domingo, 27 de abril de 2008

Sábado palillero

Así es como llama Abel a los esquiadores, palilleros. El plan inicial, sin embargo, era ir yo solito a alguna estación ya cerrada, por ejemplo Formigal, y foquear un poco por un sitio seguro dado el alto riesgo de aludes para este finde. Pero el viernes por la tarde el plan cambió, como suele ocurrir casi siempre. Víctor me llamó para invitarme a ir a esquiar con él y su primo a Candanchú. Al parecer, Candanchú alargaba un poco más la temporada de nieve y seguía abierta este finde. La primera idea que me vino a la cabeza fue que me iba a tocar hacer de niñero. Pero, mientras iba hablando por el móvil iba pensando las ventajas de este cambio. La inauguración de los esquís de travesía hace 15 días me dejó un pequeño mal sabor de boca al ver lo torpe que me había manejado en las bajadas: se me cruzaban los esquís, estaba rígido en los giros... en fin, un desastre. Es cierto que hacía 4-5 años que no esquiaba y que nunca he tenido un gran nivel (bueno, ni grande ni pequeño: nunca he tenido nivel), pero tan mal... Necesitaba practicar más y esta última oportunidad de esquiar esta temporada me venía estupendamente. Así que acepté.
Cómo Candanchú no está muy lejos de Zaragoza ni siquiera tuvimos que madrugar mucho, una ventaja más.
Salimos a las 8:00 de Zaragoza y antes de las 10 ya estaban Víctor y Ernesto alquilando el material. Yo utilicé los esquís y botas de travesía. La estación cerraba a las 14:00 así que el forfait fue mucho más barato: 20€ más 3 del seguro, más 3 fianza. De todas formas me invitaron y al final sólo tuve que poner la gasolina del viaje.
Ernesto y Víctor saliendo de la tienda de alquiler
El día prometía: un tiempo estupendo y la estación casi vacía: sólo una treintena de coches en el párking. O bien no se había enterado casi nadie de que estaría abierta o bien la gente se ha cansado ya de esquiar por esta temporada. Sólo había un par de pistas abiertas, pero había tan poca gente que estuvimos esquiando todo el tiempo sin parar al no tener que esperar colas en los remontes. Seguro que esquiamos más que cualquier finde de temporada con todas las pistas abiertas y miles de esquiadores en ellas.
Vistas de la estación desde la terraza de la tienda de alquiler
Empezamos prudentemente en la única verde que estaba abierta. Pronto vi que estaba mal pero no para tanto y nos animamos a ir una azul, justo enfrente (Pista puente, creo). La salida del remonte no era nada sencilla y Víctor y yo tuvimos nuestras peleas con ella. La rampa inicial era más empinada de lo que me había esperado y enseguida me echó para atrás. Ja ja, ya estaba de nuevo con el canguelo. Bajé diagonalmente al principio hasta que junté el valor suficiente para encarar la pendiente y hacer el primer giro. No me caí, genial. Acabé la pista sin caerme, sorprendente.
Ernesto esperando a su primo en la salida del remonte
Víctor intentando lo más difícil: salirse a mitad del remonte
Nueva bajada y seguía sin caerme y Ernesto pensó que yo esquiaba bien y me animó a ir al telesilla de Tobazo. Este telesilla sube hasta 2020 m y tenía la bajada más larga de las que estaban abiertas. No las tenía todas conmigo porque todas las pistas que bajan de ahí eran rojas, pero esta pista azul era demasiado corta, así que al final me decidí. Dejamos a Víctor practicando en el mismo sitio y nos fuimos. La parte más baja de la pista estaba casi sin nieve así que decidimos subir hasta arriba y bajar sólo hasta la parada intermedia del telesilla.
Cafetería Tobazo en la salida del telesilla
Vistas del Aspe desde la salida del telesilla
Ernesto justo antes de la primera cuesta de bajada
Empecé a bajar con respeto, esperando la primera torta. Pero los giros se sucedían y seguí aún de pie: los esquís no se cruzaban, giraba con los talones y no con la puntera de la bota, flexionaba en los giros... Era como si siempre lo hiciera así, ja ja. Ernesto me había prometido que la pista (Tubo Tobazo) no era más empinada que el inicio de la Pista puente, y al principio así era. Pero la última cuesta antes de llegar a la parada se empinaba aún más y el gusanillo del canguelo asomó de nuevo, a la espera de mi inevitable error. Sorprendentemente conseguí acabar sin caerme, y estaba radiante. Los comentaristas deportivos dirían que "había recuperado sensaciones". Repetimos la bajada un par de veces más antes de volver a buscar a Víctor y descansar un poco. El día no dio más que para un par de bajadas más después del descanso, en las cuales, por fin, me caí un par de veces, pero esto no impidió que todos acabáramos muy contentos.
Los 3 en Astún, el agüelo, Víctor y Ernesto, al fondo en el borde izquierdo el Aspe
En las fotos aparece un punto de desenfoque debido a una mota de suciedad en el objetivo que ya ha sido eliminada. Perdón.

sábado, 12 de abril de 2008

La primera salida de esquí de travesía: el aprendizaje

El fin de semana pasado "estrené" mis esquís de travesía de segunda mano y mis relucientes botas naranja fosforito. Tenía todo el material desde febrero, pero no había encontrado aún el momento ni la compañía para estrenarlos (las pocas veces que había esquiado ha sido siempre en pista y esquiar fuera de ellas no tiene comparación, así que no quería salir solo mi primera vez). Y el finde pasado, a falta de uno, se me juntaron dos planes para salir a hacer esquí de travesía. Rubén quería subir el sábado al pico Garmo Negro, en el valle de Panticosa, y David el Pico Tendeñera desde el valle de Otal en dos días. Rubén al final no pudo venir y yo me ahorré la molestia de tener que decir a uno de los dos que no.
El plan de David era salir el sábado sin madrugar, llegar a San Nicolás de Bujaruelo y desde allí ir andando a la cabaña de Otal para dormir. Los planes, como siempre, se alteraron temporalmente: de no madrugar mucho se pasó a quedar a las 15,30, que al final fue a las 16,00 por mi habitual tardanza. Para colmo, justo cuando ya estábamos atravesando Zaragoza para coger la carretera a Huesca, nos llamó Abel para ver qué plan teníamos. Mientras David discutía con él por el móvil, di media vuelta y nos dirigimos a su casa. No conseguimos convencerle de que se viniera con nosotros pero sí retrasar más nuestra salida.
Nada más llegar al albergue de San Nicolás de Bujaruelo, David preguntó por las condiciones de nieve de la ruta. Al parecer había mucha nieve en el valle de Otal, pero ninguna antes de llegar a él. Así que cargamos los esquís en la mochila y salimos sin perder más tiempo para intentar llegar de día a la cabaña.
A pesar de que la aproximación no era muy larga no estaba muy seguro de cómo iban a aguantar mis delicados pies el machaque de caminar con mis botas de plástico nuevas. Las botas de travesía son muy rígidas y se hace muy incómodo caminar con ellas, especialmente si el camino tiene tantas piedras como el primer atajo que cogimos:
Luego salimos a un prado y el sendero se hizo mucho más cómodo:
En poco más de 50 minutos llegamos al comienzo del valle de Otal: para nuestra sorpresa no había tanta nieve como nos habían dicho y a lo largo de la pista (que discurre por el lado derecho de la fotografía) se apreciaban numerosas zonas sin nieve.
Las opciones eran claras: o seguíamos la pista porteando los esquís a la espalda como hasta entonces (con lo que pesan, especialmente los míos), o nos calzábamos los esquís con las focas y nos buscábamos la vida para no salirnos de la nieve. Desgraciadamente nos decidimos por la 2ª. No contamos con mi falta de experiencia. Nada más ponerme los esquís me desequilibré y el bastón telescópico de apoyo lo doblé como si fuera de plastilina. La primera en la frente. No batí ningún récord en desdoblar las fieles de foca y ponerlas en los esquís cuando se nos acabó la pequeña bajadita inicial. Foquear no resultó tampoco algo tan sencillo como yo me había imaginado y aquí empezaron las pacientes "clases" en forma de consejos que me dio durante todo el finde David.
Llegamos a la cabaña de noche, claro. Como no veíamos bien cuál sería el camino a seguir el día siguiente, decidimos no madrugar mucho (buscar de noche un camino que no se conoce con la sola ayuda de los frontales no es tarea fácil) y una vez tomada esa tranquilizadora decisión nos pusimos a cenar.
Cerca de las once nos metimos al saco. A pesar de las 2 esterillas dormir en el duro suelo no es como hacerlo en tu camita y me pasé toda la noche dando vueltas como un pirulo. A las 7 nos levantamos, nos preparamos y nos pusimos en marcha. No hacían falta las frontales.
Con la escasísima experiencia del día anterior empezamos a subir a máxima pendiente las primeras rampas. La nieve estaba aún muy dura. Yo iba resoplando detrás de David sin ninguna preocupación a pesar de que la pendiente se empinaba cada vez más: por donde él ha pasado sin resbalarse yo también, pensaba inocente. Al poco tiempo el esquí derecho dijo que ya no más, que hasta ahí habíamos llegado, resbalaba y yo no podía seguir subiendo.
Y a pedir sopitas a David. No podía seguir y no podía girar porque tampoco se me sujetaban los esquís canteando en una nieve tan dura (mis focas eran además demasiado estrechas, no llegaban hasta el canto, y apenas hacían rozamiento en esa posición). Después de un buen rato de estar intentando con mi mejor voluntad y total torpeza todo lo que me indicaba David conseguí salir del atolladero, pero viendo que las rampas que me esperaban más arriba eran aún más empinadas, comprendí que la excursión se había acabado ya para mí. Le dejé a David que siguiera
y yo me dispuse a empezar una jornada de entrenamiento haciendo series: quitar las focas, bajar, poner focas de nuevo, subir hasta donde ahora estaba, volver a quitar focas, bajar...
Pero la nieve seguía muy dura y David decidió darse la media vuelta unos cuantos metros más arriba,
bajar y acompañarme en mi jornada de aprendizaje.

La jornada incluyó también numerosos y patosos intentos de hacer correctamente "la vuelta maría", de los cuales desgraciadamente no hay constancia gráfica.
Cuando la nieve se reblandeció demasiado decidimos bajarnos definitivamente hacia la cabaña,
recoger todo el material (sacos, esterilla...), comer algo y bajar al coche. Esta vez la foqueada a lo largo del valle fue mucho más dinámica. Sin embargo, David decidió coger un poco de altura y bajar todo el valle sin perder demasiada altura y me sacó una media hora. En fin, es lo que da la experiencia.
Una vez de vuelta al coche, cervecita en el albergue de San Nicolás de Bujaruelo y otra más en el emblemático "El último bucardo" en Linás de Broto.
En el bar de este albergue tienen reseñas de todas las vías de escalada de Ordesa. Es una parada obligatoria, especialmente si conoces a los dueños como era el caso de David.
Para mí, como jornada de iniciación, estuvo genial (David seguro que se aburrió bastante más), aunque espero ir mejorando en las próximas salidas.
En el blog de David podéis encontrar más fotos de esta salida (algunas de las fotos que he colgado en esta reseña, de hecho, están sacadas de ahí) y podéis contrastar los 2 relatos. Compasivamente no ha puesto ninguna foto de mis numerosas caídas.
¡Un saludo!

Inauguración

¡Por fin!
Después de poner excusa tras excusa durante meses para retrasar este momento, me he decidido a crear un blog. El objetivo principal es compartir las fotos de mis salidas a la montaña con mis compañeros, pero también reflejar las impresiones que me han causado. A pesar de mi edad, tengo ya 41 años y en la cuadrilla de escalada me llaman cariñosamente, si eso es posible, "el agüelo", soy novato en todo lo relacionado con la escalada y el alpinismo por lo que no esperéis relatos del tipo batallitas de la guerra. No he conocido el alpinismo heroico mas que por los libros. Yo me apunté a este asunto hace 3 años, uso material nuevo (nada de cuerdas de cáñamo o alpargatas), sólo salimos si el pronóstico del tiempo es perfecto y si previamente nos hemos cerciorado de que las condiciones de la vía que pensamos hacer son óptimas. Es un alpinismo de lo más cómodo, dentro de lo que cabe.
Espero que os guste y que participéis y dejéis comentarios.
¡Un saludo!