Otro finde sin escalar, dando descanso al magullado tendón del pulgar derecho. Otro finde que aprovecho para hacer cosas que no hago desde hace tiempo. Desde que la escalada me consume casi todo mi tiempo libre, especialmente los fines de semana.
Ayer salí con unos compañeros del instituto a andar en bici. Agustín ya me había invitado a la salida hace semanas, así que he tenido suerte de que coincidiera con mi obligado descanso escalador. Es una salida que organizan todos los años por estas fechas. El objetivo último es una comida a todo trapo en una casa perdida en la Sierra de Alcubierre, en Monteoscuro. La comida se suele unir con la merienda y ésta con la cena, sin descanso. Acuden profesores actuales y pasados, jubilados, señoras y demás familia, incluidos algunos niños: una comida campestre en toda regla. La mayoría acuden en coche, pero algunos "animados" lo hacen en bici y Agustín consiguió convencerme para que me apuntara a este último grupo. La ruta consistía en llegar a Perdiguera por la carretera A-129 que se coge en Santa Isabel y de allí enlazar con una pista que tras 8 km nos dejaba en la caseta. La jornada parecía temible: 20 km cuesta arriba hasta Perdiguera, más otros 8 por pista, por 2... ¡puf, demasiados kilómetros!
Así que a comienzo de semana llevé la bici a que le dieran un repaso en profundidad y el miércoles salí por mi cuenta a entrenar un poco el culo (me dediqué a descubrir caminos, como el que recorre el Gállego hacia arriba). La prueba no fue mal, pero no me hice ilusiones: el camino había sido prácticamente llano.
Salimos a pasadas las 9 cuatro valientes sólo: Agustín, Nacho, Pepe y yo, el más joven y el más hecho polvo. El tiempo: impredecible, nublado, amenazando lluvia a cada instante, fresco. Los primeros kilómetros hasta que se abandona Santa Isabel fueron incómodos debido al tráfico, hay que estar siempre pendiente ya que los coches pasan demasiado cerca. El tramo de carretera fue mucho más tranquilo, especialmente hasta Villamayor ya que el terreno era prácticamente llano. Pero a partir de ahí todo cambió, la salida del pueblo ya me puso las pilas y las piernas como piedra. Y lo que estaba por venir aun era peor: hasta casi llegar a Perdiguera todo fue una continua cuesta con unos pocos descansos. Iba metiendo cada vez un piñón mayor hasta que ya no me quedó ninguno. Los otros 3 me dejaron al frente para que fuera al ritmo que pudiera y así fueron todo el viaje, charlando tranquilamente mientras yo me desfondaba a cada paso. Conseguí llegar a Perdiguera sin bajarme de la bici, lo cual fue todo un éxito, visto lo visto. Tardamos 1h y 20', un poco menos de lo que Agustín había previsto. Descansamos casi media hora en casa de un profesor jubilado del insti mientras esperábamos a que se nos unieran más participantes.
Agustín se dio la vuelta allí para poder llegar a tiempo a una comida familiar, pero Antonio, otro jubilado, y Eusebio se nos unieron para llegar en bici hasta el lugar de la comilona. Lo que nadie me había advertido es que la pista era una cuesta continua, mantenida, sin mucha pendiente en la mayor parte del recorrido, pero sin conceder descanso y con un par de zonas aún más pendientes donde no tuve reparos en bajarme y recorrerlas a pie antes de que el corazón se me saliera por la boca: al próximo que me diga mientras escalamos eso de "haber escogido BTT" me lo como. Los otros 4 tuvieron que esperarme en más de una ocasión para que no me perdiera en los pocos desvíos que tenía la pista. Adelantamos a un pequeño grupo de valientes que recorrían la pista andando para abrir apetito. Las bajadas tampoco era una gozada con tanto bote y con un sólo freno, el de atrás (una de las pastillas delanteras saltó a los pocos km: menuda revisión me hicieron en el taller). No veía la hora de llegar y poner pie en tierra definitivamente. Por fin, tras más de una hora de traqueteo llegamos al destino. Nada más bajarnos de la bici nos esperaba un "ligero" tentempié que unos amables cocineros que nos habían adelantado con el coche nos estaban preparando: un par de huevos fritos con panceta huntados con un maravilloso pan comprado en Perdiguera. En fin, no me quitó el cansancio ni el dolor del cuerpo, pero casi.
Nacho y Pepe se volvieron nada más acabar el aperitivo. Ya sólo quedaba yo de los 4 originales. La gente fue llegando poco a poco hasta juntarnos un total de 28 personas.
El aperitivo seguió con empenada y boquerones mientras los esforzados cocineros preparaban el rancho. El esfuerzo mereció la pena.
En cuanto sacaron los postres me armé de valor y monté de nuevo en la bici para deshacer todo el terreno hasta casita. Iba con más miedo que otra cosa, debido al cansancio de la ida y la copiosa comida ingerida, pero pronto los temores desaparecieron. Esta vez el terreno era de bajada, los pocas cuestas las solventé sin más problemas y en 50' estaba de nuevo en Perdiguera: no me lo podía creer. Todavía era posible que no me tuvieran que recoger en camilla. El tramo de carretera aún fue mejor: kilólmetros y kilómetros de bajada, sin apenas pedalear. En otros 50' ya estaba de nuevo en la salida y tras unos pocos minutos más estaba sando y salvo en el sofá de mi casa, con el culo dolorido, pero en casita.
Así que a comienzo de semana llevé la bici a que le dieran un repaso en profundidad y el miércoles salí por mi cuenta a entrenar un poco el culo (me dediqué a descubrir caminos, como el que recorre el Gállego hacia arriba). La prueba no fue mal, pero no me hice ilusiones: el camino había sido prácticamente llano.
Salimos a pasadas las 9 cuatro valientes sólo: Agustín, Nacho, Pepe y yo, el más joven y el más hecho polvo. El tiempo: impredecible, nublado, amenazando lluvia a cada instante, fresco. Los primeros kilómetros hasta que se abandona Santa Isabel fueron incómodos debido al tráfico, hay que estar siempre pendiente ya que los coches pasan demasiado cerca. El tramo de carretera fue mucho más tranquilo, especialmente hasta Villamayor ya que el terreno era prácticamente llano. Pero a partir de ahí todo cambió, la salida del pueblo ya me puso las pilas y las piernas como piedra. Y lo que estaba por venir aun era peor: hasta casi llegar a Perdiguera todo fue una continua cuesta con unos pocos descansos. Iba metiendo cada vez un piñón mayor hasta que ya no me quedó ninguno. Los otros 3 me dejaron al frente para que fuera al ritmo que pudiera y así fueron todo el viaje, charlando tranquilamente mientras yo me desfondaba a cada paso. Conseguí llegar a Perdiguera sin bajarme de la bici, lo cual fue todo un éxito, visto lo visto. Tardamos 1h y 20', un poco menos de lo que Agustín había previsto. Descansamos casi media hora en casa de un profesor jubilado del insti mientras esperábamos a que se nos unieran más participantes.
Agustín se dio la vuelta allí para poder llegar a tiempo a una comida familiar, pero Antonio, otro jubilado, y Eusebio se nos unieron para llegar en bici hasta el lugar de la comilona. Lo que nadie me había advertido es que la pista era una cuesta continua, mantenida, sin mucha pendiente en la mayor parte del recorrido, pero sin conceder descanso y con un par de zonas aún más pendientes donde no tuve reparos en bajarme y recorrerlas a pie antes de que el corazón se me saliera por la boca: al próximo que me diga mientras escalamos eso de "haber escogido BTT" me lo como. Los otros 4 tuvieron que esperarme en más de una ocasión para que no me perdiera en los pocos desvíos que tenía la pista. Adelantamos a un pequeño grupo de valientes que recorrían la pista andando para abrir apetito. Las bajadas tampoco era una gozada con tanto bote y con un sólo freno, el de atrás (una de las pastillas delanteras saltó a los pocos km: menuda revisión me hicieron en el taller). No veía la hora de llegar y poner pie en tierra definitivamente. Por fin, tras más de una hora de traqueteo llegamos al destino. Nada más bajarnos de la bici nos esperaba un "ligero" tentempié que unos amables cocineros que nos habían adelantado con el coche nos estaban preparando: un par de huevos fritos con panceta huntados con un maravilloso pan comprado en Perdiguera. En fin, no me quitó el cansancio ni el dolor del cuerpo, pero casi.
Nacho y Pepe se volvieron nada más acabar el aperitivo. Ya sólo quedaba yo de los 4 originales. La gente fue llegando poco a poco hasta juntarnos un total de 28 personas.
El aperitivo seguió con empenada y boquerones mientras los esforzados cocineros preparaban el rancho. El esfuerzo mereció la pena.
En cuanto sacaron los postres me armé de valor y monté de nuevo en la bici para deshacer todo el terreno hasta casita. Iba con más miedo que otra cosa, debido al cansancio de la ida y la copiosa comida ingerida, pero pronto los temores desaparecieron. Esta vez el terreno era de bajada, los pocas cuestas las solventé sin más problemas y en 50' estaba de nuevo en Perdiguera: no me lo podía creer. Todavía era posible que no me tuvieran que recoger en camilla. El tramo de carretera aún fue mejor: kilólmetros y kilómetros de bajada, sin apenas pedalear. En otros 50' ya estaba de nuevo en la salida y tras unos pocos minutos más estaba sando y salvo en el sofá de mi casa, con el culo dolorido, pero en casita.
2 comentarios:
Vaya, vaya, conque los profes os vais de excursión a comer por ahí, eh? jaja
hay algunos q no se pierden ni una: navidad, calchotada...
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