Noche de emociones, de ritmo, de tambores, de África, de Nelson Mandela. Ayer era su 90 cumpleaños y Youssu N'Dour le dedicó el concierto recibiendo el aplauso de todo el público por el gesto. Estaba claro que para el público ni Mandela ni ninguno de los artistas del escenario eran inmigrantes negros. No dejaba de pensar cuántos de los que estábamos ahí aplaudiendo a unos artistas negros miraríamos con desprecio a esos otros negros que pueblan nuestros barrios y que intentan ganarse la vida como pueden. Somos contradictorias las personas: podemos aplaudir a las mismas personas que luego despreciamos. Alguien podría decir que son en realidad diferentes personas. Aunque no sé qué diferencia hay entre los numerosos negros que había entre el público bailando y disfrutando de un espectáculo que les acercaba un poco a su hogar, a sus familias y a sus recuerdos, de los negros que había encima del escenario. Puestos a buscar diferencias, podrían decirme también qué diferencias hay entre cualquier negro y nosotros. Quizás en que ellos sí sabían bailar los ritmos que sonaban y nosotros sólo conseguíamos mover un poco los pies. Porque estaba claro que ellos sí que sentían el ritmo de esa música, de esos tambores y percusiones que sonaban como petardazos, de ese chorro de voz que tiene Youssu y que le permite sobresalir por encima del estruendo rítmico de su banda.
El concierto fue una demostración de que África no es sólo pobreza y hambre, en África, como dijo Youssu, también hay alegría. Y Youssu trajo anoche a Zaragoza un poco de esa alegría africana.
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