domingo, 14 de junio de 2009

Barrancos de Yesa Superior y Gloces e intento a la Faja de las Flores

Después de hablar con David durante horas el jueves y el viernes el plan quedó establecido de la siguiente manera: el sábado por la mañana barranquear por los alrededores de Añisclo y por la tarde subir a vivaquear lo más cerca posible de la Faja de las Flores, en Ordesa, para recorrerla al día siguiente y si se podía observar a Abel y compañía escalando por el Tozal del Mallo. No teníamos ningún cañón concreto en mente, improvisaríamos sobre la marcha dependiendo de la gente que hubiera en cada uno. Empezamos cerca de las 11 por el Yesa superior, el cañón más apartado y por lo tanto el supuestamente menos frecuentado, si no fuera por la concentración de barranquistas que tenía lugar en Morillo de Tou y que se estaba dejando notar en toda la zona. La belleza de este barranco ha sido en parte ensombrecida por una desastrosa obra de mantenimiento. En una parte del camino de aproximación que ha sufrido varios desprendimientos "alguien" ha instalado un pasamanos de doble sirga de cable de unos 30 m de longitud en vez de arreglar los socavones. La zona a pesar de estos desperfectos está lejos de poder considerarse peligrosa ya que sigue siendo un sendero que transita a una altura de apenas un par de metros sobre el río. Aún así alguien ha considerado que era necesario un súper extra de seguridad en forma de cable, que además está mal instalado: uno de los "químicos" que debían sujetarlo estaba suelto. Esto sí que es calidad ambiental.
¿Un ejemplo de montañas seguras?
Después de un pequeño tentempié en la plaza del pueblo nos dirigimos al siguiente cañón: el Gloces. Un cañón corto pero intenso del que salimos pasadas las 6 de la tarde. David eliminó las cervezas de la victoria por un pequeño descanso a la sombra de un estupendo fresno. Terminado el fugaz intermedio volvimos sobre nuestros pasos hasta Broto, donde hicimos acopio de pan, y seguimos hasta Torla y la pradera de Ordesa. Allí repusimos fuerzas con otro frugal aperitivo, preparamos las mochilas, cogimos agua y empezamos a subir pasadas las 8. Un poco tarde, pero íbamos confiados porque no se veía rastro de las supuestas tormentas vespertinas que habían vaticinado todos los pronósticos. David iba fresco como una lechuga, sin parar de darme conversación hasta que se cansó de esperarme y de hacerme fotos y decidió seguir a su ritmo, y yo iba resoplando y sudando como un cerdo, con las piernas pesadas, sintiendo el cansancio de tanta actividad acumulada a lo largo del día. Aún así conseguí subir sin pararme, a ritmo, aunque fuera de tortuga. Pero el tiempo pasaba y a medida que aumentaba la oscuridad comenzaron los primeros síntomas: el cielo se cargó de nubes y se levantó un viento frío.
Dos instantáneas sacadas con escasos minutos de diferencia
Pasado el desvío para el Tozal los rayos empezaron a centellear en el horizonte iluminando más que nuestras pequeñas frontales, que tuvimos que encender justo debajo de las clavijas de Salarons.
David en la sección más vertical de las clavijas
En cuanto las superamos empezó a llover y a pesar de que yo tenía recuerdos de un estupendo vivac en esa zona, no encontramos más refugio que una enorme piedra que apenas nos resguardaba del viento y la lluvia.
Nuestra casita por esa noche
Fue suficiente para poder cenar y dormir secos y disfrutar de un paisaje inigualable enmarcado por una absoluta soledad. Un cuadro precioso a pesar de la lluvia y del cansancio. La mañana siguiente amaneció aún peor: lloviendo y el cielo totalmente encapotado.
El "amanecer" visto desde nuestro improvisado hogar-dulce-hogar
Decidimos bajar después de desayunar y dar por terminado nuestro finde. Me dio rabia después de todo el esfuerzo y el cansacio del día anterior por llegar hasta allí, pero al menos volvíamos secos a casa.
David descendiendo el último tramo (en el sentido de bajada) de las clavijas
Vistas del vertiginoso camino de la Fajeta, que conduce a las primeras clavijas de Salarons
Nuestro propia vertiginosa senda
Devolvimos el traje de neopreno en El Último Bucardo en Linás de Broto y mientras redesayunábamos nos enteramos de que Javi y Carlos se habían vuelto a casa el sábado después de escalar el Diedro 73 en Ordesa y Abel se encontraba en Riglos a donde se había dirigido vistos los partes meteorológicos.
Barranco de Yesa superior
Se accede a él desde el pueblo de Buerba al que se llega por la "carretera" que lleva a Fanlo desde Sarvisé. Es una vergüenza que a esa pista estrecha, llena de curvas, mal asfaltada y acribillada de baches le llame nadie carretera. Es como los chistes de Asterix en Hispania.
El Yesa superior es un cañón precioso, sin apenas dificultad (dos rápeles: el primero de alrededor de 10 m es casi obligado a pesar de que se puede saltar si se tiene valor;
NOTA: de nuevo todas las fotos de los cañones de esta piada pertenecen a David Malabarista
el 2º es un rápel corto y bastante incómodo que es mucho mejor saltarlo desde una pequeña repisa que resbala menos de lo que parece),
que tiene un poco de todo: estrechos, saltos, pozas, pequeños toboganes y sobre todo, lo que le da un valor único, su exhuberante vegetación que parece sacada de cualquier selva subtropical.
Una pena que ciertas actuaciones lo llenen de basura innecesaria.
El camino no tiene pérdida. Empieza en la plaza del pueblo y está muy marcado. En seguida desciende bruscamente mediante una serie consecutiva de zetas hasta las ruinas de un antiguo molino de agua, donde se cruza el cauce. A partir de aquí el camino remonta por su margen derecha el cañón, primero llaneando un poco por la zona de la horrible sirga, y luego subiendo en ligera pendiente. A los pocos minutos de atravesar un cauce seco divisiamos un sendero que sale a la izquierda del camino y que tras atravesar el sotobosque de bojs nos conduce hasta el lecho del río y el comienzo del cañón a través de una empinada y corta cuesta en la que hay una vieja cuerda para facilitar el paso.

Croquis del barranco del Yesa superior (enlace original)
Nosotros hicimos la aproximación en aproximadamente 50 minutos, siguiendo la máxima de David: ir ligeros en la aproximación para adelantar a la peña y poder disfrutar con tranquilidad el descenso. Nos lo tomamos tan al pie de la letra que el descenso tardamos casi 3 h, haciendo fotos, disfrutando de la maravillosa vegetación, repitiendo saltos...
David en la zona de los estrechos
El agüelo en una de las muchas pozas
En un salto opcional lo suficientemente alto como para ser interesante y no demasiado como para evitarlo
Para volver hay que seguir unos pocos metros por el lecho del río una vez acabado el cañón, hasta encontrar un sendero a mano izquierda que nos deja a los pocos minutos en el camino que hemos utilizado a la ida. A partir de aquí sólo queda seguirlo hacia atrás hasta las ruinas del molino y subir el cuestorro hasta el pueblo. Tiempo: 35 minutos.
Barranco de las Gloces
Otra joyita, también sencillo, con una aproximación más corta, e igual de sorpredente: un río medio seco que se esconde debajo de una gruesa capa de grava está atravesado por una loma caliza, ¿y que hace el río? La corta como mantequilla, zas, toma tajo: una profunda e irregular herida imperceptible desde el exterior que apenas deja filtrar la luz, con lo que la vegetación está totalmente ausente en la mayor parte del recorrido. A cambio el cañón nos ofrece una multitud de relieves geológicos.
Croquis del barranco de las Gloces (enlace original)
La aproximación al barranco comienza en el collado de la carretera a los pies de Fanlo. Una enorme pista nos conduce en 15 minutos al lecho del río. Un gigantesco canchal que está siendo explotado por una gravera río arriba y que enturbia lastimosamente el agua del cañón, tanto que ni siquiera en las zonas de menor profundidad puedes verte los pies o las rocas del fondo.
El barranco comienza en un par de pozas que conducen al igual que en el barranco anterior a un vertiginoso rápel, pero esta vez de 17 m y sin posibilidad de salto (hacen falta dos cuerdas).
A partir de aquí el cañón se sumerge en la más tremenda oscuridad, tanta que no hay restos de vegetación por ninguna parte
hasta que rebasamos un recodo donde el cañón se ensancha un poco, entra algo más de luz y las paredes se convierten en un vergel.
El barranco sigue exhibiendo su multitud de formas: pozas, toboganes, un corto rápel que se puede esquivar con un delicado destrepe en oposición o como esta perfecta marmita.
Antes de terminar el cañón queda aún una última dificultad, un pequeño rápel incómodo en donde 3 polluelos estaban llamando a sus padres desde un nido en una pequeña oquedad de la roca.

David en el final del cañón
El sendero de regreso empieza a los pocos metros de la playa rocosa donde finaliza el cañón. El camino atraviesa el bosque mediante unas cuantas zetas muy pendientes que terminan en la ancha pista de aproximación. En total, poco menos de media hora.

3 comentarios:

elales dijo...

Veo que también te ha llamado la atención la chapuza del acceso al Yesa ¿Qué te parece?
¿Has estado en el Mayencos?

David dijo...

Vaya vergüenza la chapuza de acceso al Yesa Superior. Parece que vez de ir a proteger algo han ido a deshacerse de material que les sobraba. y lo peor es que casi seguro han cobrado por ello...

Vaya falta de profesionalidad y de ética. Un trabajo mas laborioso pero mas acorde con el medio hubiera sido rehacer los tapiales que sujetan el sendero como se ha hecho de forma tradicional.

Luego no me extraña que los franceses (son muchos, sino mayoria, los que vienen a hacer este barranco) se sorprendan de las medidas tomadas en las montañas españolas....

Iñaki dijo...

No he estado en Mayencos y espero que la chapuza q hayan echo por ahí no sea como la del Yesa. Metros y metros de metal "tirados" en mitad del camino y luego nos piden q recojamos nuestra basura. Triste.