Bueno, por fin, estoy escribiendo esta entrada. Se me acumularon muchas actividades esos días y no tuve tiempo de colgar las nuevas y completar las antiguas. Ahora estoy de vacaciones, tengo más tiempo libre y ninguna excusa.
El domingo 22 de junio, ¡uf! hace casi un mes, quedé con César para ir a escalar a Morata de Jalón y que viera lo distinto que es escalar en un rocódromo donde se ven todas las presas (otra cosa es que puedas llegar a ellas o puedas colgarte de ellas) a escalar en pared donde tienes que buscar las presas porque no suelen ser evidentes (especialmente en placa). Le llamé también a Rubén y así César podría ver a alguien que escala decentemente. Además Rubén estaba muy motivado en esa época y se atrevía con todo.
Hacía un calor tremendo a pesar de ser bastante temprano y nos fuimos al sector de la boina porque le daba la sombra. Empezamos con un par de vías que no aparecen en la guía: la situada más a la izquierda es la más sencilla, 4-4+, y César no tuvo ningún problema en subirla. La siguiente vía tiene una entrada peleona
que le costó un par de intentos sacarla, pero luego el resto lo hizo de un tirón
Antes de que nos diera el sol aún tuvimos tiempo de atacar otra vía más en el mismo sector, Te veo preto, 6a, que abrió Rubén: sufrió para superar un paso, al final tuvo que descansar de la chapa para examinar todas las posibilidades y terminó la vía con mal sabor de boca.
Yo lo intenté también y fracasé igualmente en el mismo sitio. Un paso incómodo, que tira un poco hacia atrás y donde no tienes ni muchos ni buenos agarres. Si no, no sería 6a. Nada más pasarlo, en cuanto te encaramas a una pequeña repisa para pies, aún queda otro pasito: una mano izquierda roma, roma, un pie izquierdo romo, romo, y ale, para arriba en busca de un buen agarra para la mano derecha. Me lo tuve que pensar un par de veces porque el paso no inspiraba mucha confianza. Pero, oye, salió a la primera.
Rubén quiso quitarse la espina y volvió a intentarlo de nuevo y esta vez sí: superó el paso y encadenó la vía. Justo a tiempo porque el sol ya nos estaba recalentando la azotea.
Después de echar un vistazo a los sextos del puente de roca, nos fuimos a Villadiego, un sector muy tranquilo al final del sendero que rodea al puente de roca. Estaba en sombra y vacío, genial. Rubén quiso rizar el rizo y se lanzó a por un 6b: El que se fue a Melilla perdió su pescadilla. Sufrió y sufrió, estuvo a punto de caerse, pero lo consiguió: un crack. La entrada ya es jodida: hay un pequeño nicho para el pie, pero no hay más que minúsculos agarres para las manos. Así que hay que lanzarse rápido a por unos agarres mejores que quedan bastante altos. César lo intentó también y a la segunda y ayudado un poco por nosotros consiguió pasar. En seguida se llega a una repisa inclinada, incómoda, que no te deja sacar las manos a la pared. Hay que equilibrarse con cuidado y ahora viene lo mejor: agarrados a una buena fisura con la mano derecha, hay que despatarrarse (pie derecho en un garbancillo y pie izquierdo bien arriba haciendo oposición en una lajilla). A Cédar le daba la risa. Porque ahora es cuando tocaba soltarse de ese agarre tan bueno e ir a coger una regletilla mínima, donde no entraba ni siquiera la primera falange entera, y tirar de ella para subir pies. Aquí fue donde casi se cayó Rubén, donde se quedó César y donde me caí yo. Pero al menos lo saqué a la segunda, eso sí con la cuerda por arriba.
Después de este esfuerzo estaba claro que la jornada se había terminado y que no quedaba más opción que ir al bar La Plaza a reponer fuerzas y sales.
Hacía un calor tremendo a pesar de ser bastante temprano y nos fuimos al sector de la boina porque le daba la sombra. Empezamos con un par de vías que no aparecen en la guía: la situada más a la izquierda es la más sencilla, 4-4+, y César no tuvo ningún problema en subirla. La siguiente vía tiene una entrada peleona
que le costó un par de intentos sacarla, pero luego el resto lo hizo de un tirón
Antes de que nos diera el sol aún tuvimos tiempo de atacar otra vía más en el mismo sector, Te veo preto, 6a, que abrió Rubén: sufrió para superar un paso, al final tuvo que descansar de la chapa para examinar todas las posibilidades y terminó la vía con mal sabor de boca.
Yo lo intenté también y fracasé igualmente en el mismo sitio. Un paso incómodo, que tira un poco hacia atrás y donde no tienes ni muchos ni buenos agarres. Si no, no sería 6a. Nada más pasarlo, en cuanto te encaramas a una pequeña repisa para pies, aún queda otro pasito: una mano izquierda roma, roma, un pie izquierdo romo, romo, y ale, para arriba en busca de un buen agarra para la mano derecha. Me lo tuve que pensar un par de veces porque el paso no inspiraba mucha confianza. Pero, oye, salió a la primera.
Rubén quiso quitarse la espina y volvió a intentarlo de nuevo y esta vez sí: superó el paso y encadenó la vía. Justo a tiempo porque el sol ya nos estaba recalentando la azotea.
Después de echar un vistazo a los sextos del puente de roca, nos fuimos a Villadiego, un sector muy tranquilo al final del sendero que rodea al puente de roca. Estaba en sombra y vacío, genial. Rubén quiso rizar el rizo y se lanzó a por un 6b: El que se fue a Melilla perdió su pescadilla. Sufrió y sufrió, estuvo a punto de caerse, pero lo consiguió: un crack. La entrada ya es jodida: hay un pequeño nicho para el pie, pero no hay más que minúsculos agarres para las manos. Así que hay que lanzarse rápido a por unos agarres mejores que quedan bastante altos. César lo intentó también y a la segunda y ayudado un poco por nosotros consiguió pasar. En seguida se llega a una repisa inclinada, incómoda, que no te deja sacar las manos a la pared. Hay que equilibrarse con cuidado y ahora viene lo mejor: agarrados a una buena fisura con la mano derecha, hay que despatarrarse (pie derecho en un garbancillo y pie izquierdo bien arriba haciendo oposición en una lajilla). A Cédar le daba la risa. Porque ahora es cuando tocaba soltarse de ese agarre tan bueno e ir a coger una regletilla mínima, donde no entraba ni siquiera la primera falange entera, y tirar de ella para subir pies. Aquí fue donde casi se cayó Rubén, donde se quedó César y donde me caí yo. Pero al menos lo saqué a la segunda, eso sí con la cuerda por arriba.
Después de este esfuerzo estaba claro que la jornada se había terminado y que no quedaba más opción que ir al bar La Plaza a reponer fuerzas y sales.
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