Oeste del Cored (Riglos)

El Cored y la Aguja Roja

Siguiendo el objetivo de Beto de recuperar poco a poco sensaciones en la escalada, hoy nos hemos autoregalado una tranquila y disfrutona jornada en Riglos. Hemos empezado sin madrugar, con la calma hemos salido andando desde el pueblo de Riglos hasta el pie de vía en el Cored, hemos escalado largo a largo sin empalmar ninguno excepto los dos últimos y hemos terminado en Ayerbe reponiendo fuerzas. Sólo hemos pasado un puntito de estrés en un par de ocasiones: en el comienzo del primer largo, en mitad de la chimenea del 3º, en el comienzo del 4º y rapelando (el fuerte viento lanzaba las cuerdas hacia la izquierda y he tenido que luchar para desenredarlas de todos los p... árboles donde se quedaban atascadas). Lo peor del día: la horrorosa canal de bajada; la fuerte pendiente y la gran cantidad de piedra suelta la convierte en un peligroso patinadero.

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Actividad: Vía Oeste del Cored
Participantes: Beto y agüelo
Fecha: Sábado 2 de octubre de 2010
Dificultad: V
Longitud: 135 m
Equipada con parabolts con la alegría característica del lugar.
Conveniente usar doble cuerda para bajar en un único rápel al suelo.
Tiempo de subida: 2h

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Para llegar hasta el mallo Cored tenemos dos opciones: en coche, hay que coger una pista asfaltada al comienzo que nace a la derecha de la carretera nada más pasar el mirador, se deja el coche en el depósito de agua y se sigue a pie por la pista; a patita desde el pueblo, al pasar la fuente giramos a la derecha y seguimos por el camino que desemboca en la pista que lleva al depósito. Una vez allí seguimos unos pocos minutos hasta llegar a un hito grande, donde nace el camino que lleva a la Aguja Roja. Cuando llegamos ya casi a su altura buscamos un escondido sendero a la izquierda que pasa pegado a la pared.
Encontrar el pie de vía no nos costó nada en esta ocasión: el camino te deja justo debajo de la canal que recorre de arriba abajo la pared y por la que discurre nuestro recorrido.

Croquis de la vía; al fondo la Aguja Roja

El primer largo es el que tiene el paso más difícil (V) y nos lo encontramos apenas hemos subido unos pocos metros, es decir, aún fríos. Es el final de un corto muro vertical donde a medida que subes van disminuyendo el tamaño de los bolos y un enorme bloque romo te dificulta salir del paso. Afortunadamente el paso esta bien protegido, aún así el canguelo hace acto de aparición y aprieto mucho más de lo necesario. Una vez superado el resto es sencillo y después de 30 m se llega a una cómoda reunión (dos enormes parabolts con argollas).

Los primeros y verticales metros de la vía
Beto haciendo un clásico paso de codo para llegar a la R1

El L2, IV, comienza también con un murete vertical, aunque bastante más corto. Enseguida tumba y llegamos a la R2 nada más esquivar una puñetera zarza, justo debajo de la estrecha chimenea del L3.

Beto en los inicios del L2
A mitad del L2
El agüelo esquivando los pinchos de la zarza

L3 IV+. La chimenea afortunadamente no es tan estrecha como para necesitar ningún paso de "ramonage" y me permite superarla cómodamente, con la excepción de un único paso un poco más estrecho y más liso que el resto donde de nuevo la adrenalina del acojonado afloró una vez más, en oposición. El resto de la chimenea no presenta ninguna dificultad y se llega a una repisa amplia donde se monta reunión.

Casi hay que pisar a tu compi para salir de la R2

Vistas de la preciosa chimenea desde abajo...
... y desde arriba!

Beto saliendo de la chimenea

L4 IV, o eso dicen, porque asustaba un poco la verdad. Al menos hasta llegar a un puente de roca con una sirga de cable, luego sigue vertical unos metros pero ya hay mucho cazo. Enseguida tumba y nos encontramos una reunión que Beto no montó porque vio que la cuerda no rozaba demasiado y tiró por un patatal de roca mediocre protegido por un par de solitarios parabolts. De allí a cima, unos pocos metros sin dificultad alguna, casi caminando.

Ainsss, bolo bolo, mierda mierda.
Ah, esto ya tiene otra pinta
Cima

Espectaculares vistas de la Aguja Roja

El rápel se encuentra instalado en una vieja sabina al otro lado, bajando unos pocos metros por el lado este.

Contentos como niños después de haber podido disfrutar una vez más de esta maravilla que es Riglos, bajamos hasta el coche en busca de relleno para nuestros vacíos estómagos. Y sin que sirva de precedente, llegamos a Zaragoza a unas horas prudenciales.