domingo, 24 de mayo de 2009

Perdiguera y Monteoscuro

Otro finde sin escalar, dando descanso al magullado tendón del pulgar derecho. Otro finde que aprovecho para hacer cosas que no hago desde hace tiempo. Desde que la escalada me consume casi todo mi tiempo libre, especialmente los fines de semana.
Ayer salí con unos compañeros del instituto a andar en bici. Agustín ya me había invitado a la salida hace semanas, así que he tenido suerte de que coincidiera con mi obligado descanso escalador. Es una salida que organizan todos los años por estas fechas. El objetivo último es una comida a todo trapo en una casa perdida en la Sierra de Alcubierre, en Monteoscuro. La comida se suele unir con la merienda y ésta con la cena, sin descanso. Acuden profesores actuales y pasados, jubilados, señoras y demás familia, incluidos algunos niños: una comida campestre en toda regla. La mayoría acuden en coche, pero algunos "animados" lo hacen en bici y Agustín consiguió convencerme para que me apuntara a este último grupo. La ruta consistía en llegar a Perdiguera por la carretera A-129 que se coge en Santa Isabel y de allí enlazar con una pista que tras 8 km nos dejaba en la caseta. La jornada parecía temible: 20 km cuesta arriba hasta Perdiguera, más otros 8 por pista, por 2... ¡puf, demasiados kilómetros!
Así que a comienzo de semana llevé la bici a que le dieran un repaso en profundidad y el miércoles salí por mi cuenta a entrenar un poco el culo (me dediqué a descubrir caminos, como el que recorre el Gállego hacia arriba). La prueba no fue mal, pero no me hice ilusiones: el camino había sido prácticamente llano.
Salimos a pasadas las 9 cuatro valientes sólo: Agustín, Nacho, Pepe y yo, el más joven y el más hecho polvo. El tiempo: impredecible, nublado, amenazando lluvia a cada instante, fresco. Los primeros kilómetros hasta que se abandona Santa Isabel fueron incómodos debido al tráfico, hay que estar siempre pendiente ya que los coches pasan demasiado cerca. El tramo de carretera fue mucho más tranquilo, especialmente hasta Villamayor ya que el terreno era prácticamente llano. Pero a partir de ahí todo cambió, la salida del pueblo ya me puso las pilas y las piernas como piedra. Y lo que estaba por venir aun era peor: hasta casi llegar a Perdiguera todo fue una continua cuesta con unos pocos descansos. Iba metiendo cada vez un piñón mayor hasta que ya no me quedó ninguno. Los otros 3 me dejaron al frente para que fuera al ritmo que pudiera y así fueron todo el viaje, charlando tranquilamente mientras yo me desfondaba a cada paso. Conseguí llegar a Perdiguera sin bajarme de la bici, lo cual fue todo un éxito, visto lo visto. Tardamos 1h y 20', un poco menos de lo que Agustín había previsto. Descansamos casi media hora en casa de un profesor jubilado del insti mientras esperábamos a que se nos unieran más participantes.
Dos de los 4 valientes: Nacho y Pepe en Perdiguera
Agustín se dio la vuelta allí para poder llegar a tiempo a una comida familiar, pero Antonio, otro jubilado, y Eusebio se nos unieron para llegar en bici hasta el lugar de la comilona. Lo que nadie me había advertido es que la pista era una cuesta continua, mantenida, sin mucha pendiente en la mayor parte del recorrido, pero sin conceder descanso y con un par de zonas aún más pendientes donde no tuve reparos en bajarme y recorrerlas a pie antes de que el corazón se me saliera por la boca: al próximo que me diga mientras escalamos eso de "haber escogido BTT" me lo como. Los otros 4 tuvieron que esperarme en más de una ocasión para que no me perdiera en los pocos desvíos que tenía la pista. Adelantamos a un pequeño grupo de valientes que recorrían la pista andando para abrir apetito. Las bajadas tampoco era una gozada con tanto bote y con un sólo freno, el de atrás (una de las pastillas delanteras saltó a los pocos km: menuda revisión me hicieron en el taller). No veía la hora de llegar y poner pie en tierra definitivamente. Por fin, tras más de una hora de traqueteo llegamos al destino. Nada más bajarnos de la bici nos esperaba un "ligero" tentempié que unos amables cocineros que nos habían adelantado con el coche nos estaban preparando: un par de huevos fritos con panceta huntados con un maravilloso pan comprado en Perdiguera. En fin, no me quitó el cansancio ni el dolor del cuerpo, pero casi.
El avituallamiento
Nacho y Pepe se volvieron nada más acabar el aperitivo. Ya sólo quedaba yo de los 4 originales. La gente fue llegando poco a poco hasta juntarnos un total de 28 personas.
Vista general de la comida campestre
El aperitivo seguió con empenada y boquerones mientras los esforzados cocineros preparaban el rancho. El esfuerzo mereció la pena.
El rancho
En cuanto sacaron los postres me armé de valor y monté de nuevo en la bici para deshacer todo el terreno hasta casita. Iba con más miedo que otra cosa, debido al cansancio de la ida y la copiosa comida ingerida, pero pronto los temores desaparecieron. Esta vez el terreno era de bajada, los pocas cuestas las solventé sin más problemas y en 50' estaba de nuevo en Perdiguera: no me lo podía creer. Todavía era posible que no me tuvieran que recoger en camilla. El tramo de carretera aún fue mejor: kilólmetros y kilómetros de bajada, sin apenas pedalear. En otros 50' ya estaba de nuevo en la salida y tras unos pocos minutos más estaba sando y salvo en el sofá de mi casa, con el culo dolorido, pero en casita.

domingo, 17 de mayo de 2009

Mezalocha II. Vía Cantos gregorianos

El médico me ha recetado reposo durante unos días para intentar sanar el tendón del dedo pulgar lesionado la última vez que bajé a entrenar al boulder del club (anda que no hace semanas de eso). Así que he dejado a cada uno de la cuadrilla con sus planes y yo me he quedado en casita este finde, o casi. El sábado sí que cumplí las órdenes del médico, pero hoy he vuelto a Mezalocha a terminar el primer largo que dejé inconcluso por las prisas hace un par de findes. Llevo el dedo inmovilizado así que no podía pasar nada, y tenía que recuperar mi maillón!!!
Lo primero que he hecho nada más llegar de nuevo a pie de vía es comprobar que seguía allí. Nunca va nadie a escalar a Mezalocha, pero...
Vista general de la vía
Este primer largo discurre al principio en travesía hacia la derecha por terreno vertical hasta llegar a una angosta fisura donde te quedas encajonado y es difícil moverse con los estribos. A partir de aquí la vía extraploma de forma acusada: 8 m según los aperturistas (reseña). Una vez superada la cueva se sigue 2-3 m hasta una repisa donde hay montada una reunión rapelable con 2 argollas. Este largo tiene una longitud de 20-25 m y está equipado con parabolts y clavos.
Vistas de los 20 m hasta el suelo
La primera vez que la hice puse un par de clavos en un par de pasos que Villarig debió hacer en libre porque no hay forma de llegar al siguiente seguro desde los estribos. Los dejé por si alguien se acercaba a repetirla sin material. Aún así hay todavía otro paso donde hace falta material si se quiere hacerla entera en artificial: en la salida hacia la reunión. No llevaba clavos así que me las he arreglado con un alien verde.
Autofoto desde la reunión
Lo malo de escalar en solitario es que hay que repetir la vía para desmontarla y recoger todo el material utilizado en la subida: se escala el doble. Lo bueno es que no tienes ninguna ayuda psicológica de nadie, lo poco o mucho que hagas lo haces todo por ti mismo. Tras 4 horitas de jaleo en la pared (2h horas para montar el largo y rapelar, y 1h45' para desmontarlo y rapelar de nuevo) he vuelto a tiempo para ver la final del Masters de Madrid, de nuevo Nadal pero con distinto final: pedazo paliza que le ha dado Federer. Nadal no le ha hecho más que cosquillas.

lunes, 11 de mayo de 2009

Formigal

9 de mayo de 2009
Ayer me fui a estrenar mis nuevos esquís y a entrenar un poco. El pronóstico indicaba que a partir del mediodía el tiempo empeoraba en toda España, así que tenía tiempo más que de sobra para cansarme y volver a casita antes de que me pillara el marrón.
No tenía ningún destino en mente, me dirigí al valle de Tena porque es el más cercano. La idea era buscar el sitio que me permitiera esquiar con el menor porteo posible. Empecé por Formigal: el primer vistazo fue descorazonador, toda la parte inferior de la estación estaba completamente pelado. Pero la zona superior, Espelunciecha, estaba aún totalmente cubierta por nieve, desde abajo.
Así que no me lo pensé más, aparqué el coche y empecé a cambiarme de ropa y preparar los esquís. Para mi sorpresa no era el único colgado que había pensado lo mismo: había media docena de coches en el párking y otros tantos esquiadores a punto de salir.
El cielo estaba nublado, y de hecho habían caído cuatro gotas nada más llegar, pero había traído ropa de recambio, no había problema.
El plan era subir tantas veces como pudiera hasta el collado desde donde se divisan las cascadas de hielo de Canal Roya. Dos veces estaría bien; tres, la leche. La nieve estaba blanda pero no totalmente sopa a pesar de las altas temperaturas. Además no había ni una sóla calva en toda la pista, increíble para esta época del año.
Resollé y sudé como un cerdo, que era de lo que se trataba. Al final conseguí subir dos veces y me di por satisfecho. Las bajadas tampoco resultaron ser especialmente gozadosas por el estado de la nieve, así que no tenía ganas de seguir sufriendo más. De hecho me pasé toda la segunda subida deseando que se pusiera a llover para tener una excusa para darme la media vuelta. No me llovió hasta los últimos metros, durante unos pocos minutos. Así que aguanté hasta el final.
Al terminar el descenso me quité los esquís y me dirigí al coche. Era hora de volver a casita.
Vistas del Pico Anayet desde el collado
Tiempos
subida: 1ª 1h:07 minutos; 2ª: 1h:08 minutos
bajada: 1ª 13 minutos y medio; 2ª: 12 minutos
Esto es lo que hay, el agüelo no da más de sí: aviso para todos aquellos que quieran salir conmigo a esquiar x-))))))))


domingo, 10 de mayo de 2009

Mezalocha. Vía de los gregorianos

3 de mayo de 2009
El domingo pasado me fui solito a Mezalocha a practicar todo lo que había aprendido en las jornadas de artificial de Vilanova. Además quería probar a jumarear con mis dos puños. En las jornadas me enseñaron a hacerlo con un puño para los estribos y un croll para el arnés. El croll es bastante más pequeño que un puño, pero funciona exactamente igual. Así que quería comprobar que subir con dos puños no iba a ser demasiado estorbo antes de comprar un croll que quizás no iba a necesitar.
Mezalocha es una de las escuelas más antiguas que hay en Aragón, está relativamente cerca de Zaragoza y tiene enormes paredes en un paisaje estupendo: el pantano del río Huerva.
Panorámica del pantano de Mezalocha;
a la derecha al final de la pared se encuentra la cueva de la vía
¿Por qué entonces no va nunca nadie? Por la pésima roca: se cae toda. Hay sólo un par de vías que la gente repite con cierta frecuencia y el resto de las paredes están casi vacías. Hace unos meses se editó en formato digital una guía de escalada de Mezalocha en un intento por revitalizar un poco la zona entre los escaladores de hoy en día. A la vista de lo que me encontré el domingo pasado no parece haber alcanzado, de momento, su objetivo. Pero gracias a esa guía descubrí vías interesantes para hacer en artificial al otro lado del embalse, en su margen derecha.
La cueva donde se encuentra la Vía de los gregorianos
Entre esas vías está la Vía de los gregorianos, en una cueva al final de la pared. Ya la había hecho el año pasado y sabía que estaba totalmente equipada, así que era perfecta para gastar una mañana de domingo sin nada más que hacer.
Recorrido de la vía
En apenas 20 minutos de aproximación me planté sudando como un perro al pie de la vía. Como no tengo ningún asegurador para escalar en solitario utilicé el clásico sistema de los nudos, muy en consonancia con la zona. Afortunadamente los dos primeros seguros son parabolts y pude asegurar la cuerda con total garantía. En apenas 40 minutos ya había subido la mitad de la vía, aproximadamente. Eché un vistazo al reloj y los metros que aún me quedaban por superar. Quería llegar pronto a casa porque a las 16:00 empezaba la final del Masters 1000 de Roma entre Nadal y Jokovic y quería verlo, así que fijé la cuerda y rapelé hasta el suelo. Y empecé a preparar todo el material para jumarear: el contrapeso para mantener la cuerda tensa (un martillo y varios clavos), los puños, los estribos, etc. Probé un par de pasos y todo parecía correcto, subí hasta el seguro donde había fijado la cuerda y no noté ningún estorbo especial. Volvía a rapelar y comencé a subir de nuevo la vía para recuperar las cintas que había dejado. Puse un maillón y rapelé por última vez.
Autofoto desde el punto donde fijé cuerda
Satisfecho con la prueba me largué con viento fresco (ya me hubiera gustado: ¡menudo socarrina hacía!), y llegué por los pelos para ver el comienzo del partido.
Hoy pensaba haber ido a recuperar el maillón, pero me he levantado tarde y he decidido gozar de unos de los placeres que menos disfruto últimamente: un desayuno sentado y relajado. Sin prisas. Entre semana me levanto con el tiempo justo para ducharme y me toca desayunar a toda prisa y la mayoría de los fines de semana salgo a escalar o a esquiar o a cualquier otra actividad que me obliga a madrugar y desayunar también a la carrera. Hoy no.

Congosto de Ólvena. Duquesa esmeralda.

2 de mayo de 2009
El congosto de Ólvena está situado entre Barbastro y Graus, en la provincia de Huesca. Es una zona que quería conocer desde hace tiempo ya que tiene vías de varios largos equipadas y de dificultad asequible. De hecho creo que soy el único de mi cuadrilla que aún no había estado ahí. Así que enseguida le propuse a Abel ir allí el sábado pasado. Me daba igual la vía porque no conocía ninguna y Abel tenía ganas de hacer la Duquesa esmeralda, así que no le puse ninguna pega.
Empezamos muy tarde a escalar, a las 12, pese a quedar sobre las 9: una hora y pico para llegar hasta el congosto, luego a cargar todo el material y hacer la aproximación y encontrar la vía. Y ése fue el problema, nos costó más de una hora encontrarla.
Párkin, al fondo en rojo el collado que lleva al pie de vía
Aparcamos el coche en un ensanchamiento que se encuentra a la izquierda (en el sentido hacia Graus) nada más pasar el segundo túnel, al lado del cartel que indica Puente de la sierra. De ahí mismo parte un camino que lleva hasta el puente. Cruzarlo suposo la parte más expuesta del día: une las dos márgenes del cañón a decenas de metros por encima del río sin más protección que una valla de piedra de apenas medio metro de altura. Mejor no mirar.
El vertiginoso puente
Nada más pasar el puente hay que seguir por un estrecho camino a la izquierda. Sabíamos que la nuestra estaba más allá de las dos primeras vías, la Astérix y la Frixis. Abel conocía la Frixis, así que hasta ahí fue todo fácil. Los problemas empezaron cuando dejamos atrás el comienzo de estas vías. El camino se dividía en dos: hacia la izquierda había un hito que indicaba el sendero que lleva hasta una estrecha repisa desde donde salen varias vías; de frente el camino bajaba y se perdía a los pies de un contrafuerte que nos pareció demasiado vertical.
Abel en el hito que nos equivocó y en la repisa en la que estuvimos a punto de embarcarnos
Seguimos a los hitos hasta la repisa. Mirando el croquis y mirando la pared, nos pareció reconocer algunas de las partes de la vía. Abel llegó a encordarse y pegarse a la pared, pero no lo veía claro porque no encontraba la fisura de entrada de la vía. Ya había intentado otra vez hacer esta vía y no la había conseguido encontrar tampoco, así que Abel se empezó a rayar la cabeza. La pista definitiva fue una ristra de parabolts que llevaban a unas cuerdas fijas. Estaban demasiado nuevos, relucían y nuestra vía era bastante antigua, de principios de los 80, una clásica con muchísimas repeticiones: sus parabolts no podían estar tan brillantes. Debían ser de una nueva vía que alguien estaba abriendo y equipando. Recogimos el material y lo intentamos por la otra opción. Para nuestra sorpresa el sendero no acababa en el contrafuerte, sino que seguía y subía cómodamente por la canal de la izquierda hasta un evidente collado. En unos pocos metros más llegamos a la pared y ahí distinguimos perfectamente la vía.
Vistas del congosto desde la vía: había turistas observando desde el caminillo
La vía resultó bonita, especialmente el cuarto largo, aunque le falta continuidad: hay sectores muy sosos, como el último, que desvirtúan un poco la vía.
Abel en el último tramo de la vía ferrata
Este último largo te deja en un collado al que llega la vía ferrata que hay que continuar por una repisa muy lavada que te deja en el mirador, desde donde se disfrutan unas impresionantes vistas del congosto, del pueblo de Ólvena y de los Pirineos.
Pantano de El Grado, Torreciudad y los Pirineos con las 3 Sosores en el centro
El camino de vuelta pasa por el pueblo y al llegar a la primera calle se sigue recto, sin bajar, se gira la derecha y llegas al comienzo de un sendero que baja cómodamente hasta el puente de nuevo, completando una vuelta completa a la peña. Abel aprovechó para hacercese con un ramillete de espárragos trigueros silvestres que cenó esa misma noche. A pocos metros antes de llegar al puente vimos, mejor dicho, oímos primero, a una pareja de amiguetes que estaban colgados de la pared. Nunca se sabe dónde vas a encontrarte a ningún conocido que pueda escuchar tus fanfarronadas sobre la vía que has escalado, así que es mejor no hablar muy alto.
Eva y Alberto colgados de la pared
La cerveza nos la tomamos finalmente en el Eroski de Huesca, después de un infructuoso intento en Argüés.
La vía
Croquis de la vía sacado de la web: www.onaclimb.com
L1. 6a. El croquis recomienda llevar algún friend mediano para el L4, pero Abel ya tuvo que colocar dos en el L1: el primero antes del primer parabolt, que estaba bastante alto; el 2º, en una pequeña panza roma donde termina la estrecha fisura de este primer largo, que no tiene nada donde agarrarse. Yo, por supuesto, aceré este segundo friend, ¡anda que no! Menudo pasito más puñetero.
Abel al comienzo del primer largo: aún le queda para la puñetera pancita. El círculo rojo marca más o menos la R1 y el azul, nuestra R2 (la R3 del croquis)
El largo continúa por una pared vertical de agarres minúsculos que exigió también trabajo: Abel tuvo que colocar una uña para poder alcanzar una chapa y yo pude acerar casi todas gracias a que Abel puso cintas largas en todo este tramo.
El agüelo apretando en los pocos pasos a los que no llegaron las cintas largas

L2. V/V+. El largo anterior termina en una evidente repisa que recorrí hacia la izquierda, primero de pie y luego colgado de la pared,
subí unos pocos metros protegidos con un clavo universal y un parabolt con más miedo que vergüenza, hasta llegar a otra repisa que se sigue hacia la derecha, se remonta un par de metros y se llega a la R2 del croquis, al comienzo de un diedro evidente, detrás de una gran roca. El siguiente largo era muy corto, apenas 10 m. Lo examiné: un parabolt muy cerca, enseguida un clavo y un poco más allá otro parabolt a lo largo de una fisura clara. Me dije: Iñaki, esto parece fácil. Así que le avisé a Abel que iba a empalmar los dos largos y tiré para arriba. Llegar al clavo fue, efectivamente, muy fácil, lo difícil venía ahora: la pared izquierda del diedro casi lisa, la fisura cada vez más estrecha, mi confianza... por los suelos. No tardé en arrepentirme de mi osadía. Lo intento una vez y me bajo de nuevo. Y otra. No tengo confianza, el paso era evidente, una apretada y arriba, pero... El tiempo pasa, Abel tiene que estar ya aburrido esperando abajo a que yo termine de hacer el tonto. La vergüenza torera acaba por decidirme y llego al último parabolt con menos problemas de los que me estaba imaginando: soy un cagado. Me cuelgo. Examino los siguientes metros: un poco más arriba veo ya la siguiente reunión. Tan cerca y tan lejos. Vuelta a empezar: intento la fisura, nada; intento por la izquierda, mejor, pero tampoco; otro intento por la izquierda de nuevo, nada. Me faltaban pies. Estaba vez no iba a esperar tanto. Saqué el estribo que a partir de ahora voy a llevar siempre conmigo y en un pis-pás estaba ya en la reunión. Miré hacia abajo: doscientas horas para superar unos míseros 8-10 metros. Triste. Abel subió sin problemas hasta el último paso. Se rió cuando vio mi estribo, pero en seguida le oí resoplar y me dijo entrecortadamente por el esfuerzo que el pasito se las traía. je je.
Abel en el pasito de V+
L3. 6a. El mejor sin ninguna duda. A Abel al principio le pareció feo, esperaba una fisura perfecta, y estaba estaba rota por todos los costados.
Pero en seguida empezó a disfrutarla. Estaba bien equipada, pero efectivamente necesitaba algún friend mediano. A mí no me quedó más remedio que escalarla, porque Abel sabiendo que no había que rapelar la vía para bajar decidió coger sólo una cuerda simple. Así que esta vez no tenía la opción de trepar por una de las cuerdas mientras Abel recogía la otra. Esta vez había que escalar. Así que en cuanto le grité a Abel que salía ya de la reunión me mentalicé para escalar. Y al contrario de lo que había sentido hasta ese momento en los dos largos anteriores, empecé a concentrarme únicamente en la escalada: iba buscando presas para manos, para los pies, pensando cómo colocar el cuerpo antes de dar el paso... Ni siquiera me alteré cuando llegué a un paso sin apenas presas para manos o pies, lo vi claro: me empotré en la fisura y repté con hombros y rodillas un par de metros hasta llegar a una zona más asequible. Tampocó le iba gritando cada dos pasos a Abel que recogiera cuerda. De hecho, sólo se lo grité casi al final del largo, cuando el cansancio estaba haciendo ya mella en mis gemelos. En ese momento también tuve la tentación de acerar una cinta, pero resistí. Ya queda poco, me dije. Conseguí encadenarlo entero, aunque de segundo. De primero habría acerado la mitad de los seguros o me habría bajado a mitad del largo.
L4. V. Salgo en travesía hacia la derecha hasta una evidente media luna que supero en bavaresa. Fácil, pero es el único tramo que me provoca alguna duda.
El agüelo en la bavaresa
Sigo por una fisura hacia arriba con grandes cazos, llego a una repisa y sigo por otra fisura pequeña hasta un gran bloque que adivino que es donde va a estar el tramo de Ae, así que empiezo a buscar la reunión. La encuentro a los pies del bloque y por fin puedo sentarme a la sombrita.
L5. V/Ae. El comienzo atraviesa una pared lisa ligeramente extraplomada equipada con una ristra de viejos buriles a los que se llega muy fácilmente de uno a otro con un pedal o un estribo.
Abel en la burilada final
Queda un poco extraño porque justo a su izquierda hay una buena fisura que podría haber sido el camino más lógico para seguir. Además desde esta reunión se puede alcanzar andando la vía ferrata, así que no queda muy claro porqué quisieron alargar la vía, queda un poco rebuscado este último tramo. El largo sigue luego por una placa tumbada donde la escasez de agarres obliga a buscar la adherencia.
El agüelo sufriendo en las adherencias
Termina en un pequeño collado donde debería estar la siguiente reunión, pero Abel no la encontró así que siguió para arriba a través de una fisura vertical pero fácil que tuvo que proteger entera con friends, hasta llegar al collado final.
Al fondo el tramo de ferrata que lleva a la "cima"
Desde ahí se empalma con la ferrata en un bonito tramo en travesía protegido con un grueso cable y numerosos peldaños metálicos para agarrarse.
Los dos en la "cima": el mirador a escasos metros del pueblo
La curiosa cima, un mirador lleno de gente admirando el paisaje, es un final curioso para una vía que discurre por un paisaje inmenso y que sin ser estupenda tiene sus buenos momentos y que a mí, al menos, me permitió disfrutar como hacía tiempo de la escalada.