Salida de la 50ª edición de la Behobia-San Sebastián
Antes de acabar el año quiero poner al día el blog y ¡no me quedan muchas horas! Así que voy a resumir las últimas salidas juntándolas en las dos actividades que más practico: correr y escalar. En tierra de nadie se queda la primera foqueada de la temporada (sí, David, lees bien: he sacado del trastero los esquís y les he sacudido el polvo), que hice con Tono por las pistas de Astún hasta el Pico Malacara (para ver las caras de tontos de los protas y otras fotos del evento, pinchar aquí).
BSS50, domingo 9 de noviembre de 2014
Segunda vez que participo. Esta vez con la experiencia del año pasado y sin ninguna pretensión debido al parón veraniego por lesión, pensaba que iban a estar las emociones contenidas. Pero en esta carrera eso me resulta del todo imposible. La semana previa mi cabeza ya empezó a llenarse de sueños tan imposibles como repetir el tiempo e hice lo que me prometí que no haría: revisar los tiempos parciales del año pasado. El día de la carrera a pesar de comenzar con una rutina ya conocida (madrugón, viaje con legañas a San Sebastián, café en casa de Ciaran y Ana, apretones en el tren hasta Irún, la marabunta de corredores tan nerviosos y emocionados como tú en la explanada gigantesca de salida...), volvió a impresionarme. Esta vez Jorge se avino a salir conmigo y acompañarme los primeros kilómetros para no dejarme solito esperando en la salida. Calentamos, fuimos a ver la salida de los pros y después esperamos a salir en mi cajón de dorsales, el más poblado de todos, los dorsales azules, casi 10000 corredores.Jorge pronto se aburrió de mi cansino trote y yo sólo pude aguantar a la libre de 1h40' hasta el km12 y a partir de ahí comenzó el consabido calvario hasta meta para los que confían más en sus sueños que en sus fuerzas: piernas doloridas, pulmones bufando y un sinfín de corredores que te pasan como balas por ambos costados. La experiencia me hizo reservar en la última larga bajada a la espera del vendaval final en la recta eterna hasta meta. Y nada más cruzarla, las emociones: miles de personas animando, el esfuerzo y el sufrimiento que parecían que nunca se iban a terminar, acabadas y entonces las emociones, vete a saber salidas de dónde, arrasan de lágrimas mis ojos.
Por todo esto esta es para mí la carrera de las carreras.
Turisteando en la feria del corredor para recoger dorsales y camisetas
Lástima que en el chuletón post-carrera no pudieran estar Ciaran y Ana
Pico del Águila, domingo 16 de noviembre de 2014
Esta actividad no fue una carrera, sino uno de los entrenos del grupo de Carreras de montaña de Montañeros de Aragón, recién formado y al que me he apuntado de manera totalmente suicida. En realidad sólo fue un entreno para el resto, para mí fue un reto en toda regla: subir corriendo un monte, sin andar ni un sólo metro, es algo que no me imaginaba que pudiera hacer hace un par de años y ahora me veo metido en la tarea de superar los alrededor de 700 m de desnivel entre el párking de Arguís y la cima del Pico del Águila. Afortunadamente el grupo es una pasada y a pesar de que cada uno sube a su ritmo, constantemente bajan a comprobar si aún vive el abuelo y en caso positivo a darle ánimos. ¡¡Así ni siquiera el abuelo puede desfallecer!!
Precioso inicio a través del cómodo y mullido sendero del bosque
Vistas del pantano nada más salir del bosque...
... y vistas de lo que le quedaban a mis piernas hasta la cima
El grupo en la cima...
... y en el coche, con la tarea ya hecha
El necesario repostaje antes de volver a casita
IX Carrera de Mularroya, domingo 30 de noviembre de 2014
Enésima locura en la que me meto yo solito (lo peor es que no será la última, snif): 25,8 km de longitud y alrededor de 1000 m de desnivel. Sólo he participado en 3 carreras de montaña y todas de menos de 20 km. Ésta iba a ser la primera de esta longitud y como siempre que me meto en nuevos esfuerzos lo acabé pagando. Quería correrla en menos de 3h, pero una última y empinadísima cuesta terminó con mis últimas reservas de energía y de ánimo y las piernas dijeron basta en los últimos 3km llanos, donde los calambres volvieron y tuve que hacer unos 300-500 m andando, para no quedarme totalmente atascado, hasta que el dolor remitió y pude volver a correr-arrastrarme hasta la meta (uf, ¡qué largos se me hicieron esos 800 m extras que no estaban avisados!). Al final 3h y 28''. Es lo que hay. Muy contento, eso sí, por haber sido capaz de terminarla.
El grupo recogiendo los dorsales en el polideportivo donde luego tuvo lugar el ligero repostaje
El abuelo en el km7 ya parecía que había corrido 40
km20 y las piernas ya de cartón piedra
Fin del noviembre más correcaminos de mi vida, jjjj.
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