la Sierra de Tendeñera, el Pico Otal, la Brecha de Rolando...
Aún duraba el solecillo
Aún duraba el solecillo
Nuevo finde de mal tiempo generalizado con una pequeña ventana de relativo buen tiempo para el sábado. Así que me desmarco de todos los planes y decido dar descanso a mis habituales "cuidadores" e ir yo solito en el día a hacer el Pico Pelopín. Pero no hay nada que hacer, David me comunica el viernes a la noche que todo el mundo se ha rajado para cualquier salida que implique dormir fuera del calor del dulce hogar y que se me unen Beto, Nacho (un amiguete de ellos que al final no viene) y él mismo.
Mapa con la ruta marcada, obtenido de la web de pirineos3000
Salida: Pico PelopínFecha: sábado 30 de enero de 2010
Participantes: David "Malabarista", "Beto" y el "agüelo"
Altitud salida: 1423 m (puerto de Cotefablo)
Altitud máxima: 2007 m
Desnivel: 584 m
Tiempo subida: 1h 55'
Tiempo bajada: 1h 10'
Tiempo total actividad: 3h 05'
Dificultad: fácil (sólo hay que tener cuidado en la bajada desde el collado que se realiza bien por un barranco con fuerte pendiente, bien por el bosque por un camino estrecho y donde es mejor poner pie en tierra si no se tiene suficiente técnica, como fue mi caso)
La elección se demostró al final acertada: el ser una actividad tan corta nos evitó madrugones intempestivos y además nos permitió disfrutar del escaso tiempo de tregua meteorológica vaticinada. Si a eso le añadimos que no rompí ningún bastón el éxito habría sido total si la nieve hubiera tenido la calidad, polvo, que esperábamos después de las nevadas de la tarde-noche anterior. Pero qué va, está claro que en lo referente a la nieve el esquí de travesía depara más decepciones que alegrías. Encontramos de todo: nieve dura (especialmente en el bosque, el collado y en las inmediaciones del Pelopín), costra (en la subida a Peña Ronata) y escasas acumulaciones de nieve polvo (el viento se había llevado el resto).
El itinerario no tiene pérdida: se inicia en el párkin situado a la derecha de la carretera nada más pasar el túnel de Cotefablo, en el mismo puerto, nos encaminamos hacia el bosque pasando al lado de la cabaña y seguimos las vueltas y revueltas que hace el camino hasta llegar a una larga diagonal que nos sitúa en el collado; seguimos por la loma de este cordal en dirección sur, al principio llaneando y luego subiendo las fuertes pendientes de Peña Ronata; el camino habitual esquiva su cima por la izquierda, pero para evitar el más mínimo riesgo de aludes nosotros ascendimos prácticamente hasta su cumbre. Desde ahí sólo queda una leve bajada y una corta subida por pendientes moderadas hasta el Pico Pelopín.
Allí, en las inmediaciones de la cumbre de Peña Ronata, pudimos descansar (yo al menos, los otros dos no lo necesitaban) y discutir las opciones: el "marrón" se nos echaba encima, no había nieve ni tiempo suficiente para bajar hasta el pueblo abandonado de Otal, David y Beto ya habían subido varias veces al Pelopín y no les motivaba lo más mínimo sufrir el fuerte viento y la helada nieve de su subida. Sin embargo, yo pensé que no se perdía nada por alargar 15 minutos más la salida y acabarla en cima y me dirigí a ella con la compañía final de Beto mientras David realizaba una corta bajada en dirección al pueblo de Otal para testar la calidad de la nieve.
Las preciosas vistas que todo el mundo comenta tuvimos que dejarlas para otra ocasión y el viento, que apenas había hecho acto de presencia en toda la subida, se hizo notar y nos obligó a reducir el tiempo de estancia en cima a los pocos minutos que me costó hacer 2 fotos y dejar solito a David recuperando el aliento ya que había venido a la carrera detrás de nosotros para intentar pillarnos. La vuelta la iniciamos de manera fantasmagórica atrapados por una densa niebla que afortunadamente nos abandonó en cuanto iniciamos el descenso de Peña Ronata., sólo para ser sustituida por una silenciosa pero copiosa nevada que nos acompañó hasta el final de la jornada. Disfrutar de semejante estampa alivió mis penurias en la bajada y me recordó por qué merece la pena salir en invierno a la montaña en vez de quedarse en la camita.
A esta bucólica y navideña imagen sólo le faltó la soledad. Nos encontramos con gran cantidad de montañeros: raqueteros en grupo y aislados, otro esquiador solitario, un numeroso grupo de cursillistas practicando autodetención en los alrededores de la cabaña y al grupo de Julio Benedé (los de Sendero al límite), conocidos de Beto y David. Ellos habían bajado por el barranco y consiguieron animar a David para acompañarles en un nuevo descenso y disfrutar de la estupenda nieve que allí habían encontrado. Beto y yo decidimos esperarles tranquilamente en El último Bucardo en Linás de Broto, delante de una jarrita de cerveza y un buen bocadillo. Desgraciadamente el bar estaba cerrado y tuvimos que dar la media vuelta y esperarles metidos en el coche. Al menos nos entretuvieron las peripecias de los cursillistas. David ya no se animó a una tercera bajada y nos retiramos por fin a recoger nuestra merecida recompensa en el clásico de entre los clásicos: el bar Mi casa, en Sabiñánigo.
Las dos opciones de bajada vistas desde el párkin: en rojo
el barranco y en amarillo el camino del bosque (la misma ruta que de subida)
el barranco y en amarillo el camino del bosque (la misma ruta que de subida)
La elección se demostró al final acertada: el ser una actividad tan corta nos evitó madrugones intempestivos y además nos permitió disfrutar del escaso tiempo de tregua meteorológica vaticinada. Si a eso le añadimos que no rompí ningún bastón el éxito habría sido total si la nieve hubiera tenido la calidad, polvo, que esperábamos después de las nevadas de la tarde-noche anterior. Pero qué va, está claro que en lo referente a la nieve el esquí de travesía depara más decepciones que alegrías. Encontramos de todo: nieve dura (especialmente en el bosque, el collado y en las inmediaciones del Pelopín), costra (en la subida a Peña Ronata) y escasas acumulaciones de nieve polvo (el viento se había llevado el resto).
El itinerario no tiene pérdida: se inicia en el párkin situado a la derecha de la carretera nada más pasar el túnel de Cotefablo, en el mismo puerto, nos encaminamos hacia el bosque pasando al lado de la cabaña y seguimos las vueltas y revueltas que hace el camino hasta llegar a una larga diagonal que nos sitúa en el collado; seguimos por la loma de este cordal en dirección sur, al principio llaneando y luego subiendo las fuertes pendientes de Peña Ronata; el camino habitual esquiva su cima por la izquierda, pero para evitar el más mínimo riesgo de aludes nosotros ascendimos prácticamente hasta su cumbre. Desde ahí sólo queda una leve bajada y una corta subida por pendientes moderadas hasta el Pico Pelopín.
Allí, en las inmediaciones de la cumbre de Peña Ronata, pudimos descansar (yo al menos, los otros dos no lo necesitaban) y discutir las opciones: el "marrón" se nos echaba encima, no había nieve ni tiempo suficiente para bajar hasta el pueblo abandonado de Otal, David y Beto ya habían subido varias veces al Pelopín y no les motivaba lo más mínimo sufrir el fuerte viento y la helada nieve de su subida. Sin embargo, yo pensé que no se perdía nada por alargar 15 minutos más la salida y acabarla en cima y me dirigí a ella con la compañía final de Beto mientras David realizaba una corta bajada en dirección al pueblo de Otal para testar la calidad de la nieve.
Las preciosas vistas que todo el mundo comenta tuvimos que dejarlas para otra ocasión y el viento, que apenas había hecho acto de presencia en toda la subida, se hizo notar y nos obligó a reducir el tiempo de estancia en cima a los pocos minutos que me costó hacer 2 fotos y dejar solito a David recuperando el aliento ya que había venido a la carrera detrás de nosotros para intentar pillarnos. La vuelta la iniciamos de manera fantasmagórica atrapados por una densa niebla que afortunadamente nos abandonó en cuanto iniciamos el descenso de Peña Ronata., sólo para ser sustituida por una silenciosa pero copiosa nevada que nos acompañó hasta el final de la jornada. Disfrutar de semejante estampa alivió mis penurias en la bajada y me recordó por qué merece la pena salir en invierno a la montaña en vez de quedarse en la camita.
A esta bucólica y navideña imagen sólo le faltó la soledad. Nos encontramos con gran cantidad de montañeros: raqueteros en grupo y aislados, otro esquiador solitario, un numeroso grupo de cursillistas practicando autodetención en los alrededores de la cabaña y al grupo de Julio Benedé (los de Sendero al límite), conocidos de Beto y David. Ellos habían bajado por el barranco y consiguieron animar a David para acompañarles en un nuevo descenso y disfrutar de la estupenda nieve que allí habían encontrado. Beto y yo decidimos esperarles tranquilamente en El último Bucardo en Linás de Broto, delante de una jarrita de cerveza y un buen bocadillo. Desgraciadamente el bar estaba cerrado y tuvimos que dar la media vuelta y esperarles metidos en el coche. Al menos nos entretuvieron las peripecias de los cursillistas. David ya no se animó a una tercera bajada y nos retiramos por fin a recoger nuestra merecida recompensa en el clásico de entre los clásicos: el bar Mi casa, en Sabiñánigo.
Beto y el agüelo disfrutando de la cima
El agüelo iniciando el descenso pero, ¿por dónde?
Beto y el agüelo bajando del Peña Ronata
El agüelo iniciando el descenso pero, ¿por dónde?
Beto y el agüelo bajando del Peña Ronata
4 comentarios:
Agüelo donde has dejao los piolets que ahora solo esquias!!!!
los piolets están preparados para cuando haya buenas condiciones!!!!
Vaya, vaya, no paras, ¿eh, Iñaki? :D ¡Cuánta actividad!
Que vaya todo bien :)
Muchas gracias, Candela!
Xo en realidad son actividades muy facilitas: q estoy empezandoooo!!!
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