La recuperación de mi maltrecho hombro me hizo renunciar este puente a un par de planes jugosos: ir a escalar al solecito de Calpe (Alicante) con Abel o ir de travesía con David el sábado. En vez de eso no me toca más remedio que dedicarme al dulce vicio de dejarse subir por los telesillas y remontes. Me puse como excusa que tenía que empezar a mejorar mi inexistente técnica si quería algún día poder acompañar con garantías a los máquinas de David y amigos. Tenía previsto hacer la primera incursión a las pecaminosas estaciones el sábado aprovechando el buen tiempo, pero a medida que avanzaba la tarde del viernes me estaba entrando cada vez más pereza. Así que cuando David me llamó para preguntarme si no me importaba retrasarlo al domingo no le puse muchas objeciones. El plan era hacer una salida combinada a Formigal: yo iría a las pistas y el a foquear, yo me dejé 40 eurazos y a él le salió gratis, yo subía sentadito y él se dejó el alma aguantando el paso a un máquina más máquina que él, yo hice 9 bajadas y él 4. Pero a los 2 nos empapaba la fina lluvia que empezó a caer a media mañana así que decidimos abandonar pasadas la una del mediodía.
David acabó con una buena pájara (quizá por la acumulación de cansancio después de dos jornadas consecutivas o quizá por no beber nada de agua en todo el día) y no quiso ni salir fuera del coche para hacernos la foto conjunta de rigor.
David acabó con una buena pájara (quizá por la acumulación de cansancio después de dos jornadas consecutivas o quizá por no beber nada de agua en todo el día) y no quiso ni salir fuera del coche para hacernos la foto conjunta de rigor.
El lunes aún salió peor día y dejé mi 2ª jornada pecaminosa para el martes. Previendo un gran atasco a la vuelta por ser el último día del puente me dirigí a Panticosa para tener un retirada más corta. Llego a la estación un poco antes de las 9 y no veo a nadie, ni en el párkin (casi vacío), ni en las taquillas, ni en el huevo, ni en la cafetería de arriba.
Mientras subía en el huevo me fui dando cuenta de la poca nieve que iba quedando: la pista que baja hasta el párkin seca hasta mitad de recorrido. De hecho estaban cerradas todas las pistas que llevan a la antigua cafetería. En cuanto me calcé los esquís empecé a comprender por qué era casi el único tonto que estaba ahí a esas horas: la nieve estaba dura como el hielo, seguramente debido a la lluvia caída el día anterior. Hacía falta hacer mucha fuerza con las piernas para realizar cualquier giro y para amortiguar el continuo traqueteo producido por todas las irregularidades de las pistas que mis esquís no podían cortar. Enseguida vi que no iba a poder salirme de las pistas pisadas por las máquinas. Poco a poco fue llegando la gente y me fui a la zona de Sabocos.
Al salir el sol la nieve se ablandó y fue más fácil esquiar hasta que se ablandó tanto que se puso pesada y lenta y vuelta a cansarme de nuevo. Así que una vez más no aguanté más allá de la 1 del mediodía. Además con el aumento de la temperatura y del número de esquiadores se fueron agrandando las numerosas calvas y apareciendo un mayor número de piedras que no siempre pude esquivar, para desgracia de las suelas de mis esquís que sufrieron las consecuencias. Al final daba penita ver los alrededores de la cafetería más marrones que blancos. La vuelta iba la mar de tranquila hasta que llegué a las cercanías de la cima del puerto de Monrepós donde me aguardaba una retención de casi 50 minutos. Parece que muchos más esquiadores habían tenido la misma idea: salir pronto para no pillar atascos.
Mientras subía en el huevo me fui dando cuenta de la poca nieve que iba quedando: la pista que baja hasta el párkin seca hasta mitad de recorrido. De hecho estaban cerradas todas las pistas que llevan a la antigua cafetería. En cuanto me calcé los esquís empecé a comprender por qué era casi el único tonto que estaba ahí a esas horas: la nieve estaba dura como el hielo, seguramente debido a la lluvia caída el día anterior. Hacía falta hacer mucha fuerza con las piernas para realizar cualquier giro y para amortiguar el continuo traqueteo producido por todas las irregularidades de las pistas que mis esquís no podían cortar. Enseguida vi que no iba a poder salirme de las pistas pisadas por las máquinas. Poco a poco fue llegando la gente y me fui a la zona de Sabocos.
Al salir el sol la nieve se ablandó y fue más fácil esquiar hasta que se ablandó tanto que se puso pesada y lenta y vuelta a cansarme de nuevo. Así que una vez más no aguanté más allá de la 1 del mediodía. Además con el aumento de la temperatura y del número de esquiadores se fueron agrandando las numerosas calvas y apareciendo un mayor número de piedras que no siempre pude esquivar, para desgracia de las suelas de mis esquís que sufrieron las consecuencias. Al final daba penita ver los alrededores de la cafetería más marrones que blancos. La vuelta iba la mar de tranquila hasta que llegué a las cercanías de la cima del puerto de Monrepós donde me aguardaba una retención de casi 50 minutos. Parece que muchos más esquiadores habían tenido la misma idea: salir pronto para no pillar atascos.
2 comentarios:
Bueno, por alusiones...
fueron 4 mis bajadas!! no tres!
y no sali del cohce para hacernos la foto porque llovia!!! Obvio! No?
ahhh, q quisquillosoooo...
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