Logo de la edición de este año
Una prueba más superada en esta nueva y extraña afición de correr como locos que me han contagiado los Rasmias. En un par de años de entrenar con ellos todas las semanas he pasado de dejarme los higadillos para terminar una 10K a atreverme con varias carreras de montaña, Osán y subida a Peña Oroel, con la media maratón y ahora con la clásica Behobia-San Sebastián.
Esta era una carrera a la que no estaba apuntado, pero de la que los Rasmias no paraban de lanzar alabanzas tanto de la organización como del ambientazo durante todo el recorrido. En las semanas previas a la carrera empezaron a llegarme ofertas de participaciones que no se iban a poder cubrir por lesiones y obligaciones varias. La primera tentación conseguí sortearla con bastante fortuna, pero la segunda no hubo forma de esquivarla. Y no me arrepentí en absoluto.
Ambiente es la palabra que mejor describe todo lo que rodea a esta carrera: ambiente por el número de corredores (los cerca de 30.000 participantes forman una alfombra que tapa el asfalto de la carrera durante todo su trayecto: allá donde mires ves una marea humana), ambiente por la variedad de los participantes tanto por su condición (vi a muchos adolescentes y muchas mujeres, un 18% de los inscritos según datos de la organización, algo muy extraño en otras carreras) como por su origen (gallegos, catalanes, etc.), y ambiente finalmente por los numerosísimos espectadores que apenas dejaron algún tramo del recorrido sin animación incluso en las peores condiciones meteorológicas.
Desde el primer momento notas que esta carrera es distinta a todas las demás carreras populares: el recorrido no es circular y hay que coger un tren para llegar a la salida. Desde la última estación una serie de autobuses traslada hasta al lugar de la salida a las manadas de corredores que minuto a minuto salen de los trenes. Allí la música tronadora de la organización, los saltos y carreras de calentamiento de los participantes te contagian de nerviosismo y emoción a raudales. Con los nervios nos despistamos y perdimos el camión que nos correspondía para meter la mochila, donde llevábamos la ropa de recambio que nos pondremos al terminar la carrera y que la organización te transporta hasta la línea de meta, y tuvimos que recurrir al camión de los despistados.
La organización es de sobresaliente: conseguir que más de 28000 corredores puedan disfrutar de la prueba y atenderles en todo lo necesario (transporte, urinarios, avituallamientos, recogida de basura, etc.) no es nada sencillo. Una de las mejores sensaciones que tuve durante la prueba es comprobar que para la organización y para los espectadores todos los corredores, desde los mejores hasta los más matadillos, éramos importantes: allí nadie se fue a su casa una vez que pasaron los figuras y todas las salidas de los distintos grupos de corredores se avisaban por megafonía y se proyectaban en la pantalla gigante de la salida. Los corredores estábamos distribuidos en la salida por los colores de los dorsales que recogimos el día anterior en el velódromo de Anoeta y donde compramos también los billetes de tren. Cada color hacía referencia al intervalo de tiempo que pensabas hacer en la carrera y que tenías que acreditar con la marca de alguna carrera oficial. Cada color de dorsal salía a un tiempo diferente, de esta manera ningún corredor estorba a nadie y cada uno puede ir a su ritmo. Los que no teníamos acreditado tiempo alguno salimos con el dorsal blanco repartidos en 5 grupos. Yo salí, junto con Óscar, el hermano de Patricia, y Vanesa, en el 4º de estos grupos a las 11:18 (para esas horas el ganador de la carrera ya estaba descansando y Jorge y Tono llevaban más de 1h corriendo).
Mi intención era hacer alrededor de 1h:50' y mi grupo tenía la liebre en 2 h, así que nada más salir con las pulsaciones a tope por los nervios y por la música de ACDC de los altavoces, me puse en cabeza en busca de espacio libre. En seguida me di cuenta de que no era el único corredor con esas pretensiones y durante el primer kilómetro no dejó de adelantarme gente. Las sensaciones fueron buenas desde el principio: hacía fresquito, ideal para mí, pero no para los Rasmias que sufrieron un poco más esas bajas temperaturas, no llovía y sólo había un viento molesto que se sentía a ratos. Los dos primeros km son prácticamente llanos, ideales para poder coger tu ritmo y el mío era mejor de lo que yo esperaba, iba a algo menos de 5'/km. En seguida empezó el rompe piernas: cortas y repetidas subidas y bajadas a la salida de Irún que terminan en el comienzo del alto principal del recorrido: el puerto de Gaintxurizketa. Allí nos esperaban 2,5 km de suave y mantenida subida. Las piernas respondieron y conseguí que mi ritmo no se fuera más allá de 5'10"/km y decidí mantenerme en esos tiempos. La respiración no fue el problema, sino las piernas. El siguiente tramo, la llegada a Lezo, es un nuevo rompe piernas que termina de bajada en el puerto de Pasajes, una zona totalmente llana. A esas alturas de la carrera sentía las piernas endurecidas, no doloridas, pero casi. Y todavía faltaba lo peor: la subida al alto de Miracruz, una corta y empinada subida donde vacías tus reservas y te dejas llevar por el numerosísimo público que no para de animar. La bajada es muy cómoda y cuando vi el cartel de los 18 km casi doy un salto de alegría, empecé a pensar que ya tenía la carrera hecha, que ya no quedaba nada... más que la llegada a la playa donde una bocanada de fuerte viento nos desanima a todos los corredores y nos obliga a un último y enorme esfuerzo para cruzar el Urumea y llegar a meta.
Nada más cruzar la meta me inunda una sensación de alivio y de enorme alegría. Mientras voy caminando hacia la zona de recogida de mochilas voy disfrutando de la marca que había conseguido hacer: 1h41'40'" (un tiempo mediocre, en la media, terminé alrededor del puesto 11000, pero todo un tiempazo para mí). Me abrigo con todo lo que tengo, camiseta seca y dos sudaderas, mientras espero a mis compis. Desgraciadamente no pudimos encontrar entre tantísima peña ni a Patri ni a Tono y nos marchamos hacia la reparadora ducha caliente en casa de los amigos de los Rasmias y hacia la reponedora comida en una sidrería de Astigarraga sin haberles podido saludar siquiera.
La noticia trágica fue la muerte de una corredora por parada cardíaca cuando apenas le faltaban un par de kilómetros para terminar su 4ª participación.
Es muy posible que para el próximo año los Rasmias no tengan que convencerme para apuntarme de nuevo a esta estupenda carrera. He pasado de resistirme a sus alabanzas a recomendar encarecidamente desde estas líneas a todos los que les guste esto de avanzar a zancadas que se apunten a esta prueba que seguro que la disfrutáis.
La organización es de sobresaliente: conseguir que más de 28000 corredores puedan disfrutar de la prueba y atenderles en todo lo necesario (transporte, urinarios, avituallamientos, recogida de basura, etc.) no es nada sencillo. Una de las mejores sensaciones que tuve durante la prueba es comprobar que para la organización y para los espectadores todos los corredores, desde los mejores hasta los más matadillos, éramos importantes: allí nadie se fue a su casa una vez que pasaron los figuras y todas las salidas de los distintos grupos de corredores se avisaban por megafonía y se proyectaban en la pantalla gigante de la salida. Los corredores estábamos distribuidos en la salida por los colores de los dorsales que recogimos el día anterior en el velódromo de Anoeta y donde compramos también los billetes de tren. Cada color hacía referencia al intervalo de tiempo que pensabas hacer en la carrera y que tenías que acreditar con la marca de alguna carrera oficial. Cada color de dorsal salía a un tiempo diferente, de esta manera ningún corredor estorba a nadie y cada uno puede ir a su ritmo. Los que no teníamos acreditado tiempo alguno salimos con el dorsal blanco repartidos en 5 grupos. Yo salí, junto con Óscar, el hermano de Patricia, y Vanesa, en el 4º de estos grupos a las 11:18 (para esas horas el ganador de la carrera ya estaba descansando y Jorge y Tono llevaban más de 1h corriendo).
Mi intención era hacer alrededor de 1h:50' y mi grupo tenía la liebre en 2 h, así que nada más salir con las pulsaciones a tope por los nervios y por la música de ACDC de los altavoces, me puse en cabeza en busca de espacio libre. En seguida me di cuenta de que no era el único corredor con esas pretensiones y durante el primer kilómetro no dejó de adelantarme gente. Las sensaciones fueron buenas desde el principio: hacía fresquito, ideal para mí, pero no para los Rasmias que sufrieron un poco más esas bajas temperaturas, no llovía y sólo había un viento molesto que se sentía a ratos. Los dos primeros km son prácticamente llanos, ideales para poder coger tu ritmo y el mío era mejor de lo que yo esperaba, iba a algo menos de 5'/km. En seguida empezó el rompe piernas: cortas y repetidas subidas y bajadas a la salida de Irún que terminan en el comienzo del alto principal del recorrido: el puerto de Gaintxurizketa. Allí nos esperaban 2,5 km de suave y mantenida subida. Las piernas respondieron y conseguí que mi ritmo no se fuera más allá de 5'10"/km y decidí mantenerme en esos tiempos. La respiración no fue el problema, sino las piernas. El siguiente tramo, la llegada a Lezo, es un nuevo rompe piernas que termina de bajada en el puerto de Pasajes, una zona totalmente llana. A esas alturas de la carrera sentía las piernas endurecidas, no doloridas, pero casi. Y todavía faltaba lo peor: la subida al alto de Miracruz, una corta y empinada subida donde vacías tus reservas y te dejas llevar por el numerosísimo público que no para de animar. La bajada es muy cómoda y cuando vi el cartel de los 18 km casi doy un salto de alegría, empecé a pensar que ya tenía la carrera hecha, que ya no quedaba nada... más que la llegada a la playa donde una bocanada de fuerte viento nos desanima a todos los corredores y nos obliga a un último y enorme esfuerzo para cruzar el Urumea y llegar a meta.
Nada más cruzar la meta me inunda una sensación de alivio y de enorme alegría. Mientras voy caminando hacia la zona de recogida de mochilas voy disfrutando de la marca que había conseguido hacer: 1h41'40'" (un tiempo mediocre, en la media, terminé alrededor del puesto 11000, pero todo un tiempazo para mí). Me abrigo con todo lo que tengo, camiseta seca y dos sudaderas, mientras espero a mis compis. Desgraciadamente no pudimos encontrar entre tantísima peña ni a Patri ni a Tono y nos marchamos hacia la reparadora ducha caliente en casa de los amigos de los Rasmias y hacia la reponedora comida en una sidrería de Astigarraga sin haberles podido saludar siquiera.
La noticia trágica fue la muerte de una corredora por parada cardíaca cuando apenas le faltaban un par de kilómetros para terminar su 4ª participación.
Es muy posible que para el próximo año los Rasmias no tengan que convencerme para apuntarme de nuevo a esta estupenda carrera. He pasado de resistirme a sus alabanzas a recomendar encarecidamente desde estas líneas a todos los que les guste esto de avanzar a zancadas que se apunten a esta prueba que seguro que la disfrutáis.
Perfil de la carrera, una auténtica rompe piernas
Recorrido y ritmo de la prueba grabados con Nike+
Recorrido explicativo de cada uno de los tramos
Tren abarrotado para llegar de San Sebastián a Irún
Cola en Irún para coger el autobus lanzadera que nos llevase a Behobia
Los Rasmias ultramotivados en los alrededores de la salida
Los Rasmias y el agüelo despidiendo a Jorge que salía una hora antes que nosotros
Los participantes de la cuadrilla (Tono, Óscar, Vanesa y Jorge)
en la recogida de dorsales y camisetas en el velódromo de Anoeta el sábado por la tarde...
... y los tiempos realizados el domingo en la carrera
El agüelo María Begoña más feliz que una perdiz
en la zona de recogida de mochilas una vez terminada la carrera
Reponiendo fuerzas en una sidrería de Astigarraga con Ciarán (Keiran) y Ana, amigos de los Rasmias
Divertido resumen de la prueba obtenido de esta web.
4 comentarios:
Bravo señor!!!
Quien lo iba a decir de tí hace unos años, cuando te resistías incluso a correr por el parque....
La verdad es q si alguien me lo dice hace unos pocos años, y no te digo nada si me lo dicen a los 18, que iba a estar corriendo medias maratones y carreras de montañas, por afición... les hubiera dicho que estaban locos locos.
De mis últimas locuras, ésta, la de correr, es la que menos me esperaba. jjj.
Enhorabuenaaaaa...y estás que te sales en todas tus aficiones. Sigue así!
A ver hasta cuándo duran!!! Hasta q el cuerpo aguante!!!
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