domingo, 31 de agosto de 2008

Un día redondo

El viernes 29 de agosto fue un día completo. Por la mañana madrugué, sin duda el peor momento del día (la noche anterior había estado hasta la 01:30 de la madrugada en la expo, ver post anterior, y apenas había dormido 5 h), y me fui a recoger a Ramiro al barrio de las Fuentes. Ramiro es un compi del Travian (un juego de ordenador a través del navegador) al que conocí en el server 4 anterior. Ahora estamos en alianzas distintas y no nos comunicamos tanto. Quedé en recogerle a las 08:30. La idea era volver a comer a casita. Empezamos a escalar en la Gran Placa. Él hacía tiempo que no escalaba debido a una lesión en un dedo de la mano y yo no suelo escalar de primero, así que empezamos por una vía fácil y que yo ya conocía, Tojuse V. Sin problemas. Para no movernos mucho atacamos la vía de al lado, Julito V+. Todo bien hasta llegar a la 4 chapa, me desvié demasiado hacia un nicho que parecía muy cómodo y luego no pude volver a la derecha que por donde se veía más presa, así que me agarré a la cinta y seguí. Ramiro no pasó de ahí, y yo volví a intentarlo de 2º. Me paré en una cinta a ver bien el paso, pero no vi nada nuevo, así que pasé casi por el mismo sitio solo que intentando no irme tan a la izquierda. Un paso duro.
Buscando algo más asequible y donde no diera el sol nos fuimos al Macizo del Alí. Ramiro quería subir una vía de primero para quitarse de encima esa sensación de no haber escalado nada y nos decidimos por La fisura castañé, un V+ bonito y largo. No hay muchas vías de fisura en Morata, que es una escuela donde predomina la placa. Unas placas tan lavadas de tanto pisarlas que mucha gente la llama Morata de Jabón.
Tiene algún aleje entre chapa y chapa que Ramiro aumentó aún más al saltarse una sirga colocada en un puente de roca. Los dos encadenamos la vía de primero (el paso más difícil quizá esté en el 3er seguro, donde hay que hacer una pequeña travesía sin mucho pie hacia un evidente buzón) y no quisimos escalar más para no estropear el día y para poder refrescarnos con una jarra de cerveza antes de volver a Zaragoza a comer.
A la tarde nos fuimos de nuevo a la expo, queríamos asistir primero a un concierto a las 19:00. Para intentar evitar las presumibles colas en la Puerta del Ebro decidimos coger el 40 y luego el expo 5 hasta la Puerta de la Torre del agua. Pero las fiestas del barrio habían cortado toda la avenida San José y desviado a todas las líneas que pasaban por ella, así que cambio de planes: nos bajamos en la Plaza España y cogimos el expo 8 como siempre. Por supuesto llegamos tarde aunque no había apenas cola de entrada, pero obtener una silla de ruedas lleva su tiempo porque hay que rellenar los mismos papeles todos los días. Burocracia. Además me encontré con dos amigas distintas, así que aún acumulamos más retraso. Afortunadamente el concierto no merecía la pena: era de un intérprete de lira finlandesa, a pelo, sin ningún acompañamiento. Que me perdone el esmerado chabal, pero eso sonaba a graznido de mamut siberiano. Aguantamos un par de temas y nos fuimos. Visitamos de una tacada media docena de pabellones, de esos que entras y sales como quien pasea por un pasillo de un supermercado: Vietnam, Thailandia, Mongolia, Mauritania (con maquetas de pueblos indígenas) y Argelia (con un imaginativo audiovisual convinando pantalla de cine y holograma y un salón decorado con celosías y columnas donde proyectaban más audiovisuales en las dos paredes). Terminada la tourné nos pasamos de nuevo por el Balcón de las músicas a escuchar a un guitarrista americano, Glenn Jones.
Foto obtenida de internet, este día no me bajé la cámara, chorry
Una maravilla. Todos sus temas eran instrumentales y entre tema y tema soltaba una parrafada en su inglés de Massachusetts con la esperanza vana de que alguien del público le estuviera entendiendo. Era un auténtico virtuoso. De las pocas veces que no he oído a nadie entre el público hablar durante la actuación. Podéis encontrar más información acerca de él y escuchar alguno de sus temas en su web:
http://www.myspace.com/glennjonesguitar
Una vez terminado el concierto nos pasamos por delante del restaurante de Japón y reservamos mesa para las 23:00. Teníamos más de una hora de tiempo, así que nos dirigimos al pabellón de Italia a ver si conseguíamos entrar al concierto de piano. Había mucha cola, pero a los que íbamos con silla de ruedas nos dejaron pasar de los primeros. El concierto fue estupendo, todo un cambio con respecto a lo que había estado escuchando hasta ahora en la expo, música clásica. El artista era Stefan Cassar e interpretó obras de F. Chopin, Listz, Debussy, Gershwin y de él mismo con un piano especial, la caja de resonancia estaba hecha de metal.
Más información en las siguientes webs:
http://agaudi.wordpress.com/2007/03/23/fazioli-piano-mliminal/
http://www.pianored.com/fazioli.html
Yo no tengo un buen oído, pero Mariví decía que tenía un sonido muy limpio. El diseñador y constructor del piano estuvo presente pasando las hojas al pianista. Nos tuvimos que marchar antes de terminar porque ya pasaban de las 23 y se nos hacía tarde. Llegamos al restaurante a las 23:15 sin muchas esperanzas de que nos dieran de comer, pero no fue así. El restaurante estaba lleno, pero la cocina cerraba a las 23:30, así que nos tuvimos que dar prisa en elegir: carpacho de vieira, una selección sushi, salmón a la parrilla y una especie de foundí de carne, pero en el que la carne no se freía, sino que se cocía en una salsa de soja en la que previamente se habían cocido unas pocas verduras, setas y tofú (requesón de soja). La carne se enfriaba antes de comerla empapándola en huevo batido crudo. Toda una delicia. Uno de los mejores sitios de la expo para cenar y una magnífica manera de terminar un día tan ajetreado.

Dos conciertos distintos

Para la tarde el jueves 28 de agosto tenía marcados en mi agenda de la expo dos conciertos. Los dos totalmente diferentes. Uno a las 19:00, de Krisenka Finley. Una cantante zaragozana con nombre y claras afinidades irlandesas. Hacía tiempo que tenía ganas de escucharla, ha dado varios conciertos en diversos locales de Zargoza y por una causa o por otro no había podido ir. El otro no empezaba hasta las 00:30, así que decidí ir y volver con la bici, cenar en casa, refrescarme y salir de nuevo en bus para el concierto de la noche. No me apetecía nada quedarme toda la tarde en la expo con el calor que hacía.
Ambos conciertos eran en el Balcón de las músicas. Llegué bien de tiempo, suficiente como para coger asiento en segunda fila y poder hacer buenas fotos. A pesar de las ganas que le tenía a este concierto me defraudó desde el principio. Krisenka Finley intercaló versiones de éxitos pop de Tracy Chapman, Joni Mitchell o The Pretenders, con canciones propias, canciones todas ellas estupendas, la voz de la cantante preciosa... pero nada me encajaba. El acompañamiento, guitarra eléctrica, bajo y batería, no parecía muy conjuntado, los continuos cambios de voz de la cantante exagerados, fuera de lugar. Su voz apenas se oía, ni siquiera en la única canción que cantó en castellano pude entenderle nada fuera del estribillo.
Llegué a casa con mal sabor de boca. Entré en internet a buscar vídeos de ella en youtube y aquello era otra cosa: un sonido limpio, su voz clara. Nada que ver con el concierto que acababa de escuchar.
Al segundo concierto fui con otro ánimo. No conocía de nada al grupo, sólo la reseña que edita la expo en su agenda: The Konky Duet, grupo formado por "3 mujeres de distintas nacionalidades: la japonesa Kumi Okamoto, la rusa Tamara Goukassova y la francesa Zoe Wolf, forman The Konki Duet. La música creada por el grupo es un pop delicado, amable y muy femenino, en el que se mezclan violines, teclados, guitarras y trompetas, para crear un estilo personal y totalmente identificativo."
Nada de melódico folk irlandés y sin embargo me atrapó desde el principio. Aquello sí que estaba todo bien armonizado, ningún acorde sobraba, todo estaba pensado para crear ese sonido. Desde luego nada de delicado y amable: discordancias vocales e intrumentales rompían continuamente los temas. No es la clsae de música que suelo escuchar, pero desde luego sonaba estupendamente. El concierto se me pasó sin tiempo para aburrirme, sin tiempo para pensar que el tiempo estaba pasando. El único pero del concierto no vino por parte de ellas, sino del pobre público que estábamos disfrutando de su actuación. No hubo apenas ambiente y ellas terminaron el concierto sin un simple bis.

Lecturas del verano

Hace tiempo que ya tendría que haber escrito algún post sobre libros, iba a poner sobre literatura pero ese nombre me queda muy grande. No soy un lector voraz, pero me encantan los libros y de cada sitio que visito me suelo comprar alguno. No paro de ampliar las estanterías, pero siempre me faltan más. Además, los siguientes post van a volver a ser sobre conciertos de la expo e intercalar un post distinto va a servir para oxigenar un poco este blog. Y dado que el finde pasado no salí a escalar y este en el que estamos tampoco, no me quedaban ya muchos más temas de los que hablar.
El verano me ha dejado tiempo para leer 3 libros, el primero es "Un día de cólera" de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara, 2007).
Este no es un libro al uso de Pérez-Reverte, no al menos de ninguno que yo haya leído. Para empezar la trama no esconde suspense (como por ejemplo en "El club Dumas") ya que los personajes no son ficticios y los hechos tampoco, con lo que se restringe mucho las posibilidades narrativas del autor. Tampoco tiene protagonistas atractivos, poderosos, como en "La reina del sur" o en "La piel del tambor", sino que el libro describe múltiples protagonistas, ni más ni menos que todas las personas que participaron en la revuelta contra los franceses el 2 de mayo de 1808 en Madrid. El autor no para de dar datos concretos sobre todos esos personajes, sus nombres, ocupaciones, lugares de residencia, y sobre los sitios donde tienen lugar los acontecimientos, (el libro viene acompañado de un plano de Madrid de esa época para que el lector no se pierda entre tanto nombre de calles y plazas), en un intento de acercarnos a todas esas personas que lucharon y muchas murieron ese día y el siguiente en las calles de Madrid. Porque el libro es en parte un homenaje a toda esa gente, de clase humilde la mayoría, que sin preparación militar ni apenas armas, luchó cuerpo a cuerpo contra el mayor ejército de la época y prendió, sin pretenderlo, la mecha que inició un levantamiento general contra el invasor en toda España. Pero esta sobrecarga de datos tiene como indeseable consecuencia que la lectura se vuelve lenta y poco atractiva a ratos, como si uno estuviera leyendo las páginas amarillas. Pero en seguida vuelve la narrativa vigorosa que caracteriza al autor y te sumerge en esa vorágine de violencia, sangre y pólvora en la que se sumergió Madrid durante un largo día. Las descripciones de los movimientos de las tropas napoleónicas y de las cargas de su caballería son tan realistas que no hace falta mucho esfuerzo para imaginarlas y verlas pasar en tu mente como en una película.
Aunque se podría catalogar como una novela histórica, al igual que la saga de El capitán Alatriste, no tiene su componente lúdico, de aventuras, de duelos de espadachines .
No es, desde luego, un libro patriotero: esas cosas se la refanfinflan al autor. El libro está plagado de críticas a la Junta de Gobierno, a los altos mandos militares, a la clase media, a la nobleza y al clero que, en su inmensa mayoría, no quisieron apoyar al pueblo cuando éste se levantó contra el invasor. Ni siquiera se salvan los protagonistas de la revuelta, esos hombres y mujeres de lo peor de Madrid que lucharon sólo por venganza y odio. Un libro, al fin, de relatos crudos, sin salva patrias ni banderas al viento. No es un libro de historia, pero sí un estupendo relato ficticio, pero lo más veraz posible, de esos trágicos sucesos.
El 2º libro casi no necesita presentación porque es uno de los grandes bestsellers españoles, "La catedral del mar" de Idelfonso Falcones (Grijalbo, 2006).
Y desde luego lo tiene todo para haber sido un bestseller: novela histórica de fácil narrativa y trama interesante. He leído algunas críticas indicando que es un libro de calidad mediocre, seguramente, que no pasará a los anales de la historia de la literatura, posiblemente. ¿Quiere esto decir que es un mal libro? De ninguna manera. ¿Cuántos grandes escritores son capaces de describir personajes que te atrapen desde la primera línea? Si fuera tan fácil escribir libros de éxito habría miles de escritores ricos y famosos, y no parece que haya tantos. Hay historiadores que lo han intentado y se han metido a novelistas e incluso han llegado a tener cierto éxito, como por ejemplo José Luis Corral. Y me gustan sus novelas, están perfectamente bien documentadas y la recreación de la época es increíblemente detallada y realista (¿quién mejor que un historiador para conseguirlo?), pero a sus personajes les falta vida, garra, carnalidad. Parecen hieráticos, deslavados. Nada que ver con los personajes de Ildefonso Falcones, reales, vitales.
La trama de la novela discurre en la pudiente Barcelona del siglo XIV. Para mí uno de sus mayores logros es la descripción de los distintas labores y formas de vida de la época: los bastaixos, acarreando piedras enormes sobre sus espaldas, los cambistas (los antiguos banqueros), los campesinos, los artesanos, las clases dirigentes de la ciudad, las prostitutas (al parecer eran las únicas mujeres junto con las damas nobles que podían usar vestidos de colores, para poder distinguir entre unas y otras, si eso es posible, las meretrices no podían tapar sus hombros con capas). Supongo que es lo que todos buscamos en las novelas históricas: la descripción de una forma de vida pasada, desaparecida, sin tener que bucear en innumerables libros académicos. Muchos la han comparado con otro tremendo bestseller, "Los pilares de la tierra", pero en mi opinión, no llega a tanto. Aún así es un ejemplo de cómo se pueden hacer novelas atractivas sin necesidad de recurrir a conspiraciones imposibles, sólo basándose en personajes cotidianos y creíbles.
El último libro es una pequeña joya de Fernando Aramburu, "Los peces de la amargura" (Tusquets, 2006).
Es una colección de pequeños relatos sobre gente corriente, sobre gente actual, sobre gente que vive a nuestro lado. Sus protagonistas son personas afectadas de un modo u otro por el terrorismo etarra: no sólo víctimas más o menos directas de ETA, padres, hijos, novios y novias, vecinos, amenazados como chibatos, sino también terroristas encarcelados o madres de terroristas. Son relatos descarnados, sin adornos, sin heroicidad, descritos con un inmenso cuidado, sin caer en el morbo, con un lenguaje cotidiano de la calle, con todos sus errores gramaticales, que nos sumergen en la insufrible cotidianidad de todas estas personas anónimas, que no salen nunca en los telediarios, pero que son los que mejor conocen lo que significa la muerte y el terrorismo. Cada capítulo es una historia estremecedora, como por ejemplo el que relata el acoso incesante al que se ve sometido un vecino de un pequeño pueblo guipuzcuano y toda su familia, simplemente por el rumor de que había colaborado a la detención de dos jóvenes terroristas del pueblo. Una acción, que en cualquier otra parte del mundo sería considerada como un acto cívico, es allí valorada como una traición. Les niegan el saludo, no les atienden en los comercios, sufre el desprecio de su propio hijo (más identificado con la causa criminal que con su padre)... En un acto de desesperación, el hombre se sienta en mitad de la plaza del pueblo cubierto con una "ikurriña", la bandera de la Comunidad Autónoma Vasca, y un montón de octavillas escritas a mano en las que se puede leer que él no ha sido. La única atención que recibe por parte de sus hasta entonces vecinos es de un grupo de señoras mayores que se acercan y sin mediar palabra le quitan la bandera de encima para evitar que el apestado la siga mancillando.
No son historias reales, es un libro de ficción, pero describen de una manera horriblemente realista el dolor, la falta de libertad, el día a día de cientos, de miles de personas en el País Vasco en pleno siglo XXI.


sábado, 30 de agosto de 2008

No siempre se acierta

El miércoles 27 de agosto volvimos a la expo, que ya es como nuestra segunda casa. Queríamos ver la exposición sobre el hielo que había montado Reinhold Messner con el patrocinio de Aramon y Leitner. Así que cogimos primero el 23 y luego el 34, que nos dejó a 200 m del telecabina cercano a la estación de Delicias. El viaje en telecabina es una de las mejores atracciones de la expo: sobrevuelas el río y el recinto disfrutando de unas vistas maravillosas.
Vista del anfiteatro y de las plazas temáticas; la Torre del agua
La exposición se encuentra en el telecabina de la Puerta de la Torre del agua. Se llama El Mundo de Hielo y consta de 9 obras (cuadros, esculturas, audiovisuales...) de 9 artistas distintos. Más información en la siguiente web:
http://www.telecabinaaramon.com/mundo_del_hielo/laexpo.php
Tiene alguna cosa curiosa, pero no es nada especial.
De ahí nos fuimos al pabellón de Rusia. Moderna decoración, tiene un buen audiovisual sobre el agua, aunque demasiado místico (¿quién se lo iba a esperar viniendo de la antigua URSS?) y un atractivo bar-restaurante donde probamos una crepe de huevas de salmón, otra de salmón ahumado, otra de pechuga de pollo y una buena cerveza rusa). Para ser la expo no resultó excesivamente caro. Después del tentempié nos dirigimos al Balcón de las músicas a escuchar a un cantante irlandés llamado Brian Caffrey. Un cantante tranquilo y dicharachero, hablaba bastante bien el castellano (al parecer ha vivido durante cierto tiempo en Barcelona: toda una contradicción, ¿no?). Me recordó a las canciones que nos ponía el profesor de inglés en la EGB. Le gustaba la música irlandesa y de vez en cuando nos ponía canciones en el radiocasette (sí, esos inventos han existido de verdad) al mismo tiempo que nos pasaba unas fotocopias de la letra a la que había quitado ciertas palabras para que nosotros rellenáramos los huecos tras escuchar un montón de veces la cinta. Yo odiaba estos ejercicios de "listening" porque se me daban fatal, pero me encataban las canciones. Ahora sólo me acuerdo de una, Molly Mallone, de la que aún recuerdo incluso el estribillo. Cosas de la memoria.
Terminamos la jornada en el anfiteatro. Fuimos con tiempo de sobra con la esperanza de tener sitio, pero el espacio reservado para las sillas de rueda estaba a tope, como el resto del anfiteatro, y tuvimos que hacer malavares para poder entrar. El espectáculo programado para esa noche era "Spirit of Broadway", un popurrí de canciones de musicales de éxito. Yo esperaba ver algo de la espectacularidad de los musicales, pero la decoración fue muy básica, casi sin números de baile y la calidad de los cantantes bastante floja. Parecía una actuación de OT. Sin embargo, el público estaba muy satisfecho: aplaudían con entusiasmo tras cada tema y nadie se movió de su asiento (lo normal es que a los 10 minutos de empezado un concierto una gran parte del público se levante y se marche: son gente que viene con curiosidad, a ver qué tal, y se cansan enseguida). Parece que esos temas tan sencillos conectaron con el público mucho más que los sonidos tribales de Toumani Diabaté o que el excelente rock de Paul Weller, por poner el ejemplo de dos estupendos conciertos que no consiguieron enganchar a la mayor parte del público inicial.
Spirit of Broadway durante la representación de un tema de Jesucristo Superstar,
un guiño al mote que me ponen mis alumnos: "jesucristo"
Mariví estaba ya muy cansada y se quedó completamente dormida, así que, por primera vez, nos fuimos antes de terminar el espectáculo.

jueves, 21 de agosto de 2008

La expo es más que Ranillas

A alguno le puede parecer que esto ya es el colmo. Una cosa que pueda incluir posts sobre música, al fin y al cabo, ¿a qué escalador no le gusta la música? Pero hablar de arte… En primer lugar no creo que haya ninguna incompatibilidad entre el deporte, en este caso la escalada, y la cultura; y en segundo, este no es un blog sobre escalada, hay un listado de varios de ellos en este mismo blog, es un blog sobre mis vivencias, muchas de ellas son de escalada, claro. Pero, escalar no es lo único que me interesa. Nunca he podido centrar mi interés en una única actividad, afición o hobby. Nunca he entendido, aunque sí los he envidiado, a esa gente que consigue un dominio extraordinario en su actividad ya sea la música, el deporte o el arte. Pero luego pienso en la dedicación exclusiva que les ha exigido y desaparece casi por completo la envidia. Tengo muchas aficiones, demasiadas, a las que no puedo dedicarles mucho tiempo, por lo que no sé nada de ninguna de ellas. Es lo que tiene.

El arte es una de ellas. A todos a los que os interese un poco el arte o la cultura en general y tengáis la posibilidad, no dudéis en ir a ver la exposición sobre Goya que ha montado el Museo de Zaragoza hasta el 15 de septiembre.

http://www.goyaeitalia.es/

Especialmente si os apuntáis a la visita guiada, como hemos hecho nosotros esta mañana. No siempre se puede acceder a una clase magistral de arte sobre el terreno, con las pinturas delante de ti, desde el barroco hasta el neoclasicismo, y todo por solo 9€: 6 de la entrada y 3 de la visita guiada.

No teníamos intención de contratar la visita guiada, ni siquiera sabíamos que hubiera la posibilidad, pero justo empezaba una cuando hemos llegado y no hemos dudado en apuntarnos, especialmente después de que nos comentaran que el museo cuenta con sillas de ruedas para personas con problemas de movilidad. Porque la visita dura hora y media y Mariví no hubiera podido aguantar todo ese tiempo de pie (aunque hay algunos asientos en unas pocas salas, no hubiera sido suficiente).

Sin la visita guiada va a ser difícil enterarse de mucho. La exposición cuenta con pocos cuadros de Goya, de los cuales sólo 2 o 3 son grandes obras, de esas que atraen al público. La mayoría son obras de otros artistas coetáneos de Goya que sirven para contextualizar y comprender su propia obra. La exposición también ayuda a entender cómo se desarrollaba en esos tiempos, el s. XVIII, la carrera de un pintor, en este caso de Goya, desde los comienzos hasta su reconocimiento en la corte. La mayor parte de las obras han sido traídas desde multitud de museos nacionales e internacionales y ha costado dos años organizar la exposición. Un trabajo enorme que no parece que haya sido correspondido con el interés del público. Hoy al menos estaba el museo medio vacío. Se nota que no es el Museo del Prado o el Guggenhein.

El Sueño 1798-1808

Francisco Goya

National Gallery (Dublin)

PD: el edificio por sí solo ya merece una visita.

Monjes peonzas

Ya queda menos para que se termine la Expo y no sé qué voy a hacer entonces: ¡voy a sentir un tremendo vacío cultural! Es lo que sucede después de los empachos. Ayer, miércoles 19 de agosto, por la tarde volvimos de nuevo a la expo. Queríamos ver a un grupo de monjes musulmanes bailarines y de paso aprovechamos para ver algún pabellón más. Ayer tocó Polonia, el país que más se ha gastado, al parecer, en su pabellón: muy bonito, con las paredes tapizadas de ramas, ambiente muy cuidado… el contenido, flojito, como en todos: 2 o 3 pequeños espacios dedicados a la exposición y un recinto para proyectar un audiovisual en 3 enormes pantallas que sin ser espectacular resultó interesante. Cuando salimos eran más de las 8, así que tocaba buscar un sitio donde cenar y Polonia tiene restaurante en su propio pabellón así que tras esperar unos minutos a que se libera una mesa decidimos probar. La comida bien, el precio… una pasada, como en el resto de restaurantes en los que he estado: Lituania, Uruguay (este último no merece la pena a pesar de la fama y la cantidad de gente que tiene).
Antes de terminar de cenar ya vino Pilar, a la que acompañamos a que se comprara una Frankfurt en la terraza de Alemania y fuimos ya a buscar sitio al anfiteatro. Este recinto tiene un espacio reservado para personas en silla de ruedas separado del resto por una cadena… invisible al parecer porque nadie la respeta, como si no existiera. La gente ve un hueco para sentarse y le da igual todo lo demás. Ayer una voluntaria se tomó apecho se trabajo e intentó que la gente maleducada respetara ese espacio. Pues ni aún así, ni aunque viniera esa abnegada voluntaria a informarles de porqué no podían estar ahí no había forma de que movieran el culo. ¡Bendito país! ¡Y luego viene el anuncio de Aquarius a decirnos que la gente somos extraordinarios! ¡Ja ja!
Menos mal que el propio concierto nos libró de toda esa “gente”. La música era bastante monótona, como toda música religiosa o mística. El grupo se llamaba Al-kindi, es sirio e interpreta música mística sufí y estuvieron acompañados por los Derviches de Damasco, un grupo de monjes que entran en trance dando vueltas al son de la música. El sonido era bello, extraño para nuestros oídos occidentales y anestesiados con tanto Bisbal, pero repetitivo. Al poco de comenzar el concierto la paciencia de muchos espectadores se acabó y empezó a vaciarse el anfiteatro. Lo más espectacular, sin duda, eran los bailes, monótonos también: gira que te gira… ¡sin marearse! Y así durante muchos minutos seguidos. Espectacular.
Una última muestra de la alta sensibilidad cultural de la peña, u sea de todos: antes de empezar a tocar y una vez en el escenario, los artistas permanecieron unos minutos en silencio, seguramente concentrándose ya que para ellos no deja de ser música religiosa. Pues bien, ¿qué hizo el personal? a) respetó el silencio; b) se puso a silbar como si estuvieran en un campo de fútbol.
Más información sobre este grupo en:
Después del concierto nos despedimos de Pilar y nos encaminamos a la puerta del Ebro. Pero Mariví propuso intentar ver el último pase del Hombre Vertiente y nos dimos media vuelta. Hay una serie de sitios reservados para personas con discapacidades, y un montón de voluntarios para conseguir que la gente los respete, así que no tuvimos problemas en entrar. Lo mejor de la Expo, a mi parecer: pedazo de espectáculo, original, imaginativo, muy bien conseguido. Me impresionó y me divertí como hacía tiempo. No voy a contar más de él para mantener la capacidad de sorpresa de los queráis ir a verlo.

Acojonante Ordesa

¡Sueño cumplido!

Con 18 años abandonaba por primera vez los montes del País Vasco para ir a Pirineos, a Ordesa, a subir Monte Perdido. Íbamos con la misma mentalidad que cuando salíamos al Gorbea o al Amboto, y también con la misma ropa: pantalones vaqueros y un jersey viejo. Ordesa nos acojonó desde el principio: el Tozal del Mallo, el circo de Cotatuero… y el Perdido, al que no llegábamos nunca: ¡anda que no eran grandes las cimas del Pirineo! ¿Y dónde estaban los senderos?

Volvimos con un montón de anécdotas e historias… y sueños. Soñando cómo podía haber gente que pudiera escalar esas enormes paredes tan verticales.

Y mira tú por donde que pasados 20 años me animo a empezar a escalar, y además de deportiva le damos también a la clásica y vamos mirando reseñas de vías hasta V grado de dificultad en diversas zonas, pensando que el V grado sería igual en todas partes (ingenuo) y en algún momento claro salió el tema de Ordesa y de que ahí también hay vías de V. ¡Joder, tenía posibilidades de cumplir mi sueño! Luego vino la desilusión, alguien se encargó de bajarnos los humos y de ponernos en nuestro sitio: Ordesa no es para principiantes, sentenció. Y ahí se quedó mi sueño, lejos, lejos de mis posibilidades. Hasta que el sábado 16 de agosto por la mañana me llamó Abel. Seguía de vacaciones y solo, así que se había ido a Pirineos de nuevo para hacer 3000. Pero el mal tiempo le había impedido hasta ese momento hacer apenas nada. Me propuso ir a Ordesa y escalar el Pilar de Primavera. Una vía asequible me dijo, la más fácil de Ordesa. Más fácil que la Ravier al Tozal que hizo él el verano pasado junto con el Capo, el coletas y Javi, pero menos protegida, con menos clavos (porque parabolts no hay en ninguna). El sueño volvía una vez más: ¿sería por fin el momento de ir a Ordesa? ¿sería capaz de escalar allí? Quedamos en que saldría de Zaragoza nada más terminar el partido de baloncesto entre España y EEUU (más me hubiera valido salir nada más comer: ¡menuda paliza¡ No hubo partido). Cerca de las 9 pm llegué al albergue-bar El último bucardo en el pueblo de Linas de Broto, a 10 minutos de Torla, donde ya me estaba esperando Abel. Él venía de Benasque, de intentar hacer todos los picos del Russell, y llevaba ya tiempo mirando y fotografiando croquis de vías de escalada de Ordesa. Él ánimo se nos encogió por completo porque se puso a llover un poco mientras cenábamos allí. Cuando terminamos las 2 jarras de cerveza nos fuimos a dormir al parking de Torla dentro del coche de Abel (una vez quitados los asientos de atrás quedaba espacio suficiente), con el objetivo de coger el primer autobús hacia la pradera, a las 6:00 de la mañana. Apenas subimos 6-8 personas a esa hora. El cielo estaba encapotado y no presagiaba nada bueno. Estuvo amenazando lluvia toda la mañana y hacía bastante fresco, tanto que escalamos con el forro polar puesto y aún así en las reuniones, parados, nos quedábamos pajarito.

Foto del Circo de Cotatuero desde la Faja de Pelay con los caminos de subida (rojo) y bajada (lila)

Empezamos a andar a las 6:30, aún sin amanecer, con las frontales encendidas. Enseguida llegamos a la bifurcación donde comienza el camino a Cotatuero, marcado por una virgen, y que atraviesa un mágico bosque de abetos gigantescos.

Amanecer en Ordesa

Al poco de pasar la cabaña de madera, vimos un indicio de sendero a mano izquierda que atravesaba una pedrera. Lo cogimos y dejamos ahí las mochilas grandes. Nos pusimos los arneses y todos los zarrios y seguimos por ese camino pensando que era el verdadero. Al llegar unas pequeñas cascadas nos dimos cuenta de que en realidad el camino pasaba un poco más por encima. El espolón de Primavera se destacaba con claridad al fondo y nos indicaba continuamente la dirección a seguir.

Justo debajo de él se coge una canal evidente a la derecha y se atraviesa un primer murallón rocoso por una hendidura que en principio se veía tan fácil que decidimos tirarla en zapatillas y sin cuerda (a pesar de que en todos los croquis marcaba que ese paso era de IV y se recomendaba sacar la cuerda hasta llegar a una reunión de dos spits rojos).

La canal buena es la de la derecha, la más pequeña

Pronto nos tuvimos que bajar del burro, parar, montar reunión en un sitio incómodo y sacar la cuerda porque el paso era un poco expuesto, tiraba hacia atrás y no había demasiadas presas.

Llegando al paso donde tuvimos que sacar la cuerda

Una vez superada esta última dificultad una franja herbosa nos dejó a pie de vía. O lo que nosotros supusimos que era el comienzo de la vía (porque no había ninguna indicación: ni un clavo, ni un cordino, ni por supuesto el nombre pintado en la roca como en el Dent d’Orlu). Sin embargo, había una referencia muy evidente: un pino enorme en mitad de la pared marcaba el final del 2º largo, y por lo tanto, hasta ahí había que llegar.

Croquis de la vía con los largos que nosotros hicimos pintados cada uno con un color diferente

Elegimos el diedro que nos pareció más fácil. Aún así se le veía severo, con la pared derecha muy lisa, así que le “dejé” a Abel abrir ese primer largo. Nuestras primeras impresiones se confirmaron y para poder salir de ese diedro que se suponía de IV+ tuvimos que “acerar” un par de friends.

Abel en el supuesto 1er largo, aunque creo que este muro se esquiva subiendo por la hierba

El siguiente largo me animé yo a abrirlo, marcaba V-, si no me animaba ahora no me animaría nunca. ¿Y no había venido hasta ahí para escalar? Salida de la R1 fácil, luego franja de hierba, luego muro con varios diedros donde elegir y de difícil protección. Y ahí empezó el canguelo: miro por aquí, miro por allá… el tiempo pasaba sin que yo me terminara de decidir. Y Abel, el muy buenazo, esperando. Por fin me animé y en un pis-pás superé el paso que tanta indecisión me había causado. Nueva franja herbosa, cinta en un pino y nuevo diedro, más liso, más vertical. Vi un cordino en un puente de roca y Abel a gritos me indicó que era el diedro correcto, que ese puente de roca aparecía en el croquis. Eso me animó, pensé que sólo tenía que llegar hasta el cordino, acerarlo y tirar para arriba. Llegar hasta el cordino no fue tarea tan fácil, resoplando más que una ballena conseguí alcanzarlo, justo para darme cuenta que el cordino estaba totalmente desfeluchado y a punto de partirse. Con los pelos de punta, saqué un friend a toda prisa, lo enganché en la fisura inclinada pegada al cordino y me colgué de él resoplando de nuevo: buf, buf. Cuando me repuse del susto miré hacia arriba y nueva indecisión ante lo que aún me quedaba de diedro. Total una hora de largo: si eso era escalar…

Nuestro 2º largo, casi seguro empalmé el L1 y el L2

Visto el percal le dije a Abel que tendría que tirar él todo el resto de la vía de primero. Abel lo entendió y ni se quejó. El 3er largo es muy corto: se sale por la izquierda del pino, se supera unos pocos metros y se vuelve a la derecha, en una repisa.

Una reunión formidable: un cordino viejo colgando de un clavo que se movía. Abel la reforzó con un cintajo a un pino y un fisuro.

El siguiente largo era el clave, el más duro: un diedro bastante liso y vertical que terminaba en un techo que según el croquis se salvaba en bavaresa (6a decía el croquis, je je: anda que no he visto 6bs más fáciles): un cordino viejo falcado en un viejo taco de madera era él único seguro fijo del paso (bueno, también había un clavo antes del paso, pero la verdad es que estorbaba más que otra cosa porque estaba bastante apartado de la vía y tuve que esforzarme para deschaparlo). Me colgué del taco y de todos los friends que puso Abel. Tengo todo un reportaje fotográfico de este largo que me hizo Abel mientras se suponía que me estaba asegurando. El paso era como si el techo de la escalera se separara de la pared y dejara una grieta entre ambas: para superarlo en libre no tienes más agarres que empotrar la mano dentro de la grieta y colocar los pies en oposición entre el techo y la pared. ¡Y todo eso colgado!

Comienzo del L4, apenas se ve la cabeza de Abel

Desde el mismo punto hacia arriba cuando yo pasé, lo que me quedaba todavía

Típico ambiente de Ordesa: ¡toma patio!

En la R4 contentos de haber superado el largo más bonito y difícil

¡Ya se han terminado las dificultades de la vía! -me dijo Abel nada más llegar yo a la reunión-, a partir de aquí, a disfrutar. Yo miraba el siguiente largo y no me lo terminaba de creer. Abel lo encaró con mucha soltura, superando fácilmente todas las dificultades: espatarrándose en oposición, empotrando la espalda, los pies, la rodilla… todo un repertorio de movimientos de escalada en diedro-fisura.

Abel atacando el L5 y L6, los empalmó

Sin embargo, fue el largo con más incidencias: se suponía que tenía sólo 40 m, pero no encontró la reunión (supusimos que tenía que ser un único clavo que encontramos en mitad del diedro), así que siguió para arriba y acabó empalmando 2 largos, se le terminaba la cuerda, se embarcó hacia la derecha, intentó superar un pequeño desplome, se le hincharon los brazos y se cayó mientras intentaba destrepar (yo no noté ningún tirón en la cuerda, sólo que sus dos cuerdas cayeron un buen trozo de repente) y se quedó colgando de un fisurero, siguió buscando la reunión, llegó a una terraza con un pino, pero la cuerda no le llegaba hasta él, en la pared no había fisuras donde colgar friends o fisuros y al final montó reunión pasando las cuerdas alrededor de un gran bloque, deseando mentalmente que yo no pegara muchos tirones al subir. Hacía viento, no le veía, estaba lejos y no le oí ni cuando gritó reunión ni cuando gritó para que empezara a escalar. Sólo noté los continuos tirones en las cuerdas, desmonté la reunión, di un par de pasos, las cuerdas se tensaron enseguida y tuve que imaginarme que Abel me estaba asegurando, como así era. La dificultad del largo se suponía de V, pero era muy mantenido, con tramos muy lisos en los que había que empotrarse. En uno de ellos me quedé sin saber salir de él y me colgué de la cuerda roja de Abel. Es la técnica que jocosamente llamo de “cuerda auxiliar”: me agarro a una de las dos cuerdas y Abel me recoge la otra, cuando llego a un sitio más cómodo Abel recoge también la cuerda por la que he trepado. Ya me imagino la cara de susto de Abel cuando en su precaria reunión notó el fuerte tirón que le di a la cuerda roja. Afortunadamente no tuve que recurrir a esta “técnica” más que en un par de pasos contados y Abel me pudo explicar todo cuando llegué por fin a su altura.

Abel explicándome los pormenores de su caída, encima de la precaria R

En la explanada de la R6, la Fraucata al fondo

En la explanada hicimos unas cuantas fotos y examinamos el último largo que nos quedaba: una fisura de IV+. Abel me preguntó si quería tiararlo, que lo veía asequible para mí. Amablemente rechacé la invitación, no sin antes preguntarle si se encontraba psicológicamente bien después de la caída. Fue un largo disfrutón: Abel disfrutó abriéndolo de primero y yo lo disfruté y lo liberé escalando de segundo. Tenía un paso de bavaresa típico: la fisura vertical, las dos placas del diedro lisas… fácil, si se escala de 2º, no creo que lo hubiera liberado de 1º.

Nada más llegar a la última reunión, otro pino más, nos quitamos los gatos, recogimos las cuerdas y trepeteamos hasta la plataforma herbosa final. Eran las 5 de la tarde, habíamos empezado a escalar a las 10,30 así que habíamos tardado 6h y media, no estaba mal. Allí nos esperaba otra sorpresa: un grupo de 3 guardia civiles del GREIN que estaban esperando al helicóptero después de hubieran recogido todo el material empleado en el rescate del fallecido de la semana pasada. Nos hicimos fotos.

Al fondo el Pico de la Espalda

Volví a comer, de hecho me terminé las lonchas de queso que llevaba (nunca mais una pájara como la del Dent d’Orlu), hicimos muchas fotos y después de media hora emprendimos el camino de bajada que transitaba al filo del precipicio por una franja herbosa recorriendo todos los entrantes y salientes del Circo de Cotatuero hasta desembocar en las famosas clavijas.

La cascada de Cotatuero desde la R3

Hicimos el recorrido impresionados por la grandiosidad del paisaje, enormes paredes por cualquier sitio que mirásemos, y felices por haber sido capaces de completar (aunque yo con trampas) una vía tan bonita (aunque si esta es la vía más asequible del valle creo que no voy a poder repetir muchas veces este sueño). Estas clavijas eran el otro punto interesante de la jornada: llevaba mucho tiempo deseando pasar por ahí, ya había pasado por todas las demás clavijas del valle, sólo me faltaban éstas, las más famosas. Tenía curiosidad por saber si me iba a causar tanta impresión como sugerían las múltiples fotografías del paso que había visto a lo largo de los años. Y la verdad es que no me causaron ninguna impresión: fue muy sencillo.

Continuamos bajando hasta llegar al lugar donde habíamos ocultado las mochillas. Metimos todo el material en ellas y seguimos hacia la pradera, a la que llegamos a las 20:15, es decir, habíamos tardado casi 14 h entre escalar, aproximar y bajar.

El Tozal del Mallo, ¿para cuándo este sueño?

Una actividad muy completa que necesitó una reposición de sales minerales en condiciones: una jarra de cerveza de ½ L mientras esperábamos al siguiente autobús a Torla. Allí montamos una cena generosa a base de latas de mejillones, navajas ¿ y una buena cacerolada de pasta y sofrito de tomate que mojamos con un par de latas de cerveza, que tuvimos la preocupación de comprar en un bar de Torla, pero huérfanos de pan, del que no nos preocupamos hasta que lo echamos en falta cuando abrimos la primera lata. Así somos nosotros, nos preocupamos más de la cerveza que del pan. Ya lo decía el gran Alberto Pérez:

Todas las cosas tratamos

cada uno según es nuestro talante

yo lo que tiene importancia

ella todo lo importante

De postre un vasito de pacharán mientras veíamos en el portátil de Abel las fotos de la jornada, saboreando cada paso, cada diedro, cada paredón. Al día siguiente, después de desayunar en una bocatería con terraza a pie de carretera, me bajé a Zaragoza y Abel se quedó para aprovechar el día tan estupendo que salió y subir a las Gabietos. En Huesca hice una parada para saludar a María que llevaba varios días pateando también por el Pirineo. Un fin de salida estupendo. Otro sueño precioso que he conseguido realizar. ¿Qué más se puede pedir?

Webs con reseñas y/o fotos de la vía:

http://www.inazio.com/images/pri01.jpg

http://www.puiseux.name/loisirs/topos/vrac/09.Pyrenees-Aragon/03.Ordessa/Ordessa.Gallinero.Espolon_Primavera.pdf (buen croquis a mano)

http://www.slideshare.net/atxarte/ordesa-dos-de-dos/ proyección de diapos de la vía

http://andorranosenlacima.blogspot.com/2007/01/pilar-de-primavera-ordesa-octubre-2006.html piada con algunas fotos chulas

Los tambores de Japón


¿Los tambores son sólo de África? Parece que no. Existen tambores en todas partes como demostraron Yamoto y sus tambores de Japón la noche del miércoles 13 de agosto. Una compañía de 10 artistas que se ganan la vida dándole al tambor. Una compañía que monta unos espectáculos impactantes basados en las vibraciones de los más de 40 tambores que utilizan, en el juego de luces que les acompaña y en una cuidada coreografía. Montajes que aderezan con pizcas de humor que buscan involucrar al numeroso público que se congregó en el anfiteatro de la Expo.
Público que disminuyó enormemente durante los 20 minutos de descanso que interrumpieron el espectáculo, fue un gran éxodo motivado por el frío viento. Si alguien me hubiera dicho que iba a pasar frío una noche de agosto en Zaragoza habría pensado que estaba borracho. Los que aguantamos las inclemencias y el sueño seguimos disfrutando con sus percusiones que continuaron llenando de vibraciones el aire. Vibraciones y percusiones que hacían temblar hasta el suelo. Hasta el público vibró. ¿Y cómo no? ¿Cómo no dejarse llevar por tanto ritmo? Cuando por fin se acabó el espectáculo pareció que todo se había quedado quieto, el aire, el mundo, el tiempo… Cuando por fin se acabó tuvimos que frotarnos los ojos para despertar, para volver a la realidad una vez liberados de la hipnosis de los tambores.

Picoteando un poco de todo

Domingo 10 de agosto y de nuevo entramos en el recinto de Ranillas a escuchar música. Primero pasamos por el balcón de las músicas, a las 19:00 actuaba Mariem Hassan, una cantante saharaui con gran vitalidad. No puedo decir que me encantara su música, pero sí que resultó interesante. Después de visitar y cenar en el pabellón de Dinamarca, volvimos para escuchar a James Blackshaw, el supuesto renovador de la guitarra acústica. “Armado con una guitarra de doce cuerdas, interpreta sus propias composiciones, sobre las que improvisa continuamente en escena. Su sonido recuerda a la música clásica y a través de elaborados acordes consigue crear atmósferas minimalistas, tremendamente cálidas y asequibles para el oyente ocasional” dice la web de la Expo. Nosotros llegamos tarde y sólo pudimos escucharle dos temas: un poco rollo, a mi parecer. Pero no tengo más datos.

De ahí nos fuimos al anfiteatro a ver a Bjork, o eso pensaba yo, pero en realidad ella no era más una de las 4 artistas invitadas al concierto de la banda de Tourmani Dibaté. Un artista africano intérprete de la kora, un arpa hecha con una calabaza. Nuevamente música y tambores africanos en el anfiteatro: este verano no ha hecho falta viajar al continente africano para sentir su ritmo. El concierto fue vibrante y las colaboraciones impresionantes: además de la mencionada Bkork, Damon Albarn (Blur), Eliades Ochoa y José Soto (retama). El concierto intercambió puros sonidos africanos con sonidos fusionados con la música occidental, una nueva muestra maravillosamente ecléctica. No dejó indiferente a ninguno de los miles de espectadores que esa noche estábamos abarrotando el anfiteatro. Esta vez casi nadie abandonó su asiento.
Antes de abandonar el recinto pasamos por debajo del Balcón de las músicas. Allí actuaba Darry Hayman. Sonaba realmente bien y nos quedamos a escuchar sus últimos 3 temas. Un buen colofón a una tarde tan diversa.




Mi verano más escalador

Este año debido a las opos y a otras variables ya tenía decidido que no tocaba veranear en Alpes, sino quedarse en casita, mejor en Pirineos que no hará tanto calor. Tanto Abel como Rubén estaban interesados también, y sólo nos quedaba ponernos de acuerdo en el cuándo y en el dónde. El cuándo fue fácil: la primera semana de agosto. El dónde necesitó bastantes más tiras y aflojas, cada uno teníamos nuestras ideas. El tema estaba muy abierto e intentamos cerrarlo quedando a tomar una cerveza en el bar El Tibet el jueves 31 de julio por la tarde. Yo llevo tiempo dando la matraca a la cuadrilla a ver si alguno se anima a acompañarme al Diedro del Spijoles o al Maupas. Tengo muchas ganas de llegar a la cima de un 3000 escalando. Pero nada que hacer, se queda para otro verano. Ni Rubén ni Abel tenían intenciones de acercarse hasta ahí: demasiada aproximación para poca vía, dijeron. Rubén tenía su propia fijación: la sudeste de las Maladetas. Pero ni Abel ni yo lo veíamos claro: ninguna vía de esa pared es fácil (mínimo V+ desequipado) y además nos habían contado que había mucha nieve y que la rimaya estaba muy abierta. Y Abel, el Pedraforca. Pero Rubén quería escalar en granito, fisuras y diedros, y el Pedraforca es caliza. Abel y Rubén se fueron a sus respectivas citas para cenar sin que hubiéramos decidido nada más. Rubén pasaría a buscarnos la mañana siguiente a las 11 de la mañana con su furgoneta California.
Rubén llegó puntual, cargamos y fuimos en busca de Abel. En el camino le hicimos una llamada y no contestó, mal asunto. Llamamos al portal y contestó un compi de su piso: estaba dormido, lo que nos temíamos. Subí a despertarlo y a recordarle qué hora. Ni siquiera tenía hecha la mochila. En fin, a Rubén le dio tiempo a tomar un café y sacar dinero y a mí a aburrirme como un hongo. Salimos con varias horas de retraso, bien avanzada la mañana y con mucho calor: la furgona de Rubén no tiene aire acondicionado. En seguida me tocó conducir porque Abel y Rubén aprovecharon para dormir en el camino lo que no habían podido dormir por la noche. Nos dirigimos a Andorra, el plan era hacer alguna compra, aliens mayoritariamente, y luego pasar a Francia para escalar el Dent d’Orlu. En Alpersport nos dijeron que no tenían aliens y que no los encontraríamos en ninguna tienda de Andorra. En fin, un pequeño contratiempo que no nos afectó demasiado: en una tienda así se pueden superar este tipo de frustraciones fácilmente. Mi terapia consistió en un nuevo casco con visera, un saco fino y un portamaterial-mochila de Grivel. Hicimos también compras de comida y nos dirigimos hacia Francia por Pas de la Casa. En el lado francés nos esperaba una niebla muy cerrada. El GPS nos guió sin problemas, 1º a Ax les Thermes, luego a Orlu y de ahí no tardamos nada en llegar al Parking de Beys. Llegamos de noche, tras hacer una parada por problemas estomacales de Abel. Aparcamos delante de la recepción, con un par, y ahí se quedó durante 3 días. Cenamos a resguardo del sirimiri que caía y que no presagiaba nada bueno. Abel apenas cenó.
Rubén, el agüelo y Abel cenando a cubierto;
la furgo ordenada y preparada para dormir
La vía que queríamos escalar era Los infants de la dalle, 950 m, ni más ni menos, con una dificultad máxima de 6a+.
Croquis de la vía sacado de Desnivel
Madrugamos, ni rastro de lluvia, bien. Abel aún renqueante.
Girones de niebla en el Dent d'Orlu
Mientras desayunamos oímos algo al recepcionista de que había habido desprendimientos en no sé qué vía y que habían colgado un cartel donde se recomendaba no escalar. No le hicimos mucho caso y salimos en busca del camino de aproximación. El croquis decía que partía del 1er parking, no lo encontramos, y volvimos al camino que partía desde donde estaba colgado el cartel de advertencia. Se suponía que la aproximación era de 45 minutos, pasado ese tiempo llegamos a un claro en el bosque desde donde se divisaba claramente en la lejanía el Dent d’Orlu.
Este no podía ser el camino, parecía que era el de bajada. Pero Abel y Rubén se habían distanciado mucho en la subida (soy el agüelo tortuga) y no me oían. El camino cada vez se alejaba más de la pared, volvía sobre mis pasos a ver si me había saltado algún desvío, nada. Abel y Rubén no aparecían y yo convencido de que íbamos mal. Por fin vuelven, descendemos pasadas las 10 de la mañana de nuevo al 1er parking, buscamos con más detenimiento el camino y lo encontramos a unos 50 m. Subimos ya sin muchas esperanzas de terminar la vía, más bien para conocer la aproximación y encontrar el pie de vía para el día siguiente. Fue más fácil de lo que pensamos porque los nombres de las vías están pintados en la roca. Decidimos escalar algún largo, para justificar el día y para probar cómo es la roca, el estilo de escalada… Para evitar tentaciones de seguir subiendo (¡que ya nos conocemos!) dejamos la ropa, frontales, agua y comida a pie de vía. Escalamos un largo cada uno.
Abel y Rubén a pie de vía
Y menos mal que fuimos a probar: el primer largo nos costó mucho hasta que le cogimos el punto a la roca: placa con ligeras regletillas y verrugitas. Había que moverse mucho para buscar el paso. El segundo largo fuimos mejor y el tercero, el más fácil, aún mejor.
Rubén y yo en 2º largo
Aquí nos bajamos, ya eran las 3 de la tarde. Yo dejé la cuerda escondida debajo de una pesada piedra a pie de vía para no volver a cargar con sus 4 kg al día siguiente.
Una cervecita, algo de comer y Abel y Rubén se echaron una siesta. Yo me di un bañito fresco, fresco en el río.
¡El barrilete fue la caña!
Siesta con el Dent al fondo
Al día siguiente fuimos a tiro hecho. Delante de nosotros iban unos mallorquines que escalaron más rápido que nosotros y no nos estorbaron en toda la vía. De hecho, apenas les vimos. Empezamos a escalar a las 8:30.
El plan era que cada uno escalara primero 4 largos seguidos y luego 3. Al recoger mi cuerda vi un desconchón muy feo: ayer dejé caer piedra de una manera bastante brusca y debí dañarla. Afortunadamente estaba en uno de sus extremos, hice el nudo más adelante y pudimos escalar con ella. Al día siguiente corté ese extremo para evitar problemas. Como los primeros largos ya nos los conocíamos fuimos rapidillos. La primera dificultad estaba en paso de 6a, una placa lisa que estaba bien protegido con dos parabolts seguidos que permitían acerarlos.
Rubén en el L5 y el agüelo llegando al paso del 6a del L6
La vía discurre por la cara SE del monte así que estuvimos expuestos al sol todo el día, lo que hizo que consumiéramos gran cantidad de agua. Llevábamos 4 L para los 3, lo que resultó claramente insuficiente. Hubiera sido necesario llevar al menos 2 L por persona porque el agua se nos acabó mucho antes de llegar a cima.
Poco antes de llegar a la arista se encontraba el largo más difícil: 6 a+. Y lo peor, no se llegaba acerando de chapa a chapa: yo tuve que recurrir a la cuerda auxiliar, es decir, a agarrarme a la cuerda de Rubén y trepar por ella mientras Abel me recogía la mía. Un estilo muy fino, vamos.
Abel acercándose al largo del 6a+, justo encima de su cabeza
El último largo antes de la arista fue el más bonito: una fisura para escalar en bavaresa, si aún te quedan fuerzas, que no era mi caso.
Rubén y Abel en el último largo antes de la arista
No habíamos comido más que una barrita en todo el día y eran las 4 de la tarde. Apenas nos quedaba un sorbo de agua y todavía nos quedaba toda la arista cimera que pensábamos que la íbamos a resolver en 3 largos.
Primeros largos de la arista:
el mismo paso hacia arriba y hacia abajo

Vista de La Faillante, el afilado collado que une las dos cimas
La arista se hizo mucho más larga, los largos se sucedían sin que llegáramos a ver cima. Íbamos todos muy cansados. En principio me tocaba a mí abrir estos largos, pero no me atreví, ni Rubén tampoco, así que le tocó el papelón a Abel. Afortunadamente no eran muy difíciles pero nos quedaban pocas fuerzas. A todos nos dio algún desvanecimiento a lo largo de la vía debido a la poca comida que habíamos ingerido, pero a mí me dio bastante fuerte muy cerca ya de la cima. Me tuve que forzar a comer una barra energética que se me hizo una bola pastosa en la boca, pero que finalmente terminé tragando. Eso me permitió seguir adelante.
Diversas muestras de mi cansancio
El cansancio no nos permitió disfrutar de la arista, muy bonita y entretenida, con pasos muy aéreos.
Terminamos de escalar a las 7 y pico de la tarde, cuando llegamos a cima después de 11 h. Descansamos unos minutos, comimos otra barrita, pedimos un sorbo de agua a una pareja francesa y empezamos a descender a las 7:40.
Los 3 en la cima, al fondo a la izquierda parte del larguísimo
camino de bajada, por la ladera herbosa, y Abel de celebración
La bajada era larga, la reseña indicaba unas 2 h, pero yo ya sospechaba que en el estado en el que estaba iba a tardar bastante más. El camino normal de bajada de la pirámide cimera era bastante empinado. Una vez en el collado nos desviamos a la derecha para llegar a un segundo collado, desde donde se coge una arista a mano izquierda que tenía varias subidas y bajadas que terminaron de romperme (o eso me parecía en ese momento: que ya no podía cansarme más). Íbamos buscando como desesperados algún manantial donde poder beber, pero no encontramos nada. Pasada esa arista, el camino giraba de nuevo a la derecha siguiendo a media ladera por una pendiente herbosa.
Preciosa vista al anochecer de las dos cimas del Dent d'Orlu:
a la izquierda La Main (2081 m) y la derecha la principal (2222 m)
El croquis indicaba que había que llegar hasta una cabaña desde donde se cogía el camino de bajada a través del bosque que nos llevaría ya hasta el parking. Un poco antes de la cabaña encontramos un riachuelo sobre el que nos avalanzamos como desesperados. Llegamos a la cabaña anocheciendo. Nos recibió una pareja que nos invitó a beber (granadina diluida con agua) y a comer algo. Además el hombre se ofreció para acompañarnos hasta el comienzo del sendero. Me prometí después de tanta cortesía que dejaría pasar bastante tiempo antes de meterme con los gabachos, perdón, con los franceses. El camino de bajada no eran tan de bajada, en los primeros tramos fue un subibaja que me dejó sin aliento. El resto del camino lo hice jadeando todo el tiempo, al límite. Cada 10-15 minutos tenía que parar para recuperar levemente el aliento. Me zumbaban los oídos, con esa sensación de taponamiento como cuando subes a un avión o un puerto de montaña con el coche. Abel pacientemente bajaba a mi lado, dándome ánimos. Me entraron calambres en las piernas. Yo sólo pensaba en dar un paso más, y otro. Así, arrastrando los pies, trastabillando alguna que otra vez, cuando ya pensaba que no lo conseguiría, apareció delante de nosotros la carretera (no grité de alegría porque no tenía fuerzas) y a las 11:15 de la noche llegamos al parking. Había estado casi 16 h en actividad, mal alimentado y con poco agua, y no podía más. Vaciamos el resto del barril de cerveza de 5L y me fui a lavarme un poco al río. No podía tragar nada sólido, pero Rubén se acordó del gazpacho que habíamos comprado y di cuenta de él casi yo solito.
El lunes fue día de relax, de ducha, de descanso, de viaje. El siguiente destino: Cavallers, para escalar en Travesany. Volvimos a Andorra, buscamos en Viladomat alguna mochila más como la mía, nada, compramos más comida (no encontramos más barriles de 5L, snif) y seguimos hacia España. Paramos a comer en un merendero y seguimos hacia Sort, Pont de Suert, hicimos turismo en Sant Clement de Taüll
Iglesia románica de Sant Clement de Taüll
y continuamos hacia el embalse Cavallers.
Parking de la presa de Cavallers, donde dormimos
Yo no las tenía conmigo de que con un día de pseudo descanso iba a recuperarme lo suficiente, así que les convencí para no subir ni comida ni tienda e ir al refugio de Ventosa i Calvell. Pero estaba bastante motivado porque desde que empezamos a escalar en tapia habíamos oído hablar mucho de las Agujas de Travessani: agujas de granito, con grandes fisuras y totalmente desequipadas (incluso las reuniones). Nos levantamos pronto, pero estuvimos 20 minutos buscando las llaves de la furgo, jeje.
Embalse de Cavallers

Abel cruzando una de las varias cascadas en el camino
y el agüelo delante de los Besiberris

Tardé un poco más de 2h en llegar al refu, pero me encontraba bien: subía lento, pero a ritmo, sin sofocarme.
Refugio de Ventosa i Calvell y las agujas de Travessani
Nada más llegar Rubén se pidió un café y yo un bocadillo de jamón, no iba a permitir que me sucediera de nuevo quedarme sin energía. Aprovechamos ese tiempo para mirar reseñas y decidir objetivos.
Rubén y Abel mirando croquis
Para no cansarnos demasiado elegimos una vía a la primera aguja, Rupicapra, V, corta, de apenas 100 m y dos largos. El sendero no es muy evidente, pero las agujas están siempre visibles en el punto de mira.
Aguja y Pico de Coma l'Espada y detrás, Punta Alta (3014 m)
Apenas tardamos 50 minutos en llegar a pie de vía.
1ª aguja de Travessani, croquis de la vía Rupicapra con los dos largos que hicimos:
L1 en rojo, Rubén, L2 en azul, el agüelo
Rubén atacó el primer largo, un diedro que terminaba en un techito donde se encontraba la dificultad de la vía: un paso de V un poco incómodo.
Rubén en el primer largo, a la derecha en el paso de V
Abel y yo subiendo de segundos
El siguiente largo me animé yo, otro diedro que de nuevo terminaba en techo, que lo esquivé por la izquierda (aunque es posible que la vía no fuera por ahí), en un paso un poco atlético, hasta llegar a un clavo y de ahí fácil a cima.
El agüelo en el diedro del L2
La cima era un caos de rocas y una que estaba de pie era el punto más alto.
Los 3 de pie en la cima
La bajada consistía en un destrepe fácil, primero hasta el collado y luego hasta el suelo, y de ahí en un pocos minutos llegamos a las mochilas. Pensábamos hacer otra vía ya que ésta había sido tan corta y Abel no había podido ir de primero aún, pero empezó a llover, recogimos el material y de vuelta al refu. La lluvia sólo duró unos 10 minutos, pero ya no nos dimos la vuelta. En el refu nos esperaba una larga tarde de espera, con cervezas calientes (¡será posible!) y ducha fría (el mundo al revés). Nos entretuvimos leyendo revistas de escalada y charlando con la gente. Estaba el refugio a tope, la mayoría de la gente venía para hacer la ruta de los Carros de Foc. La entrada estaba totalmente taponada con mochilas.
En principio pensamos que íbamos a cenar a las 8, pero nos dejaron para el 2º turno, a las 9. En fin, a seguir esperando. La cena, eso sí, mereció la espera. Para dormir nos colocaron en el comedor, debajo de unas mesas, encima de unos bancos: fue un poco claustrofóbico. Ni siquiera nos hicieron una rebaja en el precio por semejante incomodidad. Como los desayunos empezaban a las 6:30 de la mañana, un cuarto de hora antes nos despertaron para que fuéramos despejando el comedor. Al menos, esta vez, nos dejaron comer en el primer turno. Necesitamos bastante tiempo para dar cuenta de todo lo que nos cogimos para desayunar.
Amanecer en los Besiberris y la silueta de las agujas de Travessani
El objetivo de esta jornada era la vía CADE en la 4ª aguja. Una vía más atractiva, más larga y más mantenida. Abel se encargó de los primeros 2 largos, Rubén de los 2 siguientes y yo de los dos últimos, aunque al final se quedaron en uno y un poco. El primer largo tenía la roca un poco rota, pero el resto de la vía fue excelente. Como la vía daba a la cara oeste no nos dio el sol prácticamente en toda la subida y, a pesar de escalar con el forro puesto, pasamos fresquito (¡qué diferencia con el Dent d’Orlu!).
En rojo el primer largo de la vía, Abel superando el pasito incómodo de este largo
El mejor largo, sin duda, el 2º, V: con una corta fisura “off-width” (una fisura más ancha que los pies o las manos, pero no tanto como para subir en oposición como si fuera una chimenea; ¿la solución que queda?: arrastrarse como un gusano).
Abel saliendo de la R1
Los 3 en la fisura off-width del L2
El 3er largo también fue bonito, por un diedro un poco herboso. Aunque aún no estoy seguro de que eligiéramos el diedro correcto. En estas vías de montaña, sin equipar, es fácil perderse.
Rubén en el diedro del L3
Abel y Rubén en la R3
Abel en el L4
El grado fue asequible (nada comparado con Ordesa, por ejemplo). La cima era también en esta ocasión un montón de bloques enormes apoyados unos contra otros.
Para bajar hay que llegar al collado con la 5ª aguja y ahí montar un rapel hasta el suelo. La cuerda se nos enganchó y le tocó a Rubén subir a soltarla. Luego vino lo peor, destrepar hasta el suelo a pelo, con la consiguiente tensión.
Paramos un rato en el refu a meter todo en las mochis, que habíamos dejado allí, a comer algo y enseguida hacia abajo de nuevo.
Embalse de Cavallers
Nada más llegar, unas cervecitas (nos cepillamos 4 litronas en una sentada, no encontramos más barriletes de 5L) y luego una ducha. Recogimos todo y nos dirigimos a Benasque tranquilamente. Salimos de cerves, pero yo me retiré enseguida a dormir y les dejé a estos dos a su aire.
Al día siguiente, jueves 7, nos levantamos sin prisas. Entramos, ¿cómo no?, en "Barrabás" y almorzamos en el bar Hot Chilli donde estuvimos viendo las fotos de estos días anteriores. A la tarde quedamos con Juan “Korkuerika” para tomar una cerve. Nos contamos nuestras aventuras roqueras y nos dio información sobre la aproximación y la posibilidad de vivac para la cara SE de la Maladeta. Se marchó pronto y nosotros seguimos con otra cerveza discutiendo sobre si ir o no a la Maladeta. Al final, se impuso la cordura: Rubén quería marcharse el sábado a Zaragoza para poder estar el domingo en las fiestas de su pueblo y en ese tiempo no era viable subir, escalar y bajar. Decidimos ir el viernes a la Torre de marfil, un sector equipado con parabolts muy cerquita de Cerler. Esta vez subimos a dormir a Senarta, una zona de acampada con duchas calientes y baños.
La furgo en Senarta
Tampoco esta vez madrugamos demasiado. De hecho, Eva nos pilló desayunando en el bar Argüelles.
La Torre de Marfil
Me encantaron las dos vías que hicimos en la Torre de marfil: dos fisuras evidentes desde abajo, a pie de coche. Rubén y yo escalamos primero la fisura de la izquierda.
Rubén por la fisura de la izquierda y Abel por la de la derecha
La idea era intentar no chapar los parabolts y autoprotegernos solo con fisuros y friends. A mí me tocó el segundo largo, una fisura preciosa que se iba poniendo cada vez más lisa, tanto que al final opté por chapar el último parabolt porque no encontraba ningún sitio para colocar nada y estaba con bastante tensión.
El agüelo al comienzo del L2, cuando todo era sencillo
El último largo lo tiró Rubén por una variante: siguiendo la misma fisura del largo anterior. Ésta se va ensanchando hasta convertirse en “off-width” en los últimos metros y sin posibilidad de protección alguna. Rubén resopló bastante para poder superarla.
Rubén al comienzo de la variante del L3, lo difícil estaba por venir

Rapelamos, comimos algo y atacamos la fisura de la derecha, mucho más asequible.
El agüelo en el precioso diedro del L2 de la 2ª vía
Eva en el 1er largo de su primera vía
Eva en el 1er largo de su 2ª vía
Eva subiendo por la fisura del L2 de su 2ª vía, nosotros aún la estábamos rapelando
Vistas de Cerler desde la Torre de Marfil,
al fondo a la izquierda el Posets, a la derecha el Perdiguero
Fuimos a ducharnos a Senarta, ¡qué alivio!, y bajamos a cenar de nuevo al Hot Chilli. Ahí quedamos con Carlos y después vinieron también David, Beto… Estos últimos se suponía que estaban en el macizo del Cotiella, pero se dejaron en casa la segunda cuerda y no pudieron escalar. Nos llamaron para ver dónde estábamos y si les podíamos dejar una cuerda. Yo me iba con Rubén el sábado, así que no tuve inconveniente en prestársela. No se quedaron a cenar, son gente sabia. Ellos sí que querían escalar al día siguiente, en el Pico de la Renclusa, una vía facilita, así que se retiraron prudentemente. Nosotros después de cenar subimos a Cerler porque estaban en fiestas y tocaba una orquesta que Rubén conocía: la Bogus Band. Nos lo pasamos muy bien: el repertorio fue una sucesión de versiones rockeras de grandes éxitos del pop español de los 80 (Los Secretos, Alaska, Mecano…). En fin, que me sabía todas, jeje. Después fuimos al único bar que vimos abierto y a las 4 Eva y yo cogimos las llaves de la furgo y nos bajamos a Benasque a dormir. Abel y Rubén se bajarían con la furgo de Carlos. El problema vino cuando nos tocó reorganizar los asientos para convertirlos en cama: se lo había visto hacer a Rubén muchas veces estos días, pero nunca lo había hecho yo. Nos costó más de media hora conseguirlo. Dejé una puerta sin bajar el pestillo para cuando volvieran estos dos. Sin embargo, cuando me desperté, bien entrada la mañana, aún no habían aparecido. Encendí el móvil ligeramente preocupado y les llamé: estaban desayunando. Bajaron muy tarde y no quisieron despertarnos.