El domingo pasado, 7 de marzo de 2010, aún con el cansancio en el cuerpo de la paliza de escalar la Historia del agua el viernes, me apunté a un plan bastante más reposado: ir a escalar a Morata. La meteo no era para tirar cohetes, pero total: ¿que se pierde por ir a Morata? Está solo a 45 minutos de Zaragoza, un paseíto. Pasaron a recogerme Abel, Ana y una pareja de amigos suyos.
Mucho antes de llegar a Morata empezó a chispear y el sirimiri pasó a ser lluvia persistente en cuanto llegamos al pueblo. El día no estaba para escalar en absoluto, así que hicimos lo único razonable: ¿volvernos para casa? No, entrar en el bar. Allí empezó a llegar un goteo de gente conocida: Juan "Purriano" y Carmelo Torrijos, un grupete de Zaragoza... No fuimos los únicos locos de esa mañana de domingo. Después de recordar innumerables anécdotas y de sopesar y desechar decenas de posibles opciones para escalar con semejante humedad vivificante, al final nos decidimos por visitar el rocódromo que hay en el polideportivo de Calatayud. Los dos amiguetes de Ana decidieron sensatamente volverse a casa.
El polideportivo de Calatayud tiene dos zonas de escalada interiores: un pequeño pero resultón boulder y un rocodrómo bastante alto con unos techos gigantescos. El único problema fue tener que esperar a que se terminaran los partidos de futbito porque el rocódromo está en una de las paredes del campo. En el rocódromo nos encontramos con una pareja de escaladores de Soria que habían ido a Morata y que también habían decidido intentar aprovechar algo el viaje dejánsadose caer por ahí.
Unos bocadillos y un café pusieron punto final a una jornada poco emocionante, pero muy descansada y con un éxito total de convivencia.
Ana y Abel en el boulder
La élite
Ana intentado uno de los techos de rocódromo
La pareja de escaladores de Soria
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