sábado, 30 de agosto de 2008

No siempre se acierta

El miércoles 27 de agosto volvimos a la expo, que ya es como nuestra segunda casa. Queríamos ver la exposición sobre el hielo que había montado Reinhold Messner con el patrocinio de Aramon y Leitner. Así que cogimos primero el 23 y luego el 34, que nos dejó a 200 m del telecabina cercano a la estación de Delicias. El viaje en telecabina es una de las mejores atracciones de la expo: sobrevuelas el río y el recinto disfrutando de unas vistas maravillosas.
Vista del anfiteatro y de las plazas temáticas; la Torre del agua
La exposición se encuentra en el telecabina de la Puerta de la Torre del agua. Se llama El Mundo de Hielo y consta de 9 obras (cuadros, esculturas, audiovisuales...) de 9 artistas distintos. Más información en la siguiente web:
http://www.telecabinaaramon.com/mundo_del_hielo/laexpo.php
Tiene alguna cosa curiosa, pero no es nada especial.
De ahí nos fuimos al pabellón de Rusia. Moderna decoración, tiene un buen audiovisual sobre el agua, aunque demasiado místico (¿quién se lo iba a esperar viniendo de la antigua URSS?) y un atractivo bar-restaurante donde probamos una crepe de huevas de salmón, otra de salmón ahumado, otra de pechuga de pollo y una buena cerveza rusa). Para ser la expo no resultó excesivamente caro. Después del tentempié nos dirigimos al Balcón de las músicas a escuchar a un cantante irlandés llamado Brian Caffrey. Un cantante tranquilo y dicharachero, hablaba bastante bien el castellano (al parecer ha vivido durante cierto tiempo en Barcelona: toda una contradicción, ¿no?). Me recordó a las canciones que nos ponía el profesor de inglés en la EGB. Le gustaba la música irlandesa y de vez en cuando nos ponía canciones en el radiocasette (sí, esos inventos han existido de verdad) al mismo tiempo que nos pasaba unas fotocopias de la letra a la que había quitado ciertas palabras para que nosotros rellenáramos los huecos tras escuchar un montón de veces la cinta. Yo odiaba estos ejercicios de "listening" porque se me daban fatal, pero me encataban las canciones. Ahora sólo me acuerdo de una, Molly Mallone, de la que aún recuerdo incluso el estribillo. Cosas de la memoria.
Terminamos la jornada en el anfiteatro. Fuimos con tiempo de sobra con la esperanza de tener sitio, pero el espacio reservado para las sillas de rueda estaba a tope, como el resto del anfiteatro, y tuvimos que hacer malavares para poder entrar. El espectáculo programado para esa noche era "Spirit of Broadway", un popurrí de canciones de musicales de éxito. Yo esperaba ver algo de la espectacularidad de los musicales, pero la decoración fue muy básica, casi sin números de baile y la calidad de los cantantes bastante floja. Parecía una actuación de OT. Sin embargo, el público estaba muy satisfecho: aplaudían con entusiasmo tras cada tema y nadie se movió de su asiento (lo normal es que a los 10 minutos de empezado un concierto una gran parte del público se levante y se marche: son gente que viene con curiosidad, a ver qué tal, y se cansan enseguida). Parece que esos temas tan sencillos conectaron con el público mucho más que los sonidos tribales de Toumani Diabaté o que el excelente rock de Paul Weller, por poner el ejemplo de dos estupendos conciertos que no consiguieron enganchar a la mayor parte del público inicial.
Spirit of Broadway durante la representación de un tema de Jesucristo Superstar,
un guiño al mote que me ponen mis alumnos: "jesucristo"
Mariví estaba ya muy cansada y se quedó completamente dormida, así que, por primera vez, nos fuimos antes de terminar el espectáculo.

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