Mostrando entradas con la etiqueta running. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta running. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de noviembre de 2015

Retropegues en la Behobia-San Sebastián

Río Bidasoa frontera entre España Y Francia,
al fondo a la izquierda se aprecia el pueblo de Behobia, donde comienza todo

Ayer acudí un año más a la cita con esta grandísima carrera y ya van tres. Esta vez es una experiencia totalmente distinta porque voy solo y porque el veranito de San Martín ha convertido una jornada de normal fría y lluviosa en un caluroso día veraniego, salimos con más de 21ºC y yo terminé casi a 27ºC, lo que termina por pasar factura, desgraciadamente, a varios corredores en forma de golpes de calor que dejan un doloroso balance de un muerto y cuatro corredores ingresados en la UCI. 
A mí las altas temperaturas únicamente me dejaron un pobre resultado de casi dos horas de carrera y un sufrimiento que empezó en el kilómetro 8 y se hizo extremo en el comienzo del alto de Miracruz, a falta de 4 kilómetros para meta. Mis piernas cada año petan antes y cada año termino peor (2013: 1h41'; 2014: 1h43'; 2015: 1h57'; 2016?). La única ventaja de ir tan machacado es que das más pena y la gente te anima más que a los corredores que están en mejor forma y no paraban de pasarme. Este ambiente especial que crean los espectadores que abarrotan los 20 kilómetros del recorrido y que no dejan de animar tanto a los machas que ganan como a los mataos que pasamos horas después es lo que me hace repetir cada año (aunque cuando estoy en los últimos kilómetros y ni siquiera de bajada puedo correr ya, no pare de preguntarme por qué me tengo que meter yo en estos follones).
Ahora que las piernas han dejado de doler ya puedo empezar a pensar en repetir el año que viene.

Los miles de corredores que abarrotan la salida ya te pone los pelos de punta
10:41 mi hora de salida
13:30 dos horas después de dolor de piernas y de un agradable y soleado paseo 
hasta el párking de Loiola desde donde había cogido el tren 
a primera hora de la mañana.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Una de carreras...

Salida de la 50ª edición de la Behobia-San Sebastián

Antes de acabar el año quiero poner al día el blog y ¡no me quedan muchas horas! Así que voy a resumir las últimas salidas juntándolas en las dos actividades que más practico: correr y escalar. En tierra de nadie se queda la primera foqueada de la temporada (sí, David, lees bien: he sacado del trastero los esquís y les he sacudido el polvo), que hice con Tono por las pistas de Astún hasta el Pico Malacara (para ver las caras de tontos de los protas y otras fotos del evento, pinchar aquí).

BSS50, domingo 9 de noviembre de 2014
Segunda vez que participo. Esta vez con la experiencia del año pasado y sin ninguna pretensión debido al parón veraniego por lesión, pensaba que iban a estar las emociones contenidas. Pero en esta carrera eso me resulta del todo imposible. La semana previa mi cabeza ya empezó a llenarse de sueños tan imposibles como repetir el tiempo e hice lo que me prometí que no haría: revisar los tiempos parciales del año pasado. El día de la carrera a pesar de comenzar con una rutina ya conocida (madrugón, viaje con legañas a San Sebastián, café en casa de Ciaran y Ana, apretones en el tren hasta Irún, la marabunta de corredores tan nerviosos y emocionados como tú en la explanada gigantesca de salida...), volvió a impresionarme. Esta vez Jorge se avino a salir conmigo y acompañarme los primeros kilómetros para no dejarme solito esperando en la salida. Calentamos, fuimos a ver la salida de los pros y después esperamos a salir en mi cajón de dorsales, el más poblado de todos, los dorsales azules, casi 10000 corredores.
Jorge pronto se aburrió de mi cansino trote y yo sólo pude aguantar a la libre de 1h40' hasta el km12 y a partir de ahí comenzó el consabido calvario hasta meta para los que confían más en sus sueños que en sus fuerzas: piernas doloridas, pulmones bufando y un sinfín de corredores que te pasan como balas por ambos costados. La experiencia me hizo reservar en la última larga bajada a la espera del vendaval final en la recta eterna hasta meta. Y nada más cruzarla, las emociones: miles de personas animando, el esfuerzo y el sufrimiento que parecían que nunca se iban a terminar, acabadas y entonces las emociones, vete a saber salidas de dónde, arrasan de lágrimas mis ojos.
Por todo esto esta es para mí la carrera de las carreras.

Turisteando en la feria del corredor para recoger dorsales y camisetas
Lástima que en el chuletón post-carrera no pudieran estar Ciaran y Ana 

Pico del Águila, domingo 16 de noviembre de 2014
Esta actividad no fue una carrera, sino uno de los entrenos del grupo de Carreras de montaña de Montañeros de Aragón, recién formado y al que me he apuntado de manera totalmente suicida. En realidad sólo fue un entreno para el resto, para mí fue un reto en toda regla: subir corriendo un monte, sin andar ni un sólo metro, es algo que no me imaginaba que pudiera hacer hace un par de años y ahora me veo metido en la tarea de superar los alrededor de 700 m de desnivel entre el párking de Arguís y la cima del Pico del Águila. Afortunadamente el grupo es una pasada y a pesar de que cada uno sube a su ritmo, constantemente bajan a comprobar si aún vive el abuelo y en caso positivo a darle ánimos. ¡¡Así ni siquiera el abuelo puede desfallecer!!

 Precioso inicio a través del cómodo y mullido sendero del bosque
 Vistas del pantano nada más salir del bosque...
 ... y vistas de lo que le quedaban a mis piernas hasta la cima
 El grupo en la cima...
 ... y en el coche, con la tarea ya hecha
El necesario repostaje antes de volver a casita

IX Carrera de Mularroya, domingo 30 de noviembre de 2014
Enésima locura en la que me meto yo solito (lo peor es que no será la última, snif): 25,8 km de longitud y alrededor de 1000 m de desnivel. Sólo he participado en 3 carreras de montaña y todas de menos de 20 km. Ésta iba a ser la primera de esta longitud y como siempre que me meto en nuevos esfuerzos lo acabé pagando. Quería correrla en menos de 3h, pero una última y empinadísima cuesta terminó con mis últimas reservas de energía y de ánimo y las piernas dijeron basta en los últimos 3km llanos, donde los calambres volvieron y tuve que hacer unos 300-500 m andando, para no quedarme totalmente atascado, hasta que el dolor remitió y pude volver a correr-arrastrarme hasta la meta (uf, ¡qué largos se me hicieron esos 800 m extras que no estaban avisados!). Al final 3h y 28''. Es lo que hay. Muy contento, eso sí, por haber sido capaz de terminarla.
 El grupo recogiendo los dorsales en el polideportivo donde luego tuvo lugar el ligero repostaje
El abuelo en el km7 ya parecía que había corrido 40 
 km20 y las piernas ya de cartón piedra

Fin del noviembre más correcaminos de mi vida, jjjj.

lunes, 24 de febrero de 2014

Pedrola-Zaragoza: ¿reto o locura?

El equipo al completo en la salida, la estación de tren de Pedrola

Tono no dejó pasar ni un sólo día desde que terminó el exitoso finde "Bloqueando" y ya estaba jamándonos el coco para participar en otro de sus locos proyectos: coger el tren hasta Pedrola y volver corriendo por el canal hasta Zaragoza. Distancia según él, 38 km. Me pareció una salvajada y mi primera reacción ratonil fue echarme para atrás. Luego la idea empezó a dar vueltas en mi cabeza loca y empecé a ver la actividad como un reto para ver si podría algún día correr una maratón. Nunca había corrido una distancia tan larga ni había estado tanto tiempo corriendo (3h:41'). Para los que no quieran seguir leyendo las historias del abuelo cebolletas ya adelanto el resultado: Muro 1 - abuelo 0.
Vanesa se animó a acompañarnos en bici a los 3 locos, en realidad Tono y Jorge sabían lo que se hacían y yo fui el incosciente, y llevar bebida y comida para los avituallamientos. Estos se convirtieron en vitales no sólo por el aspecto hídrico y energético, sino también por el aspecto mental. En cuanto el cansancio apareció en mis piernas dividí mentalmente el reto en trocitos pequeños, la distancia que me quedaba hasta el siguiente avituallamiento. Hicimos 6, a los 10 km, a los 14, a los 20, a los 25, a los 30 y el último a los 34. Desgraciadamente nos quedamos cortos de agua debido a las amables temperaturas y al viento de espalda que nos acompaño toda la tarde.
A pesar de todas estas medidas el hombre del mazo acabó apareciendo y me noqueó de un sólo golpe, por sorpresa. Yo pensaba que no iba a poder terminar el reto porque iban a estallar mis pulmones y me pasé todo el tiempo preocupado por la respiración, cuando el peligro vino por otro lado: por las piernas. Corrimos a un ritmo muy llevadero, 5'45''/km, desde el principio y lo mantuvimos como un cronómetro hasta el km 30. A partir de ahí las molestias en las piernas se convirtieron en dolor y cada mojón de 100m era un reto. La mente empezó a resquebrajarse al mismo ritmo que mis piernas se hacían de piedra. En cuanto llegué al km 36 paré para intentar reposar un poco y seguir. Pero no hubo manera de mover las piernas, en sus células no quedaba ya ni un miligramo de glucógeno. Mis compis como no me oían jadear cual becerro como es normal en mí a estas alturas de cualquier carrera, intentaron animarme para seguir. Pero era como un coche con el motor gripado, al estilo del de Carlos Saínz pero a mí aún me quedaban unos cuantos km hasta casita. Todos se pararon y andando, o arrastrándose como yo, llegamos a la meta en la escultura al músico Mauricio Aznar. Allí cogimos el tranvía, luego yo el 23 y al sillón.
Después de 2 días de descanso y de lejanía con respecto al dolor y al sufrimiento, puedo analizar un poco más objetivamente mis sensaciones durante la carrera. Sorprendentemente debieron ser las mismas que las que sufren muchos otros porque he encontrado versiones similares en varias webs, como ésta. Los primeros km fueron tranquilos, casi aburridos, el ritmo que llevábamos era suave incluso para mí, así que para los otros dos titanes ni os cuento, y ya había corrido varias carreras de 20 km, así que no estaba nervioso. Pensé que esa tranquilidad duraría hasta los 20 km, pero ya a partir de los 14-15 comencé a notar las primeras sensaciones negativas y empecé a pensar en lo mucho que me quedaba aún. Al llegar a los 20 ya ví que el verdadero reto iba ser no acabar, sino ver cuántos km más a partir de los 30 iba a poder aguantar. Cuando llegué a los 30 y me ví suficientemente entero pensé que tenía alguna opción de acabar, pero la carrera no había hecho sino empezar. Las piernas dolían de verdad, y pesaban, mi ritmo bajó y a partir del 34 aún bajó más. El Muro vino a conocerme y no fue una visita de cortesía. Todo mi esquema mental de la carrera se vino abajo, la moral desaparecida en combate, la resistencia psicológica para intentar seguir nula. Conseguí recupera un poco el ritmo y entonces cometí mi último error: pararme. Me había parado en todos los avituallamientos anteriores y pensé que ahora sería igual. Inuzente.
Del no "vuelvo a correr en mi vida" de los instantes en los que no podía ni andar, al "habrá que volver a intentarlo con mejor preparación" en sólo 48 h. He pedido cita ya con el loquero a ver si me arreglan la cocorota (y a los Reyes Magos unas piernas nuevas como regalo adelantado).

 En la estación de cercanías de Goya, esperando al tren
Iniciando la carrera 2 km antes de lo previsto
 En la salida de Pinseque
En uno de los avituallamientos ofrecidos por Vanesa
El acueducto a la altura de Pinseque 
donde nos equivocamos y tuvimos que dar una pequeña vuelta
Nuestra meta, a la que llegamos finalmente... andando
El recorrido que conseguí realizar
 La gráfica del ritmo es la más ilustrativa de lo que significó mi primer encuentro con el Muro
La cena suave que me autoimpuse para recuperarme física y mentalmente

viernes, 15 de noviembre de 2013

Behobia-San Sebastián

Logo de la edición de este año

Una prueba más superada en esta nueva y extraña afición de correr como locos que me han contagiado los Rasmias. En un par de años de entrenar con ellos todas las semanas he pasado de dejarme los higadillos para terminar una 10K a atreverme con varias carreras de montaña, Osán y subida a Peña Oroel, con la media maratón y ahora con la clásica Behobia-San Sebastián.
Esta era una carrera a la que no estaba apuntado, pero de la que los Rasmias no paraban de lanzar alabanzas tanto de la organización como del ambientazo durante todo el recorrido. En las semanas previas a la carrera empezaron a llegarme ofertas de participaciones que no se iban a poder cubrir por lesiones y obligaciones varias. La primera tentación conseguí sortearla con bastante fortuna, pero la segunda no hubo forma de esquivarla. Y no me arrepentí en absoluto.
Ambiente es la palabra que mejor describe todo lo que rodea a esta carrera: ambiente por el número de corredores (los cerca de 30.000 participantes forman una alfombra que tapa el asfalto de la carrera durante todo su trayecto: allá donde mires ves una marea humana), ambiente por la variedad de los participantes tanto por su condición (vi a muchos adolescentes y muchas mujeres, un 18% de los inscritos según datos de la organización, algo muy extraño en otras carreras) como por su origen (gallegos, catalanes, etc.), y ambiente finalmente por los numerosísimos espectadores que apenas dejaron algún tramo del recorrido sin animación incluso en las peores condiciones meteorológicas. 
Desde el primer momento notas que esta carrera es distinta a todas las demás carreras populares: el recorrido no es circular y hay que coger un tren para llegar a la salida. Desde la última estación una serie de autobuses traslada hasta al lugar de la salida a las manadas de corredores que minuto a minuto salen de los trenes. Allí la música tronadora de la organización, los saltos y carreras de calentamiento de los participantes te contagian de nerviosismo y emoción a raudales. Con los nervios nos despistamos y perdimos el camión que nos correspondía para meter la mochila, donde llevábamos la ropa de recambio que nos pondremos al terminar la carrera y que la organización te transporta hasta la línea de meta, y tuvimos que recurrir al camión de los despistados.
La organización es de sobresaliente: conseguir que más de 28000 corredores puedan disfrutar de la prueba y atenderles en todo lo necesario (transporte, urinarios, avituallamientos, recogida de basura, etc.) no es nada sencillo. Una de las mejores sensaciones que tuve durante la prueba es comprobar que para la organización y para los espectadores todos los corredores, desde los mejores hasta los más matadillos, éramos importantes: allí nadie se fue a su casa una vez que pasaron los figuras y todas las salidas de los distintos grupos de corredores se avisaban por megafonía y se proyectaban en la pantalla gigante de la salida. Los corredores estábamos distribuidos en la salida por los colores de los dorsales que recogimos el día anterior en el velódromo de Anoeta y donde compramos también los billetes de tren. Cada color hacía referencia al intervalo de tiempo que pensabas hacer en la carrera y que tenías que acreditar con la marca de alguna carrera oficial. Cada color de dorsal salía a un tiempo diferente, de esta manera ningún corredor estorba a nadie y cada uno puede ir a su ritmo. Los que no teníamos acreditado tiempo alguno salimos con el dorsal blanco repartidos en 5 grupos. Yo salí, junto con Óscar, el hermano de Patricia, y Vanesa, en el 4º de estos grupos a las 11:18 (para esas horas el ganador de la carrera ya estaba descansando y Jorge y Tono llevaban más de 1h corriendo).
Mi intención era hacer alrededor de 1h:50' y mi grupo tenía la liebre en 2 h, así que nada más salir con las pulsaciones a tope por los nervios y por la música de ACDC de los altavoces, me puse en cabeza en busca de espacio libre. En seguida me di cuenta de que no era el único corredor con esas pretensiones y durante el primer kilómetro no dejó de adelantarme gente. Las sensaciones fueron buenas desde el principio: hacía fresquito, ideal para mí, pero no para los Rasmias que sufrieron un poco más esas bajas temperaturas, no llovía y sólo había un viento molesto que se sentía a ratos. Los dos primeros km son prácticamente llanos, ideales para poder coger tu ritmo y el mío era mejor de lo que yo esperaba, iba a algo menos de 5'/km. En seguida empezó el rompe piernas: cortas  y repetidas subidas y bajadas a la salida de Irún que terminan en el comienzo del alto principal del recorrido: el puerto de Gaintxurizketa. Allí nos esperaban 2,5 km de suave y mantenida subida. Las piernas respondieron y conseguí que mi ritmo no se fuera más allá de 5'10"/km y decidí mantenerme en esos tiempos. La respiración no fue el problema, sino las piernas. El siguiente tramo, la llegada a Lezo, es un nuevo rompe piernas que termina de bajada en el puerto de Pasajes, una zona totalmente llana. A esas alturas de la carrera sentía las piernas endurecidas, no doloridas, pero casi. Y todavía faltaba lo peor: la subida al alto de Miracruz, una corta y empinada subida donde vacías tus reservas y te dejas llevar por el numerosísimo público que no para de animar. La bajada es muy cómoda y cuando vi el cartel de los 18 km casi doy un salto de alegría, empecé a pensar que ya tenía la carrera hecha, que ya no quedaba nada... más que la llegada a la playa donde una bocanada de fuerte viento nos desanima a todos los corredores y nos obliga a un último y enorme esfuerzo para cruzar el Urumea y llegar a meta.
Nada más cruzar la meta me inunda una sensación de alivio y de enorme alegría. Mientras voy caminando hacia la zona de recogida de mochilas voy disfrutando de la marca que había conseguido hacer: 1h41'40'" (un tiempo mediocre, en la media, terminé alrededor del puesto 11000, pero todo un tiempazo  para mí). Me abrigo con todo lo que tengo, camiseta seca y dos sudaderas, mientras espero a mis compis. Desgraciadamente no pudimos encontrar entre tantísima peña ni a Patri ni a Tono y nos marchamos hacia la reparadora ducha caliente en casa de los amigos de los Rasmias y hacia la reponedora comida en una sidrería de Astigarraga sin haberles podido saludar siquiera.
La noticia trágica fue la muerte de una corredora por parada cardíaca cuando apenas le faltaban un par de kilómetros para terminar su 4ª participación.

Es muy posible que para el próximo año los Rasmias no tengan que convencerme para apuntarme de nuevo a esta estupenda carrera. He pasado de resistirme a sus alabanzas a recomendar encarecidamente desde estas líneas a todos los que les guste esto de avanzar a zancadas que se apunten a esta prueba que seguro que la disfrutáis.

 Perfil de la carrera, una auténtica rompe piernas
Recorrido y ritmo de la prueba grabados con Nike+
Recorrido explicativo de cada uno de los tramos
 Tren abarrotado para llegar de San Sebastián a Irún
 Cola en Irún para coger el autobus lanzadera que nos llevase a Behobia
 Los Rasmias ultramotivados en los alrededores de la salida
 Los Rasmias y el agüelo despidiendo a Jorge que salía una hora antes que nosotros
 Los participantes de la cuadrilla (Tono, Óscar, Vanesa y Jorge) 
en la recogida de dorsales y camisetas en el velódromo de Anoeta el sábado por la tarde...
 ... y los tiempos realizados el domingo en la carrera
El agüelo María Begoña más feliz que una perdiz 
en la zona de recogida de mochilas una vez terminada la carrera
Reponiendo fuerzas en una sidrería de Astigarraga con Ciarán (Keiran) y Ana, amigos de los Rasmias 

Divertido resumen de la prueba obtenido de esta web.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Media Maratón de Zaragoza

Los 4 en la plaza del Pilar una vez terminada la carrera

Otro reto superado. ¡Lo que hacen las malas influencias! Salgo a correr un par de veces a la semana con  los Rasmias y en un par de años paso de morirme para poder terminar la 10K (todo un reto en su época), a terminar medio muerto la carrera de montaña Osán y la media de Zaragoza casi casi al ritmo que me había propuesto de 5' el km. Se me atragantaron los últimos km, la subida al puente de Las Fuentes, el aire en el río, los 15 km previos y pinché en el último km y terminé haciendo 1:47:35. Un estupendo resultado teniendo en cuenta que salí pensando en hacer 1:50, que no había entrenado en serio desde la Osán y que éste era el colofón de un fin de semana muy apretado. El finde empezó el viernes con una excursión con del instituto a Alquézar, volví con los alumnos a Mallén y de ahí inicié viaje a Bilbao para asistir al día siguiente, sábado, a la boda de una compañera de los tiempos en los que íbamos juntos al cole, vuelta a Zaragoza el mismo sábado a la noche y 21 km de carrera el domingo.
Esta vez nos apuntamos un grupo más reducido formado por los Rasmias, Tono y el agüelo. El día salió muy bueno, soleado pero fresquito. Sólo le sobró un poquito de aire, pero... ¡estamos en la capital del vientooo! La organización estuvo estupenda, buen ambiente y mucha animación en la mayor parte del recorrido, pasos preciosos como los del casco viejo y el arco del Deán y en la parte negativa el hecho de que en varias calles había habilitado un carril para que circularan, muy despacio eso sí, los coches en sentido contrario. Quedó un poco feo.
Después de la carrera una ducha y una tapa para celebrar un día más del deporte.

 Mi clasificación
 El ambiente en el Pilar donde estaba situada la meta
Las bien merecidas celebraciones posteriores