lunes, 17 de noviembre de 2008

Masmut


El sábado 25 de octubre quedé con Rubén para ir a escalar a Masmut. Yo no había estado nunca en esta zona y había oído hablar de ella mucho. Es una zona de tapia, de escalada con varios largos y vías de todo tipo: equipadas, semis y sin ningún seguro. Pensábamos hacer una vía asequible, de V+ como máximo, porque Rubén tenía que estar en Caspe antes de las 8 de la tarde porque iba a dar una conferencia sobre su viaje a los Andes del año pasado. Abel nos recomendó La Peste, facilita y equipada. Recogí a Rubén en su casa y nos dirigimos a Alcañiz y de ahí a Peñarroya de Tastavins, el pueblo de donde sale la pista que lleva a las peñas.
 Plaza del pueblo
Una vez en el pueblo entramos en el bar a tomar un café y un vaso de leche, un poco desanimados porque estaban todas las calle mojadas: ¡había llovido la noche anterior! Después de discutir un poco, decidimos acercarnos de todas formas hasta las paredes a ver cómo estaban (además así yo conocía al menos la zona). A pesar de que Rubén sí que había estado aquí una vez tuvimos que preguntar un par de veces antes de dar con la pista, que sale a la izquierda nada más llegar al pueblo, enfrente de un hotel. Aparcamos en el collado y en seguida nos dimos cuenta que las paredes estaban más o menos secas, así que cogimos todo el material, la botella del agua que habíamos rellenado en la plaza del pueblo y el croquis y nos acercamos a las paredes en busca de nuestra vía. Pero dar con la vía que uno quiere no es tan fácil. El problema es que los nombres de las vías no están pintados en la pared ni hay carteles indicando el lugar exacto. Además el camino pasa pegado a la roca y sin perspectiva es muy difícil distinguir una pared de otra a pesar de llevar un croquis. 
La vía que queríamos hacer era la 15
Estuvimos un buen rato dando vueltas para arriba y para abajo, mirando una y otra vez el croquis, sin estar del todo seguros de dónde estaba. Al final, nos decidimos por una fisura evidente en la que se veía bastante material puesto en la pared: cordinos, cintajos, parabolts... Rubén, que llevaba una temparado muy motivado, se ofreció para abrir el primer largo que el croquis marcaba fácil, IV+. Prontó empezó con toda la retahíla de frases típicas del escalador que va de primero: que estaba todo muy húmedo, que vaya mierda de roca, que dónde estaba el siguiente seguro, que vaya risa si esto era IV+... La verdad que la calidad de la roca era infame y me calló una auténtica lluvia de piedras que puso a prueba mi nuevo y reluciente casco. Yo desde abajo intentaba animarle, pero era evidente que esa no era nuestra vía y que ese largo no era de IV+. Estubo a punto de bajarse a mitad de un tramo bastante vertical y terroso, pero se sobrepuso, pasó en artificial y siguió hacia arriba. En una amplia repisa donde encontró un parabolt montó una reunión porque ya no le quedaba mucha más cuerda. 
Rubén en los primeros pasos de la vía, encaramado a una sabina. 
La cruz roja marca el lugar aproximado donde montó la reunión.
La vía seguida por la fisura evidente que estaba encima.
Subí yo después resoplando también y lanzando juramentos sobre la calidad de la roca. Una vez en la reunión seguimos discutiendo sobre si era o no nuestra vía, si debíamos seguir o bajarnos... El siguiente largo me tocaba a mí. Miraba una y otra vez hacia arriba buscando parabolts que me dieran la suficiente confianza como para intentarlo. Pero después del 3º ya no se veía nada más. Me rajé y nos bajamos. 
Rubén en la reunión
Habíamos tardado 4h en subir y bajar un solo largo. Para aprovechar el tiempo que nos quedaba decidimos seguir camino abajo en busca de nuestra verdadera vía, La Pesta esa. Pero nos la saltamos y llegamos hasta el río. En frente había una pista que decidimos seguirla en vez de regresar por donde habíamos venido en un intento de encontrar un camino de vuelta más cómodo. Otra decisión garrafal. Estuvimos andando más de media hora, pero la pista se alejaba y alejaba y no tenía visos de girar en la dirección precisa en ningún momento, así que tuvimos que desandar lo andado y volver a subir por el empinado camino. Remontar el camino nos costó apenas 20 minutos y en cambio habíamos estado caminando por la pista más de una hora, je je.
Antes de marcharnos nos acercamos con el coche al mirador desde el que se disfrutan de las majestuosas vistas de todas las paredes.
Camino a Caspe llamé a Cristina para quedar con ella. Localizó a Ana y los 3 nos tomamos unas cerves en el bar Divina Comedia mientras Rubén comentaba sus aventuras andinas. Me despedí de ellas y acompañé a Rubén, Carlos "Caspe" y su novia, Abel y Dani (que habían acudido a oir la conferencia) al restaurante de la piscina donde iban a cenar. Allí les dejé y me volví para Zaragoza. No habíamos escalado nada, pero yo por fin había conocido esta magnífica zona. Son gajes del oficio. Abel nos contó que la vía que habíamos intentado era El último Pilar: semiequipada, mala roca, más difícil... En fin, nada que ver con lo que nosotros pensamos inicialmente.

Las Rocas del Masmut. En rojo la vía que intentamos; 
en verde la vía que teníamos planeado escalar.

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