenemos que llevar nosotros los seguros: un juego completo de fisureros y de friends (mejor si repetimos alguno de los más pequeños) y una docena de cintas largas. Toda esta "chatarra" pesa mucho y hay que intentar equilibrar el peso de todas las mochilas para que nadie sufra más que otro.
La jornada presentaba varias incógnitas:
1 ¿llegaría a tiempo para el concierto? A cada paso que dábamos más clara era la evidencia de que no y más grande era mi enfado. Esta idea me machacaba el ánimo hasta que llegado a un punto liberé mi cabeza y empecé a disfrutar del inmenso paisaje y de la escalada.
2 la dureza de la vía: la dificultad de la vía es de MD (muy difícil), es decir, V+/6a, pero de escalada clásica: roca mediocre, sin parabolts, mucho ambiente... Quizás demasiado severa para la mayoría. Sólo Abel y Dani tenían suficiente experiencia y calidad para escalarla con garantías. El resto éramos unos paquetes. Yo formé cordada con Abel y José Antonio y Paola con Dani. Esta última cordada quedó demasiado descompensada como se vio finalmente.
3 el estado del paso horizontal: en esta zona tan expuesta se acumula gran cantidad de nieve y cualquier resbalón supone una caída mortal, y
4 el estado de la bajada por la normal: la canal tenía mucha nieve y si estaba muy dura el descenso sin piolets y sin crampones supondría un gran riesgo.
de izda a dcha: Daniel, Abel, Paola y José Antonio en la pista camino al ibón
desde la pista, de izda a dcha: Corona del Mallo, Peña Parda o Peña Cobacherizas y Peña Telera
No contaba con otra incógnita que surgió a las primeras de cambio: ¿llegaría a pie de vía? En cuanto el camino abandonó la cómoda pista, dejamos atrás al ibón de Piedrafita (1610 m) y encaramos las primeras cuestas, empecé a jadear como un perro y tenía que pararme cada pocos pasos para coger un poco de aire.
Ibón de Piedrafita, al fondo: los Infiernos
En cuanto llegamos al falso llano (aprox. 2000 m) tuve que sentarme a descansar durante unos minutos. Este pequeño circo está rodeado por una gran muralla de piedra donde se encuentra la canal por donde discurre la vía normal de subida a la Peña Telera y nuestra vía. El espolón de los navarros es muy evidente, es como la proa de un barco que sobresale ampliamente de la muralla. En invierno, si hay suerte, se forman una par de cascadas de hielo para delicia de los amantes de esta modalidad del alpinismo: el corredor Helena a la izquierda del espolón y el Watade, a la derecha.
Aquí dejamos las mochilas y empezamos a subir el embudo de piedras que da acceso a la vía.
La vía fue abierta en los años 70 y tiene muy poco equipación. Eso sí, todas las reuniones menos una tienen 2 clavos, aunque alguno bastante roñoso. A la vía se accede por una travesía a lo largo de una vira que comienza en el nevero y que lleva a la primera reunión, R0, justo debajo de un techo.
Croquis de la vía
El primer largo sube un pocos metros, bien protegidos por un par de clavos, directamente hacia el techo y luego lo esquiva por la izquierda mediante una estrecha fisura hasta acabar justo encima del techo.
Abel en el primer largo, ¿a qué no hay para pasar por el techo?
En el 2º largo hay que salir hacia la izquierda, hasta un clavo, en busca de un diedro fácil que no se ve desde la reunión. Finalizado el diedro se sube unos pocos metros por una pendiente de hierba hasta la R2.
Abel la comienzo del largo 3
El largo 3 sube directamente entre bloques y después de salvar un pequeño extraplomo se llega a la R3.
El agüelo entre los bloques del 3er largo
Desde ahí hay que salir a por una chimenea evidente justo enfrente de la reunión. Es un largo muy corto pero en el que hay que tener mucho cuidado para no embarcarse, como hicimos nosotros a pesar de que en el croquis lo indicaba claramente: a la izquierda de la R3 hay una salida también muy evidente con un clavo que además te da una falsa confianza de que vas por el buen sitio y sin embargo a los pocos metros acabas en una placa lisa cortada por dos fisuras verticales sin apoyos para manos o pies. No sé cómo consiguió pasar por ahí Abel, aún sigo maravillado, yo en cuanto no puede ya hacer oposición con la pierna izquierda me agarré a una de las cuerdas y tiré para arriba con el más fino estilo de aceraje.
Abel en la 4ª reunión después de haber pasado por el difícil embarque
El 5º largo comienza por un diedro inclinado que acaba en unas gradas que terminan en una amplia repisa en la que se encuentra la reunión (hay que buscarla dirigiéndose hacia la derecha). Hasta aquí tardamos 4 horas. Los siguientes 2 largos son los más bonitos de esta estupenda vía: diedros verticales, extraplomados a veces, con un ambiente increíble. Ya no se va por el filo del espolón, sino por la derecha.
Por los impresionantes diedros del 6º largo
Hay que salir en busca de una placa que sobresale de la pared y que conecta con un diedro que se sigue hasta el final, donde una vez superado se encuentra la 6ª reunión. El siguiente largo sigue por otro diedro interrumpido por varios bloques inestables y que termina en un extraplomo que nos deja en la 7ª reunión.
Abel al comienzo del 7º largo, con su típica y fina manera de escalar
Una muestra del magnífico ambiente de estos largos
El último largo tiene dos variantes: seguir por la repisa hacia la izquierda para luego girar y subir fácilmente hasta la cima, y la variante original que sube directamente por encima de un gran bloque a través de un diedro sin muchos agarres, naturales quiero decir, porque hay un par de clavos que te salvan la vida: los aceras y ya está, o casi. A ver si Abel me pasa las fotos que le hice con su cámara (a mi se me terminaron las baterías en la quinta reunión).
Abel en la nevera del último largo, al fondo: los Infiernos
Por fotos como esta me tendría que pagar; ojo con el clavo que los 2 aceramos
Alucinantes vistas de la cascada del Watade desde la R7
Una vez en la cima dimos rienda suelta a la tensión acumulada durante la escalada: abrazos y fotos a tutiplén.
La otra cordada no empezó bien, iban demasiado lentos, se embarcaron varias veces y al final tomaron la decisión adeacuado se bajaron desde la 4ª reunión.
Una vez pasada la alegría y recogido todo el material nos dirigimos hacia el paso horizontal, el siguiente punto conflictivo de la actividad. Había nieve, no mucha, pero la suficiente para crear peligro.
El agüelo en el paso horizontal, al fondo el Corona del Mallo
Flanqueando el paso horizontal por la rimaya
Afortunadamente pudimos atravesarlo por el hueco de la rimaya sin mayores problemas hasta llegar al collado. Unos primeros pasos con precaución (a falta de un buen piolet Abel llevaba en la mano la maza y yo el sacafisureros), nos convencieron de que la nieve de la canal estaba en muy buenas condiciones y bajamos sin dificultad clavando fuertemente los talones. Eso sí, acabamos con las botas, en mi caso, y las zapatillas, en el de Abel, totalmente empapadas.
Bajando la canal
Al llegar al falso llano nos dimos cuenta que Dani y compañía aún no habían bajado :después de algo más de 3h aún estaban en la segunda reunión. Y ahí estuvieron sin hacer nada aparentemente durante 15 minutos. A base de gritos nos aseguraron de que todo iba bien. Les esperamos hasta que al final terminaron de bajar (ya estábamos empezando a preocuparnos), comimos algo (no nos habíamos llevado nada a la boca más que unas chocolatinas desde el desayuno) y seguimos bajando antes de que se nos hiciera de noche. Llegamos al coche pasadas las 22:10 y la devolución del material tuvimos que hacerla en plena oscuridad.
Intentamos parar a comer en el bar Mi casa en Sabiñánigo, pero a las 23:30 era realmente difícil encontrar ningún sitio con la cocina abierta. Dani encontró la única solución posible: la gasolinera de Foz de Ipiés: unos sandwitches y unas latas de cerveza. Escasa celebración para tan impresionante vía. Una pena que la roca esté tan rota, aunque de una gran adherencia, porque si no sería una gran clásica en un entorno igualmente impresionante. Menos mal que en la nevera de mi casa sí que tenía alguna cerveza digna de la actividad.
Infiernos al anochecer
Datos:
hora despertar: 06:30-hora acostar: 02:35
hora salida de casa: 06:40-hora llegada a casa: 01:55
hora empezar a andar: 09:30-hora vuelta al coche: 22:20
duración de la actividad: casi 13 h
duración aproximación hasta pie de vía: 2:30 h
duración escalada: 6:15 h

Hoy me he levantado con unas cuantas rozaduras y cortes más en las manos y en las piernas, con un dolor y un cansancio generalizado (nada que no se cure con un día de descanso) y también con una sensación de nostalgia, de levedad del ser (si se me permite la pedantería) mucho más difícil de eliminar (quizás con la victoria esta noche de España frente a Alemania, quizás). Hoy estoy sentado en el sillón de mi casa escribiendo esta entrada, bien cómodo con el aire acondicionado, bien relajado escuchando a Aly Bain y Phil Cunninghan y ayer estaba primero cansado en la aproximación, sin resuello, agobiado por el calor y con el sudor goteando por el pelo, más tarde sentía el miedo a caerme, el vértigo de la verticalidad, , el subidón de adrenalina al superar un paso difícil... ¡Qué efímero es el presente!

"¿A dónde van las palabras
que no se quedaron?
¿A dónde van las miradas
que un día partieron?
¿Acaso flotan eternas
como prisioneras de un ventarrón
o se acurrucan entre las rendijas
buscando calor?
¿Acaso ruedan entre los cristales
cual gotas de lluvia que quieren pasar?

¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
y ¿a dónde van,
a dónde van?"

Silvio Rodríguez


viernes, 27 de junio de 2008

Una voz americana

Anoche, después de ver cómo España goleaba a Rusia en las semifinales de la Eurocopa decidimos exprimir una vez más el pase de temporada de la expo y escuchar a una cantautora estadounidense de voz preciosa. Unas veces delicada, otras arrebatadora. El concierto era las 00.30, de nuevo en el Balcón de la música, así que no podíamos perder el tiempo. Tras el pitido final a correr para hacer los bocadillos para la cena, ducharse y salir a coger el autobús. Con lo que no contábamos era con las celebraciones por la victoria: la avenida Independencia estaba cerrada y los recorridos de los autobuses cambiados. Debido a esto perdimos una vez el transbordo, pero enseguida vino el siguiente y llegamos sin problemas a la puerta del Ebro.
Esta vez habían puesto sillas delante del escenario, pero como en la vez anterior, había muy poca gente, por lo que pudimos sentarnos en primera fila y hacer unas fotos decentes. Aún tuvimos tiempo de comernos los bocadillos mientras Dayna Kurtz y su pianista afinaban y hacían pruebas de sonido. El concierto se suponía que iba a durar sólo 45 minutos, pero se alargó hasta la hora y cuarto: todo un regalo, porque la voz de esta cantante es cautivadora y muy personal. Tocó temas suyos y versiones de canciones americanas, mezcla de country y blues. Ni siquiera el fuerte viento, ni los fuegos artificiales que sonaban por doquier pero que no se veían por ningún lado, ni unos maleducados que no paraban de hablar y reír en mitad de las interpretaciones, (no entiendo a esta gente: ¿para qué se van a un concierto si no van a escuchar más que sus propias risas?), consiguieron eliminar la magia de su música. La pena, como siempre, es que la mayoría del escaso público no entendía inglés, así que la comunicación con ella no fue muy fluida, a pesar de que lo intentó varias veces.
Las fotos están un poco movidas, en parte porque no llevaba trípode y tuve que apoyarme donde pude, y en parte porque Dayna obviamente no era una estatua.
Para darle aún más ambiente a la noche, cayó una pequeña tormenta que nos remojó de camino de vuelta al autobús.
Y mañana Alanis Morrisette (lo siento Carlos, no puedo acompañaros al Balaitus).

Estreno en Morata

Bueno, por fin, estoy escribiendo esta entrada. Se me acumularon muchas actividades esos días y no tuve tiempo de colgar las nuevas y completar las antiguas. Ahora estoy de vacaciones, tengo más tiempo libre y ninguna excusa.
El domingo 22 de junio, ¡uf! hace casi un mes, quedé con César para ir a escalar a Morata de Jalón y que viera lo distinto que es escalar en un rocódromo donde se ven todas las presas (otra cosa es que puedas llegar a ellas o puedas colgarte de ellas) a escalar en pared donde tienes que buscar las presas porque no suelen ser evidentes (especialmente en placa). Le llamé también a Rubén y así César podría ver a alguien que escala decentemente. Además Rubén estaba muy motivado en esa época y se atrevía con todo.
Hacía un calor tremendo a pesar de ser bastante temprano y nos fuimos al sector de la boina porque le daba la sombra. Empezamos con un par de vías que no aparecen en la guía: la situada más a la izquierda es la más sencilla, 4-4+, y César no tuvo ningún problema en subirla. La siguiente vía tiene una entrada peleona
que le costó un par de intentos sacarla, pero luego el resto lo hizo de un tirón
Antes de que nos diera el sol aún tuvimos tiempo de atacar otra vía más en el mismo sector, Te veo preto, 6a, que abrió Rubén: sufrió para superar un paso, al final tuvo que descansar de la chapa para examinar todas las posibilidades y terminó la vía con mal sabor de boca.
Yo lo intenté también y fracasé igualmente en el mismo sitio. Un paso incómodo, que tira un poco hacia atrás y donde no tienes ni muchos ni buenos agarres. Si no, no sería 6a. Nada más pasarlo, en cuanto te encaramas a una pequeña repisa para pies, aún queda otro pasito: una mano izquierda roma, roma, un pie izquierdo romo, romo, y ale, para arriba en busca de un buen agarra para la mano derecha. Me lo tuve que pensar un par de veces porque el paso no inspiraba mucha confianza. Pero, oye, salió a la primera.
César en el sector final, ¡tirando de un monodedo!
Rubén quiso quitarse la espina y volvió a intentarlo de nuevo y esta vez sí: superó el paso y encadenó la vía. Justo a tiempo porque el sol ya nos estaba recalentando la azotea.
Después de echar un vistazo a los sextos del puente de roca, nos fuimos a Villadiego, un sector muy tranquilo al final del sendero que rodea al puente de roca. Estaba en sombra y vacío, genial. Rubén quiso rizar el rizo y se lanzó a por un 6b: El que se fue a Melilla perdió su pescadilla. Sufrió y sufrió, estuvo a punto de caerse, pero lo consiguió: un crack. La entrada ya es jodida: hay un pequeño nicho para el pie, pero no hay más que minúsculos agarres para las manos. Así que hay que lanzarse rápido a por unos agarres mejores que quedan bastante altos. César lo intentó también y a la segunda y ayudado un poco por nosotros consiguió pasar. En seguida se llega a una repisa inclinada, incómoda, que no te deja sacar las manos a la pared. Hay que equilibrarse con cuidado y ahora viene lo mejor: agarrados a una buena fisura con la mano derecha, hay que despatarrarse (pie derecho en un garbancillo y pie izquierdo bien arriba haciendo oposición en una lajilla). A Cédar le daba la risa. Porque ahora es cuando tocaba soltarse de ese agarre tan bueno e ir a coger una regletilla mínima, donde no entraba ni siquiera la primera falange entera, y tirar de ella para subir pies. Aquí fue donde casi se cayó Rubén, donde se quedó César y donde me caí yo. Pero al menos lo saqué a la segunda, eso sí con la cuerda por arriba.
Ioz en el paso duro
Después de este esfuerzo estaba claro que la jornada se había terminado y que no quedaba más opción que ir al bar La Plaza a reponer fuerzas y sales.

Estreno de la expo

Domingo 15 de junio. Me paso todo el día mirando la agenda de conciertos de la expo y apuntando los más interesantes. Esta noche actúan a las 00:30 The Bellrays, un grupo californiano que hace una mezcla de punk y blues. Era la excusa perfecta para ir a extrenar la expo. La duda era cómo. Vivo en la otra punta de Zaragoza, en el barrio de San José que está en la zona SE de la ciudad, mientras que el meandro de Ranillas está en la zona NO. Los parkins para coches son muy caros, 12€ (independientemente de si estás una hora o si estás el día entero), así que miro el mapa de autobuses. Han creado muchas líneas nuevas solo para la expo, prácticamente hay un bus que llega a la expo desde cada barrio, y han modificado otras. No hay ninguna que pase cerca de mi casa, así que toca hacer transbordo para coger el bus expo4, que cruza el Ebro por el puente de hierro y me lleva por una serie de barrios totalmente desconocidos. Soy el único viajero del bus. No puedo evitar pensar que si le pasara alguna avería al autobús no sería capaz de volver a casa. Por fin sale a una zona conocida y poco después me deja en la puerta norte del recinto.

La entrada norte y la torre del agua
Torre del agua
Nada más entrar avisan por megafonía que el concierto se retrasa media hora, así que tengo tiempo para pasear un poco y empiezo por el pabellón puente.
Precioso, si no te vas fijando en los detalles: bordes mal pintados, cristales mal colocados o ¡¡¡paneles pegados con cinta adhesiva!!!!
Después me dediqué a buscar el lugar del concierto, el balcón de las músicas. Cuando por fin lo encontré no había nadie, así que seguí con mi paseo buscando un sitio agradable donde cenar el bocadillo que me había traído. Bajé hasta el río donde hay varias mesas y una estupenda vista.
La pasarela del voluntariado y al fondo el Pilar
A la 01:00 seguía muy desangelado el escenario del concierto, sólo unos pocos grupos sentados en el suelo, aislados y dispersos, esperando el comienzo. Al poco salió el grupo y todos nos concentramos en la primera fila sin empujones ni peleas, porque la verdad es que casi cabíamos todos en una única fila. El ambiente no podía ser más triste: una treintena de personas a unos pocos metros de los músicos. Estábamos tan cerca todos que pudimos hacerles fotos sin ningún problema. Supongo que ellos se decepcionaron tanto como yo, pero supieron sobreponerse y montar un concierto más que digno. Desde luego su música no era para convocar sólo a estos 4 gatos que estábamos allí, pero es lo que había. Le pusieron oficio y tocaron como si delante tuvieran a un gran público y nosotros enseguida empezamos a botar y a bailar sus brutales canciones una vez pasado el shock de ver las pintas que traían:
El bajo con pintas punky, el bateria con pantalón corto y cinta elastíca en la cabeza, El guitarra con gafas de pasta
y la cantante... buah, tremendamente elegante!!!
La música era otra cosa: impactante, brutal, sonaba como un cañón. Un tema tras otro, sin descanso, sin apenas presentaciones. Supongo que con ganas de acabar. Aún salieron a hacer un bis antes de desaparecer de esta expo que tan friamente les había acogido. Un desperdicio de música sonando en el vacio.




El más agüelo entre los agüelos

¡Iba a ver a Bob Dylan! Esta era una de las emociones que sentía mientras viajaba por el 4º cinturón camino a la Feria de Muestras en uno de los autobuses que la organización había contratado para transportar al público desde el pabellón de deportes Príncipe Felipe. No siempre se tiene la ocasión de ver a uno de los grandes del rock en tu ciudad y menos por sólo 8€ (para los que teníamos pases permanentes para la expo y se sacaba con anticipación en los cajeros de Ibercaja). Pero era una emoción sin grandes excitaciones, sin palpitaciones ni sofocos. Tenía la desasogante inquietud de que iba a ser un concierto aburrido. ¡Qué equivocado estaba!
El bus nos dejó en el mismo recinto. Unas pequeñas colas de entrada y ya estaba dentro. En cuanto me acerqué al escenario vi a una pareja de amigos de Mariví, Marian y Lucho, con los que me quedé todo el concierto (no sé si les molestó). La hora de comienzo se pasó y se pasó y no salía el telonero, Pedro Javier Hermosilla. Cuando por fin lo hizo, ya estábamos cansados y no fue muy bien recibido por parte del público, especialmente porque muchos pensaron que estaba haciendo play-back. El tipo se vino sólo con su guitarra y un aparatejo con el que grababa un base rítmica bien con su guitarra bien con su voz y luego la reproducía mientras el actuaba en directo. Esto es al menos lo que entendí después de las esplicaciones del cantante y de Lucho. No estuvo mal, hizo cosas muy curiosas. Sólo interpretó 4 temas y se retiró para que disfrutáramos del concierto de Dylan, que no tardó en salir con su banda: todos de negro y con sombrero.
A pesar de que no permitían la entrada cámaras fotográficas al concierto, ni siquiera los periodistas, mucha gente consiguió colarlas (el registro de los bolsos y mochilas no fue muy exhaustivo). Yo me tuve que resignar con mi móvil.
La banda fue presentada por una voz en off y Dylan no dijo nada en todo el concierto, seco como él suele ser. No presentó ninguna de las canciones, ni siquiera la que donó para convertirla en el himno de la expo (A hard rain's a-gonna fall). La banda fue desgranando una a una las viejas canciones de Dylan, con un sonido estupendo y un ritmo rockero brutal. Sólo la interpretación de 2 o 3 baladas consiguió romper este ritmo. La mejor banda de rock que he visto en tiempos, apesar de que la voz de Dylan ya no es apenas voz. Casi no pude reconocer ningún tema porque siguiendo su costumbre Dylan los retoca y los renueva constantemente. Únicamente gracias a los estribillos pude identificar a un pequeño puñado de archiconocidas canciones.
Tuvo la deferencia de hacer un par de bises y Dylan se fue tal cual vino, casi sin darnos cuenta. Y ahora tocaba salir de ahí, en mitad del follón que se organizó. Marian y Lucho se ofrecieron a bajarme en coche, tardamos cerca de 15 minutos en salir del atasco.
Según el periódico que leyeras al día siguiente habíamos estado entre 5000 y 12000 personas, y no podía dejar de preguntarme: ¿y dónde estaban las otras 600000 que hay en Zargoza? ¿Cómo pudieron perderse un espectáculo semejante? ¿Cuántos de ellos irán a ver a los triunfitos?
País.
En esta web podéis encontrar el listado de temas que interpretaron a lo largo del concierto:
http://www.adn.es/politica/20080624/NWS-0064-concierto-Zaragoza-expo.html
Y en este vídeo casero grabado con el móvil, la última canción: Like a rolling stone.

El violinista escocés


El problema de escribir pasado tanto tiempo del evento narrado es que las emociones que se disfrutaron se han disipado enormemente. Ese martes 3 de junio queda ya muy lejos, ¡hace 3 semanas! Y han pasado tantas cosas en estas 3 semanas: fin de curso, examen de oposiciones (mi única excusa para tanta desidia), escaladas, conciertos... Y sin embargo, la sutileza, la delicadeza de la música que Alasdair Fraser (violín) y Natalie Haas (chelo) interpretaron en el Teatro Principal de Zaragoza aún perdura. Alasdair Fraser es de Escocia y lleva años interpretando viejas melodías celtas del folklore escocés y temas nuevos junto a su grupo Skyedance. Tiene pinta de bonachón, con su cara hinchada y rojiza, regordete, bajito... Cualquiera puede imaginárselo en la esquina de un pub tocando su inseparable violín. Se mostró abierto y bromista durante el concierto e incluso intentó con infinita paciencia enseñar a la audiciencia a llevar el ritmo con los pies en uno de los bises: fue un desastre. Natalie Haas es una joven chelista americana que cambió sus estudios clásicos por la música celta en el transcurso de un curso dirigido por el propio Alasdair. Desde entonces parace que ha dedicado a investigar la potencialidad del chelo como instrumento rítmico en los temas celtas tocados con violín. Y a tenor de lo que oímos, está claro que lo ha conseguido. Ambos instrumentos e intérpretes se armonizaban a la perfección y abarcaron tanto temas de una delicadeza extrema que te transportaban a los verdes valles de las Tierras Altas, como canciones vibrantes y enérgicas (como la del intento de aprendizaje de bailes escoceses) que invitaban a levantarse del asiento y botar como si estuvieras en un pub (cosa que nuestros vecinos de asiento hicieron).
La puesta en escena no podía ser más austera: dos artistas en el escenario, una cortina negra de fondo, una silla y una iluminación ténue. Allí no había sitio para nada más: ni teces bronceadas, ni coros, ni ombligos al aire, ni musculitos, ni gominas resplandecientes, ni videomontajes, ni mercadotecnia. No era necesario: la música, su música, llenaba el casi vacío teatro.
El vídeo está sacado de youtube, es de un concierto en Boston. El tema es Frank´s Reel, de su álbum Fire and Grace:

miércoles, 25 de junio de 2008

Minirecorrido por la Sierra de Algairén

El lunes 2 de junio salí con los alumnos a hacer el mismo recorrido por el valle del río Tiermas. Todo apuntaba al desastre. Este año por fin ha habido una primavera que merezca ese nombre y no ha parado de llover cada semana, este último finde también. Me acosté el domingo preparándome para lo peor: que amaneciera lloviendo y que no acudiera ningún alumno al punto de encuentro. Las nubes que vi nada más levantarme no consiguieron eliminar mi pesimismo. Por lo menos, aún no había empezado a llover. Al parecer mis alumnos confiaban más que yo en el buen tiempo porque estaban todos allí, esperando al autobús. Yo creo que aunque hubiera estado nevando habrían acudido, cualquier cosa antes que ir a clase. Pues nada, todos al bus. Como iban medio dormidos el viaje hasta Alpartir se les hizo corto. Nada más bajar, a organizar los grupos de trabajo: el objetivo es que consiguieran identificar y fotografiar las plantas medicinales que habían trabajado en clase. Al principio se lo tomaron en serio:
Nada más salir del pueblo se lanzaron a buscar plantas. Pero pronto tuvimos que cruzar el río Tiermas y la parte lúdica se impuso por completo al aspecto didáctico y se olvidaron por completo del trabajo:
Cuando vas con alumnos hay que hacerse a la idea de que hay que parar para almorzar y para comer.
Así que teniendo en cuenta el tiempo de estas paradas, más el tiempo para mirar y fotografiar las plantas y asumiendo la mala forma física de buena parte de los alumnos decidí acortar sensiblemente el recorrido de la excursión. De hecho ni siquiera llegamos al final del valle. Paramos a comer antes y nos dimos la media vuelta. El valle, precioso.
Para rematar la salida y que no falte de nada se puso a llover a una hora de llegar al autobus.
Menos mal que todos vinieron preparados y nada más llegar se cambiaron todos de ropa. Al final, una salida estupenda: los alumnos aprendieron algo de botánica, espero, el camino anegado de agua puso el punto de diversión y el ambiente fue estupendo. Tanto, que apenas preguntaron que cuánto falta.