Parece que por fin se ha terminado mi último brote de pereza, aunque el médico me asegura que es crónica y que volverá a aparecer, y ya estoy de nuevo metido en la tediosa tarea de aburrir al personal con las largaaas narraciones de mis peripecias, principalmente escaladoras.
Esta tiene ya un mes de retraso.
A principios del mes de agosto nos juntamos media docena de amiguetes para ir a escalar a Galayos. Tres éramos de Zaragoza: Abel, Rubén y el agüelo, residentes porque ninguno de nosotros hemos nacido aquí, ya es curioso; y los otros tres de Castellón: Yolanda, Carlos e Isi. Ah, me olvidaba de "la Peque", la perrilla de Carlos e Isi que nos defendió valientemente del acoso diario de las fieras cabras montesas. Ya habíamos coincidido este invierno en Calpe, escalando en el Peñón, así que nos conocíamos todos.
Los Galayos se encuentran en el lado sur de la Sierra de Gredos. Para llegar hasta allí hay que viajar a Guisando, situado en el sur de Ávila muy cerquita de Arenas de San Pedro, y de allí hasta un párkin situado en el Nogal del Barranco al que se puede acceder por cualquiera de las dos calles que se abren nada más llegar al pueblo. Antes de llegar a Guadalajara Abel ya me dejó a los mando de su nuevo coche para que él pudiera "descansar la vista".
Esperamos en el cámpin a los castellonenses y nos subimos todos juntos al Nogal, donde nos quedamos a dormir después de cenar a la luz de las frontales. Esa noche tumbado en el duro suelo cara a las frías estrellas mientras esperaba a caer dormido no dejaba de pensar que ya estaba en Galayos. Había oído muchas historias sobre esta zona de escalada: sobre sus fisuras desequipadas de granito, sobre las batallas por mantener la zona como siempre había estado (sin parabolts), sobre el "Majara", el peculiar guarda del refugio, sobre la austeridad de la zona marcada por un larga aproximación en la que hay que cargar con la comida para todos los días y por las pocas comodidades en el refugio. Y ya tenía ganas de estar ahí.
Nos levantamos el domingo sin madrugar mucho, en la misma tónica que íbamos a seguir a lo largo de toda nuestra estancia aquí. Tras desayunar todo lo que pudimos cargamos nuestras pesadas mochilas (la mía antes de salir de casa pesaba 24 kg y decidí quitar parte de la comida antes de comenzar a caminar) y empezamos a las 12 de la mañana el largo camino hacia el refugio. El más cargado iba Carlos que quitó a Isi gran parte de su carga, incluidas las dos cuerdas.
Es cierto que tanta peña (un día hasta llegaron una docena larga de bulliciosos scouts adolescentes) le quitó un poco de encanto al sitio, y que la suciedad que se iba acumulando en capas sucesivas sobre nuestra piel a lo largo de los días hacía cada vez más incómoda la estancia y me hacía desear cada vez con más intensidad bajar a la civilización, pero la sobrecogedora visión todas las noches de las oscuras, vertiginosas y puntiagudas agujas de los Galayos entrecortadas sobre el negro cielo hacían que olvidara casi todo, casi hasta el miedo vivido en la escalada de cada día.
Las luces de los pueblos de los alrededores parecían tan lejanas y sin embargo estaban sólo a tan pocos km: ¡qué poco hay que alejarse para estar en otro mundo! El mismo atardecer, la misma luna, pero qué forma más diferente de vivirlos allí en la montaña y abajo en el valle, en la seguridad de nuestra casa.
Esta tiene ya un mes de retraso.
A principios del mes de agosto nos juntamos media docena de amiguetes para ir a escalar a Galayos. Tres éramos de Zaragoza: Abel, Rubén y el agüelo, residentes porque ninguno de nosotros hemos nacido aquí, ya es curioso; y los otros tres de Castellón: Yolanda, Carlos e Isi. Ah, me olvidaba de "la Peque", la perrilla de Carlos e Isi que nos defendió valientemente del acoso diario de las fieras cabras montesas. Ya habíamos coincidido este invierno en Calpe, escalando en el Peñón, así que nos conocíamos todos.
al fondo a la izda se puede ver la mierda de chorro que nos servía de fuente
La logística fue complicada: Abel y yo iríamos el sábado 1 de agosto desde Zaragoza, Yolanda, Carlos e Isi el mismo día desde Castellón y Rubén se nos uniría el martes desde su pueblo en Albacete. Quedé con Abel en que me recogería en mi casa con su coche a las 11 de la mañana del sábado. Algo me debí oler porque le llamé a su casa a las 10:30 y estaba sobando. La misma historia que el verano pasado: la noche anterior se había ido de cena con los compis de curro y había llegado a su casa a las tontas de la madrugada. Menos mal que esta vez me pillaba esperando en mi casita. Al final salimos después de comer con el temor todavía de que el incendio que llevaba varios días asolando el valle del Tiétar no nos afectara.Los Galayos se encuentran en el lado sur de la Sierra de Gredos. Para llegar hasta allí hay que viajar a Guisando, situado en el sur de Ávila muy cerquita de Arenas de San Pedro, y de allí hasta un párkin situado en el Nogal del Barranco al que se puede acceder por cualquiera de las dos calles que se abren nada más llegar al pueblo. Antes de llegar a Guadalajara Abel ya me dejó a los mando de su nuevo coche para que él pudiera "descansar la vista".
Esperamos en el cámpin a los castellonenses y nos subimos todos juntos al Nogal, donde nos quedamos a dormir después de cenar a la luz de las frontales. Esa noche tumbado en el duro suelo cara a las frías estrellas mientras esperaba a caer dormido no dejaba de pensar que ya estaba en Galayos. Había oído muchas historias sobre esta zona de escalada: sobre sus fisuras desequipadas de granito, sobre las batallas por mantener la zona como siempre había estado (sin parabolts), sobre el "Majara", el peculiar guarda del refugio, sobre la austeridad de la zona marcada por un larga aproximación en la que hay que cargar con la comida para todos los días y por las pocas comodidades en el refugio. Y ya tenía ganas de estar ahí.
Nos levantamos el domingo sin madrugar mucho, en la misma tónica que íbamos a seguir a lo largo de toda nuestra estancia aquí. Tras desayunar todo lo que pudimos cargamos nuestras pesadas mochilas (la mía antes de salir de casa pesaba 24 kg y decidí quitar parte de la comida antes de comenzar a caminar) y empezamos a las 12 de la mañana el largo camino hacia el refugio. El más cargado iba Carlos que quitó a Isi gran parte de su carga, incluidas las dos cuerdas.
Abel "corriendo" por el camino de subida. A la izda las zetas, en rojo el refu y a su dcha la zona de escalada
El camino sigue un cómodo sendero hasta el punto donde atraviesa el cauce, seco, del torrente. Aquí se presentan dos opciones: seguir por el sendero a través de unas largas zetas o atajar torrente arriba por una zona conocida como "la apretura". Nosotros seguimos por la zetas y lo peor vino cuando éstas se acabaron. Los últimos 40 minutos se me hicieron interminables. Llegué a las 14:45, justo cuando Abel bajaba a toda prisa a ayuda a Yolanda con su mochila. El muy ..... no parecía siquiera cansado. Mientras intentaba recuperarme del esfuerzo examiné "el refugio": una caseta abierta, pequeña, de dos plantas. La de abajo tenía un par de mesas y la de arriba era un simple suelo de tablas donde echar los sacos. Lo peor, el Majara no estaba, y por consiguiente tampoco había cervezas, ni frías ni calientes. Eso, debo reconocerlo, me desmoralizó un poco y fue la queja más escuchada entre el numeroso grupo de escaladores y montañeros que nos congregamos esos días alrededor del refu. A pesar de estar situado a 2000 m apenas hizo frío por las noches, así que optamos por dormir al aire libre a pesar de los sacos de chichinabo que llevábamos la mayoría. A pesar de la elevada concurrencia que registró el refu esos días no tuvimos problemas para encontrar un hueco en las escasas zonas llanas en las cercanías.Es cierto que tanta peña (un día hasta llegaron una docena larga de bulliciosos scouts adolescentes) le quitó un poco de encanto al sitio, y que la suciedad que se iba acumulando en capas sucesivas sobre nuestra piel a lo largo de los días hacía cada vez más incómoda la estancia y me hacía desear cada vez con más intensidad bajar a la civilización, pero la sobrecogedora visión todas las noches de las oscuras, vertiginosas y puntiagudas agujas de los Galayos entrecortadas sobre el negro cielo hacían que olvidara casi todo, casi hasta el miedo vivido en la escalada de cada día.
Las luces de los pueblos de los alrededores parecían tan lejanas y sin embargo estaban sólo a tan pocos km: ¡qué poco hay que alejarse para estar en otro mundo! El mismo atardecer, la misma luna, pero qué forma más diferente de vivirlos allí en la montaña y abajo en el valle, en la seguridad de nuestra casa.
1er día: Punta Margarita, Gran fisura, V+ (o eso dicen)
Cuando aún estaba recuperando el resuello después del palizón de subir la mochi hasta el refu durante casi 3h, Abel ya estaba hablando de hacer algo esa tarde, algo facilito y cercano. A mi ya sólo el oir hablar de escalar a esas horas, las 4 de la tarde, con el calor que hacía y después de la caminata, me cansaba. La única sensata fue Isi que no hubo manera de levantarla del suelo una vez hubo llegado. Yo acabé aceptando a regañadientes y Carlos igual.
La Punta Margarita es un pico pequeñito, situado a la izquierda del Torreón y a la que se llega trepeteando por el mismo camino de bajada de éste. La foto está hecha desde el refu y la aproximación es casi ridícula: atravesar el mar de bloques y ya empiezas a trepar. La vía es una fisura vertical, preciosa, de V/V+. Buena para empezar, según Abel.
Lo que me acabó de decidir fue la escasa longitud de la vía, 50m (se puede hacer en una tirada): por muy mal que lo pasase no iba a durar demasiado. Además Carlos se acabó de decidir, así que no habría problemas: de 4, 3 escalaban y estaba yo sólo como paquete. A las 16:30, en plena solana, salimos camino de la vía. En una cordada iban Abel y Yolanda y la otra la formaríamos Carlos y yo. Abel quiso tirar de primero, como siempre y no empezó mal los primeros metros por una chimenea bastante lisa en ambas paredes que te deja debajo de un techo. Aquí empezaron los problemas, superar los 3-4 m hasta el techo le costó bastante tiempo y rebasarlo por la derecha mediante un incómodo paso, otro tanto. Iba bloqueado, tiraba demasiado de brazos y los llevaba a reventar. Así que en cuanto encontró un lugar más cómodo montó reunión.
En fin, no hay nada que no se pueda hacer colgado de las cuerdas. Cuando por fin llegué hasta Carlos me preguntó inocentemente si quería tirarle yo el siguiente largo. Je je, ¡cómo se notaba que no estaba acostumbrado a escalar conmigo! A Abel ya en la cima casi le da un ataque de risa.
Para bajar hay que moverse un poco hacia la izquierda por la arista cimera hasta un punto de rápel un poco más abajo. En un único rápel nos pusimos en el pie de vía y destrepamos hasta el refu. Y a cenar que ya nos lo merecíamos, ya.
2º día: Punta María Luisa, vía Ribas-Acuña, V
Visto los visto el día anterior tenía claro que había que eliminar de la lista vías que superaran el Vº grado. Carlos e Isi querían hacer la Ribas-Acuña a la Punta Mª Luisa y me pareció mucha mejor opción que la Vía Los Malditos a la Punta Díaz Rubio que habían elegido Yolanda y Abel y por eso me apunté a su cordada. La Punta María Luisa es la primera que se divisa en cuanto te aproximas al refu y su cara sur, por donde discurre la vía que íbamos a intentar, es visible desde el camino.
Para llegar a pie de vía bajamos desde el refu hasta la base de la Punta y subimos trepando hasta el final de un canal evidente.
Como el primer largo indicaba IV+, Carlos me lo cedió muy amable e inconsicientemente. Empecé bien por una serie de lajas con muy buenos agarres hasta llegar a una primera sección de bavaresa.
Continué hacia arriba hasta llegar a otra sección de bavaresa, más vertical que la anterior y donde después de varios intentos hacia arriba y sendas bajadas me rindo, montoreunión y paso el testigo a otro con más coco. La primera en intentarlo es Isi, que enseguida ve que eso era demasiado expuesto y tras dar un par de pasos se baja también. Así que ya sólo nos quedaba Carlos: ¡paciencia que tuvo el hombre! La verdad es que luego de 2º los dos, tanto Isi como yo, pasamos, aprentando un poco eso sí, sin mayores problemas por el mismo sitio del que nos habíamos bajado al intentarlo de 1º: COCO.
Carlos se empezó a estresar porque no había manera de localizar en alguno de los croquis que llevábamos en que punto de la vía estábamos. No encontramos ninguna reunión montada, así que íbamos bastante desorientados a pesar de las continuas indicaciones de nuestros ángeles de la guardia de la pared de enfrente. Carlos siguió una fisura muy evidente en el siguiente largo hasta llegar a una buena repisa donde montó reunión. Cuando nos tocó a Isi y a mi el turno de subir nos encontramos con un paso durillo a falta de 5 m de la R: una fisura no muy vertical sin agarres donde había que empotrar las manos y que para nuestra admiración descubrimos que Carlos se había dado el paso sin proteger con nada. Seguíamos perdidos, no encontrábamos por ningún lado esa sección que en los croquis indicaba que había que bajar primero para luego seguir subiendo. No sabíamos que ya nos habíamos saltado esa parte.
Casi se nos hizo denoche, y eso que sólo hicimos una vía, porque el plan inicial era empalmar con la sur del Torreón: ja ja ja
3er día: Gran Galayo, Gran Diedro, IV+
El martes Rubén llegó puntual a las 9 am, con ganas a pesar de la caminata, así que después de desayunar nos pusimos en marcha. La idea era enlazar dos vías cortas y fáciles: una en el Pequeño Galayo, hacer la cresta y enlazar con el Gran Diedro al Gran Galayo. Carlos e Isi se fueron a hacer la Oeste clásica a la Aguja Negra (pedazo de viote) y Abel y Yolanda pringaron intentando escalar la vía Gerardo-Rafa a la Aguja Amezúa (se equivocaron de vía y no pudieron hacer nada).
Nosotros también empezamos mal porque no encontramos el comienzo de la vía en el Pequeño Galayo, para cuando nos dimos cuenta ya habíamos subido casi toda la canal que separa a esta punta del cordal del Torreón. Así que nuestra jornada se acortó sustancialmente. Para llegar a la gran terraza donde arranca el Gran Diedro hay que seguir una serie de hitos que arrancan en la base del cordal que une el Pequeño con el Gran Galayo, y que te llevan por unas repisas hasta un collado donde hay que superar un pequeño muro vertical de 5-7 m con buena presa (no merece la pena sacar la cuerda, los gatas quizá sí). Esta vez no nos embarcamos porque esta vía es muy evidente: 50 m de una línea recta marcada por la fisura del diedro. Via estética, roca excelente, buenos agarres, algún clavo (hay una reunión intermedia con dos clavos que no merece la pena), no muy vertical (excepto en los últimos metros donde tuve un momento de duda, pero Rubén me animó y superé el canguelitis): ¿qué más se puede pedir? Disfruté este largo como hacía tiempo. Si hubiera una vía así de estética y asequible en Ordesa me iría allí todos los findes para repetirla una y otra vez.
No monté reunión en el sitio natural, el hombro al final del Gran Diedro (donde además hay un clavo), sino unos metros más arriba, en una gran repisa que da comienzo al último largo. Una pequeña cagada, la cuerda roza y no pude hacerle fotos a Rubén.
El descenso se realiza por el lado derecho (en el sentido de subida), mediante un destrepe vertical y delicado que te deja en el collado que te separa de la Punta Don Servando y donde comienza la canal que te deja en el refu. A los pocos metros hay un pequeño cortado donde hay montado un rápel.
4º día: Punta Tonino Re, vía GAME, V+ (otra derrota)
Esta era una vía que estuvimos barajando todo el día anterior. Unos chicos de Granada la había hecho y nos la pusieron muy bien. El grado nos parecía exigente, especialmente para mí después del intento del primer día, pero confiaba en Rubén, que además le había parecido demasiado fácil el Gran Diedro y se había quedado con ganas de algo más exigente.
No tuvimos problemas para encontrar el inicio de la vía porque se ve desde el refu y porque la tarde anterior nos la habíamos pasado viendo a dos cordadas ascender por esta vía. El primer largo (V) empieza con una chimenea sencilla que prosigue por un diedro que tira un poco hacia la izquierda y que en algunos pasos hay que abandonar la fisura central para superarlos por la placa de la izquierda. El largo está protegido por algún clavo y termina en una pequeña pero cómoda repisa equipada con dos clavos.
El siguiente largo (IV) es mucho más sencillo: se sale recto desde la R y a los pocos metros, antes de llegar a un evidente matojo verde, hay que hacer un flanqueo hacia la derecha y se llega a una gran repisa donde se puede montar reunión o subir por una fácil fisura-chimena que te deja en un hombro pequeño, que es la opción que elegí yo.
No hay ningún clavo en ninguno de los dos emplazamientos para la reunión ni en el largo.
El 3er largo (V) vuelve a ponerse vertical y consiste en una serie de fisuras y repisitas oblicuas que te obligan a dar pasos muy largos pero sin gran dificultad hasta llegar a una repisa un poco mayor debajo de los techos donde hay 3 clavos para montar reunión. Impresiona más la verticalidad del largo que su dificultad. Es una tónica general de esta zona, donde todas las vías son muy verticales. Me acojono sólo de verlas y luego cuando ya estoy metido en faena, de segundo claro, descubro tarde el truco, la trampa: la verticalidad es como un disfraz para asustar a los apocados como yo, para hacerles dudar de sus capacidades, para engañarles y hacerles creer que esa vía no es para ellos, que es demasiado difícil. Vete a casa y búscate una vía más tumbada, me dicen. Y yo me dejo engañar, me asusto y me encojo. Y el disfraz de Galayos es muy eficaz. Rubén me invitó a tirar el último largo de primero. Yo no las tenía todas conmigo: el techo que tenía encima sabía que encerraba un paso de V+, todo era muy vertical ya... Pero lo intenté, sólo lo intenté: subí con más miedo que vergüenza los primeros y sencillos metros que te dejan justo en el techo que se bordea por su lado derecho protegidos por una ristra de clavos según el croquis. Hasta llegar ahí había puesto un cintajo en un bloque, el alien amarillo y el alien verde. Me asomo al techo subido en una setilla que sale de la placa. Veo el primer clavo... a 2-3 m por encima de mi cabeza. Sólo tengo que subirme a otra setilla un poco más a la derecha, pero no hay manos de las que tirar o equilibrarse. El paso es aéreo, ves todo el patio hasta el refu y el último seguro es un alien verde (¿para qué tanto dinero gasto en comprarme los aliens si luego no me fío de ellos? 90€ desperdiciados). Tanteo desesperado la fisura que recorre el techo por debajo y encuentro un agujero que parece un antiguo clavadero. Agarro los aliens que me quedan con la boca mientras busco el amarillo, no entra; el verde, se sale. Aquí se terminó el último gramo de valor que me quedaba. Sin nada que me protegiera el paso de equilibrio por arriba, me rajé. Rubén intentaba animarme desde la R, pero el miedo pudo más. Bajé hasta la R y después de montar el pitote de cambiarnos las cuerdas sale Rubén a intentarlo, pero con muy poca convicción. Cuando llegó a la reunión en la que estábamos ahora su mente se relajó por completo y pensó que ya se había acabado la tensión por ese día. Y volver a poner en funcionamiento el coco no es fácil. Llegó hasta el mismo punto, certificó que el paso era muy aéreo y expuesto y se bajó también. A la izquierda se veían también un par de clavos a los que afortunadamente tampoco llegamos porque nos hubiéramos embarcado peligrosamente.
Decepcionados por la derrota a tan pocos metros de la cima, empezamos a montar los rápeles para bajarnos. Tuvimos que abandonar cordinos y mallones en cada reunión pero conseguimos llegar al suelo con la única complicación de que se me enredaron todas las cuerdas al bajar el último de los 3 rápeles que hicimos y a 2-3 m del suelo me quedé colgado como un chorizo sin poder llegar al suelo porque los nudos habían llegado hasta el reverso. Maldiciendo mi falta de previsión por no haberlas desenredado antes de lanzarlas, tuve que luchar un buen rato antes de poder soltar los nudos y llegar a tierra. Para colmo la cuerda se quedó enganchada al recogerla y nos dio un buen susto que se quedó en nada porque con dos o tres tirones conseguimos recuperarla. La pobre Isi que se había quedado leyendo en el refu todo el día descansando de la paliza del día anterior, estuvo toda la tarde en tensión viendo nuestras incomprensibles maniobras por la pared: que si ahora subo, que si no, que si me bajo, que si se atascan las cuerdas...
Sin embargo, para Yolanda, Abel y Carlos fue una jornada triunfal: impresionantes diedros en la vía Ayuso-Espías (6a) a la Punta Mª Luisa y continuación por la Sur del Torreón. En fin, una de cal y otra de arena para cada cordada.
5º día: Gran Galayo, vía Malagón V+ (nuevo empate)
Para quitarnos el mal sabor de boca del día anterior, reorganizamos las cordadas y contamos con la ayuda de Abel. Carlos, Isi y Yolando se fueron hacer una vía en la cara oeste del Pequeño Galayo y nosotros nos fuimos de nuevo al Gran Galayo. La aproximación para ambas vías es la misma, hay que remontar parte del camino que sale del refu hacia la Mira, la única diferencia es que nosotros tuvimos que subir un poco más hasta llegar a la base de la pared y desde hacía subimos por una canal que te deja a pie de vía. Ésta va a parar al mismo hombro donde termina el Gran Diedro, pero empieza mucho más abajo y se eleva mediante un ligero zigzageo de izquierda a derecha hasta desembocar en él y luego prosigue por su placa izquierda.
Rubén intentó tirar el primer largo, pero creo que su cabeza aún se resentía de la dura derrota del día anterior y después de un buen rato de intentarlo le hizo sitio a Abel.
El primer largo empieza en una chimenea estrecha sin mucho pie al principio y que luego prosigue vertical de narices (de nuevo me di cuenta cuando tocó mi turno que todo era fachada, que la vía no era tan difícil, que el patio acojona sí, pero subiendo un pie, luego otro, haciendo un poco de oposición y de repente ya estaba arriba). En esta parte había algún clavo. Abel se fue un poco a la izquierda por unas repisas en vez seguir metido en la fisura-chimenea y montó reunión.
Nos habíamos salido un poco de la vía, como nos advirtieron Carlos y cía, pero no hubo problema alguno para retomar la línea en el 2º largo que esta vez sí lideró Rubén, mucho más seguro ahora después de haber calentado en el largo anterior.
Este largo lo hicimos totalmente recto, siguiendo una primera fisura sencillita y terminando con una fisura-chimenea mucho más vertical que me volvió a impresionar más de lo que hubiera debido. El largo termina en una pequeña repisa de donde nace una fisura hacia la derecha por donde volvió a salir Abel, yo no estaba para nada.
La fisura continua por un pequeño tramo de bavaresa y termina en un pequeño hombro donde se une al Gran Diedro. Este pequeño emplazamiento era el lugar indicado para montar la 3ª reunión, pero Abel no lo vio claro o no lleva suficiente material para hacerlo (porque no había ningún clavo) y siguió por la placa con la cuerda tirándole hacia atrás por el rozamiento de tanta ceta.
Esta primera placa se atraviesa por una serie de fisuras verticales no muy difíciles hasta llegar a un pequeño descanso a escasos 3m del hombro final del Gran Diedro. Estos metros son los más difíciles de la vía: una lisa placa con la única ayuda de unos garbancitos que daban la risa. De 2º no me lo pensé mucho y allí donde ponía el gato se quedaba, pero de 1º y con la cuerda tirando tuvo que tener otro color muy diferente.
Esa misma tarde recogimos todos los trastos de los alrededores de un vacío refu desde el día anterior y bajamos en busca de un bañito y de una buena cena. El bañito nos lo dimos Abel, Rubén y yo en el pilón de la fuente del párkin: estaba tan fría que dolía todo, pero ¡¡¡qué delicia poder lavarse por fin!!! La cena nos la dimos en el cámpin a base de unos magníficos chuletones de Ávila, pero antes tuvimos que parar en el chiringuito del párkin a reponer sales minerales.
Una vez asegurada la ingesta adecuada de sales, proseguimos ya por gula, hidratándanos en Arenas de San Pedro Abel, Rubén y yo. Me convencieron porque bajamos con la furgona de Rubén y en cuanto no pude aguantar más le pedí las llaves y me fui a sobar. Ellos no tardaron mucho en venir también porque no había mucho ambiente en el pueblo.
A la mañana siguiente se disolvió la compañía: Abel, Carlos, Yolanda e Isi seguían hacia Picos de Europa y Rubén y yo nos volvíamos a casita, él a su pueblo y yo a Zaragoza. Me dejó en Madrid y allí cogí un bus que después de 4h y media me depositó en las Delicias: ¡qué lejos estaban ya las amedrantadoras puntas de Galayos! ¡Qué cerca estaba ya una buena ducha y un buen colchón!
Lo que me acabó de decidir fue la escasa longitud de la vía, 50m (se puede hacer en una tirada): por muy mal que lo pasase no iba a durar demasiado. Además Carlos se acabó de decidir, así que no habría problemas: de 4, 3 escalaban y estaba yo sólo como paquete. A las 16:30, en plena solana, salimos camino de la vía. En una cordada iban Abel y Yolanda y la otra la formaríamos Carlos y yo. Abel quiso tirar de primero, como siempre y no empezó mal los primeros metros por una chimenea bastante lisa en ambas paredes que te deja debajo de un techo. Aquí empezaron los problemas, superar los 3-4 m hasta el techo le costó bastante tiempo y rebasarlo por la derecha mediante un incómodo paso, otro tanto. Iba bloqueado, tiraba demasiado de brazos y los llevaba a reventar. Así que en cuanto encontró un lugar más cómodo montó reunión.
Mismo momento vivido de diferente forma: Abel dejándose los brazos y Carlos siesteando mientras espera su turno
Yolanda subió mucho más relajada y más fina, igual que Carlos, se nota que ambos llevan muchos años escalando en granito. Yo, en fin, subí arrastrándome y maldiciendo el momento en que me dejé convencer para meterme en semejante vía. Y eso que mientras les veía subir a todos me iba fijando en cada uno de sus movimientos y me mentalizaba para no ponerme nervioso y para pensar sólo en escalar. Este estado tan positivo sólo me duró medio minuto, lo que tardé en levantarme del suelo los primeros metros. Había presas más o menos buenas en ambos lados de la chimenea inicial y subí fácil, pero en seguida empezaron a escasear las presas y mi coco se me fue al garete: resoplaba con un búfalo y me agarré a todo lo que pillé, cintas incluidas. El paso que tanto le costó a Abel lo saqué enseguida (ventajas de ir de 2º) y la remontada del techo fue un apretón y ya estaba fuera y a salvo, o eso creía. A partir de ahí venían una decena de metros casi verticales de placa cortada por una ancha fisura que no supe cómo atacar: estaba como un pez fuera del agua, gastando energías inútilmente (¿iba en bavaresa?, ¿me metía en la fisura,? ¿subía por la placa?). Estaba claro que ésta no era la mejor vía para mi primer contacto con Galayos. La vía me había superado por todos los costados (verticalidad, fisura...): vía 1: el agüelo 0. El colmo fue un paso en el que me metí en la fisura con el lado izquierdo del cuerpo, se estaba cómo allí empotrado pero el problema fue darse la vuelta para poder utilizar una maravillosa presa para pie izquierdo fuera de la fisura. Los otros lo habían hecho tan fácil que desde abajo pensé que no sería nada complicado. Sin embargo, ahí dentro todo fue diferente, no cabía de frente, sólo de perfil, y no había forma de girarse dentro de ese claustrofóbico habitáculo. Y además, ¿a dónde se habían llevado el aire? Ahí no se podía respirar. Carlos me guiaba desde su reunión (unos pocos metros más arriba de la que había montado Abel para no molestarnos mutuamente las dos cordadas) y me indicaba que me tenía salir de la fisura para poder girarme. Excelente idea, pero entonces... ¿en dónde me apoyo?En fin, no hay nada que no se pueda hacer colgado de las cuerdas. Cuando por fin llegué hasta Carlos me preguntó inocentemente si quería tirarle yo el siguiente largo. Je je, ¡cómo se notaba que no estaba acostumbrado a escalar conmigo! A Abel ya en la cima casi le da un ataque de risa.
El agüelo a punto de terminar por fin esta vía de iniciación,
a la derecha la cima del Torreón,
a la izquierda se puede ver la cuerda del rápel
Este último tramo de la vía era totalmente diferente, un diedro-fisura vertical que al menos supe como atacarlo, aunque eso no redujo el estrés de la escalada porque el coco se me había fundido muchos metros más abajo y ya no lo iba a recuperar hasta no tener de nuevo los pies en suelo horizontal.a la derecha la cima del Torreón,
a la izquierda se puede ver la cuerda del rápel
Para bajar hay que moverse un poco hacia la izquierda por la arista cimera hasta un punto de rápel un poco más abajo. En un único rápel nos pusimos en el pie de vía y destrepamos hasta el refu. Y a cenar que ya nos lo merecíamos, ya.
2º día: Punta María Luisa, vía Ribas-Acuña, V
Visto los visto el día anterior tenía claro que había que eliminar de la lista vías que superaran el Vº grado. Carlos e Isi querían hacer la Ribas-Acuña a la Punta Mª Luisa y me pareció mucha mejor opción que la Vía Los Malditos a la Punta Díaz Rubio que habían elegido Yolanda y Abel y por eso me apunté a su cordada. La Punta María Luisa es la primera que se divisa en cuanto te aproximas al refu y su cara sur, por donde discurre la vía que íbamos a intentar, es visible desde el camino.
Para llegar a pie de vía bajamos desde el refu hasta la base de la Punta y subimos trepando hasta el final de un canal evidente.
Como el primer largo indicaba IV+, Carlos me lo cedió muy amable e inconsicientemente. Empecé bien por una serie de lajas con muy buenos agarres hasta llegar a una primera sección de bavaresa.
El agüelo en la sorprendente tarea de liderar un largo (duró poco),
en el primer punto de indecisión en cuanto al camino a seguir;
foto hecha por Abel mientras esperaban turno en su vía
Cuando por fin me decido tirar a la derecha por una zona llena de líquen una voz proveniente de la Aguja Amezúa, justo al lado de la nuestra, me indica que me estoy equivocando, que tengo que tirar por la izquierda. El colega estaba en una vía de 7a y aún sacó tiempo para ir indicándonos todo el tiempo el camino a seguir.en el primer punto de indecisión en cuanto al camino a seguir;
foto hecha por Abel mientras esperaban turno en su vía
Continué hacia arriba hasta llegar a otra sección de bavaresa, más vertical que la anterior y donde después de varios intentos hacia arriba y sendas bajadas me rindo, montoreunión y paso el testigo a otro con más coco. La primera en intentarlo es Isi, que enseguida ve que eso era demasiado expuesto y tras dar un par de pasos se baja también. Así que ya sólo nos quedaba Carlos: ¡paciencia que tuvo el hombre! La verdad es que luego de 2º los dos, tanto Isi como yo, pasamos, aprentando un poco eso sí, sin mayores problemas por el mismo sitio del que nos habíamos bajado al intentarlo de 1º: COCO.
Carlos se empezó a estresar porque no había manera de localizar en alguno de los croquis que llevábamos en que punto de la vía estábamos. No encontramos ninguna reunión montada, así que íbamos bastante desorientados a pesar de las continuas indicaciones de nuestros ángeles de la guardia de la pared de enfrente. Carlos siguió una fisura muy evidente en el siguiente largo hasta llegar a una buena repisa donde montó reunión. Cuando nos tocó a Isi y a mi el turno de subir nos encontramos con un paso durillo a falta de 5 m de la R: una fisura no muy vertical sin agarres donde había que empotrar las manos y que para nuestra admiración descubrimos que Carlos se había dado el paso sin proteger con nada. Seguíamos perdidos, no encontrábamos por ningún lado esa sección que en los croquis indicaba que había que bajar primero para luego seguir subiendo. No sabíamos que ya nos habíamos saltado esa parte.
L2: en azul más o menos el trazado original de la vía, en rojo la R1 y R2,
y nosotros tirando por la calle de en medio, en verde la fisura delicada
En el siguiente largo vimos el único clavo de la vía, una indicación de que no íbamos tan mal: es el punto donde hay que hacer una corta travesia horizontal a la derecha para ganar una fácil canal que te deja en la cima. Sin embargo nosotros interpretamos que la bajada de la cima era esa sección que marcaba en el croquis y destrepamos la cima, donde hay un pasito áereo de lo más chulo que tanto Isi como yo pasamos con el culo bien prieto, y seguimos escalando en dos largos hasta la siguiente cima, que nosotros creíamos la verdadera. El estrés de Carlos aumentó considerablemente cuando empezamos a buscar el rápel de bajada que según todos los croquis estaba descendiendo de la cima por un corto destrepe en el lado de la arista que mira hacia el refu. Pero por ningún lado de esa cima vimos posibilidad alguna de destrepar hacia ningún lado. Por uno de esos momentos de fortuna Carlos vio al subir hacia esta última y desconocida cima una reunión con parabolts y cadena justo unos pocos metros más abajo del collado donde habíamos empezado los dos últimos largos y después de discutir mucho llegamos a la conclusión que ésa tenía que ser la instalación de rápel que buscábamos. Para llegar hasta ahí montamos dos rápeles con cintas y mallón que tuvimos que abandonar. Efectivamente desde ese punto llegamos al suelo en dos cómodos rápeles (al parecer se puede llegar en uno con cuerdas de 60 m y con el chicleo que se produce por el peso del escalador, pero Carlos pensó que había muchas posibilidades de que se nos atascaran las cuerdas en alguno de los muchos resaltes que presentaba la bajada en el primer tramo y decidió fraccionarlo en dos; ya no teníamos el cuerpo para más aventuras). Una vía que en principio se suponía fácil y disfrutona se tornó en una vía estresante debido a la falta de referencias: es lo que tiene las vías totalmente desequipadas y en terreno de aventura. Es lo que tiene Galayos. El tanteador se quedó en empate: vía 1-agüelo 1.y nosotros tirando por la calle de en medio, en verde la fisura delicada
Casi se nos hizo denoche, y eso que sólo hicimos una vía, porque el plan inicial era empalmar con la sur del Torreón: ja ja ja
Reseña sacada de la web viaclásica, en rojo la línea que trazamos nosotros
¿que tumbada parece la vía, verdad? Ja
¿que tumbada parece la vía, verdad? Ja
3er día: Gran Galayo, Gran Diedro, IV+
El martes Rubén llegó puntual a las 9 am, con ganas a pesar de la caminata, así que después de desayunar nos pusimos en marcha. La idea era enlazar dos vías cortas y fáciles: una en el Pequeño Galayo, hacer la cresta y enlazar con el Gran Diedro al Gran Galayo. Carlos e Isi se fueron a hacer la Oeste clásica a la Aguja Negra (pedazo de viote) y Abel y Yolanda pringaron intentando escalar la vía Gerardo-Rafa a la Aguja Amezúa (se equivocaron de vía y no pudieron hacer nada).
Nosotros también empezamos mal porque no encontramos el comienzo de la vía en el Pequeño Galayo, para cuando nos dimos cuenta ya habíamos subido casi toda la canal que separa a esta punta del cordal del Torreón. Así que nuestra jornada se acortó sustancialmente. Para llegar a la gran terraza donde arranca el Gran Diedro hay que seguir una serie de hitos que arrancan en la base del cordal que une el Pequeño con el Gran Galayo, y que te llevan por unas repisas hasta un collado donde hay que superar un pequeño muro vertical de 5-7 m con buena presa (no merece la pena sacar la cuerda, los gatas quizá sí). Esta vez no nos embarcamos porque esta vía es muy evidente: 50 m de una línea recta marcada por la fisura del diedro. Via estética, roca excelente, buenos agarres, algún clavo (hay una reunión intermedia con dos clavos que no merece la pena), no muy vertical (excepto en los últimos metros donde tuve un momento de duda, pero Rubén me animó y superé el canguelitis): ¿qué más se puede pedir? Disfruté este largo como hacía tiempo. Si hubiera una vía así de estética y asequible en Ordesa me iría allí todos los findes para repetirla una y otra vez.
No monté reunión en el sitio natural, el hombro al final del Gran Diedro (donde además hay un clavo), sino unos metros más arriba, en una gran repisa que da comienzo al último largo. Una pequeña cagada, la cuerda roza y no pude hacerle fotos a Rubén.
Rubén a punto superar los escasos metros desde el hombro final del Gran Diedro hasta la reunión,
al fondo el Pequeño Galayo (justo detrás de él) y el Torreón.
En este punto hay 3 opciones: una fisura vertical a la izquierda, V+; una placa fisura en el centro, IV+, y un escape debajo de unos bloque enormes a la derecha, III. Rubén eligió la de en medio. Hay un clavo a mitad de largo, el resto se protege bien.al fondo el Pequeño Galayo (justo detrás de él) y el Torreón.
El descenso se realiza por el lado derecho (en el sentido de subida), mediante un destrepe vertical y delicado que te deja en el collado que te separa de la Punta Don Servando y donde comienza la canal que te deja en el refu. A los pocos metros hay un pequeño cortado donde hay montado un rápel.
4º día: Punta Tonino Re, vía GAME, V+ (otra derrota)
Esta era una vía que estuvimos barajando todo el día anterior. Unos chicos de Granada la había hecho y nos la pusieron muy bien. El grado nos parecía exigente, especialmente para mí después del intento del primer día, pero confiaba en Rubén, que además le había parecido demasiado fácil el Gran Diedro y se había quedado con ganas de algo más exigente.
No tuvimos problemas para encontrar el inicio de la vía porque se ve desde el refu y porque la tarde anterior nos la habíamos pasado viendo a dos cordadas ascender por esta vía. El primer largo (V) empieza con una chimenea sencilla que prosigue por un diedro que tira un poco hacia la izquierda y que en algunos pasos hay que abandonar la fisura central para superarlos por la placa de la izquierda. El largo está protegido por algún clavo y termina en una pequeña pero cómoda repisa equipada con dos clavos.
El siguiente largo (IV) es mucho más sencillo: se sale recto desde la R y a los pocos metros, antes de llegar a un evidente matojo verde, hay que hacer un flanqueo hacia la derecha y se llega a una gran repisa donde se puede montar reunión o subir por una fácil fisura-chimena que te deja en un hombro pequeño, que es la opción que elegí yo.
No hay ningún clavo en ninguno de los dos emplazamientos para la reunión ni en el largo.
El 3er largo (V) vuelve a ponerse vertical y consiste en una serie de fisuras y repisitas oblicuas que te obligan a dar pasos muy largos pero sin gran dificultad hasta llegar a una repisa un poco mayor debajo de los techos donde hay 3 clavos para montar reunión. Impresiona más la verticalidad del largo que su dificultad. Es una tónica general de esta zona, donde todas las vías son muy verticales. Me acojono sólo de verlas y luego cuando ya estoy metido en faena, de segundo claro, descubro tarde el truco, la trampa: la verticalidad es como un disfraz para asustar a los apocados como yo, para hacerles dudar de sus capacidades, para engañarles y hacerles creer que esa vía no es para ellos, que es demasiado difícil. Vete a casa y búscate una vía más tumbada, me dicen. Y yo me dejo engañar, me asusto y me encojo. Y el disfraz de Galayos es muy eficaz. Rubén me invitó a tirar el último largo de primero. Yo no las tenía todas conmigo: el techo que tenía encima sabía que encerraba un paso de V+, todo era muy vertical ya... Pero lo intenté, sólo lo intenté: subí con más miedo que vergüenza los primeros y sencillos metros que te dejan justo en el techo que se bordea por su lado derecho protegidos por una ristra de clavos según el croquis. Hasta llegar ahí había puesto un cintajo en un bloque, el alien amarillo y el alien verde. Me asomo al techo subido en una setilla que sale de la placa. Veo el primer clavo... a 2-3 m por encima de mi cabeza. Sólo tengo que subirme a otra setilla un poco más a la derecha, pero no hay manos de las que tirar o equilibrarse. El paso es aéreo, ves todo el patio hasta el refu y el último seguro es un alien verde (¿para qué tanto dinero gasto en comprarme los aliens si luego no me fío de ellos? 90€ desperdiciados). Tanteo desesperado la fisura que recorre el techo por debajo y encuentro un agujero que parece un antiguo clavadero. Agarro los aliens que me quedan con la boca mientras busco el amarillo, no entra; el verde, se sale. Aquí se terminó el último gramo de valor que me quedaba. Sin nada que me protegiera el paso de equilibrio por arriba, me rajé. Rubén intentaba animarme desde la R, pero el miedo pudo más. Bajé hasta la R y después de montar el pitote de cambiarnos las cuerdas sale Rubén a intentarlo, pero con muy poca convicción. Cuando llegó a la reunión en la que estábamos ahora su mente se relajó por completo y pensó que ya se había acabado la tensión por ese día. Y volver a poner en funcionamiento el coco no es fácil. Llegó hasta el mismo punto, certificó que el paso era muy aéreo y expuesto y se bajó también. A la izquierda se veían también un par de clavos a los que afortunadamente tampoco llegamos porque nos hubiéramos embarcado peligrosamente.
Decepcionados por la derrota a tan pocos metros de la cima, empezamos a montar los rápeles para bajarnos. Tuvimos que abandonar cordinos y mallones en cada reunión pero conseguimos llegar al suelo con la única complicación de que se me enredaron todas las cuerdas al bajar el último de los 3 rápeles que hicimos y a 2-3 m del suelo me quedé colgado como un chorizo sin poder llegar al suelo porque los nudos habían llegado hasta el reverso. Maldiciendo mi falta de previsión por no haberlas desenredado antes de lanzarlas, tuve que luchar un buen rato antes de poder soltar los nudos y llegar a tierra. Para colmo la cuerda se quedó enganchada al recogerla y nos dio un buen susto que se quedó en nada porque con dos o tres tirones conseguimos recuperarla. La pobre Isi que se había quedado leyendo en el refu todo el día descansando de la paliza del día anterior, estuvo toda la tarde en tensión viendo nuestras incomprensibles maniobras por la pared: que si ahora subo, que si no, que si me bajo, que si se atascan las cuerdas...
Sin embargo, para Yolanda, Abel y Carlos fue una jornada triunfal: impresionantes diedros en la vía Ayuso-Espías (6a) a la Punta Mª Luisa y continuación por la Sur del Torreón. En fin, una de cal y otra de arena para cada cordada.
Para quitarnos el mal sabor de boca del día anterior, reorganizamos las cordadas y contamos con la ayuda de Abel. Carlos, Isi y Yolando se fueron hacer una vía en la cara oeste del Pequeño Galayo y nosotros nos fuimos de nuevo al Gran Galayo. La aproximación para ambas vías es la misma, hay que remontar parte del camino que sale del refu hacia la Mira, la única diferencia es que nosotros tuvimos que subir un poco más hasta llegar a la base de la pared y desde hacía subimos por una canal que te deja a pie de vía. Ésta va a parar al mismo hombro donde termina el Gran Diedro, pero empieza mucho más abajo y se eleva mediante un ligero zigzageo de izquierda a derecha hasta desembocar en él y luego prosigue por su placa izquierda.
Rubén intentó tirar el primer largo, pero creo que su cabeza aún se resentía de la dura derrota del día anterior y después de un buen rato de intentarlo le hizo sitio a Abel.
El primer largo empieza en una chimenea estrecha sin mucho pie al principio y que luego prosigue vertical de narices (de nuevo me di cuenta cuando tocó mi turno que todo era fachada, que la vía no era tan difícil, que el patio acojona sí, pero subiendo un pie, luego otro, haciendo un poco de oposición y de repente ya estaba arriba). En esta parte había algún clavo. Abel se fue un poco a la izquierda por unas repisas en vez seguir metido en la fisura-chimenea y montó reunión.
Nos habíamos salido un poco de la vía, como nos advirtieron Carlos y cía, pero no hubo problema alguno para retomar la línea en el 2º largo que esta vez sí lideró Rubén, mucho más seguro ahora después de haber calentado en el largo anterior.
Este largo lo hicimos totalmente recto, siguiendo una primera fisura sencillita y terminando con una fisura-chimenea mucho más vertical que me volvió a impresionar más de lo que hubiera debido. El largo termina en una pequeña repisa de donde nace una fisura hacia la derecha por donde volvió a salir Abel, yo no estaba para nada.
La fisura continua por un pequeño tramo de bavaresa y termina en un pequeño hombro donde se une al Gran Diedro. Este pequeño emplazamiento era el lugar indicado para montar la 3ª reunión, pero Abel no lo vio claro o no lleva suficiente material para hacerlo (porque no había ningún clavo) y siguió por la placa con la cuerda tirándole hacia atrás por el rozamiento de tanta ceta.
Esta primera placa se atraviesa por una serie de fisuras verticales no muy difíciles hasta llegar a un pequeño descanso a escasos 3m del hombro final del Gran Diedro. Estos metros son los más difíciles de la vía: una lisa placa con la única ayuda de unos garbancitos que daban la risa. De 2º no me lo pensé mucho y allí donde ponía el gato se quedaba, pero de 1º y con la cuerda tirando tuvo que tener otro color muy diferente.
El agüelo y Rubén en la placa del Gran Diedro,
cuya vía discurre por la fisura que se ve a la izquierda
El último largo hasta la cumbre que ya lo habíamos hecho hacía 2 días lo tiré yo y me pareció más fácil que la primera vez: la confianza que da el saber que ya has pasado por ahí. En la cima esperamos a Carlos e Isi que se habían animado a empalmar su vía con el Gran Diedro e iniciamos el descenso también conocido hacia el refu con la satisfación de haber salido de la vía por arriba.cuya vía discurre por la fisura que se ve a la izquierda
Esa misma tarde recogimos todos los trastos de los alrededores de un vacío refu desde el día anterior y bajamos en busca de un bañito y de una buena cena. El bañito nos lo dimos Abel, Rubén y yo en el pilón de la fuente del párkin: estaba tan fría que dolía todo, pero ¡¡¡qué delicia poder lavarse por fin!!! La cena nos la dimos en el cámpin a base de unos magníficos chuletones de Ávila, pero antes tuvimos que parar en el chiringuito del párkin a reponer sales minerales.
Una vez asegurada la ingesta adecuada de sales, proseguimos ya por gula, hidratándanos en Arenas de San Pedro Abel, Rubén y yo. Me convencieron porque bajamos con la furgona de Rubén y en cuanto no pude aguantar más le pedí las llaves y me fui a sobar. Ellos no tardaron mucho en venir también porque no había mucho ambiente en el pueblo.
A la mañana siguiente se disolvió la compañía: Abel, Carlos, Yolanda e Isi seguían hacia Picos de Europa y Rubén y yo nos volvíamos a casita, él a su pueblo y yo a Zaragoza. Me dejó en Madrid y allí cogí un bus que después de 4h y media me depositó en las Delicias: ¡qué lejos estaban ya las amedrantadoras puntas de Galayos! ¡Qué cerca estaba ya una buena ducha y un buen colchón!
2 comentarios:
UMHHHH.......GALAYOS
dias de roca , noches de luna
Que saudades!!!!!!
Hay que volver que se quedo mucho trabajo por hacer.
Un abrazo Iñaqui
Yolanda
ya lo creo, al menos a mí, q apenas hice nada este año, solo una pequeña introducción a la zona. el torreón tiene q caer la próxima vez!!!
un abrazo y a ver si coincidimos en más tapias!!!!
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