jueves, 21 de agosto de 2008

Monjes peonzas

Ya queda menos para que se termine la Expo y no sé qué voy a hacer entonces: ¡voy a sentir un tremendo vacío cultural! Es lo que sucede después de los empachos. Ayer, miércoles 19 de agosto, por la tarde volvimos de nuevo a la expo. Queríamos ver a un grupo de monjes musulmanes bailarines y de paso aprovechamos para ver algún pabellón más. Ayer tocó Polonia, el país que más se ha gastado, al parecer, en su pabellón: muy bonito, con las paredes tapizadas de ramas, ambiente muy cuidado… el contenido, flojito, como en todos: 2 o 3 pequeños espacios dedicados a la exposición y un recinto para proyectar un audiovisual en 3 enormes pantallas que sin ser espectacular resultó interesante. Cuando salimos eran más de las 8, así que tocaba buscar un sitio donde cenar y Polonia tiene restaurante en su propio pabellón así que tras esperar unos minutos a que se libera una mesa decidimos probar. La comida bien, el precio… una pasada, como en el resto de restaurantes en los que he estado: Lituania, Uruguay (este último no merece la pena a pesar de la fama y la cantidad de gente que tiene).
Antes de terminar de cenar ya vino Pilar, a la que acompañamos a que se comprara una Frankfurt en la terraza de Alemania y fuimos ya a buscar sitio al anfiteatro. Este recinto tiene un espacio reservado para personas en silla de ruedas separado del resto por una cadena… invisible al parecer porque nadie la respeta, como si no existiera. La gente ve un hueco para sentarse y le da igual todo lo demás. Ayer una voluntaria se tomó apecho se trabajo e intentó que la gente maleducada respetara ese espacio. Pues ni aún así, ni aunque viniera esa abnegada voluntaria a informarles de porqué no podían estar ahí no había forma de que movieran el culo. ¡Bendito país! ¡Y luego viene el anuncio de Aquarius a decirnos que la gente somos extraordinarios! ¡Ja ja!
Menos mal que el propio concierto nos libró de toda esa “gente”. La música era bastante monótona, como toda música religiosa o mística. El grupo se llamaba Al-kindi, es sirio e interpreta música mística sufí y estuvieron acompañados por los Derviches de Damasco, un grupo de monjes que entran en trance dando vueltas al son de la música. El sonido era bello, extraño para nuestros oídos occidentales y anestesiados con tanto Bisbal, pero repetitivo. Al poco de comenzar el concierto la paciencia de muchos espectadores se acabó y empezó a vaciarse el anfiteatro. Lo más espectacular, sin duda, eran los bailes, monótonos también: gira que te gira… ¡sin marearse! Y así durante muchos minutos seguidos. Espectacular.
Una última muestra de la alta sensibilidad cultural de la peña, u sea de todos: antes de empezar a tocar y una vez en el escenario, los artistas permanecieron unos minutos en silencio, seguramente concentrándose ya que para ellos no deja de ser música religiosa. Pues bien, ¿qué hizo el personal? a) respetó el silencio; b) se puso a silbar como si estuvieran en un campo de fútbol.
Más información sobre este grupo en:
Después del concierto nos despedimos de Pilar y nos encaminamos a la puerta del Ebro. Pero Mariví propuso intentar ver el último pase del Hombre Vertiente y nos dimos media vuelta. Hay una serie de sitios reservados para personas con discapacidades, y un montón de voluntarios para conseguir que la gente los respete, así que no tuvimos problemas en entrar. Lo mejor de la Expo, a mi parecer: pedazo de espectáculo, original, imaginativo, muy bien conseguido. Me impresionó y me divertí como hacía tiempo. No voy a contar más de él para mantener la capacidad de sorpresa de los queráis ir a verlo.

No hay comentarios: