Tono no dejó pasar ni un sólo día desde que terminó el exitoso finde "Bloqueando" y ya estaba jamándonos el coco para participar en otro de sus locos proyectos: coger el tren hasta Pedrola y volver corriendo por el canal hasta Zaragoza. Distancia según él, 38 km. Me pareció una salvajada y mi primera reacción ratonil fue echarme para atrás. Luego la idea empezó a dar vueltas en mi cabeza loca y empecé a ver la actividad como un reto para ver si podría algún día correr una maratón. Nunca había corrido una distancia tan larga ni había estado tanto tiempo corriendo (3h:41'). Para los que no quieran seguir leyendo las historias del abuelo cebolletas ya adelanto el resultado: Muro 1 - abuelo 0.
Vanesa se animó a acompañarnos en bici a los 3 locos, en realidad Tono y Jorge sabían lo que se hacían y yo fui el incosciente, y llevar bebida y comida para los avituallamientos. Estos se convirtieron en vitales no sólo por el aspecto hídrico y energético, sino también por el aspecto mental. En cuanto el cansancio apareció en mis piernas dividí mentalmente el reto en trocitos pequeños, la distancia que me quedaba hasta el siguiente avituallamiento. Hicimos 6, a los 10 km, a los 14, a los 20, a los 25, a los 30 y el último a los 34. Desgraciadamente nos quedamos cortos de agua debido a las amables temperaturas y al viento de espalda que nos acompaño toda la tarde.
A pesar de todas estas medidas el hombre del mazo acabó apareciendo y me noqueó de un sólo golpe, por sorpresa. Yo pensaba que no iba a poder terminar el reto porque iban a estallar mis pulmones y me pasé todo el tiempo preocupado por la respiración, cuando el peligro vino por otro lado: por las piernas. Corrimos a un ritmo muy llevadero, 5'45''/km, desde el principio y lo mantuvimos como un cronómetro hasta el km 30. A partir de ahí las molestias en las piernas se convirtieron en dolor y cada mojón de 100m era un reto. La mente empezó a resquebrajarse al mismo ritmo que mis piernas se hacían de piedra. En cuanto llegué al km 36 paré para intentar reposar un poco y seguir. Pero no hubo manera de mover las piernas, en sus células no quedaba ya ni un miligramo de glucógeno. Mis compis como no me oían jadear cual becerro como es normal en mí a estas alturas de cualquier carrera, intentaron animarme para seguir. Pero era como un coche con el motor gripado, al estilo del de Carlos Saínz pero a mí aún me quedaban unos cuantos km hasta casita. Todos se pararon y andando, o arrastrándose como yo, llegamos a la meta en la escultura al músico Mauricio Aznar. Allí cogimos el tranvía, luego yo el 23 y al sillón.
Después de 2 días de descanso y de lejanía con respecto al dolor y al sufrimiento, puedo analizar un poco más objetivamente mis sensaciones durante la carrera. Sorprendentemente debieron ser las mismas que las que sufren muchos otros porque he encontrado versiones similares en varias webs, como ésta. Los primeros km fueron tranquilos, casi aburridos, el ritmo que llevábamos era suave incluso para mí, así que para los otros dos titanes ni os cuento, y ya había corrido varias carreras de 20 km, así que no estaba nervioso. Pensé que esa tranquilidad duraría hasta los 20 km, pero ya a partir de los 14-15 comencé a notar las primeras sensaciones negativas y empecé a pensar en lo mucho que me quedaba aún. Al llegar a los 20 ya ví que el verdadero reto iba ser no acabar, sino ver cuántos km más a partir de los 30 iba a poder aguantar. Cuando llegué a los 30 y me ví suficientemente entero pensé que tenía alguna opción de acabar, pero la carrera no había hecho sino empezar. Las piernas dolían de verdad, y pesaban, mi ritmo bajó y a partir del 34 aún bajó más. El Muro vino a conocerme y no fue una visita de cortesía. Todo mi esquema mental de la carrera se vino abajo, la moral desaparecida en combate, la resistencia psicológica para intentar seguir nula. Conseguí recupera un poco el ritmo y entonces cometí mi último error: pararme. Me había parado en todos los avituallamientos anteriores y pensé que ahora sería igual. Inuzente.
Del no "vuelvo a correr en mi vida" de los instantes en los que no podía ni andar, al "habrá que volver a intentarlo con mejor preparación" en sólo 48 h. He pedido cita ya con el loquero a ver si me arreglan la cocorota (y a los Reyes Magos unas piernas nuevas como regalo adelantado).
Vanesa se animó a acompañarnos en bici a los 3 locos, en realidad Tono y Jorge sabían lo que se hacían y yo fui el incosciente, y llevar bebida y comida para los avituallamientos. Estos se convirtieron en vitales no sólo por el aspecto hídrico y energético, sino también por el aspecto mental. En cuanto el cansancio apareció en mis piernas dividí mentalmente el reto en trocitos pequeños, la distancia que me quedaba hasta el siguiente avituallamiento. Hicimos 6, a los 10 km, a los 14, a los 20, a los 25, a los 30 y el último a los 34. Desgraciadamente nos quedamos cortos de agua debido a las amables temperaturas y al viento de espalda que nos acompaño toda la tarde.
A pesar de todas estas medidas el hombre del mazo acabó apareciendo y me noqueó de un sólo golpe, por sorpresa. Yo pensaba que no iba a poder terminar el reto porque iban a estallar mis pulmones y me pasé todo el tiempo preocupado por la respiración, cuando el peligro vino por otro lado: por las piernas. Corrimos a un ritmo muy llevadero, 5'45''/km, desde el principio y lo mantuvimos como un cronómetro hasta el km 30. A partir de ahí las molestias en las piernas se convirtieron en dolor y cada mojón de 100m era un reto. La mente empezó a resquebrajarse al mismo ritmo que mis piernas se hacían de piedra. En cuanto llegué al km 36 paré para intentar reposar un poco y seguir. Pero no hubo manera de mover las piernas, en sus células no quedaba ya ni un miligramo de glucógeno. Mis compis como no me oían jadear cual becerro como es normal en mí a estas alturas de cualquier carrera, intentaron animarme para seguir. Pero era como un coche con el motor gripado, al estilo del de Carlos Saínz pero a mí aún me quedaban unos cuantos km hasta casita. Todos se pararon y andando, o arrastrándose como yo, llegamos a la meta en la escultura al músico Mauricio Aznar. Allí cogimos el tranvía, luego yo el 23 y al sillón.
Después de 2 días de descanso y de lejanía con respecto al dolor y al sufrimiento, puedo analizar un poco más objetivamente mis sensaciones durante la carrera. Sorprendentemente debieron ser las mismas que las que sufren muchos otros porque he encontrado versiones similares en varias webs, como ésta. Los primeros km fueron tranquilos, casi aburridos, el ritmo que llevábamos era suave incluso para mí, así que para los otros dos titanes ni os cuento, y ya había corrido varias carreras de 20 km, así que no estaba nervioso. Pensé que esa tranquilidad duraría hasta los 20 km, pero ya a partir de los 14-15 comencé a notar las primeras sensaciones negativas y empecé a pensar en lo mucho que me quedaba aún. Al llegar a los 20 ya ví que el verdadero reto iba ser no acabar, sino ver cuántos km más a partir de los 30 iba a poder aguantar. Cuando llegué a los 30 y me ví suficientemente entero pensé que tenía alguna opción de acabar, pero la carrera no había hecho sino empezar. Las piernas dolían de verdad, y pesaban, mi ritmo bajó y a partir del 34 aún bajó más. El Muro vino a conocerme y no fue una visita de cortesía. Todo mi esquema mental de la carrera se vino abajo, la moral desaparecida en combate, la resistencia psicológica para intentar seguir nula. Conseguí recupera un poco el ritmo y entonces cometí mi último error: pararme. Me había parado en todos los avituallamientos anteriores y pensé que ahora sería igual. Inuzente.
Del no "vuelvo a correr en mi vida" de los instantes en los que no podía ni andar, al "habrá que volver a intentarlo con mejor preparación" en sólo 48 h. He pedido cita ya con el loquero a ver si me arreglan la cocorota (y a los Reyes Magos unas piernas nuevas como regalo adelantado).
En la estación de cercanías de Goya, esperando al tren
Iniciando la carrera 2 km antes de lo previsto
En la salida de Pinseque
En uno de los avituallamientos ofrecidos por Vanesa
El acueducto a la altura de Pinseque
donde nos equivocamos y tuvimos que dar una pequeña vuelta
Nuestra meta, a la que llegamos finalmente... andando
El recorrido que conseguí realizar
La gráfica del ritmo es la más ilustrativa de lo que significó mi primer encuentro con el Muro
La cena suave que me autoimpuse para recuperarme física y mentalmente
4 comentarios:
Venga Agüelo!! Cuando vamos a terminarla?
Jodo petaka!!! Vaya caña os metéis!!
Has pensado ganar fondo con el esqui de travesía, sí... ese equipo que anda cogiendo polvo por el trastero...
Je je!! Enhorabuena titanes!!
Estos planes locos interminables de Tono me recuerdan a los tuyos, David!! jjj
Jorge, la carrera la terminé el lunes, cuando completé con casi 7 km una maratón entera, pero dividida en dos jornadas separadas por dos días, jjj, al estilo abuelo total
Publicar un comentario