Así es como llama Abel a los esquiadores, palilleros. El plan inicial, sin embargo, era ir yo solito a alguna estación ya cerrada, por ejemplo Formigal, y foquear un poco por un sitio seguro dado el alto riesgo de aludes para este finde. Pero el viernes por la tarde el plan cambió, como suele ocurrir casi siempre. Víctor me llamó para invitarme a ir a esquiar con él y su primo a Candanchú. Al parecer, Candanchú alargaba un poco más la temporada de nieve y seguía abierta este finde. La primera idea que me vino a la cabeza fue que me iba a tocar hacer de niñero. Pero, mientras iba hablando por el móvil iba pensando las ventajas de este cambio. La inauguración de los esquís de travesía hace 15 días me dejó un pequeño mal sabor de boca al ver lo torpe que me había manejado en las bajadas: se me cruzaban los esquís, estaba rígido en los giros... en fin, un desastre. Es cierto que hacía 4-5 años que no esquiaba y que nunca he tenido un gran nivel (bueno, ni grande ni pequeño: nunca he tenido nivel), pero tan mal... Necesitaba practicar más y esta última oportunidad de esquiar esta temporada me venía estupendamente. Así que acepté.
Cómo Candanchú no está muy lejos de Zaragoza ni siquiera tuvimos que madrugar mucho, una ventaja más.
Salimos a las 8:00 de Zaragoza y antes de las 10 ya estaban Víctor y Ernesto alquilando el material. Yo utilicé los esquís y botas de travesía. La estación cerraba a las 14:00 así que el forfait fue mucho más barato: 20€ más 3 del seguro, más 3 fianza. De todas formas me invitaron y al final sólo tuve que poner la gasolina del viaje.
Cómo Candanchú no está muy lejos de Zaragoza ni siquiera tuvimos que madrugar mucho, una ventaja más.
Salimos a las 8:00 de Zaragoza y antes de las 10 ya estaban Víctor y Ernesto alquilando el material. Yo utilicé los esquís y botas de travesía. La estación cerraba a las 14:00 así que el forfait fue mucho más barato: 20€ más 3 del seguro, más 3 fianza. De todas formas me invitaron y al final sólo tuve que poner la gasolina del viaje.
El día prometía: un tiempo estupendo y la estación casi vacía: sólo una treintena de coches en el párking. O bien no se había enterado casi nadie de que estaría abierta o bien la gente se ha cansado ya de esquiar por esta temporada. Sólo había un par de pistas abiertas, pero había tan poca gente que estuvimos esquiando todo el tiempo sin parar al no tener que esperar colas en los remontes. Seguro que esquiamos más que cualquier finde de temporada con todas las pistas abiertas y miles de esquiadores en ellas.
Empezamos prudentemente en la única verde que estaba abierta. Pronto vi que estaba mal pero no para tanto y nos animamos a ir una azul, justo enfrente (Pista puente, creo). La salida del remonte no era nada sencilla y Víctor y yo tuvimos nuestras peleas con ella. La rampa inicial era más empinada de lo que me había esperado y enseguida me echó para atrás. Ja ja, ya estaba de nuevo con el canguelo. Bajé diagonalmente al principio hasta que junté el valor suficiente para encarar la pendiente y hacer el primer giro. No me caí, genial. Acabé la pista sin caerme, sorprendente.
Nueva bajada y seguía sin caerme y Ernesto pensó que yo esquiaba bien y me animó a ir al telesilla de Tobazo. Este telesilla sube hasta 2020 m y tenía la bajada más larga de las que estaban abiertas. No las tenía todas conmigo porque todas las pistas que bajan de ahí eran rojas, pero esta pista azul era demasiado corta, así que al final me decidí. Dejamos a Víctor practicando en el mismo sitio y nos fuimos. La parte más baja de la pista estaba casi sin nieve así que decidimos subir hasta arriba y bajar sólo hasta la parada intermedia del telesilla.
Ernesto justo antes de la primera cuesta de bajada
Empecé a bajar con respeto, esperando la primera torta. Pero los giros se sucedían y seguí aún de pie: los esquís no se cruzaban, giraba con los talones y no con la puntera de la bota, flexionaba en los giros... Era como si siempre lo hiciera así, ja ja. Ernesto me había prometido que la pista (Tubo Tobazo) no era más empinada que el inicio de la Pista puente, y al principio así era. Pero la última cuesta antes de llegar a la parada se empinaba aún más y el gusanillo del canguelo asomó de nuevo, a la espera de mi inevitable error. Sorprendentemente conseguí acabar sin caerme, y estaba radiante. Los comentaristas deportivos dirían que "había recuperado sensaciones". Repetimos la bajada un par de veces más antes de volver a buscar a Víctor y descansar un poco. El día no dio más que para un par de bajadas más después del descanso, en las cuales, por fin, me caí un par de veces, pero esto no impidió que todos acabáramos muy contentos.
En las fotos aparece un punto de desenfoque debido a una mota de suciedad en el objetivo que ya ha sido eliminada. Perdón.
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