Después de unas cuantas salidas seguidas a escalar (a Telera y Morata), me apunté sin dudar a la propuesta de David: subir al Perdido en el día a vivaquear. Venían de visita un par de amiguetes de Madrid (Alberto y Agustín) y tenían mucha ilusión por hacer el Perdido y me imagino que el toque romántico de dormir en la cima vendría de David. No estaban acostumbrados a la alta montaña y David los equipó de arriba abajo: mochila, chaqueta, etc. La meteo no era buena pero, ¡qué más daba!, ya improvisaríamos algo (traducción: ya se le ocurriría a David algún plan alternativo, como así sucedió). Lo peor fue el inútil madrugón porque cuando nos asomamos al puerto de Monrepós y vimos el marrón enseguida nos dimos cuenta que el Perdido se quedaba para otra ocasión. David se puso rápidamente a diseñar otra salida que nos dejara contentos a todos, especialmente a los 2 que habían venido el día anterior desde Madrid, y nos propuso ir al macizo del Cotiella. Un macizo casi desconocido para muchos, entre ellos yo mismo, porque a esta cima le faltan unos pocos metros para llegar a la mágica cifra de 3000. La verdad es que David nos vendió muy bien el nuevo plan: bonitos paisajes, cómodo refugio cerca del coche... Como ya no había que patear 8-10 h con la mochila hicimos una parada técnica en el LIDL de Sabiñánigo y compramos algo más de papeo y hasta una botellita de vino.
Marchamos hacia el valle de Benasque por el también poco transitado puerto del Serrablo y nos desviamos de la N260 en Seira para ir por una carretera de un sólo carril hasta el pueblo de Barbaruens, donde seguimos por una pista que se iba poniendo peor a medida que avanzábamos por ella. Sobrepasamos el párkin donde se quedan la mayoría de los vehículos y continuamos por unas fuertes y descarnadas pendientes unos pocos km más hasta un último ensanchamiento donde por fin termina la pista y comienza el camino hacia el refugio.
La senda empieza con una fuerte pendiente a través de un bosque de pinos que va bordeando un impresionante precipicio hasta llegar a los pies de un amplio y herboso collado desde donde se pueden observar unas preciosas vistas del circo de Armeña. Cruzamos un par de arroyuelos donde se puede coger agua.
Marchamos hacia el valle de Benasque por el también poco transitado puerto del Serrablo y nos desviamos de la N260 en Seira para ir por una carretera de un sólo carril hasta el pueblo de Barbaruens, donde seguimos por una pista que se iba poniendo peor a medida que avanzábamos por ella. Sobrepasamos el párkin donde se quedan la mayoría de los vehículos y continuamos por unas fuertes y descarnadas pendientes unos pocos km más hasta un último ensanchamiento donde por fin termina la pista y comienza el camino hacia el refugio.
La senda empieza con una fuerte pendiente a través de un bosque de pinos que va bordeando un impresionante precipicio hasta llegar a los pies de un amplio y herboso collado desde donde se pueden observar unas preciosas vistas del circo de Armeña. Cruzamos un par de arroyuelos donde se puede coger agua.
Circo de Armeña desde el collado, a la dcha el refugio
El camino hacia el Cotiella sigue por la izquierda, entre los dos cordales
El camino hacia el Cotiella sigue por la izquierda, entre los dos cordales
El resto del camino es un relajante sendero por verdes prados hasta llegar al refugio: pequeño, coqueto, bien cuidado, con chimenea, una gran mesa y colchones para unas 15 personas dispuestos en dos pisos y con una fuente a pocos metros. Todo un lujo, que mucha gente aprovecha: nos juntamos una decena de personas para dormir esa noche. El camino desde el coche es tan llevadero que hubo un grupete de chicos que se subieron parrilla y chuletas y al día siguiente almorzaron unas chuletitas de cordero a la brasa.
Nosotros hicimos un pequeño descanso y ante las perspectiva de una larga y aburrida tarde en el refugio sin nada que hacer, nos arriesgamos a subir hasta la cima. Al principio el tiempo nos acompañó, incluso salió el sol y pensé que tendríamos que darnos crema y todo. Pero enseguida se nubló de nuevo y en cuanto nos acercamos al pie del collado se empezó a echar la niebla. Nada preocupante, pensamos.
Desde este collado hay dos posibilidades: seguir por la cresta donde al parecer hay algún paso de IIº grado o alcanzar otro collado situado hacia el NO mediante una incómoda travesía que corta una fuerte pendiente. Elegimos esta última opción mientras observábamos con preocupación unos nubarrones negros que se vislumbraban detrás de la niebla. Justo antes del 2º collado hay que volver a trepar un poco y después de alcanzar éste sólo queda una corta subida por una loma muy roma hasta llegar a cima. Y aquí fue donde nos cayó la del pulpo.
En cuanto perdimos algo de altura el granizo se convirtió en una pertinaz lluvia que nos acompañó todo el camino de vuelta, en el tuvimos que atravesar arroyos que antes no existían. Algunos bajaban con tanta agua que nos tuvimos que mojar para atravesarlos.
Lo que más nos preocupaba no era la que nos estaba cayendo, al fin y al cabo llevábamos ropa adecuada y volvíamos al refugio donde teníamos ropa seca de repuesto, sino la hora: anochecía a marchas forzadas y aunque David y yo llevábamos frontales no queríamos tener que usarlas. Aceleramos un poco el paso y llegamos al refu justo a tiempo, cuando ya apenas distinguíamos las piedras del suelo.
Disfrutamos de la chimenea encendida tanto como del vinito y de la cena (de los ronquidos mejor ni hablar) y al día siguiente después de desayunar en la terraza del refu al solecito, decidimos no tentar más la suerte y bajarnos al coche para que Alberto y Agustín no llegaran de madrugada a Madrid.
Sólo nos dimos el lujo de una brevísima parada en Barbastro para la "obligada" ronda de cervezas y de una estupenda cena a base de papas, champis y sepia al lado de la casa de David para que estos muchachos no se fueran con el estómago vacío.
Horarios:
- coche refu 1 h y media (12:15-13:50)
- refu cima 3 h y media (14:40-18:10)
- bajada al refu 2h largas (18:15-20:25)
En total al más de 7 h de pateo.
En este enlace podéis encontrar descrito este mismo recorrido con gran cantidad de fotografías.
Nosotros hicimos un pequeño descanso y ante las perspectiva de una larga y aburrida tarde en el refugio sin nada que hacer, nos arriesgamos a subir hasta la cima. Al principio el tiempo nos acompañó, incluso salió el sol y pensé que tendríamos que darnos crema y todo. Pero enseguida se nubló de nuevo y en cuanto nos acercamos al pie del collado se empezó a echar la niebla. Nada preocupante, pensamos.
Desde este collado hay dos posibilidades: seguir por la cresta donde al parecer hay algún paso de IIº grado o alcanzar otro collado situado hacia el NO mediante una incómoda travesía que corta una fuerte pendiente. Elegimos esta última opción mientras observábamos con preocupación unos nubarrones negros que se vislumbraban detrás de la niebla. Justo antes del 2º collado hay que volver a trepar un poco y después de alcanzar éste sólo queda una corta subida por una loma muy roma hasta llegar a cima. Y aquí fue donde nos cayó la del pulpo.
Típico ejemplo de uno de esos peligros que puede encerrar la alta montaña,
aunque sea tan sencilla como ésta y que no solemos valorar como se debe:
los cambios bruscos del tiempo (una enorme granizada al final del verano).
Al poco de empezar a subir esta suave pendiente nos tuvimos que parar para ponernos los chubasqueros porque parecía que llovía. Sin embargo, David enseguida se dio cuenta de que la lluvia no podía producir la ruidera que estábamos escuchando: estaba granizando. En un lapso de tiempo de 15-20 minutos el suelo se tapizó de blanco y la niebla se cerró aún más. Si esta granizada nos hubiera pillado media hora antes nos hubiéramos dado la media vuelta a todo correr, pero tan cerca de la cima decidimos continuar. Pisamos la cima, hicimos 4 fotos a toda prisa con las manos entumecidas y nos bajamos sin tiempo para disfrutar de tan impresioante espectáculo o comer algo.aunque sea tan sencilla como ésta y que no solemos valorar como se debe:
los cambios bruscos del tiempo (una enorme granizada al final del verano).
En cuanto perdimos algo de altura el granizo se convirtió en una pertinaz lluvia que nos acompañó todo el camino de vuelta, en el tuvimos que atravesar arroyos que antes no existían. Algunos bajaban con tanta agua que nos tuvimos que mojar para atravesarlos.
Lo que más nos preocupaba no era la que nos estaba cayendo, al fin y al cabo llevábamos ropa adecuada y volvíamos al refugio donde teníamos ropa seca de repuesto, sino la hora: anochecía a marchas forzadas y aunque David y yo llevábamos frontales no queríamos tener que usarlas. Aceleramos un poco el paso y llegamos al refu justo a tiempo, cuando ya apenas distinguíamos las piedras del suelo.
Disfrutamos de la chimenea encendida tanto como del vinito y de la cena (de los ronquidos mejor ni hablar) y al día siguiente después de desayunar en la terraza del refu al solecito, decidimos no tentar más la suerte y bajarnos al coche para que Alberto y Agustín no llegaran de madrugada a Madrid.
Sólo nos dimos el lujo de una brevísima parada en Barbastro para la "obligada" ronda de cervezas y de una estupenda cena a base de papas, champis y sepia al lado de la casa de David para que estos muchachos no se fueran con el estómago vacío.
Horarios:
- coche refu 1 h y media (12:15-13:50)
- refu cima 3 h y media (14:40-18:10)
- bajada al refu 2h largas (18:15-20:25)
En total al más de 7 h de pateo.
En este enlace podéis encontrar descrito este mismo recorrido con gran cantidad de fotografías.
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