domingo, 27 de septiembre de 2009

Terradets. Reina Puig, V+

Desfiladero de Terradets, en rojo la "feixa": la repisa por donde discurre
el cómodo sendero (por fin un sendero de escaladores en el que no hay
que echar la cuerda para bajar) que te deja de vuelta en la carretera.

Yo tenía idea de ir a la concentración de escaladores en Cálcena, Abel propuso ir a Terradets y claro, ¿cómo resistirse a esa oferta? El desfiladero de Terradets se encuentra a pocos km de Tremp, en Lérida, en una zona llamada Montsec, uno de los paraísos de la escalada de tapia: en unos pocos km se localizan 3 o 4 paredes de 500 m con decenas de vías clásicas. Estuve una vez hace años y desde entonces he intentado convencer a Abel en repetidas ocasiones para volver a ir. No podía desperdiciar esta oportunidad, ¡incluso estaba de acuerdo en hacer la CADE!, la vía más asequible de la pared.
Recogí a Abel en su casa a las 7 de la mañana y llegamos al párkin del desfiladero pasadas las 9:30 (un poco paliza para volver en el día, suficientemente lejos como para no ir todos los findes, pero tampoco tanto como para no hacerlo de vez en cuando; al fin y al cabo se tarda lo mismo que en ir a Benasque, por ejemplo). Ya estaban instalados los dos puestos de venta de miel y otros productos artesanales, pero apenas había coches, lo que nos hizo pensar que no íbamos a encontrar más cordadas en nuestra vía. Pero nada más ponernos a andar nos dimos cuenta de nuestro error: vimos dos cordadas en la CADE. Y otras dos más que llegaron un poco más tarde. La vía estaba saturada: los pocos escaladores que estábamos en esa inmensa pared íbamos todos a la misma vía. Decidimos salirnos de la avenida de escaladores y buscar algo más solitario. Después de barajar distintas opciones de dificultad similar nos decidimos por la Reina Puig.
En Terradets sólo había escalado una vez, la Mescalina, 6b/V+, y todo el recuerdo que tenía de esta zona provenía, claro, de esta única vía: roca excelente y totalmente equipada con parabolts. Y la Reina Puig no podía ser más diferente: más fácil de grado, pero de roca mediocre en varios tramos, a veces un poco rota, a veces muy pulida (¡para que luego digan nada de Morata de Jalón!), con las reuniones equipadas con dos parabolts y argollas, pero con muy pocos seguros en los largos (algún clavo de vez en cuando, algún spit en las placas y varios parabolts un poco alejados en los tramos de artificial: en los largos fáciles, nada). Abel me dijo que así eran también otras rutas que había hecho en la zona.
Abel en la falsa "feixa" con el desfiladero y la vía del tren al fondo
El croquis marcaba 7 h para el total de la vía, y nosotros tardamos eso en llegar a la feixa. Aún nos quedaban 4 largos más y eran las 17:30 cuando llegamos a ella, así que sin dudarlo un instante iniciamos el camino de bajada. En media hora estábamos en la carretera y 10 minutos más tarde ya habíamos llegado al coche y nos habíamos quitado los arneses. El párkin se había transformado totalmente y se había llenado de decenas de personas llenando innumerables garrafas de agua en la fuente. Nosotros también nos refrescamos y después nos dirigimos al albergue de Cellers (a unos pocos metros siguiendo la carretera), donde por 20€ nos sirvieron dos jarras de cerveza y un inmenso bocadillo de bacon con queso, en forma de estupendas tostadas con tomate, para cada uno. Justo premio para una dura jornada en la que apenas habíamos probado bocado.
Abel catando esos deliciosos manjares
Reina Puig, V+ obligado
Croquis obtenido de www.ressenya.net
Para acceder a la vía hay que pasar por el túnel. Una Z grande indica el comienzo.
Abel en los primeros metros de la vía
El primer largo discurre un poco hacia la derecha, sin más seguro que el spit del que está colgado la alargadera de las obras, hasta llegar a una repisa.
De ahí se sigue hacia la izquierda en una travesía expuesta protegida al comienzo por un spit y después se tira hacia arriba siguiendo un cordino amarillo y un clavo hasta el final de una laja de forma triangular bien visible desde lejos.
El siguiente largo engaña mucho: el croquis marca V, pero consiste en una fina placa de miniregletas y muy vertical cuyo paso más duro situado a mitad de largo está protegido con varios spits. El problema es llegar a ellos y después de superarlo llegar a la reunión.
El 4º largo es otra travesía hacia la derecha que marca III, un poco roto y sin ningún seguro intermedio.
Estupendas vistas del desfiladero desde la 4ª reunión
El largo 5º es uno de los más lavados: empieza por una fisura protegida por un par de spits en la zona más pulida, que termina en un árbol y que continua por su izquierda por otra fisura aún más pulida con otro par de parabolts.
Después de acerar con un perraco estos últimos pasos y de ver con cuánta imaginación estaba cotada la dificultad de la vía, decidí no arriesgarme en el siguiente largo de V y se lo dejé generosamente a Abel. Al principio me arrepentí, porque los primeros metros discurren por una placa asequible, hasta llegar a un resalte lavado que no sólo tiraba ligeramente hacia atrás, sino también hacia la izquierda, donde comprendí que no había errado en la elección. El extraplomo tiene un único parabolt y te deja en la falsa feixa (una pequeña repisa horizontal protegida por un pasamanos de cable que permite también una escapatoria).
Abel en la primera sección de artificial equipado
Aquí comienzan un par de tramos de artificial para el común de los mortales. El primero marca 6c y consiste en 3 chapas seguidas. Abel llegó en libre a la primera y superó las otras dos con la ayuda de una pedaleta (para llegar a la última chapa tuvo que hacer un nudo en la pedaleta para ganar unos pocos cm más). El resto del largo tampoco era regalado, V+, vertical, protegido por un clavo y un spit. El siguiente largo marcaba 7a y esta vez le tiré yo porque la continuación era solo de IV. El tramo de artificial consistió en una serie de 5 chapas para superar un techo más un último y bendito clavo que te permite salir sin problemas de él y retomar la escalada en libre por terreno fácil hasta llegar a la reunión.
Desde aquí aún quedaban un par de largos más: el primero comienza con una travesía horizontal por una fácil repisa hasta un spit donde se tira en vertical por una placa hasta llegar a otra gran repisa que se sigue hacia la izquierda hasta encontrar la reunión (ojo que la cuerda roza mucho). El último largo supera sin ninguna dificultad un corto resalte de 4-5 m que te deja en la feixa, en una reunión compartida con la CADE.

martes, 22 de septiembre de 2009

Órganos de Montoro: Colombiomanía, V

Órganos de Montoro: en rojo la ruta que seguimos (los círculos
indican las reuniones); en azul la vía original; en verde el
precioso diedro de la vía Abraxas

El sábado fue uno de esos días que quedamos para escalar sin tener nada claro cuál iba a ser el plan, ni siquiera si íbamos a poder escalar ya que la meteo era bastante mala por casi todas partes. Lo único seguro es que habíamos quedado a las 9:15 David, Beto, Abel y yo, y por lo tanto el éxito de convivencia, como dice David, estaba totalmente asegurado. Abel y yo llegamos tarde y además no nos aclaramos y estuvimos esperando a los otros 2 durante un cuarto hora sin saber que ellos ya estaban también abajo esperándonos. Una vez todos juntos empezamos a discutir las posibilidades que eran muy variadas: Horta de Sant Joan, Masmut o incluso Morata. Al final no ganó ninguna y en un arrebato de imaginación nos fuimos a Montoro, en Teruel.
Para llegar hasta allí hay que salir desde Zaragoza hacia Belchite y en Lécera se pueden seguir dos caminos: o bien por Montalbán o bien por Alcorisa. En ambos casos hay que desviarse en Ejulve y coger la carretera a Villarluengo. Después de bajar un puerto que atraviesa las miles de hectáreas quemadas durante este verano llegamos a esta curiosa formación geológica formada por un plegamiento casi vertical de capas de caliza de dudosa fiabilidad y cubiertas en muchos casos de abundante vegetación. Si añadimos a todo esto que la mayoría de las vías no tienen apenas equipamiento se entiende por qué esta zona es ideal para los que quieran huir de masificaciones. Nosotros sólo nos encontramos con Luis, un pastor local que nos acompañó hasta pie de vía y nos estuvo observando cómo hacíamos el cabra.
David, Luis y Beto a pie de vía
Por una vez nos olvidamos de las cervezas y los bocadillos y acabamos la jornada como unos señores cenando por 15€ en el hotel Masía de los Barrancos.
El agüelo, Abel, Beto y David: entre los 4 sumábamos casi 150 años
en una serie de 34, 35, 38 y 42 (dejo a la imaginación y malidicencia
de cada cual que asigne las respectivas edades )


La vía no es maravillosa, pero tiene un largo muy bonito, el del diedro (demasiado bonito para mi: subí muy impresionado, en tensión), y está en una zona increíble, así que fue más que suficiente para un día de pronóstico incierto.
Beto cruzando el río camino de las vías
Croquis de la vía: Colombiomanía es la nº 4
El primer largo nos lo escaqueamos casi al completo y el poco trozo que hicimos, nos lo inventamos. Entramos a la vía por la vira que da acceso a la vía Abraxas y la seguimos hasta el final. El problema de inventarse entradas es que a veces te complicas la vida. Este primer largo se suponía que era de IV+ así que me presenté voluntario para ir de primero. La alegría me duró unos pocos metros, hasta que me encontré delante de una fisura roma que partía por la mitad una plaquita bastante lisa. Aún hice un intento por aquello de no hacer el ridículo tan pronto, pero dada la hora que era (pasadas las 13:30), decidí no alargar demasiado esta agonía y me bajé. Y Abel tuvo que sacarme de nuevo de apuros: consiguió poner un alien y un camalot donde yo no vi nada y llegó hasta la reunión hecha con varios cintajos en una enorme encina.
Abel en el punto en el que me di la media vuelta
Mi honra inexistente quedó un poco mejor después de que Abel dijera que ese paso ya sería de V o más y sobre todo cuando David, que era el primero de la otra cordada, me pidió que le esperara por si le tenía que echar una de mis dos cuerdas.
El 2º largo es muy sencillo. Hay que ir hacia la derecha por una serie de gradas rotas hasta llegar a un pequeño muro vertical con mucha presa, más roto que difícil y que te deja a los pies de otra enorme encina donde está la siguiente reunión.
El 3er largo es el bonito de la vía. Empieza por una ancha fisura no vertical del todo y con algún agarren en el interior, pero muy roto. Tan roto que cuando iba yo de 2º tiré un bolaco que pasó muy cerca de la cara de David y que no tuvo más consecuencia que terminar con la escasa decisión que tenía David y esta vez sí que tuve que lanzarle una de mis dos cuerdas. Al oír esto Abel reforzó rápidamente la reunión (spit y fisurero) con un cintajo por si a alguno de estos agüelos le daba por colgarse de las cuerdas (con los agüelos nunca se sabe).
Abel en la fisura del comienzo del L3
Esta fisurota termina en una corta repisa horizontal donde hay un spit para montar reunión, pero Abel decidió seguir y se quedó sin fotos del diedro. Y el diedro impresiona: vertical, con tramos muy estrechos en su fisura... y yo "sólo" colgado de una cuerda. El primer paso ya hay que apretarlo porque la placa de la izquierda es bastante lisa al comienzo, pero luego vas encontrando algún resalte. El diedro es mucho más asequible y corto que el del vecino Abraxas, no me tuve que colgar en ningún momento de la cuerda y aunque reposé un par de veces lo superé en libre (qué remedio: Abel había colocado los seguros justos y David llevaba mi otra cuerda).
El agüelo asombrado de que aún esté pegado a la pared
David se quedó a unos cuantos metros de seguridad por debajo de mí intentando tranquilizarme, pero no lo conseguí hasta llegar a los últimos metros. No había parado de resoplar en todo el largo y lo cotaban sólo de V. El único percance de este largo fue perder la boquilla del camel-bag en uno de los arrastres finales del diedro.
El precioso diedro de la Abraxas
El 4º largo fue muy corto y sencillo y la única dificultad, como en toda la vía, consistió en tantear todas las rocas antes de pisar o agarrar ninguna.
El 5º largo aún tuvo sus pasos divertidos, empezando por la salida de la R, un par de resaltillos verticales o una corta arista.
David en el 5º largo
Los últimos metros discurren por una pared verticalilla surcada por una evidente fisura por la que Abel comenzó para abandonarla nada más llegar a uno de los pocos clavos de la vía, y tirar por la arista de la derecha mucho más cómoda (al fin y al cabo este tramo estaba marcado como de III). Abel y yo terminamos a las 17:30 y tuvimos que esperar un poco a David y Beto ya que éstos decidieron dividir el último largo en dos al llegar a la arista.
No perdimos demasiado tiempo porque aún quedaba la bajada y ésta fue larga y algo delicada: seguimos un sendero no muy evidente hacia la izquierda, atravesamos un collado y al llegar al segundo empezamos a descender por una estrecha y empinada canal marcada con hito enorme en su entrada.
Hito enorme que indica el comienzo del descenso hacia el rápel
Al llegar al final de la canal, seguimos descendiendo de frente a la pendiente hasta llegar a un cortado donde hay montado un rápel en el tronco de una encina.
David y Beto esperando su turno en el primer rápel
Hay un rápel intermedio unos metros más abajo, pero como íbamos con dos cuerdas las apuramos hasta llegar al pie de una repisa inclinada. Descendemos con cuidado hasta un cortado de 3-4 m con un destrepe delicado que decidimos evitar a la vista de que alguien había montado un punto de rápel en una sabina. Como siempre en esta época del año con los días acortándose a toda pastilla, llegamos atardeciendo al coche (pero con el estómago bastante mitigado de hambre después de no haber dejado ni una mora en el camino).

viernes, 18 de septiembre de 2009

Cotiella

Al fondo a la dcha, el Cotiella (2912 m), en medio el primer collado
Después de unas cuantas salidas seguidas a escalar (a Telera y Morata), me apunté sin dudar a la propuesta de David: subir al Perdido en el día a vivaquear. Venían de visita un par de amiguetes de Madrid (Alberto y Agustín) y tenían mucha ilusión por hacer el Perdido y me imagino que el toque romántico de dormir en la cima vendría de David. No estaban acostumbrados a la alta montaña y David los equipó de arriba abajo: mochila, chaqueta, etc. La meteo no era buena pero, ¡qué más daba!, ya improvisaríamos algo (traducción: ya se le ocurriría a David algún plan alternativo, como así sucedió). Lo peor fue el inútil madrugón porque cuando nos asomamos al puerto de Monrepós y vimos el marrón enseguida nos dimos cuenta que el Perdido se quedaba para otra ocasión. David se puso rápidamente a diseñar otra salida que nos dejara contentos a todos, especialmente a los 2 que habían venido el día anterior desde Madrid, y nos propuso ir al macizo del Cotiella. Un macizo casi desconocido para muchos, entre ellos yo mismo, porque a esta cima le faltan unos pocos metros para llegar a la mágica cifra de 3000. La verdad es que David nos vendió muy bien el nuevo plan: bonitos paisajes, cómodo refugio cerca del coche... Como ya no había que patear 8-10 h con la mochila hicimos una parada técnica en el LIDL de Sabiñánigo y compramos algo más de papeo y hasta una botellita de vino.
Marchamos hacia el valle de Benasque por el también poco transitado puerto del Serrablo y nos desviamos de la N260 en Seira para ir por una carretera de un sólo carril hasta el pueblo de Barbaruens, donde seguimos por una pista que se iba poniendo peor a medida que avanzábamos por ella. Sobrepasamos el párkin donde se quedan la mayoría de los vehículos y continuamos por unas fuertes y descarnadas pendientes unos pocos km más hasta un último ensanchamiento donde por fin termina la pista y comienza el camino hacia el refugio.
La senda empieza con una fuerte pendiente a través de un bosque de pinos que va bordeando un impresionante precipicio hasta llegar a los pies de un amplio y herboso collado desde donde se pueden observar unas preciosas vistas del circo de Armeña. Cruzamos un par de arroyuelos donde se puede coger agua.
Circo de Armeña desde el collado, a la dcha el refugio
El camino hacia el Cotiella sigue por la izquierda, entre los dos cordales
Últimos metros antes de llegar al refu, de arriba a abajo: Agustín, Alberto y David.
El resto del camino es un relajante sendero por verdes prados hasta llegar al refugio: pequeño, coqueto, bien cuidado, con chimenea, una gran mesa y colchones para unas 15 personas dispuestos en dos pisos y con una fuente a pocos metros. Todo un lujo, que mucha gente aprovecha: nos juntamos una decena de personas para dormir esa noche. El camino desde el coche es tan llevadero que hubo un grupete de chicos que se subieron parrilla y chuletas y al día siguiente almorzaron unas chuletitas de cordero a la brasa.
Alberto, David y Agustín, en la terraza del refu
Nosotros hicimos un pequeño descanso y ante las perspectiva de una larga y aburrida tarde en el refugio sin nada que hacer, nos arriesgamos a subir hasta la cima. Al principio el tiempo nos acompañó, incluso salió el sol y pensé que tendríamos que darnos crema y todo. Pero enseguida se nubló de nuevo y en cuanto nos acercamos al pie del collado se empezó a echar la niebla. Nada preocupante, pensamos.
Llegada al primer collado después de una trepada que a Alberto se le hizo demasiado larga
Desde este collado hay dos posibilidades: seguir por la cresta donde al parecer hay algún paso de IIº grado o alcanzar otro collado situado hacia el NO mediante una incómoda travesía que corta una fuerte pendiente. Elegimos esta última opción mientras observábamos con preocupación unos nubarrones negros que se vislumbraban detrás de la niebla. Justo antes del 2º collado hay que volver a trepar un poco y después de alcanzar éste sólo queda una corta subida por una loma muy roma hasta llegar a cima. Y aquí fue donde nos cayó la del pulpo.
Típico ejemplo de uno de esos peligros que puede encerrar la alta montaña,
aunque sea tan sencilla como ésta y que no solemos valorar como se debe:
los cambios bruscos del tiempo (una enorme granizada al final del verano).

Al poco de empezar a subir esta suave pendiente nos tuvimos que parar para ponernos los chubasqueros porque parecía que llovía. Sin embargo, David enseguida se dio cuenta de que la lluvia no podía producir la ruidera que estábamos escuchando: estaba granizando. En un lapso de tiempo de 15-20 minutos el suelo se tapizó de blanco y la niebla se cerró aún más. Si esta granizada nos hubiera pillado media hora antes nos hubiéramos dado la media vuelta a todo correr, pero tan cerca de la cima decidimos continuar. Pisamos la cima, hicimos 4 fotos a toda prisa con las manos entumecidas y nos bajamos sin tiempo para disfrutar de tan impresioante espectáculo o comer algo.
En cuanto perdimos algo de altura el granizo se convirtió en una pertinaz lluvia que nos acompañó todo el camino de vuelta, en el tuvimos que atravesar arroyos que antes no existían. Algunos bajaban con tanta agua que nos tuvimos que mojar para atravesarlos.
Lo que más nos preocupaba no era la que nos estaba cayendo, al fin y al cabo llevábamos ropa adecuada y volvíamos al refugio donde teníamos ropa seca de repuesto, sino la hora: anochecía a marchas forzadas y aunque David y yo llevábamos frontales no queríamos tener que usarlas. Aceleramos un poco el paso y llegamos al refu justo a tiempo, cuando ya apenas distinguíamos las piedras del suelo.
Disfrutamos de la chimenea encendida tanto como del vinito y de la cena (de los ronquidos mejor ni hablar) y al día siguiente después de desayunar en la terraza del refu al solecito, decidimos no tentar más la suerte y bajarnos al coche para que Alberto y Agustín no llegaran de madrugada a Madrid.
De vuelta al coche bajo un sol estupendo
Sólo nos dimos el lujo de una brevísima parada en Barbastro para la "obligada" ronda de cervezas y de una estupenda cena a base de papas, champis y sepia al lado de la casa de David para que estos muchachos no se fueran con el estómago vacío.

Horarios:
- coche refu 1 h y media (12:15-13:50)
- refu cima 3 h y media (14:40-18:10)
- bajada al refu 2h largas (18:15-20:25)
En total al más de 7 h de pateo.

En este enlace podéis encontrar descrito este mismo recorrido con gran cantidad de fotografías.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El Espolón de los Navarros (2)

Panorámica de Pirineos desde la cima del Espolón
Otra vez en el Espolón de los Navarros. ¿Por qué repetir vía si hay un montón de ellas por hacer? Me preguntó Chema cuando le propuse el plan hace un par de findes. Sé que la respuesta no es compartida por la mayor parte de la gente que conozco que escala, pero la aventura, la incertidumbre de no saber qué te vas a encontrar no son aspectos de la escalada que me motiven, sino todo lo contrario. Yo soy un cagadete y me agarroto en las escasas ocasiones en que voy de primero en una vía desequipada sólo de pensar que a lo mejor unos metros más arriba hay algún paso superior a mis posibilidades: ¿y si no encuentro nada para autoasegurarme? Es una cuestión de falta de confianza en mí mismo, tanto técnica como físicamente. Así que repetir una estupenda vía que se encuentra en mi máximo de dificultad es una estupenda manera de aumentarla. De hecho la siguiente pregunta que me hizo Chema fue si seríamos capaces de hacer semejante vía. Él nunca había habierto ningún largo de V+ en vías desequipadas y yo, tampoco. Pero él no ha parado en todo el verano de hacer vías en todas partes y yo tenía un recuerdo bastante asequible de la vía, así que le contesté que sí sin dudarlo. Mi duda no era si podríamos salir por arriba o no, sino si yo podría tirar de primero cualquier largo de la vía. El año pasado la hice practicamente entera de 2º y tenía ganas de probar si podría escalarla de verdad. Chema aún así no las tenía todas consigo y propuso salir el sábado por la tarde para ir a dormir al párkin y reservar esas horas ganadas de carretera para cualquier eventualidad en la vía.
Para no repetir las mismas fotos, croquis, información general de la vía, etc. el que esté interesado puede consultar la piada del año anterior. Releyéndola antes de escribir ésta he visto bastantes diferencias.
-La más evidente es la falta de nieve: el año pasado fuimos en junio y aún quedaban importantes neveros a pie de vía, en el paso horizontal y especialmente en la canal de bajada, mientras que este año al ir en agosto ya no quedaba absolutamente nada, de tal forma que la cómoda bajada del año pasado por nieve blanda se transformó esta vez en un pesado descenso por un monótono canchal.
-Físicamente me he encontrado mejor esta vez y llegamos a pie de vía media hora antes que el año pasado, aún así fui todo el camino detrás de Chema y éste tenía que esperarme de vez en cuando.
-El tiempo que tardamos en hacer la vía ha sido bastante mayor., de 6 a 9h, una pequeña diferencia. Esta claro que el no contar en la cordada con un escalador más fuerte que nos resuelva los pasos difíciles conlleva un incremento del tiempo tan notable. Hasta la mitad de la vía fuimos subiendo más o menos en los tiempos que hice el año pasado: 4h y media. Pero cascamos en los dos últimos largos: tardamos 2h en cada uno. Llegamos al coche con las últimas luces, de hecho casi no cogimos ningún atajo de bajada porque no veíamos apenas el suelo y no teníamos ganas de sacar las frontales de nuestras mochilas. En total: 15 h de coche a coche (salimos a las 6:30 de la mañana y volvimos a las 21:30).
-El recuerdo de que era una vía disfrutona se disipó a los pocos metros de empezar a escalar de primero: ¡anda que no cambia la cosa cuando vas con la cuerda por arriba!!!!
-La vía está más equipada de lo que recordaba, sólo en el primer largo hay 7 clavos. No hay ningún paso duro que no esté bien protegido por uno o dos clavos. A pesar de todo esto hubo algún largo en el que me quedé sin cintas debido a la cantidad de seguros que metí. Así de justo pasé. Los únicos largos que no están equipados son los dos más sencillos: el 2º y 5º. Todas las reuniones tienen dos clavos unidos por cordinos, excepto las dos últimas que tienen dos clavos bastante alejados y hace falta un largo cintajo de reunión.
Al llegar a pie de vía me encontré con la primera sorpresa: hay dos repisas herbosas, tras un momento de duda acerté en la elección, la buena es la 2ª.
Chema a pie de vía con los Pirineos de fondo
Le pedí a Chema que abriera él el primer largo porque tenía unos recuerdos bastante malos de este tramo de la vía a pesar de que no es está cotado como el más difícil, V. Empieza por una pared verticalilla atravesada por una fisura ciega sin muchos agarres protegida por 3 clavos, el último marca el punto donde hay que desviarse a la izquierda para ganar una fisura-diedro y salvar el potente techo. Es este el tramo que no deja de impresionarme a pesar de tener 4 clavos y de que se deja proteger bien. Pensé que después de mi experiencia galayar lo pasaría mejor, pero no fue así. Quizá es que me pilla frío, quizá. Para llegar a la primera reunión hay que subir una corta pendiente de hierba.
Chema en varios puntos del L1: en los primeros metros, en la pequeña travesía y en el diedro
El 2º largo es el más fácil de todos y me tocó a mí abrirlo de nuevo: una pequeña travesia a la izquierda hasta un clavo con un cordino blanco te deja al comienzo de un diedro que empieza bastante vertical pero en seguida pierde dificultad. A pesar de todo subo con precaución y un poco de estrés, aún no me había concentrado en la escalada. Este corto diedro termina en una corta pradera que hay que subir para buscar a la derecha la reunión.
Chema en el primer paso difícil del L3
El siguiente largo es un poco incierto, pero hay un cintajo blanco nada más empezar y algún clavo más adelante. Tiene un par de pasos delicados: uno en el primer clavo y otro al llegar a la R.
La chimenea del L4
Tenía bien aprendida la lección para el próximo largo y a pesar de todo en un primer momento pensé en tirar a la izquierda porque parecía más sencillo, pero resistí la tentación y sin mucha convicción tiré por la vertical chimenea justo encima de la reunión. Había venido aquí para comprobar si podía repetir de primero cualquiera de los largos que el año pasado subí de 2º y no era hora de echarme hacia atrás. Procuré acordarme de las veces que me había asustado la verticalidad de las paredes de Galayos y antes de empezar a escalar intentaba convencerme de que esta vez la verticalidad no me iba a engañar de nuevo. Tras los primeros nervios y miedos me sorprendí a mi mismo ya a varios metros de la reunión, concentrado en los pasos, en la búsqueda de buenos sitios para colocar friends o empotradores, disfrutando de la chimenea que se dejaba subir mucho más fácilmente de lo que aparentaba y casi sin darme cuenta llegué a la siguiente reunión.
Chema en el L4 sacando a relucir el mismo estilo sutil
a la par que elegante del que hace gala Abel

Es una tirada muy cortita, apenas 15-20 m, pero lo había hecho.
El 5º largo sigue por un diedro tumbado un poco cabroncete y tiene como único seguro un cintajo en un pasito algo delicado. Hay una fisura amplia para protegerse si se llevan friends grandes, camalot del 3, que no era nuestro caso. El largo continua por unas gradas bastante rotas con ligera tendencia hacia la derecha en busca la 4ª R a pie de pared. Aún estaba la cinta amarilla de Abel, pero sin los mosquetones. Alguien había agradecido el regalo y había cortado la cinta y la había anudado a los clavos. Me imaginé que Abel no querría recuperarla en ese estado y la dejamos allí.
Chema en la R5 con el cintajo de Abel
Hasta aquí habíamos subido bien, habíamos empezado a escalar a las 9:20 y eran las 14:00. Sólo nos quedaban dos largos y pico, casi teníamos ya la vía. Pero aquí es donde empieza lo duro de verdad de la vía. Esa parte que "tanto" había disfrutado la vez anterior. ¡Qué traicioneros son los recuerdos! Y aquí es donde empezamos a reventar el horario.
A medida que me iba enfrentando a los pasos, los iba recordando y cada vez se mi memoria se iba volviendo más realista. Primer recuerdo real, la salida de la R, no encontraba la forma de elevarme esos primeros metros hasta la pequeña repisa. Esta vez, sin embargo, no tuve que buscar mucho, el paso salió enseguida. Esto iba bien. Busqué los primeros clavos a lo largo de un diedro que termina en un techito. Llegar hasta ellos requirió más decisión. Me quedé con todo el cuerpo empotrado en un reposo debajo del techo, mientras oía perfectamente los latidos de mi corazón a mil por hora. En cuanto me tranquilicé, empecé la travesía hacia la derecha. para buscar otro diedro. Y enseguida llegaron de nuevo los recuerdos, la exposición del paso. Iba acojonado, pero en ningún momento pensé en bajarme. Hay un puente de roca antes del paso al que podría haber echado un cintajo, pero los nervios del momento me impidieron pensar siquiera en eso. Cuando superé el paso, pensé que ya tenía el largo, pero no, el largo continuaba por diedros verticales que me obligaron a moverme continuamente de uno a otro, de tal manera que las cuerdas terminaron hechas un lío. Por fin llegué al extraplomo que da paso a la reunión. Vuelta a pararme para estudiarlo y para hacer acopio de decisión. Al final opté por poner un estribo y con los nervios ni siquiera pensé en utilizar la fifi que llevaba en el arnés. y me desgasté más de lo que hubiera debido. ¡Ay los nervios! Chapé un cintajo roñoso un par de metros más arriba y salí a una pequeña repisa herbosa que yo recordaba como el emplazamiento de la 5ª reunión. Pero allí no había clavos. Un poco más arriba había un cintajo en un puente de roca, luego un clavo y luego otro bastante alejado hasta llegar a lo que parecía otra repisa 10 m más arriba. Subí, la repisa no era tal y allí tampoco había reunión montada, así que volví a bajar y empalmé como pude los dos alejados clavos. Total, 1h para un largo. Pero estaba enormemente contento. Aún no me podía creer que lo hubiera hecho, que hubiera sido capaz de superar un largo tan mantenido. Desde luego no lo disfruté como el año pasado, pero la satisfacción tampoco fue la misma. Había tardado mucho, es cierto, pero ya quedaba sólo un largo. El problema es que Chema tardó también 1h en hacerlo de 2º. Estuvo mucho tiempo para hacer la travesía del comienzo porque las cuerdas le obligaron a hacerla un par de metros más abajo de donde yo había pasado. Me acordé entonces del puente de roca y me maldije por no haberme dado cuenta. Con el recuerdo aún bien presente de lo que nos había sucedido a Rubén y a mí en Galayos, empecé a prepararme psicológicamente por si Chema subía muy cascado y no se animaba a tirar el siguiente largo.
Chema llegando a la R6
Pero Chema asumió el compromiso y aunque empezó dubitativo, este último largo le había quitado toda la confianza que había demostrado desde el principio, luego prosiguió con más ritmo, primero por el diedro y luego por la placa derecha hasta que desapareció de mi vista y entonces de repente se paró.
Chema en el L7, saliendo del diedro
Después de un buen rato me gritó que le daba culete cierto paso y que iba montar reunión reforzando un clavo. Me imaginé dónde estaba. Subí hasta un hombro mientras me apremiaba que fuera más rapido porque estaba en un sitio bastante incómodo. Y por fin pude verle. El pobre estaba colgado justo debajo del último extraplomo, a escasos 4 m de la reunión, en una especie de chimenea poco profunda. Y no paraba de lamentarse por no haber acabado el largo, por el follón que se estaba montando, etc. Yo la verdad es que le entendía perfectamente porque estas cosas me suceden constantemente pero con los papeles cambiados: soy yo el que suele meterse en esos berenjenales y luego no puede salir. Me indicó perfectamente cómo veía él que tenía que ser el paso (básicamente conseguir subir un pie hasta un resalte muy pequeño y fiarse de él; no había más presas para los pies), hice tal y como él me dijo y salí sin más problemas. Hasta yo me quedé acojonado, no podía ser tan fácil. El año pasado Abel se partió la caja mientras me veía todos los intentos que hacía por superar ese paso. Chema seguía dándose de cabezazos al ver realmente lo cerca que se había quedado de la R.
Chema llegando a la R7
Los dos clavos están muy separados así que tocó de nuevo buscar una cinta larga para unirlos y empecé a recoger los 50 m de cuerda que no había utilizado. Aquí se nos fueron otras dos horas y pico.
Chema detrás del frigorífico en el escape
Después de discutir un rato las opciones que teníamos, Chema se decidió a buscar el escape que Abel me había dicho que existía: se sigue por la repisa hacia la izquierda y pasados unos cuantos metros después del enorme "frigorífico" que la bloquea, se sigue por una suave pendiente hasta la cima (III). Habíamos tardado la friolera de 9h, pero teníamos la vía.
Chema en la cima ¿emulando a Karate Kid?
Después de los abrazos, la comida y las fotos empezamos el regreso, siempre con el apremio de que se nos echaba encima la noche: el paso horizontal limpio de nieve, la pesada pedrera de la canal y llegamos hasta la mochi. Nuevo descanso, más choricito y queso y a seguir bajando, cansado, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Creo que aún repetiré alguna vez más esta vía que lo tiene todo para mí: tranquilidad (no la hace nadie), algo de emoción (roca mediocre, mucho patio, algunos pasos de apretar) y un paisaje increíble. Y aún tengo un reto: hacer yo el primer largo.

Eñemanía?

Este triple no entró, pero casi
El pasado jueves 27 de agosto acudí al pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza para ver uno de los partidos amistosos de la selección española de baloncesto de preparación para el Eurobasket de Polonia. La última vez que asistí a un partido en directo de baloncesto fue hace muchos años y la verdad es que todo es muy diferente: vaya espectáculo de colores, ruido, regalos... La selección también ha cambiado mucho: antes se iba a los mundiales y europeos a ganar partidos como sea, apelando a la heroica y ahora tienen como objetivo ganar el oro (aunque hayan tenido un arranque de campeonato a la antigua usanza, como cuando perdimos frente a Angola, je je).
El resultado fue ajustadillo (88-83), pero se vio todo un recital de triples, mates, etc.
El pabellón estaba rozando el lleno y todo el mundo se lo pasó estupendamente, especialmente los niños que pudieron coger alguno de los numeros regalos que lanzaban en cualquier parada del partido.
Una buena excusa para cambiar de tema y no andar siempre hablando solo de escalada

sábado, 5 de septiembre de 2009

Galayos

Parece que por fin se ha terminado mi último brote de pereza, aunque el médico me asegura que es crónica y que volverá a aparecer, y ya estoy de nuevo metido en la tediosa tarea de aburrir al personal con las largaaas narraciones de mis peripecias, principalmente escaladoras.
Esta tiene ya un mes de retraso.
A principios del mes de agosto nos juntamos media docena de amiguetes para ir a escalar a Galayos. Tres éramos de Zaragoza: Abel, Rubén y el agüelo, residentes porque ninguno de nosotros hemos nacido aquí, ya es curioso; y los otros tres de Castellón: Yolanda, Carlos e Isi. Ah, me olvidaba de "la Peque", la perrilla de Carlos e Isi que nos defendió valientemente del acoso diario de las fieras cabras montesas. Ya habíamos coincidido este invierno en Calpe, escalando en el Peñón, así que nos conocíamos todos.
De izda a dcha: Abel, el agüelo, Yolanda, Carlos, Isi y Rubén
al fondo a la izda se puede ver la mierda de chorro que nos servía de fuente
La logística fue complicada: Abel y yo iríamos el sábado 1 de agosto desde Zaragoza, Yolanda, Carlos e Isi el mismo día desde Castellón y Rubén se nos uniría el martes desde su pueblo en Albacete. Quedé con Abel en que me recogería en mi casa con su coche a las 11 de la mañana del sábado. Algo me debí oler porque le llamé a su casa a las 10:30 y estaba sobando. La misma historia que el verano pasado: la noche anterior se había ido de cena con los compis de curro y había llegado a su casa a las tontas de la madrugada. Menos mal que esta vez me pillaba esperando en mi casita. Al final salimos después de comer con el temor todavía de que el incendio que llevaba varios días asolando el valle del Tiétar no nos afectara.
Los Galayos se encuentran en el lado sur de la Sierra de Gredos. Para llegar hasta allí hay que viajar a Guisando, situado en el sur de Ávila muy cerquita de Arenas de San Pedro, y de allí hasta un párkin situado en el Nogal del Barranco al que se puede acceder por cualquiera de las dos calles que se abren nada más llegar al pueblo. Antes de llegar a Guadalajara Abel ya me dejó a los mando de su nuevo coche para que él pudiera "descansar la vista".
Esperamos en el cámpin a los castellonenses y nos subimos todos juntos al Nogal, donde nos quedamos a dormir después de cenar a la luz de las frontales. Esa noche tumbado en el duro suelo cara a las frías estrellas mientras esperaba a caer dormido no dejaba de pensar que ya estaba en Galayos. Había oído muchas historias sobre esta zona de escalada: sobre sus fisuras desequipadas de granito, sobre las batallas por mantener la zona como siempre había estado (sin parabolts), sobre el "Majara", el peculiar guarda del refugio, sobre la austeridad de la zona marcada por un larga aproximación en la que hay que cargar con la comida para todos los días y por las pocas comodidades en el refugio. Y ya tenía ganas de estar ahí.
Nos levantamos el domingo sin madrugar mucho, en la misma tónica que íbamos a seguir a lo largo de toda nuestra estancia aquí. Tras desayunar todo lo que pudimos cargamos nuestras pesadas mochilas (la mía antes de salir de casa pesaba 24 kg y decidí quitar parte de la comida antes de comenzar a caminar) y empezamos a las 12 de la mañana el largo camino hacia el refugio. El más cargado iba Carlos que quitó a Isi gran parte de su carga, incluidas las dos cuerdas.
Abel "corriendo" por el camino de subida. A la izda las zetas, en rojo el refu y a su dcha la zona de escalada
El camino sigue un cómodo sendero hasta el punto donde atraviesa el cauce, seco, del torrente. Aquí se presentan dos opciones: seguir por el sendero a través de unas largas zetas o atajar torrente arriba por una zona conocida como "la apretura". Nosotros seguimos por la zetas y lo peor vino cuando éstas se acabaron. Los últimos 40 minutos se me hicieron interminables. Llegué a las 14:45, justo cuando Abel bajaba a toda prisa a ayuda a Yolanda con su mochila. El muy ..... no parecía siquiera cansado. Mientras intentaba recuperarme del esfuerzo examiné "el refugio": una caseta abierta, pequeña, de dos plantas. La de abajo tenía un par de mesas y la de arriba era un simple suelo de tablas donde echar los sacos. Lo peor, el Majara no estaba, y por consiguiente tampoco había cervezas, ni frías ni calientes. Eso, debo reconocerlo, me desmoralizó un poco y fue la queja más escuchada entre el numeroso grupo de escaladores y montañeros que nos congregamos esos días alrededor del refu. A pesar de estar situado a 2000 m apenas hizo frío por las noches, así que optamos por dormir al aire libre a pesar de los sacos de chichinabo que llevábamos la mayoría. A pesar de la elevada concurrencia que registró el refu esos días no tuvimos problemas para encontrar un hueco en las escasas zonas llanas en las cercanías.
Es cierto que tanta peña (un día hasta llegaron una docena larga de bulliciosos scouts adolescentes) le quitó un poco de encanto al sitio, y que la suciedad que se iba acumulando en capas sucesivas sobre nuestra piel a lo largo de los días hacía cada vez más incómoda la estancia y me hacía desear cada vez con más intensidad bajar a la civilización, pero la sobrecogedora visión todas las noches de las oscuras, vertiginosas y puntiagudas agujas de los Galayos entrecortadas sobre el negro cielo hacían que olvidara casi todo, casi hasta el miedo vivido en la escalada de cada día.
Las luces de los pueblos de los alrededores parecían tan lejanas y sin embargo estaban sólo a tan pocos km: ¡qué poco hay que alejarse para estar en otro mundo! El mismo atardecer, la misma luna, pero qué forma más diferente de vivirlos allí en la montaña y abajo en el valle, en la seguridad de nuestra casa.


1er día: Punta Margarita, Gran fisura, V+ (o eso dicen)
Cuando aún estaba recuperando el resuello después del palizón de subir la mochi hasta el refu durante casi 3h, Abel ya estaba hablando de hacer algo esa tarde, algo facilito y cercano. A mi ya sólo el oir hablar de escalar a esas horas, las 4 de la tarde, con el calor que hacía y después de la caminata, me cansaba. La única sensata fue Isi que no hubo manera de levantarla del suelo una vez hubo llegado. Yo acabé aceptando a regañadientes y Carlos igual.
La Punta Margarita es un pico pequeñito, situado a la izquierda del Torreón y a la que se llega trepeteando por el mismo camino de bajada de éste. La foto está hecha desde el refu y la aproximación es casi ridícula: atravesar el mar de bloques y ya empiezas a trepar. La vía es una fisura vertical, preciosa, de V/V+. Buena para empezar, según Abel.
En violeta la ruta de aproximación, en verde la vía y en azul el rápel
Lo que me acabó de decidir fue la escasa longitud de la vía, 50m (se puede hacer en una tirada): por muy mal que lo pasase no iba a durar demasiado. Además Carlos se acabó de decidir, así que no habría problemas: de 4, 3 escalaban y estaba yo sólo como paquete. A las 16:30, en plena solana, salimos camino de la vía. En una cordada iban Abel y Yolanda y la otra la formaríamos Carlos y yo. Abel quiso tirar de primero, como siempre y no empezó mal los primeros metros por una chimenea bastante lisa en ambas paredes que te deja debajo de un techo. Aquí empezaron los problemas, superar los 3-4 m hasta el techo le costó bastante tiempo y rebasarlo por la derecha mediante un incómodo paso, otro tanto. Iba bloqueado, tiraba demasiado de brazos y los llevaba a reventar. Así que en cuanto encontró un lugar más cómodo montó reunión.
Mismo momento vivido de diferente forma: Abel dejándose los brazos y Carlos siesteando mientras espera su turno
Yolanda subió mucho más relajada y más fina, igual que Carlos, se nota que ambos llevan muchos años escalando en granito. Yo, en fin, subí arrastrándome y maldiciendo el momento en que me dejé convencer para meterme en semejante vía. Y eso que mientras les veía subir a todos me iba fijando en cada uno de sus movimientos y me mentalizaba para no ponerme nervioso y para pensar sólo en escalar. Este estado tan positivo sólo me duró medio minuto, lo que tardé en levantarme del suelo los primeros metros. Había presas más o menos buenas en ambos lados de la chimenea inicial y subí fácil, pero en seguida empezaron a escasear las presas y mi coco se me fue al garete: resoplaba con un búfalo y me agarré a todo lo que pillé, cintas incluidas. El paso que tanto le costó a Abel lo saqué enseguida (ventajas de ir de 2º) y la remontada del techo fue un apretón y ya estaba fuera y a salvo, o eso creía. A partir de ahí venían una decena de metros casi verticales de placa cortada por una ancha fisura que no supe cómo atacar: estaba como un pez fuera del agua, gastando energías inútilmente (¿iba en bavaresa?, ¿me metía en la fisura,? ¿subía por la placa?). Estaba claro que ésta no era la mejor vía para mi primer contacto con Galayos. La vía me había superado por todos los costados (verticalidad, fisura...): vía 1: el agüelo 0. El colmo fue un paso en el que me metí en la fisura con el lado izquierdo del cuerpo, se estaba cómo allí empotrado pero el problema fue darse la vuelta para poder utilizar una maravillosa presa para pie izquierdo fuera de la fisura. Los otros lo habían hecho tan fácil que desde abajo pensé que no sería nada complicado. Sin embargo, ahí dentro todo fue diferente, no cabía de frente, sólo de perfil, y no había forma de girarse dentro de ese claustrofóbico habitáculo. Y además, ¿a dónde se habían llevado el aire? Ahí no se podía respirar. Carlos me guiaba desde su reunión (unos pocos metros más arriba de la que había montado Abel para no molestarnos mutuamente las dos cordadas) y me indicaba que me tenía salir de la fisura para poder girarme. Excelente idea, pero entonces... ¿en dónde me apoyo?
Yolanda saliendo de la zona de off-width con cara de estrés
El agüelo en la misma zona buscando la salida, como los peces en el anuncio de Mixta
En fin, no hay nada que no se pueda hacer colgado de las cuerdas. Cuando por fin llegué hasta Carlos me preguntó inocentemente si quería tirarle yo el siguiente largo. Je je, ¡cómo se notaba que no estaba acostumbrado a escalar conmigo! A Abel ya en la cima casi le da un ataque de risa.
Carlos en el segundo largo de la vía
El agüelo a punto de terminar por fin esta vía de iniciación,
a la derecha la cima del Torreón
,
a la izquierda se puede ver la cuerda del rápel
Este último tramo de la vía era totalmente diferente, un diedro-fisura vertical que al menos supe como atacarlo, aunque eso no redujo el estrés de la escalada porque el coco se me había fundido muchos metros más abajo y ya no lo iba a recuperar hasta no tener de nuevo los pies en suelo horizontal.
Para bajar hay que moverse un poco hacia la izquierda por la arista cimera hasta un punto de rápel un poco más abajo. En un único rápel nos pusimos en el pie de vía y destrepamos hasta el refu. Y a cenar que ya nos lo merecíamos, ya.

2º día: Punta María Luisa, vía Ribas-Acuña, V
Visto los visto el día anterior tenía claro que había que eliminar de la lista vías que superaran el Vº grado. Carlos e Isi querían hacer la Ribas-Acuña a la Punta Mª Luisa y me pareció mucha mejor opción que la Vía Los Malditos a la Punta Díaz Rubio que habían elegido Yolanda y Abel y por eso me apunté a su cordada. La Punta María Luisa es la primera que se divisa en cuanto te aproximas al refu y su cara sur, por donde discurre la vía que íbamos a intentar, es visible desde el camino.
En verde el camino que seguimos nosotros, incluida el trepeteo inicial
Para llegar a pie de vía bajamos desde el refu hasta la base de la Punta y subimos trepando hasta el final de un canal evidente.
Isi llegando al final del trepeteo inicial
Como el primer largo indicaba IV+, Carlos me lo cedió muy amable e inconsicientemente. Empecé bien por una serie de lajas con muy buenos agarres hasta llegar a una primera sección de bavaresa.
El agüelo en la sorprendente tarea de liderar un largo (duró poco),
en el primer punto de indecisión en cuanto al camino a seguir;
foto hecha por Abel mientras esperaban turno en su vía
Cuando por fin me decido tirar a la derecha por una zona llena de líquen una voz proveniente de la Aguja Amezúa, justo al lado de la nuestra, me indica que me estoy equivocando, que tengo que tirar por la izquierda. El colega estaba en una vía de 7a y aún sacó tiempo para ir indicándonos todo el tiempo el camino a seguir.
Nuestros guías particulares en la Torre Amezúa
Continué hacia arriba hasta llegar a otra sección de bavaresa, más vertical que la anterior y donde después de varios intentos hacia arriba y sendas bajadas me rindo, montoreunión y paso el testigo a otro con más coco. La primera en intentarlo es Isi, que enseguida ve que eso era demasiado expuesto y tras dar un par de pasos se baja también. Así que ya sólo nos quedaba Carlos: ¡paciencia que tuvo el hombre! La verdad es que luego de 2º los dos, tanto Isi como yo, pasamos, aprentando un poco eso sí, sin mayores problemas por el mismo sitio del que nos habíamos bajado al intentarlo de 1º: COCO.
Carlos abriéndonos el paso que no nos habíamos atrevido a resolver de primero ni Isi ni yo
Carlos se empezó a estresar porque no había manera de localizar en alguno de los croquis que llevábamos en que punto de la vía estábamos. No encontramos ninguna reunión montada, así que íbamos bastante desorientados a pesar de las continuas indicaciones de nuestros ángeles de la guardia de la pared de enfrente. Carlos siguió una fisura muy evidente en el siguiente largo hasta llegar a una buena repisa donde montó reunión. Cuando nos tocó a Isi y a mi el turno de subir nos encontramos con un paso durillo a falta de 5 m de la R: una fisura no muy vertical sin agarres donde había que empotrar las manos y que para nuestra admiración descubrimos que Carlos se había dado el paso sin proteger con nada. Seguíamos perdidos, no encontrábamos por ningún lado esa sección que en los croquis indicaba que había que bajar primero para luego seguir subiendo. No sabíamos que ya nos habíamos saltado esa parte.
L2: en azul más o menos el trazado original de la vía, en rojo la R1 y R2,
y nosotros tirando por la calle de en medio
, en verde la fisura delicada
En el siguiente largo vimos el único clavo de la vía, una indicación de que no íbamos tan mal: es el punto donde hay que hacer una corta travesia horizontal a la derecha para ganar una fácil canal que te deja en la cima. Sin embargo nosotros interpretamos que la bajada de la cima era esa sección que marcaba en el croquis y destrepamos la cima, donde hay un pasito áereo de lo más chulo que tanto Isi como yo pasamos con el culo bien prieto, y seguimos escalando en dos largos hasta la siguiente cima, que nosotros creíamos la verdadera. El estrés de Carlos aumentó considerablemente cuando empezamos a buscar el rápel de bajada que según todos los croquis estaba descendiendo de la cima por un corto destrepe en el lado de la arista que mira hacia el refu. Pero por ningún lado de esa cima vimos posibilidad alguna de destrepar hacia ningún lado. Por uno de esos momentos de fortuna Carlos vio al subir hacia esta última y desconocida cima una reunión con parabolts y cadena justo unos pocos metros más abajo del collado donde habíamos empezado los dos últimos largos y después de discutir mucho llegamos a la conclusión que ésa tenía que ser la instalación de rápel que buscábamos. Para llegar hasta ahí montamos dos rápeles con cintas y mallón que tuvimos que abandonar. Efectivamente desde ese punto llegamos al suelo en dos cómodos rápeles (al parecer se puede llegar en uno con cuerdas de 60 m y con el chicleo que se produce por el peso del escalador, pero Carlos pensó que había muchas posibilidades de que se nos atascaran las cuerdas en alguno de los muchos resaltes que presentaba la bajada en el primer tramo y decidió fraccionarlo en dos; ya no teníamos el cuerpo para más aventuras). Una vía que en principio se suponía fácil y disfrutona se tornó en una vía estresante debido a la falta de referencias: es lo que tiene las vías totalmente desequipadas y en terreno de aventura. Es lo que tiene Galayos. El tanteador se quedó en empate: vía 1-agüelo 1.
Casi se nos hizo denoche, y eso que sólo hicimos una vía, porque el plan inicial era empalmar con la sur del Torreón: ja ja ja
Reseña sacada de la web viaclásica, en rojo la línea que trazamos nosotros
¿que tumbada parece la vía, verdad? Ja

3er día: Gran Galayo, Gran Diedro, IV+
El martes Rubén llegó puntual a las 9 am, con ganas a pesar de la caminata, así que después de desayunar nos pusimos en marcha. La idea era enlazar dos vías cortas y fáciles: una en el Pequeño Galayo, hacer la cresta y enlazar con el Gran Diedro al Gran Galayo. Carlos e Isi se fueron a hacer la Oeste clásica a la Aguja Negra (pedazo de viote) y Abel y Yolanda pringaron intentando escalar la vía Gerardo-Rafa a la Aguja Amezúa (se equivocaron de vía y no pudieron hacer nada).
Gran Galayo, en rojo el Gran Diedro, en azul la vía Malagón
Nosotros también empezamos mal porque no encontramos el comienzo de la vía en el Pequeño Galayo, para cuando nos dimos cuenta ya habíamos subido casi toda la canal que separa a esta punta del cordal del Torreón. Así que nuestra jornada se acortó sustancialmente. Para llegar a la gran terraza donde arranca el Gran Diedro hay que seguir una serie de hitos que arrancan en la base del cordal que une el Pequeño con el Gran Galayo, y que te llevan por unas repisas hasta un collado donde hay que superar un pequeño muro vertical de 5-7 m con buena presa (no merece la pena sacar la cuerda, los gatas quizá sí). Esta vez no nos embarcamos porque esta vía es muy evidente: 50 m de una línea recta marcada por la fisura del diedro. Via estética, roca excelente, buenos agarres, algún clavo (hay una reunión intermedia con dos clavos que no merece la pena), no muy vertical (excepto en los últimos metros donde tuve un momento de duda, pero Rubén me animó y superé el canguelitis): ¿qué más se puede pedir? Disfruté este largo como hacía tiempo. Si hubiera una vía así de estética y asequible en Ordesa me iría allí todos los findes para repetirla una y otra vez.
El agüelo disfrutando, por fin, en Galayos
No monté reunión en el sitio natural, el hombro al final del Gran Diedro (donde además hay un clavo), sino unos metros más arriba, en una gran repisa que da comienzo al último largo. Una pequeña cagada, la cuerda roza y no pude hacerle fotos a Rubén.
Rubén a punto superar los escasos metros desde el hombro final del Gran Diedro hasta la reunión,
al fondo el Pequeño Galayo (justo detrás de él) y el Torreón.
En este punto hay 3 opciones: una fisura vertical a la izquierda, V+; una placa fisura en el centro, IV+, y un escape debajo de unos bloque enormes a la derecha, III. Rubén eligió la de en medio. Hay un clavo a mitad de largo, el resto se protege bien.
Rubén en el último largo
Rubén en la cima, al fondo La Mira (2343 m)
El descenso se realiza por el lado derecho (en el sentido de subida), mediante un destrepe vertical y delicado que te deja en el collado que te separa de la Punta Don Servando y donde comienza la canal que te deja en el refu. A los pocos metros hay un pequeño cortado donde hay montado un rápel.
Rubén en un momento del destrepe hasta el collado

4º día: Punta Tonino Re, vía GAME, V+ (otra derrota)
Esta era una vía que estuvimos barajando todo el día anterior. Unos chicos de Granada la había hecho y nos la pusieron muy bien. El grado nos parecía exigente, especialmente para mí después del intento del primer día, pero confiaba en Rubén, que además le había parecido demasiado fácil el Gran Diedro y se había quedado con ganas de algo más exigente.
Rubén en los primeros metros de la vía
No tuvimos problemas para encontrar el inicio de la vía porque se ve desde el refu y porque la tarde anterior nos la habíamos pasado viendo a dos cordadas ascender por esta vía. El primer largo (V) empieza con una chimenea sencilla que prosigue por un diedro que tira un poco hacia la izquierda y que en algunos pasos hay que abandonar la fisura central para superarlos por la placa de la izquierda. El largo está protegido por algún clavo y termina en una pequeña pero cómoda repisa equipada con dos clavos.
El agüelo en el comienzo del L2
El siguiente largo (IV) es mucho más sencillo: se sale recto desde la R y a los pocos metros, antes de llegar a un evidente matojo verde, hay que hacer un flanqueo hacia la derecha y se llega a una gran repisa donde se puede montar reunión o subir por una fácil fisura-chimena que te deja en un hombro pequeño, que es la opción que elegí yo.
Rubén llegando a la 2ª reunión
No hay ningún clavo en ninguno de los dos emplazamientos para la reunión ni en el largo.
Rubén iniciando el 3er largo, muy bonito, justo encima los fatídicos techos
El 3er largo (V) vuelve a ponerse vertical y consiste en una serie de fisuras y repisitas oblicuas que te obligan a dar pasos muy largos pero sin gran dificultad hasta llegar a una repisa un poco mayor debajo de los techos donde hay 3 clavos para montar reunión. Impresiona más la verticalidad del largo que su dificultad. Es una tónica general de esta zona, donde todas las vías son muy verticales. Me acojono sólo de verlas y luego cuando ya estoy metido en faena, de segundo claro, descubro tarde el truco, la trampa: la verticalidad es como un disfraz para asustar a los apocados como yo, para hacerles dudar de sus capacidades, para engañarles y hacerles creer que esa vía no es para ellos, que es demasiado difícil. Vete a casa y búscate una vía más tumbada, me dicen. Y yo me dejo engañar, me asusto y me encojo. Y el disfraz de Galayos es muy eficaz. Rubén me invitó a tirar el último largo de primero. Yo no las tenía todas conmigo: el techo que tenía encima sabía que encerraba un paso de V+, todo era muy vertical ya... Pero lo intenté, sólo lo intenté: subí con más miedo que vergüenza los primeros y sencillos metros que te dejan justo en el techo que se bordea por su lado derecho protegidos por una ristra de clavos según el croquis. Hasta llegar ahí había puesto un cintajo en un bloque, el alien amarillo y el alien verde. Me asomo al techo subido en una setilla que sale de la placa. Veo el primer clavo... a 2-3 m por encima de mi cabeza. Sólo tengo que subirme a otra setilla un poco más a la derecha, pero no hay manos de las que tirar o equilibrarse. El paso es aéreo, ves todo el patio hasta el refu y el último seguro es un alien verde (¿para qué tanto dinero gasto en comprarme los aliens si luego no me fío de ellos? 90€ desperdiciados). Tanteo desesperado la fisura que recorre el techo por debajo y encuentro un agujero que parece un antiguo clavadero. Agarro los aliens que me quedan con la boca mientras busco el amarillo, no entra; el verde, se sale. Aquí se terminó el último gramo de valor que me quedaba. Sin nada que me protegiera el paso de equilibrio por arriba, me rajé. Rubén intentaba animarme desde la R, pero el miedo pudo más. Bajé hasta la R y después de montar el pitote de cambiarnos las cuerdas sale Rubén a intentarlo, pero con muy poca convicción. Cuando llegó a la reunión en la que estábamos ahora su mente se relajó por completo y pensó que ya se había acabado la tensión por ese día. Y volver a poner en funcionamiento el coco no es fácil. Llegó hasta el mismo punto, certificó que el paso era muy aéreo y expuesto y se bajó también. A la izquierda se veían también un par de clavos a los que afortunadamente tampoco llegamos porque nos hubiéramos embarcado peligrosamente.
Croquis sacado de viaclasica, en rojo el punto donde nos dimos la media vuelta
Decepcionados por la derrota a tan pocos metros de la cima, empezamos a montar los rápeles para bajarnos. Tuvimos que abandonar cordinos y mallones en cada reunión pero conseguimos llegar al suelo con la única complicación de que se me enredaron todas las cuerdas al bajar el último de los 3 rápeles que hicimos y a 2-3 m del suelo me quedé colgado como un chorizo sin poder llegar al suelo porque los nudos habían llegado hasta el reverso. Maldiciendo mi falta de previsión por no haberlas desenredado antes de lanzarlas, tuve que luchar un buen rato antes de poder soltar los nudos y llegar a tierra. Para colmo la cuerda se quedó enganchada al recogerla y nos dio un buen susto que se quedó en nada porque con dos o tres tirones conseguimos recuperarla. La pobre Isi que se había quedado leyendo en el refu todo el día descansando de la paliza del día anterior, estuvo toda la tarde en tensión viendo nuestras incomprensibles maniobras por la pared: que si ahora subo, que si no, que si me bajo, que si se atascan las cuerdas...
Sin embargo, para Yolanda, Abel y Carlos fue una jornada triunfal: impresionantes diedros en la vía Ayuso-Espías (6a) a la Punta Mª Luisa y continuación por la Sur del Torreón. En fin, una de cal y otra de arena para cada cordada.
Abel y Yolanda en los diedros perfectos de la Ayuso-Espías

5º día: Gran Galayo, vía Malagón V+ (nuevo empate)
Para quitarnos el mal sabor de boca del día anterior, reorganizamos las cordadas y contamos con la ayuda de Abel. Carlos, Isi y Yolando se fueron hacer una vía en la cara oeste del Pequeño Galayo y nosotros nos fuimos de nuevo al Gran Galayo. La aproximación para ambas vías es la misma, hay que remontar parte del camino que sale del refu hacia la Mira, la única diferencia es que nosotros tuvimos que subir un poco más hasta llegar a la base de la pared y desde hacía subimos por una canal que te deja a pie de vía. Ésta va a parar al mismo hombro donde termina el Gran Diedro, pero empieza mucho más abajo y se eleva mediante un ligero zigzageo de izquierda a derecha hasta desembocar en él y luego prosigue por su placa izquierda.
Rubén intentó tirar el primer largo, pero creo que su cabeza aún se resentía de la dura derrota del día anterior y después de un buen rato de intentarlo le hizo sitio a Abel.
Abel en la fisura-chimena del L1
El primer largo empieza en una chimenea estrecha sin mucho pie al principio y que luego prosigue vertical de narices (de nuevo me di cuenta cuando tocó mi turno que todo era fachada, que la vía no era tan difícil, que el patio acojona sí, pero subiendo un pie, luego otro, haciendo un poco de oposición y de repente ya estaba arriba). En esta parte había algún clavo. Abel se fue un poco a la izquierda por unas repisas en vez seguir metido en la fisura-chimenea y montó reunión.
Foto de Carlos donde se aprecia la salida de la vía que hicimos
los tres estamos en la R1

Nos habíamos salido un poco de la vía, como nos advirtieron Carlos y cía, pero no hubo problema alguno para retomar la línea en el 2º largo que esta vez sí lideró Rubén, mucho más seguro ahora después de haber calentado en el largo anterior.
Rubén al comienzo del L2
Este largo lo hicimos totalmente recto, siguiendo una primera fisura sencillita y terminando con una fisura-chimenea mucho más vertical que me volvió a impresionar más de lo que hubiera debido. El largo termina en una pequeña repisa de donde nace una fisura hacia la derecha por donde volvió a salir Abel, yo no estaba para nada.
Abel en los primeros metros del L3
La fisura continua por un pequeño tramo de bavaresa y termina en un pequeño hombro donde se une al Gran Diedro. Este pequeño emplazamiento era el lugar indicado para montar la 3ª reunión, pero Abel no lo vio claro o no lleva suficiente material para hacerlo (porque no había ningún clavo) y siguió por la placa con la cuerda tirándole hacia atrás por el rozamiento de tanta ceta.
Abel en el L3 a punto de empalmar con el Gran Diedro
Esta primera placa se atraviesa por una serie de fisuras verticales no muy difíciles hasta llegar a un pequeño descanso a escasos 3m del hombro final del Gran Diedro. Estos metros son los más difíciles de la vía: una lisa placa con la única ayuda de unos garbancitos que daban la risa. De 2º no me lo pensé mucho y allí donde ponía el gato se quedaba, pero de 1º y con la cuerda tirando tuvo que tener otro color muy diferente.
El agüelo y Rubén en la placa del Gran Diedro,
cuya vía discurre por la fisura que se ve a la izquierda

El último largo hasta la cumbre que ya lo habíamos hecho hacía 2 días lo tiré yo y me pareció más fácil que la primera vez: la confianza que da el saber que ya has pasado por ahí. En la cima esperamos a Carlos e Isi que se habían animado a empalmar su vía con el Gran Diedro e iniciamos el descenso también conocido hacia el refu con la satisfación de haber salido de la vía por arriba.
Carlos e Isi subiendo por el Gran Diedro
Esa misma tarde recogimos todos los trastos de los alrededores de un vacío refu desde el día anterior y bajamos en busca de un bañito y de una buena cena. El bañito nos lo dimos Abel, Rubén y yo en el pilón de la fuente del párkin: estaba tan fría que dolía todo, pero ¡¡¡qué delicia poder lavarse por fin!!! La cena nos la dimos en el cámpin a base de unos magníficos chuletones de Ávila, pero antes tuvimos que parar en el chiringuito del párkin a reponer sales minerales.
Una vez asegurada la ingesta adecuada de sales, proseguimos ya por gula, hidratándanos en Arenas de San Pedro Abel, Rubén y yo. Me convencieron porque bajamos con la furgona de Rubén y en cuanto no pude aguantar más le pedí las llaves y me fui a sobar. Ellos no tardaron mucho en venir también porque no había mucho ambiente en el pueblo.
Cervezas y chuletón después de 6 días en la montaña
A la mañana siguiente se disolvió la compañía: Abel, Carlos, Yolanda e Isi seguían hacia Picos de Europa y Rubén y yo nos volvíamos a casita, él a su pueblo y yo a Zaragoza. Me dejó en Madrid y allí cogí un bus que después de 4h y media me depositó en las Delicias: ¡qué lejos estaban ya las amedrantadoras puntas de Galayos! ¡Qué cerca estaba ya una buena ducha y un buen colchón!